Literatura y compromiso político

Julio Cortázar y el golpe de 1973: ¡Delenda Pinochet!

El célebre escritor argentino tuvo una cercana relación con Chile desde su juventud y siempre se consideró fanático de la obra de Pablo Neruda. Años después, Cortázar entablaría una estrecha amistad con el poeta Premio Nóbel de Literatura y con el entonces presidente Salvador Allende. Una vez consumado el golpe, el autor de Rayuela se encargaría de denunciar las atrocidades del gobierno de facto de Pinochet y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos.

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El  cigarro de la victoria

El 3 de noviembre de 1970, Julio Cortázar visitaba Chile por tercera vez -las dos primeras habían sido durante viajes de juventud en 1942 y 1946-. El contexto de su visita era nada más y nada menos que la asunción del Presidente Salvador Allende en El Palacio de La Moneda y significaba una importante muestra de apoyo al gobierno socialista.  Se pueden leer distintos fragmentos de la correspondencia de Cortázar donde se lo notaba más que complacido con la victoria de Allende y el rumbo que podía tomar Latinoamérica a través de la experiencia chilena.

Por ejemplo, en una carta del 26 de noviembre de 1970, Cortázar escribe: “Acabo de volver de Chile, donde fui a solidarizarme con el gobierno de Allende; fue un viaje improvisado que decidí en dos días al descubrir que de todas maneras no era posible estar ausente en momentos en que un país del Cono Sur se lanzaba a una tentativa socialista; me alegra mucho haber ido, aunque casi me mataron a fuerza de amor colectivo”.

En esa misma dirección y apenas tres días más tarde, Cortázar también le escribirá una carta al poeta cubano Roberto Fernández Retamar en la que cuenta algunos detalles de ese encuentro con Allende: “Sabrás quizá que me fui a Chile para decirle a Allende y a su gente cuánto me gustaba lo que está ocurriendo en ese país. Creo que hice bien, que le gustó mi presencia, y que sin jactancia (es quizá el único defecto que no tengo) fui útil en muchos sentidos”.

Con el paso del tiempo, la relación entre Allende y el escritor argentino crecía en confianza y camaradería. Las razones eran bastante simples: compartían mayoritariamente la visión política, económica y social del continente y se encontraban en las antípodas del colonialismo cultural que Estados Unidos intentaba imponer en Latinoamérica. Ese estrecho vínculo que unía a Cortázar y al presidente socialista puede comprobarse en la siguiente visita que realizó a Chile, en marzo de 1973, mientras se realizaban las elecciones parlamentarias en las que la oposición conservadora no obtenía los números necesarios para promover una salida “constitucional” de Allende. Cortázar escribe el 11 de marzo de 1973: “Asistí en Santiago al espléndido triunfo de la Unidad Popular, estuve con Allende y fumé con él el cigarro de la victoria (¡un regalo de Fidel!)”.

Antes de llamarlo Augusto, lo llamaría Hijo de Puta

Una vez consumado el golpe militar encabezado por Augusto Pinochet, Cortázar iniciará una rápida campaña de desprestigio hacia la dictadura y la violación sistemática de los derechos humanos que se sufrían en Chile. Desde su casa en París y en constante contacto con las ciudades más importantes de Europa, el autor de Rayuela encabezó solicitadas conferencias y paneles en contra del salvajismo que se vivía en esta parte del mundo.

Fruto de ese descontento, Cortázar accederá a dar su primera entrevista a la televisión en toda su vida para un canal mexicano. En ese sentido, se puede leer en una carta del 15 de octubre de 1973:  “Hace una semana, Y POR PRIMERA VEZ EN MI VIDA, acepté dejarme entrevistar por la televisión, pues me daba la oportunidad de atacar a la Junta militar en Chile, hablar de Pablo Neruda, y definir mi idea de revolución en América Latina”.

Dos meses después, el escritor argentino le escribirá a Ariel Dorfman para comunicarle la alegría que sentía por la posibilidad de escaparse de Chile que tuvo el co-autor de Para leer al Pato Donald.  En la misma misiva, Cortázar detallaba los planes que seguirían para combatir a la dictadura chilena: buscar apoyo de distintos sectores para que los exiliados puedan radicarse en Europa, avanzar con el trabajo y condena del Tribunal Russel a lo sucedido en Chile, la organización de un Congreso antifascista y la compilación de lo que luego sería Chili, le dossier noir (Chile, el libro negro, Gallimard, 1974), libro que relataba e informaba las aberraciones políticas, económicas y sociales que implementaba la dictadura de Pinochet.

Dicho compromiso no le sería gratuito a Cortázar, ya que vería drásticamente reducido su tiempo para dedicarse a la actividad literaria, la censura de algunos de sus libros y hasta la crítica por derecha e izquierda de autores de todas partes del continente. Son varias las cartas en la que el escritor se quejaba de que “por culpa de los Pinochet y Videlas” veía reducido su tiempo para escribir o leer. Tampoco es casualidad que por esos años salga la obra literaria más comprometida del autor: El libro de Manuel, en el cual aprovecha a entremezclar en una historia de ficción violaciones reales de los derechos humanos que se vivían en el Continente.

Justamente gracias a El libro de Manuel se le será otorgado el premio Medicis étranger, es decir el premio al mejor libro extranjero publicado en Francia. Cortázar decidió que el monto de dicho galardón (950 dólares) sea donado a la resistencia chilena de la época, lo cual causó en igual medida comentarios elogiosos y duras críticas. Sin embargo, dicha situación no le quitaba su particular sentido del humor y su visión de la literatura como un juego muy serio. El 9 de abril de 1974, Cortázar escribe en una carta a Gregory Rabassa este poema: Si yo fuera una mujer chilena / y me naciera un hijo, /antes de llamarlo Augusto /lo llamaría Hijo de Puta,/ sin contar que si lo llamara Augusto/ entonces los demás lo llamarían Hijo de Puta.

Para finalizar, nos gustaría citar el texto de Cortázar que da título a esta nota. Retomando la antigua y famosa frase italiana Delenda Carthago (Carthago debe ser destruída), Cortázar asegura que si “Catón el censor” (personaje al que se le atribuye el enunciado) viviera en su tiempo, diría permanentemente Delenda Pinochet. En el artículo “Chile: otra versión del infierno” de 1975, Cortázar afirma sin dudar: “Creo sobre todo que un escritor latinoamericano (…) tiene la obligación de ser Catón, de repetir hasta el hartazgo: Delenda Pinochet”.

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