Estados Unidos, rumbo al default: Obama concedió a los republicanos y habrá más ajuste antipopular

Contrarreloj se firmó un acuerdo entre demócratas y republicanos, que Barack Obama promulgó justo antes que EE UU entrara en default

Por Director

05/08/2011

Publicado en

Economí­a / Mundo

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Contrarreloj se firmó un acuerdo entre demócratas y republicanos, que Barack Obama promulgó justo antes que EE UU entrara en default. De todas maneras ese país sigue en crisis. Y ésta podría agravarse por el ajuste que se viene.

El año fiscal estadounidense 2011 comenzó el 1 de octubre de 2010. Sin embargo llegada esa fecha no hubo presupuesto aprobado por el Capitolio y promulgado por Barack Obama. Varios meses más tarde, el día que se vencían los plazos, el 8 de abril de 2011, recién se pusieron de acuerdo demócratas y republicanos, que peleaban como gatos y perros, rabiosos.

Además de las diferencias ancestrales entre ambos, la elección de noviembre de 2010 había alterado aún más las relaciones bipartidistas. Es que los republicanos se habían alzado con un buen resultado y en su seno había plantado bandera un grupo muy conservador, Tea Party, partidario de ajustes draconianos del gasto público. Su oposición a “todos” los impuestos es falaz; sólo se opone a los que gravan a los ricos y corporaciones empresarias. De allí que esos intereses económicos financiaran alegremente la campaña de los candidatos de ese lobby ultraderechista.

Un mes más tarde de ese arreglo presupuestario, en mayo de 2011, el país superó el techo del endeudamiento federal, fijado en 14,3 billones de dólares. Y recomenzó la discusión. Obama, con la obligación de gobernar, clamó por un acuerdo bipartidista diciendo que el 2 de agosto no podría pagar las pensiones.

En realidad, amén de esa cuenta, el Presidente estaba más preocupado porque ese día debía contar con 500.000 millones de dólares para pagar a tenedores de títulos. Si no lo hacía, comenzaría a transitar un camino inclinado hacia la cesación de pagos. Las calificadoras de riesgo deslizaron que podrían quitar a esos títulos la gallarda calificación de AAA, que hasta ahora los maquilla como los más sólidos del mundo financiero. Había muchísimas otras consecuencias negativas si se llegaba al 2 de agosto sin poder subir el techo de la deuda estadounidense, fronteras adentro y a nivel mundial.

La flamante titular del FMI, la francesa Christine Lagarde, aclaró que si EE UU incurría en default o le bajaban la calificación significaría una gravísima complicación a la economía mundial. La realidad europea, con la crisis de Grecia y las que le siguen en Portugal, España e Italia, no hablan de una realidad holgada ni mucho menos. Quizás Lagarde estuviera pensando en una tragedia donde dos trenes, EE UU y Europa, chocaban de frente, ambos por el mismo riel de la crisis.

¿Cómo solucionar el diferendo? Las primeras reuniones fueron entre los líderes del Congreso, sin que Obama se involucrara. Comenzaron el 12 de julio pasado y no hubo acuerdos. La diferencia básica era que los republicanos no querían ningún aumento de impuestos, en tanto los demócratas incluían algunas tasas a los sectores más enriquecidos. Después había matices, pues si bien ambos sectores acordaban en recortes al gasto público en salud, educación y pensiones, los demócratas eran un poco más reticentes al respecto. También discrepaban sobre el alcance de la suba del techo de la deuda: los opositores querían dar poco tiempo, para que antes de las elecciones de 2012 Obama tropezara otra vez con esa piedra.

AL BORDE DEL ABISMO

A finales de julio todo pareció irse al diablo. Viendo que no había consenso en las mesas de negociaciones, ya con Obama incorporado al tire y afloja, los republicanos aprovecharon su mayoría en la Cámara de Representantes. Y allí, bajo la influencia directa del Tea Party, votaron un recorte de gastos de 2,3 billones de dólares, que impactaría en el sistema de pensiones y los programas de salud Medicare y Medicaid.

Fieles a su postura a favor de los sectores más adinerados, los republicanos no incluían ningún impuesto a aquéllos. Obama le bajó el pulgar a lo decidido en Representantes. Más, los demócratas hicieron votar su propuesta en el Senado, donde tienen ventaja, el 30 de julio. Era una anormalidad que esa cámara sesionara un sábado, pero tampoco sirvió, porque su resolución no prosperó en la de Representantes.

El panorama encajaba en la definición de crisis política o crisis de gobierno. Recién el 1 de agosto a la tarde, cuando parecía irremediable el default, hubo un acuerdo parlamentario que -si bien no satisfizo a todos- significó algo así como frenar a un metro del abismo.

Representantes dispuso aumentar la deuda pública hasta 16,7 billones de dólares, en dos tramos: el primero de 900.000 millones y el segundo de 1,5 billones. Como ese corrimiento de la autorización a endeudarse llegará hasta noviembre de 2012, el Presidente se vio aliviado: no tendrá que discutir otra vez esto antes de las elecciones donde quiere ganar otro turno en la Casa Blanca. Debe ser la única ventaja de la actual administración.

Es que el resto de ese paquete, convalidado por el Senado en forma agónica, el 2 de agosto, tiene el ADN de los republicanos. No hubo subas de los impuestos. Un mayor ingreso fiscal podía morigerar el brutal ajuste que se producirá sobre los norteamericanos de menores ingresos.

Lo acordado supone una poda del gasto por 2,1 billón de dólares para los próximos diez años, que comenzarán de inmediato. Los programas sociales son el blanco de la reducción, cuando 48 millones de personas comen gracias a los tickets estatales. Los planes de salud ya citados y la seguridad social también verán resentidos sus financiamientos.

En cada negociación presupuestaria en el Congreso fueron quedando jirones de esos beneficios. Por ejemplo, ya en la negociación de abril pasado, la periodista Amy Goodman, de Democracy Now, denunció que el bipartidismo había sacrificado un fondo federal de apoyo a la calefacción de los hogares más humildes. Se congelaban los fondos y se congelaban los pobres, dijo.

Ahora el ajuste es más severo y de mayor alcance. Llega cuando la tasa de desempleo supera el 9 por ciento y alcanza a 14 millones de personas, que son 30 contando a subempleados. Sobre llovido, mojado.

UN ZÁNGANO

Esas votaciones en el Capitolio no fueron para nada unánimes. Entre los Representantes hubo 269 a favor y 161 en contra. Y entre los senadores, 74 por la afirmativa y 26 por la negativa.

Entre quienes se opusieron hubo muchos demócratas que consideraban una derrota ideológica que Obama aceptara un paquete donde todo es ajuste en programas sociales y ningún impuesto a los ricos. Ya en diciembre pasado el presidente había dado continuidad a la exención impositiva con que George W. Bush había favorecido a los más pudientes de la sociedad: hasta 2013 tal facilidad supondrá casi 2 billones de dólares que quedarán en esos bolsillos.

Quiere decir que todo el sacrificio que caerá ahora sobre los más humildes se pudo evitar si se cobraban esos impuestos a los adinerados y corporaciones. El hilo se corta por lo más fino.

La Casa Blanca tampoco podó los gastos militares, que superan los 700.000 millones de dólares entre la partida del Pentágono y lo destinado a las guerras en Afganistán, Irak y Libia. En el Capitolio se formará una comisión especial que analizará posibles achiques de esa cuenta bélica, pero ningún compromiso con números y fechas ciertas. Un argentino notable habló de que cuando no se quería resolver algo se debía formar una comisión….

El Presidente promulgó en tiempo de descuento, el 2 de agosto, lo que venía del Senado con síntomas de agonía. Su argumento es que ahora podrá concentrarse en gobernar. Pero su imagen positiva ha caído al 42 por ciento y sigue en picada. Sobre todo está perdiendo el favor y el voto de los demócratas y progresistas que creyeron en la obamanía.

Ese sector se vio representado por Paul Krugman. En su columna en The New York Times, el 2 de agosto, titulada “La catastrófica claudicación de Obama”, afirmó: “el acuerdo en sí, según la información disponible, es una catástrofe, y no sólo para el presidente Barack Obama y su partido. El acuerdo perjudicará a una economía que ya está en recesión, probablemente agrave aún más el eterno problema del déficit norteamericano y, lo que es más importante todavía, al demostrar que la extorsión descarada funciona y no tiene costo político, arrastrará a EE UU por el camino de las repúblicas bananeras”.

En noviembre de 2012, si se cumple el acuerdo, o antes, si se profundiza la crisis económica, la Casa Blanca y el Capitolio deberán volver a discutir el presupuesto. El próximo 1 de octubre empezará al año fiscal 2012 y habrá polémica. Déficit, recesión, ajuste y deuda es un cóctel bien explosivo.

El prestigio de EE UU en el mundo está cerca del cero. El premier ruso Vladimir Putin le pegó duro: “el país vive a crédito, más allá de sus medios, y carga una parte del peso [de su deuda] en la economía mundial. Parasita la economía mundial utilizando la situación de monopolio del dólar”. Hacía rato que al viejo imperio no le decían parásito.

Por Emilio Marín

El Ciudadano

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