Primarias de humo y los trabajadores

Tras la nube de declaraciones y contradeclaraciones cual bombas de humo que relevan el tema primarias como esencial para la política y la participación, se oculta, a propósito, la más real de las acciones que constituye la democracia, la organización de los trabajadores y su voz

Por Leonel Retamal

04/05/2013

Publicado en

Columnas

0 0


Tras la nube de declaraciones y contradeclaraciones cual bombas de humo que relevan el tema primarias como esencial para la política y la participación, se oculta, a propósito, la más real de las acciones que constituye la democracia, la organización de los trabajadores y su voz.

Hace tiempo ya que los partidos se alejaron de este sector realmente esencial de la política, incluso izquierdas se ven envueltas en discusiones donde la clase a la cual deberían representar es tomada como un mero accesorio.

En la prensa tradicional podemos leer sendas notas sobre las voceadas primarias y sus supuestas consecuencias, y entre medio un articulito sobre un seminario en el «think tank» concertacionista Proyectaamérica (que se autoproclama de centro izquierda), donde conversaron (a puertas cerradas) acerca de la necesidad del «Fin de la economía del abuso». Un gran paso. Pero ¿quiénes estaban allí?: Ex directores del Banco Central, ex ministros de Economía y parlamentarios. Ni un solo dirigente sindical, ni qué decir trabajador. O sea, discuten sobre lo que les afecta a los abusados, sin los abusados.

Los cambios exigen de la voz y acción de la clase trabajadora, que exponga los cambios que ha vivido en estos años y proponga así las nuevas condiciones para superar estos no tan nuevos estados de explotación.

Para volver a ser sujeto social, promotor de los cambios sociales profundos, los dirigentes de los trabajadores deberemos ponernos de acuerdo en cómo deseamos el futuro de nuestra patria. Esos sueños y esperanzas se resolverán desde nuestras luchas y propósitos, de los mensajes que enviemos a nuestro pueblo y a la clase política.

Dependerá de nuestra capacidad de coordinación, de nuestra organización clasista, de las movilizaciones y convocatorias que apunten a modificar el estado actual de las cosas y ponerlas a nuestro favor, a favor de la mayoría excluidas de nuestra patria.

Entre 1988 y 2002, el 25% más pobre de la población mundial vio caer sus ingresos del 1,16% al 0,92%, mientras que el 10% más rico aumentó sus fortunas del 64,7% al 71,1% de la riqueza mundial. Ese crecimiento de 6,4 % en la riqueza de los más ricos sería suficiente para duplicar los ingresos del 70% de la población mundial, salvando innumerables vidas y reduciendo las penurias y sufrimientos de los más pobres. Los datos anteriores no son ajenos a nuestro país y sin duda alguna la acumulación de la riqueza en manos de los más ricos en contraposición con los más pobres es definitivamente escandalosa.

La política y los políticos se olvidaron del aporte que hicimos los trabajadores para la recuperación de los espacios democráticos que hoy tenemos. El resumen histórico indica que el bloque gobernante anterior y sus partidos desmovilizaron y cooptaron a la dirigencia obrera y la dispusieron a recibir en su seno a activistas de escasa representatividad, que manejaron a su antojo la disposición de los trabajadores, que dicho sea de paso, confiaron en aquellos que aún hoy juran que nos representan, cuestión que tuvo como consecuencia, el quiebre de la organización que se pensó sería el instrumento político de los trabajadores del país, a la salida de la dictadura militar. El gran error al parecer, de la cúpula de la Central Unitaria de Trabajadores fue esperar tener más peso y aceptación de la clase política que de sus representados.

Sin duda alguna, la vocación de poder y de defensa de lo conquistado, quedó relegada al quehacer político y no social. Endosamos a los partidos nuestra responsabilidad, en muchos casos sintiéndonos más parte de tal o cual partido, que de la clase que decimos representar. Las cuestiones corporativas, como la mejor redistribución de los ingresos, nos ha llevado en el siglo XXl a tener relaciones contractuales propias del feudalismo, con un código laboral que no es capaz de dar respuesta a las nuevas formas de producción, que genera reformas, que al final sólo legaliza nuevas formas de explotación y no resuelve el tema de la justicia social.

En resumen, hemos perdido la autonomía necesaria para buscar nuestro propio camino emancipador.

La informalidad laboral según datos oficiales es de un 32% de la masa laboral del país. Estos trabajadores carecen de la igualdad de oportunidades con respecto a los trabajadores formales, totalmente excluidos de los ‘goces’ del mercado, como ser avales de sus hijos para financiar sus estudios superiores, u optar a un crédito hipotecario para una vivienda digna, y condenándonos a ser más pobres cuando abandonemos nuestras fuentes laborales al carecer de pensiones dignas.

La concurrencia de dirigentes de las centrales en su mayoría tiene el signo de lo que fue la dictadura, «cuadros políticos» ajenos a la producción y a la disciplina obrera. Este apadrinamiento o paternalismo de la política ha truncado el desarrollo y la generación de nuevos líderes de los trabajadores, por la resistencia a entender que deberán ser los verdaderos representantes de los trabajadores quienes conduzcan a nuestra clase y no los cuadros políticos que, con todo el aporte que hicieron, deben entender que su tiempo pasó y deberán ser otras las formulas que fortalezcan nuestras orgánicas.

De los 6,8 millones de trabajadores de Chile, los organizados son poquísimos, menos de un 9% lo que indica incapacidad de estos cuadros para lograr el supuesto objetivo de fortalecer y prepararse para negociar de mejor forma nuestras reivindicaciones propias. La falta de credibilidad en quienes se arrogan la representatividad de nuestra clase son expresiones que se desmienten mientras los datos estadísticos internacionales muestran a nuestro país como a uno de los que cuenta con la peor redistribución de los ingresos. Es preciso sumar a lo anterior el libertinaje en el que hemos caído producto de la tramposa libertad sindical, pues no es menos cierto que varias organizaciones obreras apenas tiene un timbre y dirigentes que carecen de organizaciones reales o derechamente inflan sus números de asociados para tener presencia en las centrales.

Así las cosas, nuestra debilidad no sólo está dada por la baja sindicalización, sino que también por la falta de representatividad de los que hoy «dirigen» y por organizaciones sindicales carentes de arraigo en la masa laboral, lo cual nos dispone al derrotismo y a pensar que hoy no es el momento de dar grandes pasos. Más bien sólo nos aventuramos a las luchas economicistas e inmediatistas, al conformismo de que no es posible más, que al parecer son mas fuertes, y a postergar los gestos enaltecedores y convocar a la Unidad y Coordinación necesarias.

El ejemplo de lo anterior está en la propuesta reformista del sistema de pensiones incluso con ideas como la creación de una AFP estatal, que sabemos NO modifica ni afecta al sistema previsional. Es ese sistema el que debe ser cambiado por otro, no reformado a lo gatopardo.

Los que nos autoconvocamos, nos resistimos a aceptar el actual estado de cosas y a la inmutabilidad de la política que nos oprime y exprime. Es innegable que hoy la humanidad produce más que hace cuatro décadas. Sin embargo, los excluidos y pobres son más. El sistema económico dominante, no sólo es responsable del aumento de la brecha entre los más pobres y los más ricos, sino que además pone en riesgo la permanencia de la especie humana en nuestro planeta, por la codicia de una minoría autoritaria que se fortalece con nuestras debilidades y falta de convicción de que es posible cambiar las cosas.

Nuestro proyecto, por básico que sea, si cuenta con el apoyo de los trabajadores triunfará. Si este nace de nosotros, y es implementado por nosotros, para nosotros y nuestras familias, contribuiremos a la felicidad de la mayoría de nuestro pueblo.

Retomemos las palabras de Luis Emilio y Clotario, para levantarnos con la gallardía que nos da la honestidad y hagamos Invencible a la Clase Trabajadora Chilena organizada de verdad política y sindicalmente.

Jorge Bustos

Congemar

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones