La tumba de Victor Noir: símbolo de fertilidad

Detrás de la puerta de un pequeño café ubicado frente a la fuente Saint Michel en París, se escuchaban las voces de políticos y periodistas que inundaban el lugar de ideas liberales, pensamientos que buscaban una nación justa, hombres deseosos de compartir la verdad y encontrar la igualdad

Por Ángela Barraza

28/09/2015

Publicado en

Historia / Tendencias

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Detrás de la puerta de un pequeño café ubicado frente a la fuente Saint Michel en París, se escuchaban las voces de políticos y periodistas que inundaban el lugar de ideas liberales, pensamientos que buscaban una nación justa, hombres deseosos de compartir la verdad y encontrar la igualdad.

Las paredes del famoso café Renaissance pronto se convirtieron en espectadoras y refugio de aquellos republicanos que buscaban conspirar en contra del Imperio.

Era la época del emperador Napoleón III, un tiempo en el que la iglesia, la milicia y la burguesía vendían su fidelidad al mejor postor: el emperador. Un régimen que poco a poco obligaba a Francia a olvidarse de la autonomía que la caracterizaba.

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En aquel café, entre el ruido de los debates y el choque de las tazas, un rugido profundo calmaba la intensidad y dureza de los debates, el sonido conocido como el grito del hipopótamo provenía de un joven periodista de nombre Yvan Salomon, mejor conocido como Victor Noir.

Su labor como redactor dentro del diario socialista La Marseillaise, le permitía costearse elegantes trajes negros y codearse con otros miembros del gremio para discutir los temas políticos de la época.

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En la escena política figuraba como parte de la dinastía Imperial Pierre-Napoleón Bonaparte, primo del emperador y sobrino del gran Napoleón I. El príncipe, en reacción a la situación política que los medios criticaban constantemente a la familia Imperial, se vio envuelto en una pelea con un periódico socialista de Córcega.

La Marseillaise, en apoyo al periódico, publicó una nota que desató la furia del príncipe causando que éste retara a duelo al editor del periódico parisino.

Con la finalidad de arreglar la situación y darle fin al conflicto entre la prensa y el Imperio, el editor envió a dos de sus redactores sin saber que el encuentro terminaría con la vida de uno de ellos.

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Victor Noir y su compañero Ulrich de Fonvielle se encontraron pasado el mediodía en el número 59 de la rue d’Auteuil, dirección del hogar del primo de Napoleón III. Era el 10 de enero de 1870, en medio de la disputa entre los periodistas y Pierra-Napoleón intensificaron la afición del príncipe por las armas y su poco tolerante temperamento causando que un balazo cayera sobre el pecho de Noir dando fin a su vida.

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Con la estabilidad de Francia colgando de un hilo y el sentimiento de tristeza que inundaba a la nación por la muerte de Victor Noir, París se iluminó por días rindiendo luto al terrible acontecimiento.

Con 200 mil asistentes a su funeral deseosas de tocar el féretro, Noir pronto se convirtió en un símbolo contra la opresión.

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“El feroz asesinato de Auteuil podría y debería ser el golpe de gracia contra el imperio. El 12 de enero (día del entierro), una gran oportunidad ha sido desperdiciada”. – Victor Hugo

Pierre -Bonaparte fue enviado a juicio en París en marzo de 1870 pero el resultado de este fue su absolución debido a que el juez afirmó que éste actuaba en defensa propia mientras que el director y el jefe de redacción fueron condenados a seis meses de cárcel por “ultraje al emperador”.

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Hoy, después de convertirse en símbolo de la nación en contra del imperio, la tumba del periodista pasado de ser un ícono republicano a símbolo de fertilidad.

Su tumba se encuentra en la división 92 del cementerio Père-Lachaise; sobre la lápida se encuentra una escultura de Victor Noir realizada en bronce sobre su lapida.

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La escultura realizada por el artista Jules Dalou se covnirtió en símbolo de fertilidad a finales de los años 60. Miles de mujeres de todo el mundo se acercan a la escultura para frotas su pantalón y pedir por su fertilidad.

El ritual consiste en depositar una flor sobre el sombrero de la escultura, besar los labios de Noir, tocarle los pies y frotar, sin pena, su entrepierna.

Sin duda, cierta o no la leyenda, la muerte del periodista no fue en vano, pues en su tiempo fue una celebridad para aquellos que defendían sus mismos ideales y hoy un amuleto de la suerte para las mujeres en busca de fertilidad y una placentera vida sexual.

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