Así cierra marzo

El primer trimestre del año finalizó con una serie de interrogantes a nivel global

Por Director

04/04/2011

Publicado en

Economí­a / Portada

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El primer trimestre del año finalizó con una serie de interrogantes a nivel global.  ¿Hasta dónde avanzará el proceso democratizador en el Medio Oriente y el Norte de África?; ¿la intervención militar en Libia hasta dónde llevará?;  ¿la recesión a producirse en Japón qué duración  tendrá y cómo repercutirá globalmente?; ¿qué curso tomará el debate sobre el desarrollo futuro o no de la energía nuclear?;  de continuar, ¿cómo se garantizará la seguridad de su generación?; el alza en el precio del petróleo, ¿qué implicancia tendrá en la inflación y en la actividad económica mundial?;  ¿cuál será la evolución de la crisis de deuda soberana en la eurozona?;  ¿los rescates impedirán o no que estallen cesaciones de pago?; ¿este conjunto de fenómenos, importantes de por sí, en qué dimensión impactarán en la evolución de la economía mundial?

En marzo se produjeron una cadena de hechos que impactan fuertemente en la economía global.  Entre otros, recrudecieron los conflictos en Medio Oriente y África del Norte (Mena), zona clave para el abastecimiento mundial del petróleo;  Japón sufrió los efectos de un violento terremoto, seguido por un aún más grave maremoto y el colapso de la central nuclear de Fukushima; el petróleo y los alimentos tienden a escalar sus cotizaciones; el G-7 acordó intervenir en el mercado de las divisas para intentar detener la revaluación del yen; la dimisión presentada por el primer ministro portugués, José Sócrates, al ser rechazado su plan de ajuste concordado con Bruselas, es una nueva fase en la crisis de la eurozona.  Las implicancias de conjunto de estos acontecimientos en la economía global resultan indiscutibles.  Una vez más se manifiesta la estrecha relación entre fenómenos políticos y naturales con los procesos económicos.  La evolución de la actividad  futura se llenó de interrogantes, cuando en general se preveía que se avanzaba hacia la recuperación global, marcado por problemas eso sí importantes como el recrudecimiento de presiones inflacionarias y la crisis de la eurozona.

“Todo esto –comentó The Wall Street Journal– deja de manifiesto lo mucho que ha cambiado el panorama de la economía global desde comienzos del año (…).  Ahora –añadió-, los economistas y las empresas tratan de evaluar las ramificaciones de la crisis en Japón y la agitación en Medio Oriente y el Norte de África (…)” (16/03/11).

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en los días inmediatamente posteriores al sismo nipón, manifestó que la destrucción producida es de una magnitud tal que no resulta factible estimarla con certeza.  Únicamente adelantó que sus repercusiones negativas serían superiores a las del terremoto de 1995 en Kobe, que contrajo el producto del país asiático –la tercera economía mundial por su magnitud- en un 2%.  La zona directamente afectada reúne entre un 6% y un 7% de la población y un porcentaje similar de la actividad económica.

Posteriormente, el Gobierno cifró el gasto público para la reconstrucción, incluyendo los daños a las instalaciones de Fukushima, entre US$200.000 millones y US$309.000 millones, con más probabilidades de que se acerque al monto máximo, muy superior al PIB chileno.  Se trata del desastre natural más costoso de la historia.  El gobernador del Banco de Japón (BOJ), Masaaki Shirakawa advirtió que el efecto será “severo” en el crecimiento y la economía del país (24/03/11). Se reducirá el PIB nipón en aproximadamente 0,5% en el año fiscal a iniciarse en abril.  El producto japonés redujo ya su participación en la economía global en casi diez puntos porcentuales entre mediados de la década de los noventa y 2010, de 18% a 8,7%.

Catástrofes naturales más costosas últimas década

(Fuente:  Munich Re.  En millones de dólares)

Año Evento País Pérdidas
2011 Terremoto y maremoto (*) Japón 309.000
1992 Terremoto Kobe Japón 100.000
2008 Terremoto China 85.000
2005 Huracán Katrina EE.UU. 81.000
1994

2008

1998

2010

Terremoto

Huracán Ike

Inundaciones

Terremoto y maremoto

EE.UU.

EE.UU. y Caribe

China

Chile

44.000

38.300

30.700

30.000

2004

1992

Terremoto

Huracán Andrew

Japón

EE.UU.

28.000

26.500

(*)  Estimación

Por el conjunto de sus efectos, particularmente el desastre nuclear, su impacto en Japón y el mundo es considerablemente mayor al de Kobe, sin que aún pueda cuantificarse en toda su dimensión.  Se trata del tercer desastre nuclear mundial en 40 años.  “(…) no podemos seguir actuando –señaló Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona– como si aquí no pasara nada.  Muchos países –añadió- harían bien en empezar a buscar otras fuentes que no sean éstas especialmente en países con un riesgo geológico importante, como podría ser el caso de Chile” (21/03/11).

Se produjo una destrucción de capital a reponerse que incidirá negativamente en el corto plazo, como mostró la experiencia chilena el 2010, en los niveles de actividad económica.  Por la magnitud de la economía japonesa tendrá indudablemente una repercusión global, y particularmente en el este asiático.  Si el PIB se contrae, estimó el Banco Mundial, entre 0,25% y 0,5%, el impacto en los envíos de las economías del sudeste asiático caería a mediados de 2011 entre 0,75% y 1,5%.  Japón representa un 9% del comercio internacional de estos países.  Más adelante, debería darse tal como aconteció en Chile el efecto positivo sobre la actividad económica  de los procesos de reconstrucción, con sus inevitables impactos fiscales y monetarios, en un país de una elevada deuda fiscal.    Este conjunto de hechos negativos se registraron cuando Japón se encontraba, de acuerdo a las cifras de octubre-diciembre 2010, un 4% por debajo de su nivel en el primer trimestre de 2008.  Ese diferencial en el futuro próximo debe ampliarse.

“Las pérdidas –manifestó la investigadora de The Royal Institute of International Affairs, Vanessa Rossi– (…)  son muy grandes y es probable que tome al menos cinco años, probablemente una década para una reconstrucción completa” (16/03/11).  Las necesidades de recursos fiscales son considerables.  El Banco Mundial cifró en US$12.000 millones los fondos presupuestarios en doce meses que deberían destinarse a la reconstrucción.

La OCDE, antes de los desastres producidos en marzo, estimó los pasivos brutos del gobierno nipón al finalizar 2011 en un 204% del producto, y sus pasivos netos en 120%.  De otra parte, Japón es el mayor acreedor mundial, teniendo activos netos en el exterior equivalentes a un 60% de su PIB.  Desde luego, son recursos pertenecientes  al sector privado.  En cuanto al endeudamiento público es fundamentalmente interno, por tanto hay más posibilidades de manejarlo.

El desastre nuclear condujo a incrementar la demanda del país asiático por otros recursos energéticos, incidiendo en su cotización en los mercados globales.  Por ejemplo, Japón es el mayor consumidor mundial de Gas Natural Licuado (GNL), explicando más de la tercera parte del intercambio global, satisfaciendo un 17% de sus necesidades de calefacción.  El colapso en las centrales nucleares exigen incrementar sus compras.  De inmediato, su cotización en los mercados se movió al alza.

Igualmente, impactó en el mercado bursátil provocando rápidamente una fuerte caída del índice Nikkei, repercutiendo en otros activos accionarios mundiales debido a la incertidumbre producida.  Los inversionistas, como es usual en esas situaciones hicieron un “vuelo hacia la seguridad”, colocando sus recursos entre otros activos en oro, bonos de deuda norteamericanos y alemanes,  francos suizos y dólares.

El Banco de Japón (BOJ) para enfrentar la caída bursátil y, sobre todo, los problemas generados en la actividad económica inyectó masivamente liquidez.  A su turno, el yen experimentó una fuerte revaluación, debido a la repatriación de recursos efectuada por las empresas y particulares de ahorros mantenidos en el exterior, por operaciones especulativas y  la liquidación de reaseguros.  Oficialmente se estima el ahorro privado en el exterior en US$280.000 millones, los cuales se encuentran preferentemente en EE.UU.   El banco norteamericano Citibank considera que esa cifra queda corta, elevándola a US$340.000 millones.

El 17 de marzo, la divisa nipona alcanzó su nivel más alto en la historia, con  relación a la estadounidense, al llegar a 76,32 yenes por dólar.  El G-7 acordó contribuir a detener el proceso revaluatorio del yen, decidiendo que sus bancos centrales efectuasen flotación sucia en el mercado de divisas, ofertándolo para intentar neutralizar su elevada demanda.  Fue la primera intervención conjunta desde el año 2000 efectuada por el BCE, la Fed y los bancos centrales de Inglaterra, Japón y Canadá.  En esa oportunidad, la acción coordinada fue para detener el derrumbe del euro, recién puesto en circulación.  Los esfuerzos aislados de Tokio para frenar la apreciación del yen no habían dado resultado.  Los efectos negativos de la revaluación de la divisa nipona no se produce únicamente en el comercio exterior de Japón.  “Un 1% de apreciación del yen se traduce –señaló el Banco Mundial-  en un alza de US$250 millones en servicio de la deuda anual sobre los activos denominados en yenes de los países del este asiático (…)” (22/03/11).  El 25% de su deuda de largo plazo está en la divisa nipona.  En el caso de Tailandia ese porcentaje llega al 60%.

El colapso de Fukushima intensificó a nivel mundial la discusión sobre la generación o no de energía eléctrica nuclear. En el mundo, según cifras de 2009 actualizadas, existen 443 reactores nucleares, que proporcionan el 14% de la electricidad existente, de los cuales 55 se encuentran en Japón.  El país con más reactores es EE.UU. (104), seguido por Francia (58).  El desarrollo nuclear galo se inició en 1974 para enfrentar la crisis del petróleo, dada su carencia de materias primas a utilizar en la generación de energía eléctrica.  Sus reactores proporcionan el 78% de su electricidad, dejando de importarla y transformándose en exportador, lo cual le genera ingresos ascendentes a tres mil millones de euros anuales.

El tema también ha estado presente en el país y fue parte de las campañas presidenciales. La opinión pública nacional es abrumadoramente mayoritaria en contra de la instalación de centrales nucleares.  En una consulta efectuada poco después del desastre producido en Japón, del centro de Encuesta de La Tercera, un 86% de la muestra expresó su rechazo.  Este porcentaje superó nítidamente a encuestas similares efectuadas desde 2006, cuando  tuvo un rechazo de 43%.  En 2009 aumentó a 52% y en 2010 a 74%.  Lógicamente, fue disminuyendo los porcentajes de aprobación, alcanzando en la muestra efectuada los días 16 y 17 de marzo de 2011 a apenas 11%.

En Chile, la crisis nuclear nipona se produjo cuando el Ejecutivo estaba desarrollando un plan para generar una opción en materia nuclear, en contradicción con un documento suscrito por Piñera en septiembre de 2006 titulado “Energía nuclear, no gracias”,  que destacó precisamente como uno de sus riegos la alta sismicidad del país.  Con Francia estableció una comisión bilateral con tal propósito encabezado por Guillermo Luksic y el grupo francés Suez.  En enero, Luksic y Laurence Golborne viajaron a Francia y Bélgica para visitar centrales nucleares.    “Cercanos al biministro aseguran –informó La Tercera-  que (…) llegó entusiasmado con la posibilidad de explorar el uso de energía nuclear en la matriz energética chilena” (20/03/11).  Los  twitter escritos por Golborne inmediatamente producido el colapso en la central de Fukushima llamando a la calma para analizar el tema y afirmando que “el gobierno japonés asegura que no hay fugas radioactivas”  cuando Tokio decretaba alerta nuclear, tiende a confirmar la información de prensa sobre su entusiasmo y decisión de abrirle camino.

Extrañamente, al mismo tiempo,  Golborne se declaró sorprendido por el acuerdo nuclear a firmarse entre Chile y Estados Unidos, previo a la visita de Barack Obama, el cual había sido negociado en EE.UU. por el director de Seguridad Internacional y Humana de la Cancillería, José Zepeda, en un trabajo conjunto con el ministerio de Energía a su cargo.  ¿Podía no estar al tanto?  Este documento fue suscrito finalmente por el canciller Alfredo Moreno y el embajador norteamericano Alejandro Wolff pero a su texto se le incorporaron considerandos para reforzar  los conceptos de seguridad y transmisión de conocimientos. Piñera consideró muy fuerte, en un documento de evidente inoportunidad,  postergar la firma, pero buscó darle una redacción que le permitiese defenderse de las críticas que arreciarían.

La central de Fukushima presentó desde un comienzo problemas de diseño y careció de regulaciones fundamentales. ¿Pueden dejarse unidades tan determinantes en el abastecimiento y la seguridad de un país entregadas al manejo de empresas privadas cuyo objetivo está cruzado por obtener rentabilidades en sus actividades?  Un tema polémico es la existencia o no de centrales nucleares. Otros es que de funcionar  ¿quién responde porque garantice la seguridad de la población y del país?

El problema de refrigeración presentado fue exactamente uno que ya se había detectado en la década de los setenta. “Los problemas que identificamos en 1975 fueron que al hacer el diseño del recipiente de contención no tomaron en cuenta las cargas dinámicas que se podían experimentar con una pérdida del elemento refrigerante” (17/03/11), señaló uno de quienes elaboraron ese informe.

El manejo de la central nuclear por la empresa Tokyo Electric Co (Tepco) fue claramente poco riguroso, poniendo permanentemente en evidencia a la vez la  carencia de regulaciones. En 2002 fiscalizadores de General Electric (GE), la empresa que diseñó el reactor -según dio a conocer The Times-, denunciaron al gobierno nipón que Tepco inyectó aire en el recipiente de continuación de uno de los reactores, “para bajar artificialmente el índice de escape”.   Tepco se limitó a expresar sus “sinceras disculpas por realizar prácticas deshonestas” (17/03/11). En 1989, un empleado de GE reconoció haber falsificado a solicitud de Tepco expedientes de inspecciones. En 2007, la compañía nipona informó erróneamente a las autoridades sobre las cañerías de su planta de Kashiwazaki-Kariwa después de un terremoto de magnitud 6,8, etc., etc.  Las preguntas obvias son ¿por qué seguía funcionando?,  ¿por qué no se establecieron normas de control que impidiesen este tipo de manejos?, ¿qué correcciones se efectuarán hacia adelante?

”No se ha aprendido de los errores”, manifestó Yuri Andreev, responsable de la descontaminación de Chernobyl. Expresando su extrañeza porque los trabajadores de una empresa privada (Tepco) fuesen los encargados de enfrentar la emergencia. “Es necesario- sostuvo- crear un grupo internacional especializado en este tipo de situaciones para aprender de otros desastres, como Three Mile Island (EEUU) o Chernobyl. Los operarios nucleares  -enfatizó- no están preparados para solventar una emergencia de estas características” (17/03/11).  El director de la Comisión de Seguridad Nuclear nipona, Haruki Madarame, luego de reconocer errores en el diseño de Fukushima efectuó un llamamiento a revisar el funcionamiento de la industria de energía nuclear.  Madarame dirige la Comisión desde abril de 2010, pero antes asesoró durante tres décadas al Gobierno.

“Aunque no se  sabe cómo terminará la crisis –señaló Financial Times– (…), por lo menos producirá significativas demoras en inversiones, inevitables incrementos en el costo y, probablemente el cierre de algunas plantas existentes” (18/03/11).  Desde luego, Tokio aseguró que cerrará Fukushima.  Su cierre estiman se producirá una vez que se controlen las fugas reactivas y se bajen las altas temperaturas que amenazan los núcleos de los reactores.  La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) continuó calificando la situación de la central de “muy seria”.  El portavoz gubernamental, Yukio Edano, luego de constatar que “la confianza de la gente en las plantas atómicas ha cambiado profundamente”, anunció que el Gobierno procederá a revisar su política nuclear (26/03/11).  Antes del desastre los reactores nucleares entregaban el 30% de la energía eléctrica, porcentaje que buscaban incrementar al 40% en el año 2020.  Por su parte, las empresas eléctricas frenaron su proceso de expansión.  Todo ello tiene un efecto considerable en menor generación de energía eléctrica.

Por su parte, inmediatamente registrado el accidente de Fukushima, China que encabeza el listado de países para levantar nuevas plantas, anunció la suspensión de la recepción de solicitudes mientras no finalice una revisión de su seguridad.  Suiza igualmente congeló  la aprobación de tres nuevos reactores.  Angela Merkel desactivó temporalmente las siete de sus 17 plantas nucleares más antiguas.  La AIEA en 2010, preveía un incremento muy modesto de la energía nuclear estimando su crecimiento de un 6% del total a un 8% para 2035.  Luego del desastre manifestó que incluso ese incremento de dos puntos porcentuales aparece dudoso.  Desde luego, la contrapartida será el incremento de otras fuentes energéticas.

Paralelamente, la situación en el Mena se agravó.  “Después de las veloces revueltas en Túnez y Egipto –constató Financial Times-, la segunda fase de la primavera árabe ha resultado inmensamente más complicada” (17/03/11). La situaciones generadas eran al finalizar marzo muy variadas:  en Túnez existía un gobierno civil interino;  en Egipto, transitoriamente el poder residía en las fuerzas armadas; en Libia tenía lugar una guerra civil con una intervención militar externa abierta;  en Yemen el presidente prometía renunciar ante movilizaciones crecientes; en Siria y Bahréin, con el apoyo abierto en este último de Arabia Saudita, se contestó a las exigencias democratizadoras mediante la fuerza.

Los procesos pro democratización se extendieron por la región desde comienzos de año. “La serie de levantamientos populares –constató Economist Intelligence Unit (EIU)- han producido los cambios más dramáticos en la región desde fines de era colonial a mediados del siglo veinte. El cambio sin duda -añadió- está llegando a los sistemas de gobierno de la región” (16/03/11).

En Libia,  la guerra civil se internacionalizó al acordar el 17 de marzo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la intervención militar, aprobando una propuesta impulsada por EE.UU., el Reino Unido y Francia, para establecer una zona de exclusión aérea y entregar asistencia y protección –dijeron- a la población civil en ese país.  La resolución que “autoriza a los estados miembros a tomar las medidas necesarias”, fue aprobada por diez votos a favor y cinco abstenciones, las de China, Rusia, India, Brasil y Alemania, y se acordó cuando era inminente un ataque de las fuerzas militares de Gadaffi a la ciudad de Bengasi, centro de la rebelión, la segunda mayor ciudad de Libia, donde se encontraba el Consejo Nacional de Transición Libia.

Las acciones militares fueron iniciadas por Francia, el Reino Unido y Estados Unidos, con el liderazgo abierto de la Casa Blanca, seguido por otros países.  Durante su estancia en Chile Barack Obama lo reconoció abiertamente al precisar que la Otan tomaría recién el control de las operaciones en Libia en los “próximos días” (22/03/11).  ¿Por qué intervino en circunstancias que sus intereses estratégicos le llevarían a prestar más atención a la situación de Bahréin y sus repercusiones en Arabia Saudita, fundamental para la evolución en el precio del petróleo?  La respuesta es muy simple:  era la única potencia en posibilidad de hacerlo inmediatamente por su mayor capacidad militar para cumplir con los objetivos definidos.  Pero lo hizo hablando siempre de transferir la dirección de las acciones lo más rápidamente posible.  Eso explica que la intervención de  Barak Obama  no se haya anunciado como es tradicional desde el Despacho Oral de la Casa Blanca y no suspendiese el viaje que iniciaba a América Latina.

Alemania expresó su escepticismo por el despliegue militar y vio  el peligro de un conflicto de largo plazo.  El gobierno germano decidió retirar todas sus fuerzas de las operaciones de la Otan en el Mediterráneo, luego que la organización acordase utilizar sus estructuras navales para impedir el ingreso de armas a Libia.  “Dado que el embargo de armas –declaró al Ministerio de Defensa alemán-  prevé también un componente ejecutivo, que en caso de emergencia deberá imponerse con la fuerza de las armas,  Alemania explicó que no participará en este tipo de acciones” (23/03/11).  Esta determinación confirma la existencia de divergencias al interior de la Organización y la falta de acuerdo en la función que le corresponde en las operaciones militares, particularmente aéreas, dirigidas en un primer momento explícitamente por Washington.

Rusia a la vez condenó la intervención, mientras Venezuela y Bolivia destacaban que su fin es apoderarse del petróleo libio. Gaddafi contestó anunciando que procedería a armar la población y respondería atacando objetivos en el Mediterráneo. La Liga Árabe, que estuvo de acuerdo con la resolución del Consejo de Seguridad, manifestó iniciadas las acciones  que los ataques exceden el campo de acción acordado. Entre los países árabes únicamente Qatar desde el primer momento aportó a las operaciones armadas con cuatro aviones Mirage a ser utilizados en el patrullaje en la zona de exclusión aérea.  Los ataques condujeron rápidamente desde ampliar la protección de la población civil a ataques a quienes no aparecían apoyando la movilización contra Gaddafi y posteriormente a participar activamente en ella atacando a las fuerzas militares que le respaldan y favoreciendo a los opositores.  El premier turco, Recep Tayyip Erodogan, por ello, subrayó que las acciones militares son “para subrayar que Libia pertenece a los libios no para distribuir los recursos subterráneos y la riqueza entre otros” (23/03/11).  Finalmente, la Otan acordó asumir la dirección de toda la actividad militar contra Gadaffi pasando a convertirse en actor abierto en el conflicto. Nicolás Sarkozy fue más allá afirmando que “la solución no puede ser solo militar, será una solución política y diplomática” (28/03/11).

Desde Santiago, Obama ya amplió los objetivos de la intervención militar más allá de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad planteando abiertamente que Gaddafi “debe marcharse” (22/03/11).  Por tanto, dejó de actuarse, como era previsible, en el marco del campo de acción que dio luz verde a la intervención.

El mayor gasto militar lo efectúan países de elevadas deudas públicas y altos déficits fiscales.  En EE.UU., al cerrar el año fiscal en septiembre, se estima que el déficit presupuestario alcanzaría a US$1,65 billones.  Se ha acordado, además,  que en cinco años el Pentágono debe reducir su déficit en US$78.000 millones, tarea muy improbable cuando además tiene desplegados efectivos militares en Irak y Afganistán.  Cada misil disparado en su accionar en Libia tiene un costo de US$1 millón.  Igualmente, el presupuesto británico habla de disminuir el ítem de Defensa en los próximos cuatro años en un 8%.

En Bahréin, después de haber dado síntomas de aceptar las transformaciones democratizadoras, el rey Hamad bin isa al Jalifa respondió con una violenta represión, que dejó decenas  de muertos y numerosos heridos, decretando el 15 de marzo el estado de emergencia por tres meses y autorizando la presencia de fuerzas armadas sauditas usando como pretexto el pacto de defensa común del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Esta acción contó con el respaldo absoluto de Arabia Saudita, que busca así también evitar que las protestas se desarrollen en su territorio.  Esta represión no ha sido condenada por el Consejo de Seguridad.  Arabia Saudita es un estrecho aliado de la Casa Blanca y tiene la importancia estratégica de ser el mayor productor mundial de petróleo.  En su territorio los chiítas residen prioritariamente en las provincias del este, ricas en recursos petrolíferos, zona donde se han desarrollado algunas acciones de protestas, enfrentadas con una elevada movilización militar y destinando fondos para atender algunas demandas de la población.

La intervención extranjera en Libia y las convulsiones en la región volvieron a empujar hacia arriba el precio del petróleo, después de los acontecimientos en Japón que lo hicieron en un primer momento descender, sobrepasando nuevamente los US$100 el barril.

Paralelamente, otros procesos democratizadores en los países árabes avanzan.  El presidente yemení, Ali Abdala Saleh, cuando se iniciaban las acciones militares desde el exterior en Libia, cediendo a las exigencias opositoras destituyó al gobierno encabezado por Ali Mayawar luego de que varios ministros renunciasen a sus cargos, en protesta contra la represión, manteniendo a Muyawar a cargo de los asuntos públicos hasta la designación de un nuevo Ejecutivo.  La dura represión no frenó la movilización.  Otros ministros, varios diplomáticos e incluso el general Ali Mohsen al Ahmar, medio hermano del presidente, se sumaron a los manifestantes, justificando su decisión en “la profunda crisis en que se encontraba sumido su país” (22/03/11).  La Casa Blanca, mientras intervenía militarmente en Libia, frente a las decenas de muertos en Yemen a manos de las fuerzas represoras, se limitaba a declarar que la violencia en el empobrecido país resulta “inaceptable”.

En Siria, dirigido por el partido Baas desde 1963 y cuyo gobierno es encabezado a partir del año 2000 por Bashar Al Assad, que asumió la presidencia a la muerte de su padre, en marzo también  se desarrollaron manifestaciones populares, violentamente reprimidas.  Los hechos muestran que no existe la posibilidad que  las manifestaciones multitudinarias tomen el curso de Túnez o Egipto, dado que las principales fuerzas militares son dirigidas directamente por la familia Al  Assad.  Voceros del régimen han ofrecido más libertad, menos corrupción y un aumento en las remuneraciones de los funcionarios públicos, repitiendo promesas nunca cumplidas efectuadas el año 2005.  En particular prometieron anular la vigencia de la ley de emergencia existente desde 1963.  “El poder de Al Assad –constató The Economist– está concentrado entre su propia secta alawita, una minoría separada de los chiítas que apenas constituye el 6% de los sirios” (25/03/11).   Es claro, determinante serán las repercusiones en el conjunto de la región.

Definitivamente, el mundo árabe, en un cuadro complejo, vive un proceso de transformaciones profundas.  La situación en el Mena proyecta extenderse en el tiempo, con las consecuencias económicas correspondientes. La AIE considera, por ejemplo, que las exportaciones de crudo desde Libia permanecerán “fuera del mercado durante muchos meses” debido a las repercusiones del conflicto y a las sanciones internacionales acordadas.

Mientras tanto, la larga crisis de deuda en la eurozona, que condujo en 2010 al  rescate de Grecia seguido por el de Irlanda, empezó a escribir un nuevo capítulo al dimitir el primer ministro de Portugal, José Sócrates, luego de ser rechazado por una abrumadora mayoría un nuevo plan de ajuste, denominado Programa de Estabilidad y Crecimiento, exigido por la Unión Europea, consensuado antes de su presentación con las instituciones comunitarias y, en particular, con la canciller germana Angela Merkel  que se proponen seguir dirigiendo en la práctica la política económica lusa.  El ministro de Finanzas, Fernando Teixera dos Santos, advirtió luego de la votación en contra, que se deberá posiblemente acudir a la ayuda del exterior, o sea producirse el tercer rescate en menos de un año.  Los tres planes de ajuste anteriores habían sido aprobados, sumando a la votación socialista, la del conservador Partido Social Demócrata, principal fuerza de oposición.

El rechazo desde la izquierda se fundamentó en que nuevamente el plan de ajuste recaía sobre “los de siempre”.  “Más impuestos a las pensiones, liberalización de los alquileres, aumento del precio de transportes públicos y disminución del copago en los medicamentos.  Ni una sola medida –recalcó el diputado comunista Bernardino Soares– contra la banca y el sector financiero” (23/03/11).  El voto negativo es también consecuencia de la oposición ciudadana a los planes de “austeridad” acordados por la UE.  El plan de ajuste propugna un impuesto extraordinario a las pensiones superiores a 1.500 euros, congelar las restantes con excepción de las mínimas, privatización de un amplio abanico de empresas públicas y disminución de los aportes fiscales en salud y educación.

La situación de Lisboa se convirtió en aún más difícil al exigir Bruselas la revisión de su déficit fiscal de 2010, al no contabilizar el gasto originado en la nacionalización del Banco Portugués de Negocios y los subsidios estatales al transporte público.  Con estas nuevas partidas, Lisboa no cumple con su compromiso de reducir el déficit fiscal en 2010 bajo el 7% del producto alcanzando a un 8,2%.  El rechazo del plan de ajuste deja sin sustento la decisión establecida en el presupuesto 2011 para disminuir el déficit a 4,6% del PIB y en 2012 al 3%.

Mientras tanto, la cumbre europea efectuada inmediatamente después del rechazo parlamentario exigió, como lo expresó el presidente del Eurogrupo Jean Claude Juncker, que Lisboa efectúe nuevos esfuerzos destinados a concretar el ajuste presupuestario “gobierne quien gobierne” (26/03/11).

Los “rescates” no han frenado los índices de endeudamiento en la eurozona de los países receptores de ellos.  Economistas del FMI han estimado el nivel de deuda máximo a alcanzar sin entrar en cesación de pagos.  Su conclusión es que Portugal y Grecia llegaron al límite posible, situación en que también se encuentran Japón, Italia e Islandia.

En resumen, marzo presentó varios fenómenos que afectan el cuadro de recuperación económica mundial que se encontraba en desarrollo.  “(…) los altos precios del petróleo y la inflación –observó Economist Intelligence Unit, en un análisis de la situación a mediados de marzo-   están generando una preocupación creciente.  Los mercados  -añadió- siguen procesando las implicancias de la turbulencia política en el mundo árabe y más recientemente del desastre en Japón”  (17/03/11).  En los días siguientes la situación se agravó aún más.  Este conjunto de acontecimientos produce un incremento muy fuerte de riesgos en la economía global.

Stephen Roach, presidente de Morgan Stanley para Asia, es de opinión que la combinación de la crisis japonesa con mayores precios del petróleo, la crisis de la deuda en la eurozona y los acontecimientos del Mena pueden conducir a un descarrilamiento de la recuperación global, lo cual necesariamente tendría consecuencias en todos los países.  En el corto plazo –agregó- volvió la inestabilidad a los mercados financieros, predominando la aversión al riesgo.  “(…) las tensiones en Medio Oriente y la crisis nuclear en Japón –añadió- la han resucitado (…)” (21/03/11).  El banco estadounidense J.P.Morgan redujo, al finalizar marzo su estimación de crecimiento global en el 2011 de 4% a 3,4%.  “Los precios del petróleo y el desastre natural de Japón –señaló su informe- han moderado el optimismo” (28/03/11).

Por Hugo Fazio

El Ciudadano

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