Analiza sus casi 12 meses de gestión y el debate de segunda vuelta

Jorge Sharp, a un año de su elección: «Negociar por unos cupos ministeriales dinamitará al Frente Amplio»

"El gran desafío que tiene nuestro proyecto es consolidar un modelo de desarrollo para la ciudad. Tras estos diez meses de trabajo podemos decir que Valparaíso no se ha venido abajo sino que está avanzando", sostiene el alcalde porteño respecto de su labor a la cabeza del municipio.

Por Jose Robredo

25/10/2017

Publicado en

Chile / Entrevistas / Portada

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A un año de la elección municipal en Valparaíso, donde obtuvo el 53% de los votos doblando a los representantes de Chile Vamos y la Nueva Mayoría, Jorge Sharp (MA) ha logrado concitar el interés de la escena política nacional a partir de la gestión que encabeza en el puerto y por su carácter de referente que ha ido construyendo dentro del Frente Amplio (FA).

En estos 12 meses la tarea no ha sido sencilla para el abogado, quien recibió un municipio por los suelos y con un déficit financiero que alcanza los $100 mil millones, tras la administración de Jorge Castro (UDI), hoy candidato a diputado por Valparaíso. A pesar de esto ha podido lograr avances en la gestión municipal, lo que se ha reflejado, principalmente, en el aseo del puerto y la mejora de la infraestructura de la ciudad.

Junto con eso, ha encabezado la ejecución de uno de los ejes de la llamada «alcaldía ciudadana»: abrir espacios de participación de la comunidad porteña, tarea que no ha sido sencilla -confiesa- ya que se debe romper con formas asistencialistas de gestión, características del municipalismo criollo, y que en Valparaíso tuvieron como resultado una intensa red clientelar.

Al respecto, Sharp relata a El Ciudadano que «los cambios que se han dado en el territorio de Valparaíso son políticos, ya que se está rearticulando el tejido social desarticulado en la ciudad». Al mismo tiempo recalca: «El gran desafío que tiene nuestro proyecto es consolidar un modelo de desarrollo para la ciudad».

El conflicto con las empresas inmobiliarias, en especial con el empresario Nicolás Ibáñez, ha puesto al alcalde en la palestra por defender la postura de los vecinos e impedir la concreción del proyecto del ex dueño de D&S.  «El señor Ibáñez representa a los súper ricos del país y por tanto en cada uno de los pasos que da se refleja su profunda desconexión con el Chile real»,sostiene. 

Pero no todo es Valparaíso para Sharp. El militante de Movimiento Autonomista ha impulsado el debate al interior del Frente Amplio, respecto a los objetivos y estrategias del conglomerado, tanto para el proceso de primera y segunda vuelta como para su proyección. En este sentido, expresa que «la discusión ha estado centrada en la cuestión de los cupos, y no en la definición de la estrategia para seducir al amplio campo de gente o fuerzas que están por los cambios y que no quieren que Piñera gane».

«¿Cómo es posible que el FA deje en manos de una fuerza política la tarea de impulsar las transformaciones que requiere Chile?», pregunta Sharp a la hora de pasar revista al debate interno del FA. Y apunta a que el conglomerado de izquierdas está en un momento «donde tiene que decidir si va a ser un actor político en el escenario nacional, con toda la dificultad que significa con las condiciones del actual contexto».

El edil recalca: «Si el Frente Amplio no se va a atrever a hacer política, que lo diga. Si no se va atrever a tomar decisiones complejas, bueno, esos son los límites que tenemos hoy».

A un año de la elección, ¿cuáles consideras los hitos de la gestión en Valparaíso? 

Yo pienso que hay dos tipos de hitos: los vinculados a la gestión y lo político. Sobre la gestión, tiene que ver con la reorganización de una municipalidad que bajo el alcalde anterior funcionaba con cada dirección operando como verdaderos fundos y sin diálogo interdepartamental. Ha sido un período de consolidación de los equipos que llegaron, lo que no era sencillo pues significaba dialogar con los grupos de trabajo que estaban desde antes, cosa que hemos ido sorteando poco a poco.

¿Cuál era el estado del municipio?

Nos encontramos con una situación financiera de desahucio, con un déficit de $100 mil millones entre la Corporación Municipal y el municipio. Valparaíso no tenía capacidad de cumplir con los compromisos básicos con los vecinos y con los trabajadores municipales. Entonces, hubo que tomar ciertas decisiones para apretarnos el cinturón, entre ellos, eliminar viáticos, las horas extras a los altos sueldos.

¿En qué se ha visto concretado este proceso de reordenamiento?

En particular con lo relacionado con el aseo de la ciudad. Hoy está mucho más limpia que hace diez meses atrás, hemos podido avanzar bastante junto a los trabajadores del aseo y hay inversiones importantes, como pasar de tener una hidrolavadora a tener 14 para lavar las calles. Y en materia de transparencia, tenemos controles más estrictos que se reflejan en el último informe de transparencia que presenta un salto del 60% de transparencia al 92%.

Los hitos políticos, ¿en qué se grafican?

Tienen relación con el liderazgo que ha ido construyendo el gobierno local de Valparaíso. La pérdida de patrimonio en la ciudad ha sido doble: ha habido una pérdida financiera y capacidad de liderazgo. Hemos avanzado bastante, desde las cuestiones relacionadas con la planificación de la ciudad -reflejado en el conflicto que tenemos con algunas inmobiliarias-, hasta cómo utilizamos las riquezas del mar a través de la Ley Valparaíso, apostando a una coordinación política amplia. Hoy la ciudad es un actor en el debate público nacional y en el regional.

¿Convertir al municipio en un agente movilizador ha sido una de las principales tareas del período? 

Sin duda. Se han abierto espacios de participación para que las vecinas y vecinos puedan efectivamente decidir sobre cuestiones fundamentales vinculadas a la planificación de la ciudad. El gran acierto que ha tenido este proyecto es girar la institucionalidad para que sea una herramienta de los vecinos, lo que se grafica en el conflicto inmobiliario, donde no es que el alcalde haya actuado de una forma porque le pareció, sino porque hay una demanda de la ciudadanía, ejerciendo los mecanismos institucionales.

¿La ciudadanía se ha integrado a este modelo de gestión?

Sí, aunque aún nos falta involucrar a la gente en los mecanismos de participación. Es complicado, porque supone dar un giro a cómo las municipalidades protagónicamente se relacionan con las comunidades, con una lógica muy asistencial. Romper con esa dinámica es relevante y supone una disposición del poder local y un grado de madurez de la organización social. Los cambios que se han dado en el territorio de Valparaíso son políticos, ya que se está rearticulando el tejido social desarticulado en la ciudad. Hoy hay más procesos de conformación de juntas de vecinos y la municipalidad está en el centro de la vida de la ciudad y puede relacionarse con actores que antes no existían para la administración local.

¿El conflicto con las inmobiliarias es antes y un después en la relación municipio-grupos económicos? 

Yo creo que es una expresión más visible. El señor Ibáñez representa a los súper ricos del país y por tanto en cada uno de los pasos que da se refleja su profunda desconexión con el Chile real. En este conflicto refleja la contradicción capital-comunidad, donde el capital que quiere absorber las riquezas del territorio se enfrenta a la resistencia de las comunidades. Lo que pasa con él tiene que ver con eso.

¿Es la batalla más política?

Es una de las batallas más políticas. La otra es la que tiene que ver con el mar y el borde costero, que es uno de los temas importantes que tenemos en la ciudad, ya que se busca responder cómo los porteños pueden disfrutar de esa riqueza, cómo volvemos al mar y al borde costero. En este sentido, proponemos un parque en vez de un mall; en vez del proyecto Terminal 2 para el puerto proponemos otro, porque queremos un desarrollo portuario más amigable para la ciudad.

¿Se van cumpliendo los objetivos planteados al inicio de la gestión? 

El gran desafío que tiene nuestro proyecto es consolidar un modelo de desarrollo para la ciudad. Cuando los poderes fácticos de este país no entienden algo, lo terminan por caricaturizar y no hacen el esfuerzo intelectual por entender la profundidad de las cosas que suceden. Tras estos diez meses de trabajo podemos decir que Valparaíso no se ha venido abajo sino que está avanzando, aquí están pasando cosas como que la inversión pública alcanzará casi los $59 mil millones, el doble de la gestión anterior. ¿Necesitamos de la inversión privada? Sí, pero que dialogue con la comunidad.

Frente Amplio: «Lo que hay que construir en Chile es un nuevo polo democrático»

Está en el debate frenteamplista la definición de segunda vuelta o ver qué se hace a partir del 20 de noviembre. ¿Crees que ha existido un error de lectura dentro del FA sobre los procesos que se deben seguir hacia adelante? 

El gran problema que hemos tenido como FA es que no hemos sido capaces de poner la dimensión electoral en su justa medida para no perder de vista lo importante: Cómo el FA se consolida como una fuerza política de largo aliento. Lo que ha pasado este año guarda relación con esa cuestión, porque no creo que la mayoría del FA esté por entender a este conglomerado como un aparato electoral –aunque no niego que esas voces existan, y que tendrán que expresarse en algún momento-; creo que hay un límite en la capacidad imaginativa y de avance de este campo.

¿Y eso se refleja en falta de un relato político?

Lo que nos proponemos como tarea es titánico. Tiene que ver con desempolvar a la izquierda chilena y construir una izquierda con capacidad de apropiarse de su presente y eso significa seducir a amplios sectores sociales de Chile para que se sumen a una idea de país que supere al neoliberalismo, que nos está desagarrando como sociedad. El plantear esto es un desafío de dimensión histórica muy compleja, y hemos querido pensar que las elecciones son un atajo, pero para poder avanzar en esa dirección debemos pasar por todas las estaciones, tenemos que dar todos los pasos porque no es una cuestión que se resuelva por tener seis diputados o, incluso, ganando la Presidencia de la República.

¿Cuáles son los problemas que identificas en esa línea?

Nuestro nivel de politización ha sido sumamente bajo, hay poca discusión política estratégica o táctica. La discusión ha estado centrada en la cuestión de los cupos, cuya máxima expresión fue la crisis de Mayol, y no en la definición de la estrategia para seducir al amplio campo de gente o fuerzas que están por los cambios y que no quieren que Piñera gane.

¿Esa discusión a la hora de analizar el escenario político no se da por falta de diálogo, inocencia, inmadurez o temor?

Pensar que la segunda vuelta no es el problema de la primera vuelta y que no es el problema de la política chilena en general, es un error. Nosotros, desde esta sensibilidad que forma parte del Movimiento Autonomista, hemos planteado que no hay que dicotomizar ni dividir ficticiamente los planos de discusión. Todo forma parte de una posición común, que tiene que ver con que el FA es una fuerza política en ascenso, que cuenta con una legitimidad derivada de los movimientos sociales, de las organizaciones que han presentado demandas muy sentidas por la ciudadanía -desde el movimiento estudiantil de 2006 hasta el No+AFP de hoy-. Esa legitimidad también se ha ido construyendo a partir de la crisis del sistema de partidos, cuya idea de sociedad aglutina menos gente que en los ’90, junto con develar su estrecha relación con el mundo empresarial.

¿Debe entenderse eso como una oportunidad para el FA?

El campo de la centroizquierda se encuentra en crisis. Entonces, ¿cómo es posible que el FA deje en manos de una fuerza política en este estado la tarea de impulsar las transformaciones que requiere Chile? Lo que hacen algunas organizaciones es decir “queremos diálogo con Guillier” o “queremos diálogo con la Nueva Mayoría”, dialogar se puede, pero el asunto es que la convocatoria debemos hacerla no arriba sino que abajo, tenemos que convocar a los votantes de la Nueva Mayoría, al dirigente intermedio, al militante del partido que trabaja en la administración pública que no tiene poder de decisión y que está de acuerdo con nuestra propuesta de AC o fin al CAE. A ellos tenemos que convocar. Lo que hay que construir en Chile es un nuevo polo democrático y eso no se hará negociando con las cúpulas. Dialogar se puede, pero negociar para transar un par de puntos programáticos y para entrar al gobierno por unos cupos ministeriales va a dinamitar al FA.

¿Eso se da por la falta de contenidos en el debate?

Hoy el debate está dominado por los contenidos de derecha. Piñera y Kast han sido muy eficaces en eso. Beatriz ha sido bien clara a la hora de instalar temas. Ha sido un debate donde la cuestión fundamental para los que queremos las transformaciones democráticas –y sumando a los sectores de centroizquierda que quieren cambios- es: o optamos por permitir que Piñera avance a una regresión conservadora, o bien, a partir de lo que se ha avanzado, sobre lo cual desde el FA hemos sido críticos, llevamos adelante un programa post-neoliberal; es decir, cómo empezamos a encaminar una forma de vivir la sociedad distinta a lo que hoy existe en Chile, lo que supone democratizar el país. Democratizar la economía, el territorio, los valores sociales, la educación, son los temas que debiéramos estar preocupados de instalar en esta elección.

¿Cuál es tu posición respecto del debate sobre qué hacer en primera y segunda vuelta?

Yo no estoy de acuerdo con esta lógica de discutir que la primera y segunda vuelta son cosas diferentes, porque plantear eso nos hace caer en una lógica electoralista y eso no es lo que debe primar.

¿En esta discusión no se ha sabido hacer la distinción entre articulación y negociación?

Yo espero que sí, pero eso no lo vamos a saber sino hasta más adelante. Hay fuerzas al interior del FA que estuvieron dentro del gobierno y hay quienes han planteado -en el debate interno sin hacerlo público aún- de ingresar a algunos ministerios en particular. Hoy la centroizquierda no tiene un modelo de desarrollo, no tienen nada que proponer al país, no tienen un proyecto nítido. Considerando esto, el FA no debería pretender como objetivo político el participar de un eventual gobierno que no sea de nuestra coalición. Yo creo que eso es un error.

¿Y cuál es la estrategia de alianzas que planteas?

El Frente Amplio debe participar de un gobierno que sea del Frente Amplio, sería un error otra cosa. Sería dinamitar nuestro capital político, nuestra legitimidad. Es una cuestión súper complicada porque hoy tenemos un estado de relaciones de fuerza que no aseguran las alianzas políticas y sociales suficientes para impulsar un programa de transformación democrática. Tenemos que trabajar para que esa relación de fuerza se produzca.

¿Ahora por qué crees que esa construcción de mayorías no se busca? ¿Por no querer aparecer “negociando»?  ¿Falta audacia?

Creo que no hay mucha claridad de cómo hacerlo. Nosotros, en Valparaíso, no negociamos con ninguna cúpula de la Nueva Mayoría, lo que no quiere decir que no tengamos diálogo con ellos, pero no hubo negociación, hubo una propuesta a una parte de su electorado que votó por nosotros. Hubo un relato que se construyó en aquí, desde una legitimidad ciudadana que se desarrolló a partir de la primaria ciudadana hasta una campaña que fue lo suficientemente seductora y amplia dándole al centro de los problemas de la ciudad. Creo que ese es el esquema al que debiéramos aproximarnos en esta elección presidencial.

¿Entonces qué pasa?

Yo creo que no hay mucha imaginación, porque hay un campo gigante de creatividad para enfrentar estas semanas que vienen y ahí es donde digo que tenemos graves problemas de creatividad en el FA. Creemos que son sólo dos opciones, sí o no.

¿Significa estar atrapados en las lógicas binominales?

Tiene que ver con que no hemos desarrollado la suficiente madurez como fuerza política para poder ponernos, con iniciativa clara, en el centro del escenario político, teniendo condiciones para poder hacerlo. Por ejemplo: para impulsar la Asamblea Constituyente requerimos alianzas políticas y sociales amplias, pero la pregunta es quién va a liderar y conducir esas alianzas. Nos hemos dado cuenta que la Nueva Mayoría no tiene unidad para eso y no lo van a poder hacer, entonces el Frente Amplio es la fuerza llamada para impulsar aquello. Necesitamos, sin duda, a un sector de la centroizquierda, necesitamos a la gente de Navarro, a la gente que vota por Marco. Pero lo más importante es una alianza social, convocar a los sectores sociales que se movilizan a condensar las demandas sociales que forman parte de un mismo diagnóstico en torno a una demanda política común: la AC, eso lo tenemos claro todos.

¿Dónde está el problema entonces?

Está puesto en la cuestión de la estrategia. Si el Frente Amplio no se va a atrever a hacer política, que lo diga. Si no se va atrever a tomar decisiones complejas, bueno, esos son los límites que tenemos hoy. Quizás más adelante hace otra cosa, pero eso debe hacerse con imaginación. ¿Qué es lo binominal en un escenario de estas características? Es decir, “quiero hablar con Guillier y las directivas de los partidos tradicionales”, eso es lo más binominal que puedes impulsar y es lo que no tenemos que hacer.

¿Para allá se está apuntando?

Espero que no, tenemos espacio para levantar la posición que planteo, porque en definitiva requerimos un acuerdo desde abajo. Como lo hicimos acá en Valparaíso. Y en esa dimensión el rol de Beatriz Sánchez es muy importante.

¿El que no se mire más allá tiene que ver con el “ombliguismo” del Frente Amplio?

Sí, puede ser. Pero tiene que ver más con que estamos en un momento de baja imaginación política, de falta de madurez y, sin duda, está lo que planteas tú. Creo que estamos en un momento donde el Frente Amplio tiene que decidir si va a ser un actor político en el escenario nacional, con toda la dificultad que significa con las condiciones del actual contexto: la falta de definiciones claras, donde los actores son escurridizos, donde la política -en general- se encuentra en un proceso de descomposición, con baja participación ciudadana y mucha desconfianza, con lo que también el FA tiene muchos problemas. Es muy complejo.

¿Se ha podido instalar el “frenteamplismo” en este tiempo?

Falta mucho, el FA recién está comenzando a desplegarse en los distintos territorios y creo que ese proceso recién va a comenzar a desarrollarse pasadas estas elecciones. La segunda vuelta será una prueba importante, y este debate lo demuestra, y no creo que la coalición desaparezca, sino que debemos preguntarnos ¿cómo avanzamos? Ya que en cualquiera de los escenarios que se den, quedaremos con una capacidad instalada en los territorios que se debe aprovechar. Y aquí dejo instalado lo siguiente: hay que pensar en la siguiente municipal, como un espacio de disputa y acumulación.

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