Y tú… ¿lo tomas en serio?

Los resultados de la encuesta de caracterización socioeconómica nacional, popularmente conocida como Casen, han desatado una querella de “expertos” tan interesante como un tour invernal de los vestuarios del club deportivo de Empedrado

Por Director

18/07/2010

Publicado en

Columnas

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Los resultados de la encuesta de caracterización socioeconómica nacional, popularmente conocida como Casen, han desatado una querella de “expertos” tan interesante como un tour invernal de los vestuarios del club deportivo de Empedrado. Ocurre que un año sí y el otro también, al personal le pasan gatos por liebres: estadísticas truchas muestran que la copia feliz del edén se ha transformado en Jauja -una suerte de cuerno de la abundancia y guarida del crecimiento-, sin que ningún periodista, político o economista se dé el trabajo de explicar la cuchufleta.

La noción del PIB es tan carente de significado que sólo un subnormalito osaría tomarla en cuenta. Nuestro Ministerio de Hacienda y el Banco Central están llenos de subnormalitos, de acuerdo, pero ese no es plan. La noción de PIB, que recubre el valor añadido de los bienes y servicios producidos en un país en el curso de un año, fue introducida en los EEUU durante la Gran Depresión para medir la rapidez con que se hundía la economía yanqui. Simon Kuznets, inventor del PIB, reconocía que “el bienestar de una nación no puede ser deducido de una medida del ingreso nacional como el PIB”. Justo para darte un ejemplo: todo lo que British Petroleum gastará para limpiar el desastre provocado en el Golfo de México, será sumado al PIB de los EEUU. En nuestro caso, la nube de mierda que recubre Santiago contribuye significativamente al crecimiento de nuestro propio PIB.

Del mismo modo “pobreza”, “umbral de pobreza”, o “indigencia”, son construcciones estadísticas que sólo sirven para esconder la pelota. El “umbral de pobreza” es un nivel de ingresos por debajo del cual un hogar es considerado “pobre”. De modo que si fijas el “umbral de pobreza” en cinco mil pesos mensuales… casi no hay pobres. Por el contrario, si el umbral lo fijas en doscientos mil pesos, la cantidad de pobres es enorme. La cifra de doscientos mil pesos no es un invento mío: Eurostat -el organismo europeo que se ocupa de estadísticas-, define el “umbral de pobreza” como una renta inferior al 60% de la mediana estadística. Hoy por hoy, el ingreso que se sitúa en la mediana estadística chilena es de unos 330 mil pesos. Si calculas el 60% llegas a los 200 mil pesos que te comento.

Pero los tigres del Mideplan que manipulan estos datos fijan lo que llaman “la línea de pobreza” en pinches 64.134 pesos mensuales si eres “urbano”, o $ 43.242 si eres “rural”. Como puedes ver estamos lejos de las definiciones del primer mundo al que Michelle y Sebastián pretenden pertenecer. Justamente. En Francia hay cuatro millones de pobres si aplicas la definición local, o bien ocho millones si aplicas la definición europea. Del mismo modo la Inglaterra de Margaret Thatcher y de Tony Blair disminuyeron el desempleo modificando 20 veces la definición de desempleado.

La Concertación de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet “redujo” la pobreza y la indigencia gracias a chamullos estadísticos. Para no ser menos, Piñera y Larraín inventan su propia pomada no menos mentirosa. Tatán había prometido “crear un millón de empleos y crecer al 6% anual durante 12 años”, estafa que ahora cambia por la de terminar con la pobreza en el término de su gobierno.

Una estadística de la que nadie habla tiene que ver con la repartición de la torta: el famoso PIB que Chile produce cada año. En la actualidad -gracias a la Concertación y a la Alianza-, un 38% va a la remuneración del trabajo, y un 62% a la remuneración del capital. En los países del primer mundo la proporción es exactamente la inversa: un 62% para el trabajo, y un 38% para el capital. Si Tatán fuese un tipo serio, debiese transferir 24 puntos porcentuales de PIB hacia el mundo del trabajo: o sea unos 43 mil millones de dólares por año. Y efectivamente terminaría con la pobreza.

Pero tú no tomas en serio a Tatán, ¿Ah?, ¿Ah, que no lo tomas en serio?

CELEBRANDO A LOS GENIOS

La historia de Chile, muy injustamente, olvidó un episodio que ejerció una influencia notable en el pensamiento y en la práctica política, económica y social de los países del llamado Primer Mundo, y por vía de consecuencia en el nuestro. Uno de ellos tiene que ver con el archipiélago de Juan Fernández y la isla de Más a Tierra.

La historia cuenta que Juan Fernández desembarcó ganado caprino en la isla, ganado que se reprodujo a tal punto que constituyó una fuente de alimento para los corsarios ingleses que dañaban el tráfico español. Para eliminar las cabras los españoles habrían desembarcado una pareja de perros que multiplicándose redujo la población caprina. Este hecho no fue autentificado por ninguna investigación en la Isla. Sin embargo Joseph Towsend, médico y clérigo británico, dedujo de este ejemplo algunas ideas que aplicó a las leyes que protegían a los pobres en los albores de la Revolución Industrial inglesa:

“En general sólo el hambre puede espolear y picanear a los pobres para hacerlos trabajar; …el hambre no es sólo un medio de presión pacífico, silencioso y constante, sino que como es el móvil más natural para la laboriosidad y el trabajo suscita el esfuerzo más potente”.

Este importante avance de la ciencia económica, alcanzado gracias a Chile y la Isla Más a Tierra, le permite a los economistas y a otros hombres de bien afirmar hasta el día de hoy que es el auxilio a los pobres lo que crea la pobreza, que son las ayudas a los desempleados lo que crea el desempleo, que no hay peor mal que el que consiste en darle de comer al hambriento, que darle trabajo al cesante -como parte de las misiones del Estado-, contribuye a la ruina de la sociedad, y que no hay mejor estímulo para la productividad de los miserables que el hambre.

En los albores de la industrialización, cuando el capitalismo nacía “chorreando sangre y lodo por todos sus poros”, al constatar que millones de campesinos y labriegos obligados a migrar a las ciudades se hacinaban en una miseria indescriptible, la reina Elizabeth I de Inglaterra habría lanzado su célebre frase: “Pauper ubiqua jacet” (la miseria está por doquier).

Sin embargo, los precursores de los neoliberales de hoy, como Joseph Towsend, se opusieron tenazmente a las Leyes que protegían a los miserables. Towsend escribía en el año 1786:

“Esas Leyes, tan hermosas en teoría, promueven los males que entienden remediar, y agravan las aflicciones que pretenden aliviar”. “Allí donde el precio del trabajo es más alto y el precio de los alimentos es más barato, allí es donde la tasa de pobreza es más exorbitante”.

Towsend agregaba que la tendencia natural de las Leyes es “incrementar el número de pobres, y ampliar grandemente los límites de la miseria humana”, “…porque, ¿qué estímulo tienen los pobres para ser industriosos y frugales, (…) o qué temor van a tener cuando están seguros de que si su indolencia y su extravagancia, su alcoholismo y sus vicios les reducen a la miseria, serán abundantemente provistos no sólo con comida y ropas sino también con sus lujos habituales con cargo al prójimo?”

Sir Frederick Morton Eden -calificado como el más grande experto de su época sobre la legislación que protegía a los pobres-, agregaba: “En líneas generales parece haber fundadas razones para concluir que el bien que se puede esperar de la asistencia a los pobres será aniquilado por los males que inevitablemente eso va a crear”. E iba hasta negar que los pobres, los trabajadores, mereciesen tener algún derecho: “…se puede dudar si cualquier derecho, cuya satisfacción parece impracticable, pueda en verdad existir”.

Para no ser menos, el conocido economista Thomas Robert Malthus decía a propósito de la ayuda a los pobres: “Se puede decir que la ayuda a los pobres crea los pobres que ayuda”.

Todo esto entre los siglos XVII y XVIII, gracias a nuestro amigo Juan Fernández y la isla de Más a Tierra. Esa lección fue aprendida y enseñada a lo largo de siglos hasta el día de hoy en las escuelas de economía, de administración pública o de negocios. Generaciones de responsables políticos y empresarios están convencidos de que no pueden existir derechos para los trabajadores, y de que si son pobres el ayudarles no sólo no sirve sino que empeora su situación y contribuye a aumentar la pobreza. Los salarios altos y los precios bajos sólo traen miseria. Esta visión pasa por ser parte esencial de la “modernidad” y constituye el motivo esencial de las reformas que buscan aumentar la “flexibilidad del mercado del trabajo”, propósito que han promovido Alejandro Foxley, Harald Beyer y Ricardo Solari, para nombrar sólo a sus más destacados defensores.

Chile, país generoso con el genio inglés, rebautizó la Isla con el nombre de un personaje del escritor Daniel Defoe, y Más a Tierra pasó a llamarse Isla de Robinson Crusoe. De este modo, el tipo que osó pedirle al Parlamento inglés que pusiera término a la ayuda a los pobres aduciendo que “Emplear a los pobres es hacerle daño a la Nación”, recibió a título póstumo el homenaje que aún no reciben ni Gabriela Mistral ni Pablo Neruda. Miseria de nuestra modernidad…

Por  Luis Casado

El Ciudadano

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