Columna de Nicolás Zárate Zavala

Sobre la actuación frente a cámara 

Hoy se habla mucho de la actuación frente a cámara. Hay varios talleres de colegas (grandes amigos y amigas) que están enfocados en ese lugar. Y me pregunto, ¿tengo que aprender a actuar frente a una cámara? ¿O en realidad, simplemente, tengo que aprender a actuar?

Sobre la actuación frente a cámara 

Autor: El Ciudadano

Terminando de leer “Música, solo Música”, un libro de conversaciones entre el escritor japonés Haruki Murakami y el director de orquesta Seiji Ozawa, vuelvo a un párrafo que habla acerca del verdadero sonido de este arte. En la obra se alude a un ensayo de cámara de estudiantes donde se dejaba en evidencia que lo que sonaba en la acotada sala de cámara, no sería audible en una sala más grande. El escritor le pregunta sobre este tema al cellista Sadao Harada quién responde, contundente, que aunque hay gente que toque de manera distinta en función del tamaño de la sala, “el verdadero sonido es aquel que se puede escuchar igual de bien tanto en una sala grande como en una pequeña”. Estas palabras resonaron en mi hasta proyectarse como imagen en mi profesión, la de actor. Harada habla del “verdadero sonido”. Sin ánimo de sonar ortodoxo, demasiado vehemente o clásico en mi manera de ver el arte de actuar ¿podemos afirmar que existe una esencia en la actuación que la eleva como “verdadera”? Si existe esta verdad, ¿es independiente del espacio, del formato y del tipo de espectador? ¿Debo actuar de la misma manera si estoy frente a una cámara, en la intimidad de un pequeño teatro o en un estadio? Todo esto vino a mi mente en términos de los medios para llevar a cabo el arte del actuar. En nuestro caso no se trata solo de las dimensiones de un teatro. Desde la invención del cine y la televisión el actor se tuvo que enfrentar a una suerte de observador omnisciente: la cámara. ¿Esto implicaría entonces que hay una forma de actuar en cine y otra distinta en teatro? ¿Y otra diferente en la televisión? O en realidad deberíamos ser capaces los actores y las actrices de poder movernos por los distintos formatos sin afectar nuestra actuación. Sin volverla menos “verdadera”. Acá hay un punto importante y es que con “verdad” no me refiero al estilo. No hablo de una actuación puramente naturalista o realista. Hemos entendido hace tiempo que la verdad es un constructo, una narrativa, que desde su encuadre nos delimita una realidad.  Podríamos ver una farsa o una comedia expresionista sin perder un ápice de esa “verdad”. El estilo no es el tema de este artículo. Lo que busco acá, si no queremos hablar de “verdad”, es esa cosa informe e inefable que suscita una “buena actuación”. Así como Murakami nos habla de una “buena música” que no se refiere al estilo, sino a aquello que trasciende y logra llegar al fondo del pensamiento y emociones de quien la escucha, así mismo una “buena actuación” debería, según esta perspectiva, lograr trascender también a los espacios y a los formatos.  

Hoy se habla mucho de la actuación frente a cámara. Hay varios talleres de colegas (grandes amigos y amigas) que están enfocados en ese lugar. Y me pregunto, ¿tengo que aprender a actuar frente a una cámara? ¿O en realidad, simplemente, tengo que aprender a actuar?

No veo muy diferente lo que pasa en el escenario de lo que acontece en un set de cine o de televisión. Incluso si fuera un creador de contenido para redes sociales y contara historias desde el celular, creo que no cambiaría esa -llamémosla- “esencia”. Pienso que la actuación en teatro o frente a cámara, pese a estar en dos mundos y dos lugares completamente diferentes, en tanto el oficio, para mi es la misma. La esencia es la misma. En mi caso, esa esencia es escuchar. Dialogar. Escuchar a mis colegas en la escena, o si no tengo un compañero en escena, escuchar el lugar, escuchar el espacio, estar un poco fuera de mí para que esa cosa inefable e impredecible suceda. Estar en ese presente y vivirlo. ¿Qué diferencia entonces una actuación en el cine o en el teatro? ¿Por qué existen cada vez más escuelas de actuación frente a cámara? ¿No deberían quizás llamarse simplemente escuelas de actuación? Me lo pregunto porque últimamente cuando me encuentro con colegas en un set, noto una cierta forma de actuar. Un cierto rictus, un cierto volumen y sonido en la voz. A veces la actuación no fluye porque estamos (y me incluyo) más preocupados de la cámara y del micrófono. “Hacer poco y hablar bajo”. Sin duda que estos aspectos técnicos son necesarios para la actuación frente a cámara. Pero son cosas que se van aprendiendo con el tiempo y que no difieren mucho de la preocupación que podría generarte el público. Los aspectos técnicos, en tanto saber de planos, donde mirar, el uso del micrófono o las estrategias que ayudan a una creación en cine no son muy difíciles de aprender y en general es el equipo técnico quien te ayuda a fluir en ese espacio y quien hace esa magia. Lo que nos cuesta montones a actores y actrices es aprender a actuar. Aprender a escuchar. Aprender a dialogar. Y es ahí donde concibo esa “buena actuación”. El estilo puede cambiar una y mil veces, pero es en ese presente donde encuentro, aunque no siempre, esa cosa indecible y mágica que sucede con las y los colegas cuando acertamos en algo. En varias ocasiones ese momento mágico lo da el error. A veces ese error nos da la satisfacción del momento presente y nos hace olvidar al público, las luces, la cámara, el set, el micrófono.

 Entender la actuación frente a cámara como un estilo impide al actor indagar en aspectos más profundos y también más peligrosos de los personajes. Ése es el problema. En esta idea de que “la cámara lo capta todo”, ha surgido la concepción de actuar como un “no hacer nada” que muchas veces se entiende como una forma actoral y no como un entendimiento profundo de la escena. Esto es algo que se repite mucho en los sets de grabación y quizás es eso lo que nos hace perder la fuerza y la convicción de hacer arte con nuestra actuación. Muchas veces me veo a mí mismo y a mis colegas perdidos en esa “nada” y realmente sin entender qué sucede internamente en nuestros cuerpos. En pos de “hacer nada” dejamos de mirarnos y dialogar. Nos veo asustados de sonreír incluso de pestañear. No digo que por estilo no pueda funcionar, sin embargo, la cámara y el escenario no mienten. Si la idea estética del director es esa, ver actuaciones sin carne, formales, sin profundidad y sin ideas, perfecto, pero si la intención no es esa -como en la mayoría de los casos- estamos ante un problema. ¿Qué es no hacer nada? Muchas veces los actores y actrices tomamos esta indicación al pie de la letra y dejamos de sentir, de respirar, incluso de hablar en un volumen que le permita al de al lado escuchar. Me ha pasado que a veces en el set ni siquiera escucho a mi compañero de escena por que le habla al micrófono y se pierde todo lo bello del momento. Lamentablemente esto se ve en el resultado, por mucha magia que pueda hacer el montajista. Quizá un ojo menos atento pueda dejarlo pasar, pero un ojo que observa sin duda lo capta. Quizás es un problema de algunos directores que no manejan el vocabulario adecuado para pedir lo que buscan, o simplemente un problema de nosotros actores y actrices que, al ser tan obedientes, olvidamos la esencia de nuestro trabajo. Dar vida a personas sean como estas sean y en el estilo que sea. Quizás necesitamos un poco más de desobediencia y volver a ENCONTRARNOS en el set o en el escenario. Mirarnos y hablarnos ya sea con mucha teatralidad o con un estilo más sobrio y más templado, pero sin perder el sonido de la actuación. Que ese sonido sea escuchado tanto en la cámara como en el escenario ya sea para veinte o para mil personas. No debería afectarnos en nuestra esencia. Deberíamos lograr hacerlo en ambos espacios sin alterar esa cosa indecible e inefable que ocurre en el presente con un otro.

Por Nicolás Zárate Zavala

Equipo artístico

Teatro ICTUS


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