Las características del binominal y sus primeros efectos

Llama la atención observar el paisaje político chileno

Por smassas

19/01/2012

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Llama la atención observar el paisaje político chileno. Desde sus anomalías hasta sus perplejidades inextricables. Es tan sólo ver el escenario en que se adscribe la famosa burocracia charlatán. Una politiquería tecnificada en que el saber «político» es sólo atribuible a una «cientificidad» en que simplemente ese saber queda reducido a un carácter majestuoso e imperativo, en donde el debate y el sentido por la política sufre la pérdida por lo mismo de lo que ella es y se sustenta (contenidos para ser más claro). Es una situación que traduce el análisis a una intelectualidad inalcanzable (a propósito de los grandes fast thinkers en que pensaba Bourdieu) y que conduce inexorablemente al pavor por el saber, a la reticencia de la ciudadanía por la réplica, el debate , el carácter de la controversia o a la pereza del habla con sentido «político». Lo que voy a presentar aquí es más bien una mirada para el lector que sabe lo que leerá, pero que sin embargo merece observarlo para contrastarlo con el saber que ya sabía. Esa gran curiosidad soterrada o más bien puesta en el lugar más recóndito es a lo que yo quiero lanzar mi ofensiva. A un saber que ha quedado jerarquizado (lo señalé en otra oportunidad en este mismo medio), a un saber que ha quedado restringido y producido por una elite frívola, indómita e indolente.

En esta oportunidad quisiera detenerme en una de las materias que ha estado en boga, o puntualizando aun más, en la gama de debates que se han efectuado respecto al sistema electoral chileno (Propuestas, visiones y emplazamientos que se extienden en el sistema de partidos de forma transversal). Atención, esta mirada al sistema binominal sólo indexará un cuadro informativo ya verificado y comprobado empíricamente por otros autores, entremezclando diferentes hipótesis respecto al sistema electoral. Esta mirada cumpliría con dos funciones preponderantes. Una tiene que ver con la crítica al saber arraigado en la institucionalidad, y la otra guarda relación principalmente con el desconocimiento del carácter teórico del sistema en sí.

Detengámonos previo a la noción misma del sistema binominal en ciertas cuestiones elementales que conciernen al sistema electoral en sí. Lo primero es poner énfasis en la idea de que todo sistema electoral es un aspecto clave y a la vez crucial del sistema democrático. ¿La razón? Básicamente se encargaría de definir las “relaciones de poder” entre los sectores o actores políticos (tomo prestado el análisis exhaustivo de Flacso, 2006). Ocurre que dentro de los análisis a los sistemas se de prima facie un enjuiciamiento sobre la compatibilidad entre el sistema propiamente tal y un modelo de democracia determinado. No obstante la relación entre el sistema electoral y modelo de democracia no resulta tan evidente teóricamente como se suele afirmar en los estudios sobre estos temas (Nohlen, 1995:347). La relación debe por tanto extenderse, y esto se explica incorporando la cuestión inherente a todo sistema político. Vale decir, la idea de estructura social y estructura política (podemos sumar la idea de “contextualización”, debido a que “no todos los sistemas permiten situarlos idóneamente en todos los países” debido a sus estructuras complejas y confusas [1]). Dice Nohlen explícitamente que los efectos de los sistemas electorales sólo se pueden determinar si se analizan tres dimensiones. Hablo fundamentalmente de, los detalles técnicos, sus efectos conjuntos dentro del sistema político y la conducta de las fuerzas políticas, es decir, los partidos y sus electores. (Nohlen, 1995:85). Todo esto es un aspecto preocupante en el análisis politológico. A propósito de que Nohlen -de forma acérrima- sostenga que ha de menester sistematizar el saber teórico de los sistemas electorales debido a las nuevas confusiones terminológicas (Lijphart, 1987).

Es a través de este marco preliminar que podemos argüir al paso ulterior. Si todo sistema electoral está orientado a fomentar la “efectividad gubernamental” y asimismo debe estar orientado a buscar una “re-presentación efectiva”, ¿a través de qué mecanismos podemos permitir encontrar un equilibrio ad hoc entre el propio ejercicio gubernamental óptimo y la representación efectiva? La interrogante señalada precedentemente nos permitirá poder responder a través del sistema a analizar: vale decir, el sistema binominal a través de las variables propuestas por Nohlen. Es decir, 1) la distribución de las circunscripciones electorales; 2) candidatos; 3) votación; 4) conversión de votos a escaños.[2]

En primer lugar, podríamos atrevernos a decir que en el propio sistema binominal, a pesar de que cambie abruptamente el principio de representación de un sistema proporcional a un sistema mayoritario, se da curiosamente la situación de que pertenece al conglomerado de los sistemas proporcionales [3]. ¿Y esto por qué? Fundamentalmente porque existe un sistema proporcional en las listas y dentro de las listas se da un sistema mayoritario. De aquí podemos conjeturar una serie de ideas que tal vez parecieran axiomáticas o mejor dicho tautológicas. Lo primero tiene que ver con la noción de incentivo. La razón de ello se explica a través de que aquellos que no logran alcanzar el umbral de entrada o simplemente no pueden lograr una representación, producto del mismo sistema, deben jugar en el marco del incentivo dentro de la lógica partidaria (tan sólo recordar como objetivo primerizo la constitución de dos grandes bloques que devenga en consecuencia en la búsqueda de la “estabilidad institucional») como al mismo tiempo se de un incentivo para que los partidos pequeños compitan dentro de las listas. De modo tal que, 1) el sistema binominal favorece la formación de determinados pactos, aunque no necesariamente su cooperación partidaria; 2) favorece a los partidos más grandes; 3) polarización moderada; 4) no se favorece la competencia entre las mismas coaliciones.

De acuerdo a la primera variable que propone Nohlen (“la distribución de las circunscripciones electorales) cabe afirmar lo siguiente: 1). En caso de que exista un partido dominante en una circunscripción, no habrá incentivo para la oposición de generar un contrabalance para revertir la situación, debido a la “predictibilidad” del resultado: “ya se sabe quién ganará” (ésta se extiende no sólo a la competencia partidaria, sino que también se inserta en la lógica del elector); 2) el tamaño invariable de la circunscripción es la característica básica del sistema electoral y determina en buena medida el efecto que tenga sobre la representación (Nohlen, 1995:53); 3) Podríamos caracterizar al sistema cuidadosamente bajo un escenario en menor grado de “gerrymandering”. Es decir, una forma de manipular la distribución de las circunscripciones en pos de obtener el mayor beneficio posible; 4) el tamaño de las circunscripciones determinará el efecto proporcional de un sistema electoral. Evidentemente (pensando en el binominal) cuanto menor es el tamaño de la circunscripción electoral, mayor es la desproporcionalidad del sistema. O dicho de otra forma, cuanto más pequeña es la circunscripción electoral, menor es el efecto proporcional del sistema binominal; esto significa que disminuyen las posibilidades electorales de los partidos pequeños. (Nohlen, Ibid); 5) Por último, si se extiende el análisis a una mirada más micro, podemos comprobar que a nivel de circunscripción, mientras mayor sea el porcentaje de no-representación (es decir, aquellos partidos que de alguna u otra forma, a pesar de estar participando dentro de los canales democráticos electorales, no obtienen representación parlamentaria), mayor será la anomalía y atrofia del binominal. Y viceversa, mientras menor sea el porcentaje de no-representación, mayor será la estabilidad y perpetuación del binominal.

En el último caso, podemos levantar diferentes hipótesis. En primer lugar, puede ser que tenían representación partidaria, en segundo lugar, se “binominalizó” el sistema en su totalidad y por lo tanto, se concluye que llega a su máximo esplendor. De todo esto se infiere que 1) los electores no quieren perder su voto (la afiliación es un aspecto sustancial); 2) los partidos deben competir dentro de las listas (a propósito de la lógica del incentivo consignada anteriormente); 3) predictibilidad del resultado (aunque también puede ocurrir una acción contraria a la presupuestada. Por ejemplo: el triunfo con menos votos de un candidato que hipotéticamente no podría haber ganado debido a la especulación segura del candidato supuestamente triunfador); 4) exclusión de terceras fuerzas; 5) distorsión de la representación producto del “distritaje” actual.

Respecto a la variable de candidatos, podemos caracterizar al binominal bajo dos ideas. Uno tiene que ver en que se constituye bajo una lista cerrada y no bloqueada. Esto quiere decir que, el orden de los candidatos puede ser modificado, ya sea mediante votos preferenciales o mediante reubicación de la lista (Nohlen, 1995:63). La otra idea tiene que ver con que el efecto y objetivo de las listas es doblar. Pero, a pesar del objetivo primario, se erige no obstante un escenario a contrario sensu. Lo que más ocurre en la realidad es que se genera una situación de no doblaje. Saliendo electo la 1era y 3era mayoría. Aquí ya hay que distinguir entre dos nociones que se encuentran subyacentes a una categoría más amplia de “mayoría”. Por un lado las mayorías conseguidas por un partido por medio de los votos, esto es, un partido consigue ya una mayoría absoluta de votos que, con independencia del sistema electoral, se traduce forzosamente en una mayoría de escaños (mayoría merecida). Por otro lado, una mayoría partidista que no se corresponde con una mayoría absoluta de votos para ese partido, sino que se consigue gracias al sistema electoral y a través de su efecto de desproporción más o menos fuerte en la relación entre votos y escaños (mayoría fabricada) (Nohlen, 1995:357).

Respecto a la cuestión de la votación cabe acentuar que la afiliación partidista del candidato ha demostrado ser cada vez más determinante del voto. (Nohlen, 1995:107). De modo tal que esta aseveración se puede concatenar perfectamente con la cuestión del comportamiento político electoral. Asimismo, a pesar de no formar mayoría en votación, puede formar mayoría parlamentaria a través de la constitución de escaños. Siguiendo este orden, podemos afirmar que en un binominal, sólo cuentan los votos triunfantes (recordar la dicotomía mayoría por mérito-mayoría fabricada). Una mayoría en rigor, se forma cuando existen criterios de desproporcionalidad dentro del mismo sistema (a propósito de los índices de desproporcionalidad –relación entre porcentaje de votos recibidos y escaños asignados- en Chile de un 7,2% y de una calidad de representación paupérrima de la cámara de un 53,7% [4]).

Por último, remitiré a la conversión de votos a escaños de forma bien sucinta a fin de que se comprenda de una manera más cómoda. Naturalmente, el resultado electoral depende de la conversión de votos a escaños. Esta conversión genera por consecuencia tres efectos en el binominal. Uno tiene que ver con el efecto sobre la conversión de votos en escaños, el efecto sobre el comportamiento electoral (electoral volatility), el efecto sobre la preferencia partidaria y el efecto sobre la composición del parlamento. Por lo tanto, y en consecuencia, el número de escaños va a depender netamente de la variación sociodemográfica y el tamaño del electorado. De aquí podemos categorizar al sistema mediante al grado de proporcionalidad y desproporcionalidad.[5]

NOTAS

*Las excentricidades o mejor dicho, las peculiaridades del propio sistema responderían en definitiva a una lógica constitucional. No obstante, en esta oportunidad, no voy a ahondar en los detalles propio del cambio societal, ni tampoco en la transformación de lo político con el objetivo de perpetuar desde un nuevo ethos cultural (el status quo actual) a una nueva matriz sociocultural y política. Véase Moulian, (1997); (1999); (2004); Gómez, (2010); Garretón, (2009).

1)  La fórmula decisoria y el objetivo de la representación pueden ser combinados, por ejemplo, al relacionar la fórmula de decisión por mayoría con el principio de representación proporcional […] La fórmula proporcional, utilizada en pequeñas circunscripciones, no conduce al objetivo de la representación proporcional, sino al de la representación por mayoría. (Nohlen, 1995: 97-98)

2) Es más, Nohlen en otros estudios va a propugnar la idea de que al momento de analizar un sistema electoral (a propósito del binominal) ha de ser de vital importancia observar: a) representación; b) concentración y efectividad; c) participación; d) simplicidad; f) y legitimidad. Véase Nohlen, Dieter. La reforma del sistema binominal desde una perspectiva comparada. Rev. cienc. polít. (Santiago), Santiago, v. 26, n. 1, 2006

3) Dice Nohlen (1995), para las elecciones parlamentarias, se rompió con la tradición de representación proporcional introduciendo, tanto para el Senado como para la Cámara de Diputados, el sistema binominal. Para el Senado (38), se establecieron 19 circunscripciones, mientras que para la Cámara de Diputados (120), se fijaron 60. Existe posibilidad de pactos electorales a nivel de circunscripción. Las listas contienen un máximo de dos candidatos. El elector tiene un voto para elegir el Senado y otro para elegir la Cámara de Diputados. Vota por candidatos, de modo que la lista es cerrada, pero no bloqueada. Obtienen los dos escaños de cada circunscripción las dos listas más votadas (suma de votos personales), resultan elegidos dentro de cada lista los candidatos más votados. Si una de las listas consigue más del doble de los votos obtenidos por la lista que le sigue en número de votos, obtiene los dos escaños. (Nohlen, 1995: 241-242)

4) *Una reforma necesaria: efectos del sistema binominal. Santiago, Chile: Flacso, 2006. 38 pp

5)   Todo sistema electoral mantiene una estrecha relación entre los efectos mecánicos del sistema per sé y los efectos psicológicos/subjetivos del elector. Un ejemplo concreto se puede medir a través de la noción de voto útil en el ballotage.

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