Opinión

Prensa, política y delincuencia; el triángulo de la información

Santiago de Chile, año 1990, el reportero Manuel Mena Mendoza de noticias Teve-Sur acude hacia la periferia de Santiago, ¿dónde? A casa de “Gina”, madre de Juan García García, ubicada en un humilde barrio, en un humilde departamento

Por paulwalder

30/11/2015

Publicado en

Columnas

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PairoSantiago de Chile, año 1990, el reportero Manuel Mena Mendoza de noticias Teve-Sur acude hacia la periferia de Santiago, ¿dónde? A casa de “Gina”, madre de Juan García García, ubicada en un humilde barrio, en un humilde departamento. Proveniente de una naciente política de vivienda social que anticipaba el nuevo Chile, ese Chile que en paralelo volvía a la Democracia que se había perdido desde aquel oscuro septiembre de 1973.

Otorgando cobijo a la familia García, en el segundo nivel del conjunto habitacional de albañilería y hormigón armado, Manuel Mena intenta hacer ingreso a la vivienda a regañadientes de la dueña de casa. El motivo era uno solo, conseguir la mayor información sobre el joven estudiante apodado el Johnny,  involucrado hasta ese momento,  en un asalto a un Video Club en pleno centro de Santiago.

Para sorpresa del periodista, quien era un constante busca noticias del carácter emotivo, de la tragedia, de lo que conmueve al telespectador como herramienta y elemento de atracción, consigue ingresar al departamento y revisar, junto a la madre, las cosas de Johnny. En primera instancia, no encuentran nada y por un instante la tristeza embarga a Manuel Mena, al darse cuenta que la mochila que lo llevó al lugar en donde habita, que salió por una ventana del video club en cuestión, no significaba lo que él estaba pensando y lo que gran parte de los televidentes en ese momento estaban pensando: que “el Johnny” estaba involucrado en el ilícito.

Aunque el perfil y las probabilidades eran cercanas, ¿un joven liceano de la periferia en un club de video del centro de la Capital? ¿Y justo en el mismo instante en que un grupo de delincuentes lo toma por secuestro junto a las personas que se encontraban en su interior?

Las condiciones estaban perfectas para que nuestro personaje sea el fiel representante del comportamiento delictual, habitante de la ciudad dormitorio, de bajos recursos, con un padre ausente. Sin duda alguna “esto debe mostrarse en televisión” y qué mejor hacerlo en vivo y en directo, con entrevistas directas a los amigos de Johnny, al profesor, a los compañeros, y por sobre todo, a la Madre.

Finalmente, Manuel Mena pide las disculpas respectivas a la madre. Al no encontrar nada en el baúl de Johnny da una media vuelta y corre la cortina que separaba el estar con su dormitorio, pero al salir escucha un susurro, que al instante se transforma en llanto. La madre del protagonista llora con tristeza tras encontrar una serie de artefactos electrónicos que claramente no habían sido adquiridos con boleta. Para Manuel, que venía sintiendo un sentimiento de tristeza por haber pensado mal y haber irrumpido en el hogar de esta familia, haciendo su trabajo por supuesto, al escuchar el llanto da un giro total. Primero una silenciosa sonrisa, como gesto de que finalmente “tenía razón”. El joven sí es un delincuente, y en segundo lugar, están todas las condiciones para sacar la nota del día; por un lado la noticia de impacto del asalto a un video club, que todos los medios tienen en primera plana hacia toda la Nación, y adicionalmente tiene la primicia del núcleo familiar, acudiendo a la emotividad, acudiendo a la realidad social de la madre para conmover al País.

Esa sonrisa, ese gesto que encarna Sergio Hernández en el papel del periodista Mena Mendoza, por tan solo unos segundos, es quizás el reflejo de la condición del periodismo actual en Chile. Sin duda alguna, es la justificación desde el dolor, desde lo patológico, desde lo que nos causa estupor, es ahí en donde el profesional del área, generó una escuela de carácter informativo temporal, acudiendo a la inmediatez con un cariz de impacto y producto de marketing.

El morbo, lo dantesco, lo impactante, ése el titular. No importan los nombres, los contextos ni las causas que conllevan al hecho en sí, ni menos las condiciones estructurales que se le atribuyen a que ciertos hechos existan y mucho menos la raíz, lo importante bajo este perfil de periodismo es utilizar todos los elementos necesarios para conseguir la nota del día, la primicia, sin tapujo ni filtro, para obtener el primer titular, y escalar en el mundo mediático, marcando la diferencia frente a sus colegas que se mueven en la misma línea bajo la tutela de directores de prensa que apoyan, por supuesto, esta línea y tipología mediática.

¿Pero de dónde nace esto? ¿Desde cuándo la prensa se convirtió en una fábrica de exposición  frente a actos delictivos como centro principal del trabajo mediático?, pues finalmente algo que es nocivo en términos sociales, termina otorgando trabajo a otros, como una suerte de paradoja que habita inexcusablemente en nuestra Sociedad.

Pero volvamos a la película de Gustavo Graef -Johnny cien pesos, 1993- y veremos que no nos inserta en una época al azar, y cuyo gesto no es menor. Primero nos traslada a un Chile nuevo y renovado, se había vuelto a la Democracia hace muy poco tiempo, a don Patricio y su gente claramente no le convenía que una noticia que estuviera  ocurriendo a un par de cuadras de la Moneda se extienda más de lo debido, menos a través de las pantallas. Por tanto había que mostrar liderazgo y decisión.

Bajo este escenario, Graef nos presenta dos perspectivas. Primero, nos muestra como la prensa de aquel entonces, pudo haber impactado a los Chilenos ante un hecho delictual de esta magnitud, adicionando la parte emotiva de uno de los personajes como herramienta de audiencia, cosa que por cierto no hubiera sido algo nuevo en nuestro País, pues esto ya se venía haciendo desde hace mucho tiempo en la prensa nacional, y no está de más recordar editoriales como el diario la Segunda, cuando ya en el año 1969 le otorgaba ventana al Partido Demócrata Cristiano cuando este postulaba a su candidato por el 1er distrito, don Héctor Valenzuela Valderrama. El diario titulaba en media plana su lema oficial “Vote por el autor de la Ley contra los Cogoteros”, o cuando el día posterior a la masacre de Pampa Irigoin en Puerto Montt, cuya toma de terreno cobró la vida de diez personas y entre ellas un bebé de 9 meses, a manos de Carabineros, esta misma editorial mostraba en media plana una redada múltiple en los alrededores de Santiago, en la cual capturarían a 233 delincuentes de diversas especialidades “Lanzas, Monreros, Cartilleros, Proxenetas, Cuenteros, Contrabandistas” titulaba, y de Pampa Irigoin, una pequeña sección superior que expresaba como la insurrección de los pobladores, apoyados por los Socialistas y Marxistas del sur, habrían pagado las consecuencias.[1] Claramente una misión en común comenzaba a florecer, la Política, la seguridad y la prensa amigas al unísono.

En segundo lugar, nos muestra el conjunto de estos ingredientes reunidos, y lo que significan como receta perfecta en la representación del poder, pues de pronto aparece un círculo de personajes bien hablados, con “buena pinta” y corbata, de buena familia, con apellidos respetables, en despachos amoblados de lujo, oficinas de cielos altos, llenas de libros antiguos, mesones anchos color caoba, y por supuesto el whiskey que acompaña la discusión, hablando sobre ¿Qué es lo que hay que hacer? En pos de mantener la denominada paz social.

¿Qué tendría que ver todo esto con la denominada crisis de delincuencia y la delicada percepción que existe hoy en día en nuestro País?, probablemente todo. Hoy en día, y desde que se tiene registro, la información es sinónimo de poder, el que maneja la información maneja todo, o gran parte de los círculos que ansiosos la buscan, pagan y son capaces de todo por conseguirla. Manipularla a diestra y siniestra.

La célebre frase de Malcolm Little, o más conocido como Malcolm X encaja perfectamente a lo anterior; “Con una hábil manipulación de la prensa, puede hacer que la víctima parezca un criminal y el criminal, la víctima.” Paradójicamente, un par de años más tarde de esta célebre frase, un 21 de febrero de 1965 dos hombres descargarían sus armas sobre el líder Afroamericano mientras daba un discurso en el teatro Audubon Hall. Luego de su muerte las autoridades expresaban con dolor el lamentable hecho, y a través de la prensa encabezaban los titulares de la difícil misión de encontrar a los responsables, y mostraban pruebas de una supuesta venganza de otro grupo de negros Musulmanes como responsables del hecho, causando total estupor en la población. Hoy se sabe que la Agencia Central de Inteligencia (CIA), habría infiltrado un año antes a Gene Roberts, el guardaespaldas encargado de la seguridad del activista el día de su muerte.[2]

Claramente la Política y la prensa han estado siempre dispuestos, para bien o para mal, trabajar en conjunto y en un solo escenario simbiótico que les beneficia constantemente. Uno vende audiencia y sintonía, lo posiciona como voz de información y otorga grandes cifras económicas, mientras que  el otro consigue escaños a través de la difusión de su nombre e imagen, y lo que no es menor, es capaz de trasladar la atención de ciertos temas que consideran “no importantes” para reemplazarlos por otros “más importantes”, manipulando en gran parte, la opinión pública.

Lo anterior, no plantea un atentado hacia la prensa nacional ni a quienes trabajan en ella, por el contrario, las distintas editoriales pueden desarrollar su oficio a través de la libre expresión que posee cualquier Democracia, pero no hay que confundir libertad de expresión con el manejo de la información -mal intencionado- a través de actores externos, y mucho menos para aprovechar posiciones de poder y obtener injerencia creando esta denominada opinión pública.

No es menor el hecho de que en Chile, los entes que lideran la prensa nacional, han sido parte en muchas directrices del orden Político y Social y de sus distintos hegemonías discursivas, pues han hablado cuando han querido, y han callado cuando lo han estimado conveniente. Curiosamente, y tal como mencionaba Beatriz Sánchez hace unos días en un seminario sobre “Crítica social, memoria y medios de comunicación masivos”, en Chile la delincuencia logró una agenda corta solo en el semestre recién pasado, y en consecuencia cobrando un nivel de gran importancia justo en un contexto en que se estaban discutiendo las reformas del actual Gobierno, ¿coincidencias del momento? Juzgue Ud.

Por otro lado, y desde un punto de vista más sociológico, podríamos inferir que la percepción de la delincuencia como parte de la realidad es un elemento intangible que se construye socialmente, y los mensajes que se reciben de ésta pueden variar en sus significados, muchas veces creemos entender lo que vemos o lo que nos dicen, salvo que  entender no significa que concibamos el mensaje del mismo modo, puesto que para algunos un evento les puede producir horror, mientras que para otros puede ser un evento cotidiano, como también podemos mal interpretar el mensaje, y transformarlo en otra cosa.[3] La realidad entonces, difiere bastante de la denominada objetividad en materia mediática, puesto que como hombres sociales, somos el constructo de una serie de fenómenos de diversas categorías y experiencias fenomenológicas en que, el mensaje, a pesar de poseer el mismo código, no posee la misma recepción a nivel individual. Esto explicaría el por qué los distintos debates existentes en materia de delincuencia no tienen buen puerto, y que sólo se identifica de manera parcial, y muy cómodamente, como una enfermedad inserta en la Sociedad, que posee demasiadas explicaciones, pero donde finalmente nadie se hace cargo.

¿Y en nuestro País, qué se ha hecho? Una de las instituciones que al parecer más sabe de esto y lleva carrera en ello, es la fundación Paz Ciudadana. Desde principios de los noventas, se han encargado de investigar, reflexionar y desarrollar una opinión pública frente a hechos delictuales en el territorio Nacional. En sus principios expresa ser “No ideologizada” y ser “Apolítica”, bastante extraño por lo demás cuando la hemos visto teniendo injerencia en políticas públicas y teniendo  una clara visión del control de índices de criminalidad, más allá de discrepar etimológicamente si aquello no es Político o si posee o no visión ideológica, nos inclinaremos por su directorio principal.

Obviando a don Carlos Alberto, uno de sus ex asesores principales desde su fundación, que por motivos delictuales ya no se encuentra en listado oficial, y cuyas boletas ideológicamente falsas lo dejaron al descubierto entre sus negocios y la Política, una fiel contradicción cuando los mismos encargados de decirnos cómo debemos comportarnos, los mismos que terminan diciéndole al Gobierno de turno con estudios y estadísticas de como terminar con los actos delictivos, terminan formando parte de lo mismo que manifiestan querer extirpar de la Sociedad.

Liderados por Agustín Edwards, cuyo papel ha sido clave en el periodismo nacional, y de su marcada editorial ha impuesto, comprado y ostentado la mejor posición en los manejos de medios de comunicación desde temprana edad en el periodismo Chileno. Sin duda un personaje Político, pues de acciones políticas, a través de sus medios, ha sido y es de armas tomar.

Desde su cabeza entonces, se comienzan a desglosar una serie de apellidos conocidos en el mundo Privado como en la Política nacional; A. Edward del Rio,Sergio Bitar, Paola Luksic, Soledad Alvear, Alberto Espina, Edmundo Pérez Yoma, Eugenio Tironi, Jaime Bellolio, José Joaquín Brunner, por nombrar algunos, ¿Y qué podrían tener todas estas personas en común?  ¿Relaciones en el mundo Político? podría ser una arista, ¿Relacionados con el mundo privado y empresarial? podría ser otra, ¿están relacionados a distintos medios de comunicación, y/o manejan medios para tener constante ventana pública? podría ser otra arista adicional en común, y extrañamente todos ellos están reunidos en una sola institución que se dedica a influir y levantar temáticas sobre temas de delincuencia Nacional. ¿Qué singular no creen?

Esta fundación se destaca por haber desempeñado un rol no menos importante en la “visión País” frente a la delincuencia, muchas veces ha reemplazado los niveles de victimización por los niveles de percepción, y con las cuales han gestado política pública. ¿Cómo hacer esto? Muy fácil, la percepción de la delincuencia a nivel local aparece más asociada a la frecuencia con que las personas hablan ella, esto puede traducirse en que las noticias delictuales que las personas consumen se convierten en contenidos de sociabilidad con sus pares y cercanos (“son temas para hablar”)[4].

Desde la otra vereda, según la serie de Encuestas Nacionales Urbanas de Seguridad Ciudadana (ENUSC), el porcentaje de hogares victimizados en Chile bajó constantemente de 38,3% a 24,8% entre 2005 y 2013 (Ministerio del Interior y Seguridad Pública, 2014). Sin embargo, en igual período, la frecuencia con la que la delincuencia fue nombrada entre los tres problemas más importantes del gobierno se mantuvo en 47%, llegando a 59% en 2007, según las encuestas del Centro de Estudios Públicos (2014).[5]

 

De este modo, nos han otorgado un escenario en que la delincuencia y la percepción de esta es una realidad, pero una realidad instaurada, con cifras de bajo nivel metodológico y de estudio comprobable, pero que en la praxis no parece importar, pues la esencia común es impactar al espectador para trasladarlo a un escenario social abstracto, e insertarlo en su contexto y realidad cotidiana. Siguiendo esta línea, podemos observar incluso, como aquel chiste repetido que luego de ser contado muchas veces ya no causa el mismo efecto, la prensa también ha generado un escenario de categorías delictivas, y del orden mutable, así entonces en el ’70 existían “Los Cogoteros”, en los 90’ “Los Patos Malos”, en el 2000 “Los Lanzas”, en el 2010 se mostraban a través de “Los Alunizajes”, y hoy en día “Los Portonazos”, y así un sinfín de titulares conceptuales, que se insertan en el lenguaje social y orgullo del lumpen, aquellos antagonistas y rechazados por la Sociedad.

Así los medios de comunicación ayudan a definir los problemas sociales que demandan la atención de los políticos y de los funcionarios públicos, al enmarcar los acontecimientos y convertirlos en noticias de interés general.[6]

Para qué mencionar su rol en tiempos de la dictadura cívico militar, cuya participación no es despreciable, y peor aun cuando varios de estos ni siquiera lo han reconocido habiendo todos los antecedentes que lo demuestran. La injerencia y rol social que poseen los medios, no es menor en relación al carácter que debieran tener, sobre todo en temáticas tan delicadas como el fenómeno y estudio de la delincuencia, puesto que todo aquello es porque los medios de comunicación, y en concreto la prensa, desempeñan un papel privilegiado en la definición de lo que es la delincuencia y reproducen un punto de vista hegemónico mediante ciertos mecanismos ideológicos.[7]

 

La pérdida mayúscula del aporte constructivo por parte de la televisión, en gran medida, es otro espacio crítico de fracaso y batalla perdida, que se adiciona a todo lo anterior. Este aparato electrónico que se encuentra en todos los hogares de la nación, también sufrió las consecuencias de esta decadencia periodística en materia audiovisual, explorando su mayor cambio desde comienzo de los noventa. Una vez comenzada la Democracia, los canales de TV tendieron cada vez más a funcionar como empresas comerciales, sobre todo después de que el Gobierno les privara el aporte fiscal, en consonancia con la política económica neoliberal.[8]

Esto último viene a resignificar el argumento de que los programas de mayor contenido no son rentables, y si es rentable es con publicidad, publicidad que la noticia de asombro y de carácter delictual no necesita, pues es un producto en sí, y por ende se vende solo.

Sin duda alguna, la prensa es un medio de vital importancia para la Sociedad frente al impacto que puede llegar a generar. No está de más identificar cuántas personas pueden leer un titular en la primera hora recién lanzada, y doce horas posteriores a este. Las redes sociales, y el aumento exponencial del uso de internet, en una Sociedad cada vez más conectada, es el perfecto usuario para cautivar, para bien o para mal, el resultado noticioso.

Debemos ser cautos, debemos ser más críticos con el tema, debemos tener mayor ojo con lo que se muestra frente a nuestros ojos, no podemos volver a caer en ejemplo vergonzosos como cuando los grandes medios de comunicación de este País escondieron, manipularon información, falsificaron escenas, y contribuyeron a abusos en contra de los Derechos Humanos. La influencia es muy alta, y los perjudicados pueden ser demasiados.

Finalmente, no es posible que los medios sigan impulsando le denominada “opinión pública” y mucho menos incentivar políticas públicas de manera tan singular, y atrofiada como el reportero Mena Mendoza. Pues para eso están las instituciones gubernamentales y no gubernamentales, sumado a las organizaciones sociales de base, las cuales y en su conjunto, con análisis, reflexión y experiencia en temas coyunturales de la sociedad, ya saben bastante

[1] La Segunda, Lunes 10 marzo de 1969. Pp. 20.

[2] Álvarez, Pedro. Malcolm X, Autobiografía. Editorial Ciencias sociales, La Habana, 1977.

[3] Berger, Peter – Luckman, Thomas. La construcción social de la realidad. Editorial Amorrortu. Buenos Aires (1999)

[4] Valenzuela, Sebastián – Browne, Magdalena. Televisión y opinión pública sobre delincuencia en Chile: Análisis longitudinal e individual de las teorías del cultivo y agenda setting. VI Congreso Latino Americano de la World Association for Public Opinion Research, Santiago , 2014

[5]  Ibid. P. 2

[6] Ibíd. P.119

[7] Torres, Gabriela. La construcción discursiva de la delincuencia 1994-1996. Iztapalapa 59, Año 26, PP. 115-144. (2005)

[8] Durán, Sergio. Ríe cuando todos estén tristes, el entretenimiento televisivo bajo la dictadura de Pinochet, editorial LOM, 2012.

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