Historia

La trágica historia del sastre que quería comprobar que su invento funcionaba lanzándose desde la Torre Eiffel

Los humanos hemos creado cosas grandiosas, todas gracias a las ideas de científicos, profesionales y curiosos que han intentado todo por hacer la vida un poco más fácil y segura. Es normal que en el camino se encuentren con errores, pero a base de persistencia, unos cuantos ajustes y mucha suerte las cosas salen bien.

Por Ángela Barraza

25/06/2015

Publicado en

Historia / Tendencias

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Tristemente este no fue el caso de Franz Reichelt, un sastre que hizo todo por probar la funcionalidad de su invento, tanto que perdió la vida en el intento.

Franz nació en Viena en 1879, a los 19 años se mudó a París y comenzó a trabajar como sastre. Su buen trabajo hizo que se ganara una buena reputación entre la sociedad parisina, para 1909 le otorgaron la nacionalidad francesa y cambió su nombre a François.

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Con los avances tecnológicos de la época a Franz se le ocurrió una idea: crear un paracaídas que salvaría a los pilotos de aviones en caso de emergencia.

Su idea era genial ya que intentaría hacerlo ligero y fácil de transportar. Aunque el prototipo inicial pesaba 70 kilogramos y desplegaba 6 metros cuadrados de tela, el sastre logró perfeccionarlo hasta llega a los 9 kilogramos de peso y 32 metros cuadrados de envergadura.

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Para probar el invento, el sastre comenzó usando maniquíes a los que lanzaba desde la ventana de su estudio, que se encontraba en un quinto piso.

Los resultados no eran constantes y Franz llegó a la conclusión de que se debía a la altura. En 1911 logró que la policía francesa le otorgara permiso para lanzar a sus prototipos desde el primer piso de la Torre Eiffel.

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El experimento tampoco funcionó a pesar de los 57 metros de altura, así que Franz tuvo que buscar otra explicación a su fracaso. El resultado fue que los maniquíes, al no tener movilidad, no conseguían controlar el paracaídas como era debido. Un humano tendría que dar el salto.

Esta fue la decisión que le costó la vida a nuestro inventor. El 4 de febrero de 1912, Franz subió a la Torre Eiffel acompañado de dos amigos, un camarógrafo y su amado invento. Pero por supuesto, nadie esperaba que el final fuera a ser tan trágico.

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Los policías acordonaron la zona para proteger a los transeúntes, cuando el sastre se sintió preparado dio un salto al vacío.

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El papel que Franz había lanzado antes de dar el paso para comprobar el estado del viento no funcionó de nada. El paracaídas nunca se abrió y Franz cayó con un golpe seco sobre el suelo.

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Tras su muerte, los amigos de Franz declararon que habían intentado convencerlo de seguir lanzando maniquíes hasta asegurar el funcionamiento del invento, pero el sastre solo dijo “Quiero probar el experimento por mí mismo y sin engaños, ya que lo que quiero es probar el valor de mi invención.”

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Tal vez Franz confiaba mucho en su invento, o tal vez la fama y el dinero lo cegaron. Al final, las cámaras lo captaron todo, puedes ver la crónica del salto en este video.

Nunca sabremos qué razones tuvo el sastre para lanzarse al vacío, pero el exceso de confianza en un invento que no había resultado en el pasado lo llevó a tomar la peor decisión de su vida. Definitivamente es una historia triste, compártela si te gustó y así Franz llegará a los oídos de la gente por lo menos por su intento y valentía.

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