[Ensayo]

Sobre el origen de la distinción Derecha/Izquierda y algunas características de la ultraderecha actual

Lo interesante de mirar al origen de la distinción izquierda/derecha desde la primera mitad del siglo XXI es que es fácil apreciar que a la vez que ha resultado bastante exitosa por su persistencia en el tiempo, además de por su universalidad, ambos conceptos se mantienen en una inter-relación que lejos de ser estática, es tensa, conflictiva y dinámica.

Por Julio Cortés Morales

24/10/2023

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Columnas / Mundo / Política / Tendencias

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I.- Origen y permanencia de la distinción

Nunca está de más recordar el origen histórico de la distinción/oposición entre derecha e izquierda, que surgió de la ubicación espacial de los delegados con diferentes orientaciones doctrinales y de clase en la Asamblea Nacional Constituyente de 1789, durante la primera fase de la Revolución Francesa. En esa ocasión, al debatir sobre el rol de la autoridad real frente al poder de la asamblea popular constituyente, los delegados que eran partidarios del veto real (en general miembros de la aristocracia o el clero) se ubicaron a la Derecha del presidente, por ser el espacio tradicionalmente usado como lugar de honor, tal como se dice de Jesucristo que estaría sentado “a la derecha del Dios padre”. Por el contrario, quienes se oponían al poder de veto del rey se ubicaron a la Izquierda, y se designaron a sí mismos como “patriotas”.

Según indica J.P. Mayer, “encontramos en la Asamblea Nacional un pequeño grupo de derecha compuesto por legitimistas que aspiraban a una constitución aristocrática, un grupo de poca importancia que ocupa el centro derecha y una gran mayoría de izquierda, dirigida por Lafayette, Mirabeau, Sieyés, para quienes era cuestión de vida o muerte un nuevo sistema político. Esta Asamblea redactó la constitución de 1791 que establecía una monarquía limitada”[1].

Como señala el tradicionalista esotérico Julius Evola -un barón muy cercano al fascismo, al que Norberto Bobbio calificó como un “completo delirante” e “intelectual de medio pelo”- antes de la creación del régimen demoliberal y su sistema de partidos el concepto de Derecha no tenía mucho sentido, pues lo que existía en el Antiguo Régimen era un partido de gobierno y una oposición que actuaba “dentro del sistema” sin aspirar a cambiarlo radicalmente. Luego de 1789, la derecha se constituye como la antítesis de las posiciones de la izquierda.

Algo que uno suele olvidar es que la derecha tradicionalista y aristocrática es antiburguesa y puede presentarse incluso como “anticapitalista” (si por capitalismo entendemos su fase o faceta liberal). Por eso para Evola, que como él mismo anuncia observa al fascismo desde la derecha o más allá del fascismo, a mediados de los sesenta no existía ya una “Derecha auténtica”, con D mayúscula, opuesta a la llamada “derecha económica” o burguesa, que incluiría a la “derecha liberal”: un contrasentido para los tradicionalistas que creen en una derecha “depositaria y afirmadora de valores directamente ligados a la idea del ‘Estado verdadero’”, con valores centrales superiores a la oposición entre partidos, “según la superioridad comprendida en el concepto mismo de autoridad o soberanía tomada en su sentido más completo”[2].

En segundo lugar, lo interesante de mirar al origen de la distinción izquierda/derecha desde la primera mitad del siglo XXI es que es fácil apreciar que a la vez que ha resultado bastante exitosa por su persistencia en el tiempo, además de por su universalidad, ambos conceptos se mantienen en una inter-relación que lejos de ser estática, es tensa, conflictiva y dinámica: si la derecha original era aristocrática y monárquica, y la burguesía era de izquierda, luego la derecha pasó a ser más bien capitalista y burguesa, además de patriota, ubicándose el proletariado con sus organizaciones internacionalistas en el ala izquierda.  Como se ve, todo está en permanente y perpetua redefinición, tanto a nivel nacional como global, sobre todo en momentos de crisis y conflictividad como las que estamos viviendo.

Así, uno no podría dejar de destacar la curiosa inversión que se ha producido en más de dos siglos: si bien han existido y siguen existiendo nacionalismos de izquierda, el grueso de los “patriotas” actuales es de derecha o extrema derecha (con las excepciones ya conocidas de ciertos sectores “nacional-revolucionarios” herederos del “fascismo de izquierdas”).

Un pensador marxista italiano que hacia el final de su vida llegó a declarar obsoleta la dicotomía izquierda/derecha, acercándose peligrosamente al “rojipardismo” y declarándose “comunitarista” después de haber sido comunista por largo tiempo, hace notar que el concepto de patria “nace a la izquierda”, y demora alrededor de un siglo en pasar a la derecha. Me estoy refiriendo a Costanzo Preve[3], quien tras creer por dos décadas que la izquierda era “el único lugar histórico y cultural posible no solo para la revolución, sino también para la racionalidad y el progreso de la humanidad”, luego de un largo y duro proceso vital llegó a creer que en nuestro tiempo la distinción izquierda/derecha es artificialmente mantenida “para crear una oposición ficticia meramente electoral”. Ante eso, se declaraba “partidario convencido del agotamiento sustancial de esta dicotomía y, por tanto, del hecho de que ahora sería posible y útil una superación sustancial”[4].

Resulta importante señalar que en una entrevista posterior con Robert Dannin se encargó de aclarar que la crítica que ha hecho sobre la obsolescencia de la dicotomía y “su uso continuado como forma de organización de identidad simbólica en un sistema político moribundo, pertenece exclusivamente a los países europeos, no al resto del mundo”, y pone como ejemplo Latinoamérica, donde experiencias como la Venezuela de Chávez o la Bolivia de Morales revelan que “la dicotomía todavía tiene un significado político real, y aún no se ha convertido en un engaño político”, mientras que en Estados Unidos la división entre demócratas y republicanos “no coincide con la dicotomía izquierda/derecha europea”, y en el mundo musulmán “la función social de la izquierda ha sido superada por tendencias religioso-ideológicas que podrían o eventualmente serán definidas como derechistas desde una perspectiva occidental (por ejemplo, Ahmadinejad en Irán)”[5].

Preve destaca que la dicotomía iniciada formalmente con la Revolución Francesa y la colocación de parlamentarios en 1791, tiene su verdadero comienzo contemporáneo después de la Comuna de París de 1871 y la segunda revolución industrial: “a partir de esta fecha comienzan las etapas de la formación progresiva real de las identidades de izquierda y derecha, identidades que estructuran fisiológicamente incluso la pertenencia”. 

En Europa, sólo después del caso Dreyfus (Francia, 1894) los “intelectuales de izquierda” se constituyen “como un grupo identitario de pertenencia estable”, y habría que agregar lo que destaca Zeev Sternhell al analizar los orígenes franceses de la ideología fascista: en esa misma época se consolida fuertemente el antisemitismo y se desarrolla el boulangismo, que con su nacionalismo radical y orgánico, belicismo y culto al líder (el general Georges Boulanger) constituye un antecedente directo del fascismo del siglo XX, demostrando que “la derecha no ha de ser necesariamente conservadora, también puede ser revolucionaria”. 

Así, con ese precedente “made in France”, posteriormente el fascismo “introdujo el elemento revolucionario de rechazar la democracia liberal mientras que aceptaba su orden social y económico”, con lo cual se configura “otro tipo de modernidad”. Esto sería “revolucionario” según Sternhell, pues “un régimen conservador conserva” y los fascistas no conservaron nada; más bien “lo rompieron todo”[6]

Sin embargo, deberíamos tener en cuenta que ya desde los primeros conservadores y reaccionarios que conscientemente luchaban contra el legado de 1789, como Joseph De Maistre y Edmund Burke, era posible apreciar una propuesta que no sólo “conservaba”, sino que a la vez que defendía el Antiguo Régimen criticaba a sus malos defensores, incapaces de oponerse eficazmente a revolucionarios y reformistas por los cuales, a pesar de todo, sentían una fuerte atracción. Así, como explica Corey Robin, “el imperativo reaccionario presiona al conservadurismo en dos direcciones bastante diferentes: primero, hacia una crítica y reconfiguración del antiguo régimen; después, hacia la absorción de las ideas y las tácticas de la propia revolución o reforma a las que se opone”, pues “lo que el conservadurismo quiere conseguir a través de la reconfiguración de lo viejo y de la absorción de lo nuevo, es convertir el privilegio en algo popular y transformar el tambaleante viejo régimen en un movimiento de masas dinámico e ideológicamente coherente”[7].

II.- Izquierda y derecha en Chile

Pareciera que cada país tiene su propia versión de la dicotomía izquierda/derecha, además de paradigmáticas formas de ser de centro (o “ni chicha ni limoná” como decía la canción de Víctor Jara). Para el caso chileno, contrastando tal vez con muchos otros países, este esquema se niega a morir, subsistiendo hasta hoy los famosos “tres tercios” en que supuestamente se divide la política y el electorado, aunque en rigor desde que existe el voto voluntario esa repartición se da en relación al 50% de las personas que votan. 

Este esquema se ancla fuertemente en la forma en que se expresó la lucha de clases durante el período que va de 1970 (triunfo de la Unidad Popular) a 1973 (golpe militar), y el fin de la dictadura (plebiscito de 1988, reforma constitucional y elecciones de 1989, “democracia de los acuerdos” binominalista a partir de 1990: los repudiados “30 años” contra los que nos levantamos en octubre de 2019). En todos esos hitos y periodos el conflicto se ha entendido política y culturalmente como expresión de la oposición frontal entre izquierda y derecha. Lo mismo podría decirse del “estallido social” de 2019, que pese a su espontaneidad, rabia anti-politicista generalizada y rechazo explícito de los “30 años” de transición y “concertacionismo”, ha terminado revitalizando la distinción tradicional en base a un mega-relato en que la izquierda lo habría apoyado y canalizado hacia un proceso de reformas institucionales, mientras la derecha intenta sabotear y neutralizar sus efectos transformadores[8]: con tanto éxito a mediano plazo que ahora es la “derecha dura” la que controla el segundo proceso constituyente, con José Antonio Kast, Beatriz Hevia, el profe Silva y Carlos Frontaura a la cabeza. Ironías de la historia: la izquierda progresista quería una Nueva Constitución y con tal de obtenerla hace cuatro años sacó a la gente de las calles para llevarla a las urnas. Ahora va a tener que elegir entre la de “los milicos” y la del Partido Republicano

Como sea: la vigencia de la diada en Chile es evidente, a pesar de que la mayor parte del tiempo, sobre todo entre 1989 y 2019, ocurrió lo que señala Bobbio respecto de que “en muchos sistemas democráticos con pluralismo acentuado el Tercero incluido tiende a lle­gar a ser tan exorbitante como para ocupar la parte más extensa del sistema político, relegando la derecha y la izquierda a los márgenes”[9].

De tal manera, durante todo este tiempo parecía que en Chile tras la “muerte de las ideologías” sólo existía la centro-izquierda y la centro-derecha, al punto que hubo diversos intentos de crear partidos de “centro-centro”, desde la Democracia Cristiana en los cuarenta, a la Unión de Centro Centro del empresario Francisco Javier Errázuriz en los noventa[10], y el actual Partido de la Gente de Parisi (una sombra de lo que era hace un año).

Ante este desalentador y “centrista” panorama muchos izquierdistas radicales (entre ellos Felipe Portales, Germán Westphal y Rafael Agacino) prefieren hablar de los dos bloques dominantes como de “dos derechas”, una caracterización que al parecer usó primero el socialista Sergio Aguiló en 2002[11], cuando tras un diagnóstico bastante crítico de la labor de la Concertación como administradora del neoliberalismo, renuncia al cargo de jefe de la bancada de diputados socialistas y al rango de miembro de la comisión política del partido. En una parte, el entonces diputado socialista señala: “Derecha democrática o derecha autoritaria, esa pareciera ser la cuestión. Pobre cuestión para un país orgulloso de su tradición democrática y de su imagen progresista”.

Otros dicen que “no se puede ser de izquierda sin ser anticapitalista” (Carlos Pérez Soto). En todas estas versiones, en vez de asumir que la izquierda siempre ha incluido un componente nada revolucionario e incluso menos que reformista, que de hecho es el dominante en las izquierdas realmente existentes (que al igual que las derechas, son varias y no una sola), se lamenta la ausencia de una “verdadera izquierda” en el panorama político actual. Pero en verdad lo que ha ocurrido es que si hace cien años se tildaba de reformista a la izquierda que optaba por cambios graduales[12], hoy esos sectores de la “izquierda realmente existente” se constituyen sencillamente como la “pata izquierda” de la dominación estatal capitalista, que requiere en cada momento de una diversa combinación de dictadura social con democracia política, basando la gestión del orden a una dinámica, compleja y siempre cambiante división del trabajo entre la derecha y la izquierda. En ninguna parte se ha expresado más clara esta doble dependencia que en los 16 años en que se repitieron los gobiernos de Bachelet y Piñera. El ciclo se agotó tras la gran explosión de octubre 2019, y se reinició otro similar pero diferente tras los acuerdos del 15 de noviembre: continuidad y ruptura; algo cambia, algo permanece.

“No sólo ha existido la izquierda comunista, ha existido también y todavía existe, una izquierda dentro del horizonte capitalista”.

Esa frase de Bobbio es bastante útil para recordar que la izquierda realmente existente ha sido y seguirá siendo en gran medida una “izquierda del capital”, con resabios de un discurso emancipatorio incapaz de llevarse a la práctica a corto, mediano y largo plazo, puesto que lo que hace es reproducir exactamente aquello que dice combatir. Esta izquierda “de la inmanencia” (como diría Preve[13]) ahora se llama “Frente Amplio”, o “Apruebo Dignidad”. Todas estas posiciones y diferencias son muy dinámicas, líquidas, y van cambiando según los intereses coyunturales de la realpolitik: si el FA parece surgir “a la izquierda” del PC (al menos su sector “autonomista”, que proviene de la organización noventera Surda, y que luego se alió con el sector más moderado del anarquismo local: la Izquierda Libertaria), a poco andar parece haberse desplazado más bien hacia su derecha, y no porque el PC haya extremado sus posiciones. El Partido Socialista estaba a la izquierda del PC y del Presidente Allende durante la UP; en los 80 estaba fraccionado en decenas de grupos, desde los más moderadas a expresiones de ultraizquierda; hasta lograr reunificarse en 1989 con clara hegemonía socialdemócrata en versión “renovada”. 

Sobre la alegada desaparición de la izquierda, resulta interesante referir un texto del Nuevo Instituto de Investigación Social que en primer lugar diagnostica que “la izquierda” se convertido finalmente en “una forma vacía separada de su contenido, un ‘significante flotante’ (tal como Laclau y Mouffe querían)”, y que “no hay nada que impida que diversas personas con diferentes intenciones la empleen a diestra y siniestra, razón por la cual luchar por el uso o el abandono del término, per se, es un tonto juego”. Pero más importante que eso es cuando nos recuerdan el “contenido práctico específico” al que el concepto de izquierda remitía: “Considerada en sus manifestaciones históricas determinadas (los sindicatos, los partidos socialdemócratas y estalinistas, los defensores de la política keynesiana y bienestarista, los movimientos por los ‘derechos’ y por reformas), la izquierda es, como decían los viejos ultras, ‘el ala izquierda del capital’”, que “ha asumido los presupuestos básicos del modo de producción capitalista como dados”[14]. Esto es difícil de asumir por los izquierdistas actuales, que en vez de darse cuenta de que la izquierda realmente existente es la socialdemocracia y los restos del estalinismo, prefieren decir que hoy en día la izquierda “no existe”, o formulan una serie de propuestas y requisitos para una izquierda auténticamente de izquierda que no llega a despegar[15].

Por lo demás, si tenemos claro que la díada izquierda/derecha se definen una en oposición a la otra en base a diferencias que han ido mutando en el tiempo, y que su valor es más bien “georreferencial” (para entender cuando un partido o movimiento está situado o se desplaza a la izquierda o a la derecha de otro), parece un error entender a la izquierda como un contenido de fondo, siendo mucho más relevante definirse en base a cuestiones centrales como capitalismo o comunismo, y estatismo o anarquía, antes que seguir clamando por contar al fin con una izquierda que sea realmente de izquierda, lo que en rigor no significa mucho.

En cuanto a la identidad de la derecha en Chile[16], destacaré la opinión de José Joaquín Brunner -uno de los pioneros del “socialismo renovado” en Chile, a quien recuerdo haber leído en una entrevista en el año 1986 afirmando que la dictadura no era “derrocable”-, que ha escrito para el medio El Líbero[17] varias columnas sobre el tema. En una de ellas señala que, a diferencia de la izquierda, que es fundamental y expresamente “ideológica”, “las derechas contemporáneas son de una baja—o, en cualquier caso, menor—intensidad ideológica”, lo cual se explica por “el hecho de estar ellas habitualmente del lado del orden establecido, lo cual supone, como es bien sabido, gozar del favor de los poderes fácticos”. Así, “antes que críticos, los partidos de la derecha son representantes ‘naturales’ del status quo; son los administradores que conocen -mejor que cualquiera otro- sus palancas secretas en la esfera económica y en la esfera del derecho”, y de ahí que “los contenidos esenciales del pensamiento de derecha, sus manifestaciones o emanaciones espontáneas, tiendan a ser la conservación del orden —la seguridad de la propiedad y la vida privada— y la libre iniciativa en la esfera de los mercados. Es decir, el orden y sus fundamentos sociales y el liberalismo de las cosas, su libre circulación e intercambio”[18].

Hannah Arendt también apunta al carácter polémico y “reactivo” de la derecha, cuando dice que “tanto el pensamiento conservador como los movimientos reaccionarios, deben no ya sólo sus rasgos distintivos y su élan [impulso], sino hasta su propia existencia a la Revolución Francesa”, y que “desde entonces no han perdido este carácter secundario, en el sentido de que apenas han producido una sola idea o concepto que no fuese, en su origen, polémico”[19].

Habría que ponerse de acuerdo respecto a en qué sentido la derecha no es “ideológica”. En general los que hacen esta afirmación están empleando el término ideología en su acepción más positiva, como sinónimo de ideario o doctrina, generalmente asociada a un programa de cambios. Pero sabemos que el concepto, surgido hacia fines del siglo XVIII, pasó de un uso neutro y más bien descriptivo, identificando y sistematizando corrientes en la “historia de las ideas”, a ser usado en sentidos negativos, desde el desprecio napoleónico a los “teóricos”, hasta su formulación como “falsa conciencia” en manos de Marx. Lo que resulta sorprendente e irónico es la enorme diferencia entre el uso negativo dado por Marx al concepto (por ejemplo, en “La ideología alemana”, o en su afirmación de que en cada época “la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”) y la inversión realizada por los “marxistas” que con Kautsky y Lenin a la cabeza transformaron a Marx en el “padre fundador” del marxismo, entendido como “la mejor de las ideologías”, y más encima “científica”.

Visto así, la derecha no es “ideológica” en el sentido que pretenden serlo los izquierdistas “científicos”. Y no necesita serlo, pues su ideología, en tanto sirve a la clase dominante, está “naturalizada” y por eso puede pasar por “no-ideológica”. 

Lo anterior no significa que no exista una “ideología de derecha”, o varias, y de hecho es lo que muchos están dedicados a estudiar, tal como se capta a simple vista en las vitrinas y estantes de las librerías que quedan. 

III.- Derecha: ¿Ultra, Extremista o Radical?

En el esquema de Norberto Bobbio al combinar la díada izquierda/derecha (igualitarios/antigualitarios) con la de extremismo/moderación (libertad, entendida como respeto a los medios democráticos, versus autoritarismo) se incorpora a la cartografía política la distinción en cuatro grandes campos: extrema izquierda[20], centroizquierda, centroderecha y extrema derecha. Y dependiendo del momento o de las fuerzas políticas realmente existentes, a veces se habla de un “centro” o “centro-centro” que podría constituir un quinto sector entremedio de izquierda y derecha. 

En relación a la llamada “ultraderecha”, Cas Mudde la define en oposición a las derechas establecidas (conservadoras y liberal/libertarias), como “una derecha antisistema, hostil a la democracia liberal”[21]. Además, como señala Titelman siguiendo a Mudde, la ultraderecha puede dividirse en derecha extrema y derecha radical: “ambas son hostiles a la democracia liberal, pero por motivos diferentes. La derecha extrema se opondría a la esencia de la democracia, como la soberanía popular y la decisión por voto mayoritario. En cambio, la derecha radical acepta la esencia democrática, pero se opone a aspectos fundamentales de la democracia liberal, esto es, derechos de minoría, el Estado de derecho y la separación de poderes”[22].

En este esquema el fascismo y nazismo serían “formas típicas de extrema derecha” (tal como resulta del esquema de Bobbio), mientras la derecha radical se expresaría en los movimientos populistas de derecha. La distinción no es una sutileza excesiva en estos tiempos: en países como Alemania se puede prohibir una formación si se considera que es de “extrema derecha”, pero no a una de “derecha radical”[23]. Desde Chile, Titelman dice que también es posible extender esta definición hacia la izquierda, distinguiendo en la ultraizquierda “una izquierda extrema antidemocrática y una izquierda radical antiliberal”[24]. No es de extrañar que luego del “tsunami republicano” del 7 de mayo de 2023 los sectores más revanchistas y fanáticos de esta nueva derecha clamen en redes sociales por ilegalizar a la “extrema izquierda”.

En todo caso, conceptualmente me declaro algo escéptico en relación a estas distinciones tan tajantes, y no deja de llamarme la atención que la categoría “ultra” se utilice como un género dentro del cual se incluye a la especie “extremista”, puesto que si bien el “extremista” de derecha o de izquierda se mantiene claramente dentro del terreno de lo se entiende por derecha a izquierda, el concepto “ultra” tiene más bien una significación de ir o estar “más allá” (de la derecha o de la izquierda), como en la hermosa expresión “ultramar”. Así, la ultra se situaría en el margen mismo del espectro político, o si se quiere, alcanzado el afuera de la realpolitik o del espacio social o cultural donde se expresa y enfrenta la diada derecha/izquierda. 

Lo cual no quiere decir que a medida que se avanza hacia un polo te terminas acercando al otro, como en la “teoría de la herradura”, sino que más bien te adentras hacia territorios desconocidos que han quedado hasta ahora fuera de la definición más o menos convencional de “lo político”.

IV: La ultraderecha chilena y los Republicanos de Kast

En base a estas distinciones Cristóbal Rovira ha señalado que Kast y su Partido Republicano no son de extrema derecha, sino que una expresión de la “derecha populista radical”[25]. La diferencia con la derecha convencional es que la “ultra” no sólo defiende ideas más radicales, sino que desprecia el sistema de la democracia liberal, o se plantea modificarlo.

Dentro de la ultraderecha, Rovira distingue dos familias de partidos que son la derecha populista radical y la derecha extrema: “La derecha populista radical se caracteriza por defender y articular tres ideologías de manera simultánea: la ideología populista, nativista y autoritaria”. El elemento populista lo explica como la división de la sociedad entre “una élite corrupta y un pueblo puro”, y el planteamiento de que “hay que defender la soberanía popular a como dé lugar”. El autoritarismo acá no diría tanta relación con el apoyo a “regímenes autoritarios”, sino a la estructura de la “personalidad autoritaria” que fuera estudiada en detalle por Adorno y Horkheimer durante su exilio norteamericano[26]. Por último, por nativismo se entiende la idea de que “solo la población nativa es la que debe habitar el Estado Nación y las personas e ideas no nativas, léase foráneos y extranjeros, de alguna manera pueden terminar corrompiendo la homogeneidad del Estado-Nación”.

Defendiendo estos tres elementos, según Rovira la derecha populista radical (en la que incluye a los Republicanos de Kast en Chile, Vox en España[27], el Frente Nacional francés o el Partido por la Libertad en Austria) “pone en tela de juicio algunos elementos de la democracia liberal, pero no se plantea o no se define a sí mismo en contra del sistema democrático”. En cambio, la extrema derecha (como Amanecer Dorado en Grecia) quiere abolir el sistema democrático, y por eso suele estar prohibida legalmente desde 1945. Aunque le cuesta pensar en ejemplos dentro de Chile, señala al Movimiento Social Patriota, al que define como “neofascista”[28].

Para completar la revisión bibliográfica, hay que referir que Rovira es coautor junto a Cas Mudde de una introducción breve al populismo[29], concepto que tal como el de “totalitarismo” décadas atrás, tiende a englobar y a la vez confundir o difuminar las características más específicas de los movimientos fascistas que, aunque son populistas y autoritarios, no agotan el ámbito de los diferentes populismos autoritarios del signo político que sean. La conexión y posible confusión entre populismo y fascismo parece darse por la tendencia iliberal que ambos ostentan, siendo en eso más radical el fascismo, que es deliberadamente antiliberal y niega la herencia de 1789, mientras otros populismos pueden convivir con e incluso ser parte del sistema democrático. Por eso es que según dichos autores el populismo es en principio “la (mala) conciencia de la democracia liberal”, pero puede también devenir en estos tiempos en “una respuesta democrática iliberal al liberalismo no democrático[30]

Del Partido Republicano chileno cabe destacar que a pesar de ser una expresión populista autoritaria y “nativista”, se diferencia notoriamente de las nuevas derechas radicales europeas, que postulan una especie de “chovinismo del bienestar”. Los republicanos chilenos siguen siendo en este punto herederos legítimos del gremialismo “Chicago boy”, pues “se inclinan por ideas como la limitación irrestricta del gasto público, tanto para derechos sociales como en la administración pública”, siendo “creyentes de la economía social de mercado, otorgando centralidad a la libre iniciativa privada, (y) a la no interferencia del Estado en la actividad económica”[31]

Dentro de la ultraderecha chilena vale la pena destacar algunas diferencias básicas, tal como las señala Hermógenes Pérez de Arce, que desde 2019 milita en el partido Fuerza Nacional, fundado por un abogado de militares presos en Punta Peuco. Pérez de Arce no se siente cercano a ciertos movimientos de ultraderecha que “se parecen a Avanzada Nacional, pues creen mucho en la intervención del Estado en la economía, y nosotros somos liberales en lo económico”. Pero aunque apoyaron en las elecciones de 2021 al muy neoliberal José Antonio Kast, toman distancia del Partido Republicano pues “ellos, a diferencia de nosotros, no hacen una valoración explícita de la obra y legado del gobierno militar. El Partido Republicano es como la UDI, que borró esa mención de su declaración de principios, cosa que me parece increíble sabiendo que Pinochet salvó a Chile del comunismo”[32]

Así, en base a esta distinción que hace Pérez de Arce (que durante la UP se consideraba orgullosamente un “momio”[33]) podemos concluir que dentro de la derecha chilena actual subsisten expresiones del nacionalismo radical más fascistoide (ligado en su momento a los aparatos de seguridad de la dictadura), conservadores-neoliberales en versión UDI de los noventa (expresados ahora en el Partido de Kast), y los pinochetistas más duros como el propio Hermógenes o el Team Patriota de “Pancho Malo”, cuyos bastiones más populares se pueden inclinar electoralmente sea por el voto nulo/blanco, los republicanos o por la “derecha tradicional”.

Por Julio Cortés Morales


[1] J. P. Mayer, Trayectoria del pensamiento político, México, FCE, 1941, pág. 163. Lo de una mayoría de izquierda y una derecha en clara minoría recuerda la Convención Constitucional chilena (20021-2022), en que esta última no alcanzó el tercio que en principio creía tener asegurado, pero aplicó una exitosa estrategia que a mediano plazo significó el triunfo de la opción “rechazo” en el plebiscito de salida: algo que dejó con estrés postraumático a la izquierda “apruebista”, que con ocasión del 80% obtenido en el plebiscito de entrada, el triunfo de la izquierda en la elección de constituyentes y la derrota de Kast por Boric en las presidenciales, había proclamado la muerte de la Derecha en Chile. 

[2] Julius Evola. “El fascismo visto desde la derecha” (1964). En: Elementos de Metapolítica para la Civilización Europea N°67: El mito del fascismo. Revisiones e interpretaciones, Trilogía, Vol.1. Una de sus diferencias principales con el régimen fascista italiano era que Evola, “el mago negro del fascismo”, rechazaba la religión judeocristiana y reivindicaba un “imperialismo pagano” ario y nórdico, incompatible con el catolicismo. Estas posiciones, publicadas en títulos como “Imperialismo pagano” (1938) y “Rebelión contra el mundo moderno” (1934) mientras era consejero de Mussolini en materia de “romanidad”, le causaron serios problemas al régimen con una indignada Iglesia Católica, que no vaciló en denunciar a Evola -que en los años veinte en tanto poeta había pululado por el dadaísmo y las vanguardias para luego fundar el grupo esotérico UR-, como un instrumento de Satanás. Cuando el régimen se orientó hacia el catolicismo, Evola fundó la revista La Torre, en cuyo N° 1, de febrero de 1930, afirmó que “Nosotros no hacemos política… defendemos ideas y principios. En la medida en que el fascismo siga y defienda tales principios, en esa misma medida nosotros podemos considerarnos fascistas. Y nada más”. En la posguerra, al ser juzgado por participar en las acciones del grupo Fasci d´Azione Rivoluzionaria (FAR) declaró ante el tribunal, desde su silla de ruedas: “He defendido y defiendo ‘ideas fascistas’ no en cuanto son ‘fascistas’ sino en la medida que retoman una tradición anterior y superior”. El tribunal lo absolvió (Citado por Boris M. Grinchpun, “¿El fascismo no es de Derecha? La perspectiva ‘crítica’ de Julius Evola”). La posición de Evola ha sido tildada de “suprafascista”, y definida por él mismo en entrevista con Elisabeth Antebi como un “fascismo purificado”.

[3] Cuyos libros y artículos también están siendo editados en Chile por ediciones Ignacio Carrera Pinto.

[4] Las referencias de Preve (1943-2013) están tomadas de “Superación de izquierda y derecha”, un texto originalmente titulado Sinistra e Destra Tradizione, identità, appartenenza, esaurimento, superamento, publicado en la revista Socialismo e Liberazione, traducido por Gonzalo Soaje y publicada en dos partes en el blog de ICP edicioneshttps://blog.ignaciocarreraediciones.cl/superacion-de-izquierda-y-derecha-primera-parte-por-costanzo-preve/ Agradezco a Gonzalo la información sobre el origen del texto. 

[5] Costanzo Preve, “Hoy tenemos un antifascismo sin fascismo y un anticomunismo sin comunismo”, entrevista con Robert Dannin (2006), publicada en español en traducción de Gonzalo Soaje en el blog de ediciones Ignacio Carrera Pinto. 

[6] Entrevista con Zeev Sternhell por Mario Sznajder, octubre de 2009. Historia y Política N°24, Madrid, julio/diciembre 2010. 

[7] Corey Robin, La mente reaccionaria. El conservadurismo desde Edmund Burke hasta Donald Trump. Madrid, Capitán Swing, 2019, pág. 19 (de la edición digital).

[8] Por supuesto que en esa versión no se pone el foco sobre las diversas y traicioneras formas en que la izquierda realmente existente ninguneó, debilitó y finalmente se subió al carro de la rebelión popular, pero para domarla mediante procesos electorales y en definitiva el fortalecimiento del dominio.

[9] Norberto Bobbio. Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política. Traducción de Alessandra Piccone, Madrid, Taurus, 1997.

[10] Más conocido como “Fra Frá”, Errázuriz se alejó de la realpolitik para dedicarse exclusivamente a sus negocios, siendo imputado en 2011 por tráfico ilícito de migrantes y trata de personas en el “caso paraguayos”. Su abogado y actual constituyente Mauricio Daza logró que fuera sobreseído por demencia. 

[11] Sergio Aguiló, “Chile entre dos derechas”, marzo de 2002. Disponible en: http://www.derechos.org/nizkor/chile/conciencia.html).

[12] Cabe destacar que la diferencia de posiciones se daba al interior del mismo bando: la socialdemocracia, con sus expresiones reformistas (Kautsky, Bernstein) y radicales (Lenin, Luxemburgo, Pannekoek). El comunismo oficial surge como escisión izquierdista radical de la socialdemocracia. 

[13] Costanzo Preve, “Superación de izquierda y derecha”, un texto originalmente titulado Sinistra e Destra Tradizione, identità, appartenenza, esaurimento, superamento, publicado en la revista Socialismo e Liberazione, traducido por Gonzalo Soaje y publicada en dos partes en el blog de ICP ediciones: https://blog.ignaciocarreraediciones.cl/superacion-de-izquierda-y-derecha-primera-parte-por-costanzo-preve/ Agradezco a Gonzalo la información sobre el origen del texto

[14] A New Institute for Social Research, “¿Qué era la izquierda?”, s/f En: https://escritosparalaemancipacion.wordpress.com/2021/09/29/que-era-la-izquierda/

[15] Esta actitud parece el reflejo a este lado del espectro político de lo que decía Evola en 1964, op. cit., sobre la inexistencia de una “derecha auténtica”.

[16] Cada país tiene sus propias expresiones de derecha. Preve destaca estas tres para el caso francés: “la derecha borbónica legitimista y tradicionalista, la derecha orleanista especulativa, liberal e intrigante, y finalmente la derecha bonapartista, populista y plebiscitaria” (Preve, op. cit.).

[17] Que vendría siendo algo así como “El Desconcierto” de la derecha dura.

[18] https://ellibero.cl/opinion/jose-joaquin-brunner-las-derechas-sus-ideologias-y-la-herencia-del-orden/

[19] Hannah Arendt, Sobre la revolución. Madrid, Alianza, 2013.

[20] Dado que el origen de la distinción derecha/izquierda en el proceso de la Gran Revolución francesa dice relación con la democracia representativa, quedan algo lejanas al esquema, sobre todo en la versión de Bobbio de la “extrema izquierda”, aquellas fuerzas de “ultraizquierda” que como el anarquismo y el comunismo radical (no leninista) son a las vez igualitarias y anti-autoritarias. 

[21] Mudde, C., The Far Right Today, John Wiley & Sons, 2019. Referido en: Noam Titelman, “¿Cómo es la “ultra” de derecha, izquierda y centro?”, Ciper académico, 18 de junio de 2020.   

[22] Ibíd. Disponible en: https://www.ciperchile.cl/2020/06/18/como-es-la-ultra-de-derecha-izquierda-y-centro/

[23] Cas Mudde, La ultraderecha hoy. Barcelona/Buenos Aires/México, Paidós, 2021.

[24] Titelman, op. cit.

[25] https://www.pauta.cl/politica/cristobal-rovira-partido-republicano-chile-kast-no-extrema-derecha

[26] En español se han publicado los “Estudios sobre la personalidad autoritaria” junto a “La técnica psicológica de las alocuciones radiofónicas de Martin Luther Thomas”, en el volumen 1 de los Estudios Sociológicos II de Adorno, Obra Completa 9/1, Madrid, Akal, 2009.

[27] Que como ha indicado Cas Mudde, en pocos años avanzó más que lo que formaciones ultraderechistas anteriores avanzaron en décadas. Para Mudde esto puede explicarse porque Vox es una escisión del Partido Popular, lo que los convierte en “una versión ligeramente más radical (y ´nativista’) del conservadurismo convencional, antes que una versión moderada del neofascismo como había sido la mayoría de los partidos ultraderechistas en España” (Prefacio a la edición española de “La ultraderecha hoy”, Paidós, 2021). Algo similar se podría decir del Partido Republicano chileno, como escisión ultraderechista/conservadora de la UDI.

[28] “Lo más cercano [de extrema derecha] podría ser… pero es un partido que tengo entendido que no está registrado en el Servel, que es el Movimiento Social Patriota, que es un movimiento neofascista, por así decirlo, pero que no conquista votos porque no tiene la capacidad para instalarse en el Congreso ni competir. Sería el único ejemplo de una derecha extrema, pero es absolutamente marginal” (Rovira, op. cit.). Curiosamente, Alejandro Lagos, integrante del Observatorio del Ascenso de la Extrema Derecha en Chile, ha indicado que dentro de la extrema derecha local es el MSP el que tiene más posibilidades de éxito a mediano plazo. Ver: https://www.elmostrador.cl/destacado/2021/12/07/quien-es-quien-en-la-delirante-cruzada-de-la-ultraderecha-chilena/

[29] Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser, Populismo: una breve introducción, Madrid, Alianza, 2019.

[30] Ibid., pág. 123. Schmitt decía que la democracia es tanto más democrática en cuanto es menos liberal, y viceversa. Como veremos, este punto es clave para entender las propuestas en boga en varios países en cuanto a un “populismo transversal” que unifica a derechas e izquierdas en contra del común enemigo que definen como la elite globalista neoliberal. 

[31] Tal como destaca Consuelo Campos en “El Partido Republicano: el proyecto populista de la derecha radical chilena”, uno de los pocos trabajos locales dedicados a analizar estas tendencias. Cabe destacar también los aparentes vínculos entre el denominado “Rasputín de Kast”, Cristián Valenzuela, y la alt right norteamericana.

[32] Ibíd. 

[33] Ver “Qué representan los momios” en sus Comentarios Escogidos, Ediciones Portada, 1973).

Ensayo publicado originalmente el 11 de octubre de 2023 en El Porteño.

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