Por qué el día de muertos es mejor que Halloween

En la actualidad, la mezcla de tradiciones y costumbres hace que la cultura se convierta en un híbrido extraño del que todos somos parte

Por Ángela Barraza

06/10/2015

Publicado en

Cultura / Latinoamérica

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En la actualidad, la mezcla de tradiciones y costumbres hace que la cultura se convierta en un híbrido extraño del que todos somos parte. Halloween, popularizado por los estadounidenses, es una tradición celta que cada vez vemos más presente en nuestro país. No vemos mal que el 31 de octubre nos disfracemos de espeluznantes monstruos de las películas más aterradoras de Hollywood. Tampoco nos parece raro comprar calabazas o pedir dulces. Sin embargo, a pesar de ser así, también existen otras tradiciones, que son latinoamericanas que podríamos pensar en importar para que este día adquiera un sentido más profundo y más «nuestro» como lo es la costumbre indígena mexicana que hace posible que nuestros muertos regresen del Mictlán.

dia de muertos centro
Ambas tradiciones son completamente distintas y muy lejanas a la forma en que tenemos de vivir la muerte en Chile; sin embargo, en realidad, la combinación que vivimos es indisociable al avance cultural y globalizado al que estamos sometidos a través de los medios de comunicación y la cercanía de los países. Y es por eso mismo que quizás sería más cercano el preferir el ancestral día de muertos, en el que las costumbres prehispánicas se enaltecen y recuerdan. Aquí algunas razones para preferir el día de muertos en lugar del Halloween si queremos celebrar y darle un sentido especial a ese día.


Mantener viva la historia

dia de muertos craneos
El 1 y 2 de noviembre se celebran, respectivamente, el día de todos los santos y el de los fieles difuntos. Destinados para rendir culto a nuestros antepasados. En Chile, tímidamente vamos, cada vez con menos frecuencia, al cementerio a dejar unas pocas flores y ya. Sin embargo, en México, el pueblo se congrega ante sus muertos y, en un ritual mítico, los difuntos «regresan». En tiempos prehispánicos los mexicas, mixtecas, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros, celebraban a sus muertos el noveno mes del calendario nahua y el décimo mes del año, al final del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol. Los mexicas suponían que había tres inframundos a donde se dirigían los muertos, según el tipo de muerte al que se habían enfrentado: el Mictán, lugar de los muertos, poco favorable donde iban las almas no elegidas por los dioses; el Tlalocan y el tercero conformado por Cihuatlampa y Mocihuaquetzque, donde los difuntos iban al sol.

Cuando se mezcló con las tradiciones católicas se cambió de fecha, pero la alegoría y fiesta entorno a ella continuó. Se realizó un sincretismo cultural intenso en el que tanto España como México, aportaron con sus costumbres para darle color a la fiesta que ahora conocemos y que nos ayudaría a convivir con la memoria de nuestros difuntos de una forma más alegre para celebrar sus vidas, cosa a la que no estamos acostumbrados.

El pan de muerto

pan de muerto
En la época prehispánica se realizaban distintos panes que se utilizaban como ofrendas para los muertos o los espíritus. En la actualidad, los panes de muerto son diversos en todo México. En el centro se utilizan bolitas de pan que representan los huesos y se colocan encima del óvalo de pan. En otras regiones se realizan panes con forma de esqueleto o antropomorfos; las encaladillas, con masa parecida a la galleta; en Texcoco el pan conejo, que tiene manteca, nuez, guayaba y canela es el tradicional; en Guerrero resaltan los panes llamados camarones y aquellos con figuras de animales, como peces, perros o mariposas, igual que en Acámbaro, Guanajuato.

En Tula, se hacen gorditas de masa con arena de hormiguero; en Michoacán existe un pan típico llamado “pan de hule”, que lleva en la parte superior una dedicatoria para el difunto; el rosqueta, hecha con hojas de plátano, anís y piloncillo o las corundas, hechas de masa de maíz y un punto de salsa de tomate con chile de árbol, envuelto en hojas de milpa verde, son algunos de los que podemos apreciar. Aunque estos son los más representativos, existen otros tipos distintos de panes a lo largo de toda la república que representan a los muertos de cada hogar .

Antes de la conquista se sacrificaba el corazón de una doncella y, revuelto con amaranto, quien encabezara el ritual de la festividad, lo mordía como agradecimiento a su Dios. A la llegada de los españoles se prohibió el ritual y se elaboró un pan de trigo en forma de corazón, bañado en azúcar pintada de rojo y así comenzó la tradición del pan de muerto.

Para quienes no están familiarizados con la cultura mexicana puede ser un poco perturbadora esta figura del «pan de muerto», sin embargo, es delicioso y podría «enriquecer» nuestra gastronomía que es tan poco festiva.

Las ofrendas

ofrenda de muertos
Las ofrendas son una parte infaltable de la tradición del día de muertos, aquellas que permiten compartir y convivir con los difuntos. Ellos, por otra parte, pueden absorber la esencia de los más deliciosos manjares en ese día de «visita al mundo de los vivos». Pero también es el ejemplo más claro de unión cultural: los españoles pusieron algunas flores y velas, los indígenas el copal, la comida y la flor de cempasúchil.

Esos elementos ahora son indispensables, pues cada uno representa un ingrediente espiritual: el agua mitiga la sed después del largo recorrido, alumbra el camino y simboliza la pureza del alma; la sal sirve para que el cuerpo no se corrompa en su viaje de ida y vuelta; las velas significan la luz, la fe y la esperanza, es la guía del camino que permite alumbrar el hogar, en algunos lugares, cada vela representa a un difunto. El incienso, por otro lado, limpia el lugar de los malos espíritus para que el alma entre al hogar sin ningún peligro; las flores son símbolo de festividad y también sirven para guiar al difunto hacia la ofrenda. El pan representa la eucaristía. Y por último, los alimentos preferidos del difunto, aquellos que disfrutará, al menos en esencia, se convierten en el centro de la ofrenda, lo más importante.

De esta forma, le podemos dar un sentido familiar a este día que vaya un poquito más en un sentido espiritual en vez de andar molestando a los vecinos a cambio de dulces y de enseñarle a los niños que tienen que amenazar con «travesuras» si no consiguen lo que quieren. En este sentido, Halloween viene a ser una especie de proto-asalto mientras que el día de muertos está enfocado a la conmemoración de los difuntos y sus vidas.

Recordar a nuestros muertos y celebrar a la muerte

dia de muertos
El día de muertos sirve para recordar a nuestros difuntos y saber que, aunque ya no están presentes, permanecerán en nuestra memoria. A muchos, ese día les sirve como consuelo, pero para la mayoría de los mexicanos, el día de muertos es de fiesta y alegría. Al mexicano no le da miedo la muerte, la respeta y admira, pero también se burla de ella y la hace parte de su vida cotidiana. La muerte no es un símbolo de miedo o terror, como lo es en nuestra cultura, la muerte, en México, también es símbolo de fiesta. Adornan sus hogares con papel picado y flores porque le dan la bienvenida. Van a los panteones porque visitan a sus antepasados con una sonrisa y gran alegría, porque es el único día en el que vivos y muertos conviven.


Las catrinas

sueno de una tarde dominical en la alameda
En México, tienen tan arraigado el símbolo de la muerte que deciden representarlo en sus obras de arte y pinturas. El primero que lo hizo fue José Guadalupe Posada, quien criticó a la sociedad mexicana y a quienes se creían europeos pero tenían más rasgos indígenas que cualquiera, a los que llamó garbanceros. Su calavera no tenía ropa, solamente un sombrero que le servía para burlarse de aquellos que querían aparentar un estilo de vida que no les correspondía. Después, Diego Rivera la bautizó con el nombre de Catrina y adaptó su forma a la que hoy conocemos, pintándola en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Desde ese momento, la Catrina ha servido como representación de México y el día de muertos, el papel picado la retoma, y los adornos que acompañan a estas fiestas, la utilizan como símbolo del mes.

La representación de la Catrina vuelve a la muerte algo más cercano. Más «natural» al darle una suerte de «presencia» con la cual convivir. La gravedad con la que vivimos en Chile el tema de la muerte, en cambio, nos hace ver este episodio con el que culmina la vida como algo demasiado doloroso, como un tema tabú del cual no se debe hablar. Desnaturalizamos la muerte y nos olvidamos de que es lo único cierto que tenemos y de que gracias a ella, la vida es sustentable. Sería hermoso que pudiéramos convivir con la muerte como lo que es: una parte de la vida.

Es latina

la llorona

Está perfecto que tengamos días de celebración. Ojalá hubieran más motivos para celebrar cualquier cosa en nuestra cotidianidad hostil y competitiva. Por esta razón, lejos de desincentivar la incorporación de fiestas de otras culturas, las celebro ya que la multiculturalidad SIEMPRE es riqueza, venga de donde venga. Sin embargo, creo que  Halloween tiene un espíritu más lejano de lo que podríamos esperar de nosotros mismos en un afán que va por el ideal de integrar raíces latinoamericanas que nos enriquezcan y que estrechen las fronteras de latinoamerica. Por esta razón, este post es una invitación a revisar otras formas de celebrar un día que debiese ser mucho más importante de lo que es, hoy, para nosotros.

Con información de CulturaColectiva

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