La fractura dentro del Movimiento al Socialismo (MAS) ha dejado de ser una disputa partidaria para convertirse en un conflicto de Estado. El presidente de Bolivia, Luis Arce, ordenó este miércoles el uso de fuerzas policiales y militares para levantar los bloqueos carreteros organizados por sectores afines al expresidente Evo Morales, quien denunció una escalada autoritaria por parte del Ejecutivo.
Los operativos comenzaron en el punto neurálgico de Parotani, cerca de Cochabamba, donde agentes antimotines utilizaron gases lacrimógenos y maquinaria pesada para dispersar manifestantes y despejar los caminos. El gobierno justificó la medida acusando a los bloqueos de generar desabasto, especulación en alimentos y caos en el transporte.
“Estamos ante un intento de golpe blando”, advirtió Arce, al señalar que los cortes de ruta buscan desestabilizar su gestión y forzar la candidatura inconstitucional de Evo Morales, inhabilitado por decisión del Tribunal Constitucional para postularse a un nuevo mandato presidencial.
Sin embargo, la respuesta del exmandatario no tardó. Desde su bastión en el trópico cochabambino, Morales denunció una “criminalización de la protesta” y aseguró que el operativo solo servirá para provocar una “mayor rebelión y sublevación del pueblo”.
La Fiscalía boliviana ha abierto una investigación en su contra por delitos como terrorismo e incitación al cerco de La Paz, mientras crecen las voces que acusan a Arce de usar los aparatos del Estado para frenar políticamente al líder que durante años representó al pueblo indígena y campesino.
La crisis va más allá de nombres: revela una disputa de fondo sobre el rumbo del proceso de cambio iniciado en 2006. Mientras Arce busca estabilizar una economía golpeada por la inflación, la escasez de dólares y la caída de reservas, Morales convoca a las bases a resistir lo que considera una deriva conservadora al interior del MAS.
Las rutas bloqueadas desde hace más de una semana ya han afectado el suministro de combustible, el transporte de carne y el precio de productos básicos en varias regiones del país. Pero el conflicto no se resuelve con gases lacrimógenos. Se cocina a fuego lento una batalla ideológica que marcará el rumbo de Bolivia en los próximos años: democracia o exclusión, pluralidad o verticalismo
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