EL caso del envenenado II


Por Director

28/03/2006

Publicado en

Justicia y DD.HH

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Juana Blas es una mujer de carácter fuerte. Ella es la persona imputada por la viuda Mariela Obando de haber participado en el deceso de su esposo, el agricultor Domingo Blas Flores, encontrado muerto en extrañas circunstancias en enero del 2002. La mujer se defiende de los cargos señalando que no quiere “caer en las mentiras de Obando”. Ni siquiera permite que le tomemos una fotografía.


Frente a las graves acusaciones que la involucran no sólo con la muerte de su hermano, sino también con la venta de una propiedad del matrimonio Blas-Obando, ella es enérgica: «Cómo yo iba a matar a mi propio hermano… son puras mentiras. Yo lo recibí porque su mujer no le daba ni qué comer”.
Pese a que estuvieron peleados por varios años, supuestamente por culpa de la esposa del malogrado campesino, Juana Blas no puso problemas a la hora de arreglar la situación con su hermano y traerlo a vivir a su casa. Lo extraño es que esta reconciliación sólo ocurrió pocos meses antes de la muerte del lugareño.
Sin embargo, ella misma nos confidenció que los problemas con su cuñada ya venían arrastrándose de mucho tiempo atrás. Incluso nos relató un violento incidente acaecido mucho antes de la muerte: “Una vez tuvimos un disgusto y yo le pegué, por insolente. No una gran cosa, la pesqué de las mechas y la revolqué un poco, allá, a la salida del pueblo. Entre los dos, con mi hermano, trataron de pegarme. En el retén no les hicieron caso porque ella no tenía heridas”, nos detalla Juana Blas.

NEGOCIO OCULTO
Pero estos no son los únicos antecedentes de violencia e intimidación de la mujer. Varios vecinos de sectores aledaños a su propiedad, quienes ni siquiera se atrevieron a dar sus nombres, calificaron a doña Juana de “violenta y mala persona”. Incluso algunos manifestaban estar abiertamente temerosos de las represalias que pudiera tomar en contra de quienes hablaran mal de ella.
Respecto a la aparente posesión de un local de venta de alcoholes clandestino, Juana Blas dijo “yo sólo vendo chicha, nada más, acá todo el mundo la vende. Los que dicen (que tengo un clandestino) lo hacen porque están enojados conmigo por otras cosas. Yo no tengo problemas con nadie”. Esto fue refutado por más de 10 personas, tanto en Paillaco como en Reumén y Chapuco. Nuevamente sin darnos nombres, por temor a alguna clase de desquite, varios testigos, incluyendo funcionarios del Servicio de Salud de Reumén y una amiga muy cercana, dijeron saber que la mujer sí tenía un expendio de licor, donde no sólo vendía chicha como lo señaló, sino también pisco, vino y otros tragos.
En relación con la compra que habría hecho a la propiedad de su hermano, doña Juana tuvo más de tres contradicciones en menos de media hora de conversación. Según datos del juzgado de Paillaco, el terreno fue vendido en casi 3 millones de pesos. No obstante, en primera instancia y al preguntársele por él, Juana Blas dijo que la entrega se la habría hecho Domingo voluntariamente, señalando que su hermano le expresó que “él prefería dármelo todo a mí y no a ella”.
Poco rato después, la señora Juana comentó que él le había vendido esa tierra, “con la condición de que yo lo tuviera en mi casa”. Peor aún, Juana Blas explicó que “él firmó ante notario que yo le había pagado, pero yo no le pagué. Fue como un regalo al final, porque éramos hermanos. El acuerdo era pagarle de a poco, porque yo lo iba a mantener”.
Las contradicciones respecto al tema del terreno continúan cuando hablamos de lo que sucedió con esas tierras, después de la muerte de Domingo Blas Flores. Señala haberlas vendido a un nieto, “al mismo precio bajo. Pedí lo mismo”. Pocos minutos después, señala que el campo se lo regaló a su nieto y que ella aún se lo trabaja.

AMIGAS ENEMISTADAS
La viuda Mariela Obando nombró a varias personas que estarían relacionadas con la muerte de su marido. Una de ellas es Erika García, vecina y antigua amiga de Juana Blas. Erika trabaja manejando un colectivo y fue una de las personas a las que habría llamado la hermana del occiso, al momento de encontrar el cadáver. Ella es sindicada como una de las cómplices del supuesto crimen, según la abuela Obando.
En la actualidad y pese a que eran íntimas, Erika García está distanciada y peleada con Juana Blas. Es más, señala que para ella, “ambas, la señora Mariela y la señora Juanita, son malas y no les creo del todo. A mí algo me dice el hecho de que doña Juana andaba animada y contenta con la pérdida del terreno de doña Mariela” y que, luego de la muerte de su hermano, tampoco se veía muy triste. De hecho, ella siente que a Juana Blas ni siquiera le inmutó el sufrimiento de su cuñada.
Según nos cuenta, el día del suicidio, García llevó a la señora Juana a Paillaco y la trajo de vuelta como a las 13 horas, dejándola a la entrada de su casa. Luego, la chofer habría vuelto a su hogar, donde estaba “almorzando con su esposo, cuando escuché que doña Juana me mandaba a buscar, porque don Domingo estaba tirado en el patio, muerto”. Cuando llegó, dieron cuenta a carabineros. Estos llamaron a Laura Zúñiga, la técnico paramédico de la posta de Reumén que revisó, de manera muy básica, el cadáver.

ASISTENCIA A UN SUICIDIO
La asistente recuerda que “me fue a buscar carabineros y fuimos a la casa de la señora Juana. Ahí constaté el fallecimiento del abuelito. Lo único que me llamó la atención, fue el color morado que tenía en su rostro. La verdad no me acuerdo tanto. El sulfato de cobre es de libre comercio, se vende en cualquier parte y se usa para lavar las patas de los animales y quitarles los hongos. Yo no lo toqué mucho, porque creo que no me dejaron, pero no seguí revisándolo. Parece que ellos fueron primero que yo. No me acuerdo mucho”.
Para Juana Blas, su hermano quería suicidarse, porque sentía que ya no era feliz con su esposa y estaba aburrido. Según puntualiza la mujer: “en todo caso a ella, a la Mariela, yo nunca la quise. Ni yo ni él queríamos nada de ella. De hecho cuando él vino a mi casa, yo le quemé la ropa vieja y le compré un montón de ropa nueva. Sus colchones los quemó una vecina…”
Ante la consulta de qué sucedería si se abriera una nueva investigación, Juana Blas dice -con aparente seguridad- no tener miedo y agrega enseguida que “si ella (Mariela Obando) la vuelve a revolver, yo no tengo plata pa’ pagar… ella me tendría que pagar los pasajes…”

Jorge Quagliaroli

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