Las estrategias de seguridad son sólo la prolongación del terror

«No se trata […] de un choque de civilizaciones o de religiones, esto sobrepasa con creces al Islam y a América, sobre los que se intenta focalizar el conflicto para concederse la ilusión de un enfrentamiento visible y de una solución de fuerza

Por Arturo Ledezma

13/01/2015

Publicado en

Literatura

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«No se trata […] de un choque de civilizaciones o de religiones, esto sobrepasa con creces al Islam y a América, sobre los que se intenta focalizar el conflicto para concederse la ilusión de un enfrentamiento visible y de una solución de fuerza. Se trata efectivamente de un antagonismo fundamental, pero que, a través del espectro de América (que es tal vez su epicentro, pero en absoluto la encarnación de la mundialización por sí sola) y a través del Islam (que tampoco es la encarnación del terrorismo), designa la mundialización triunfante en conflicto consigo misma. En este sentido, es posible de hecho hablar de una guerra mundial, ya que tiene como apuesta la mundialización misma. Las dos primeras guerras mundiales respondían a la imagen clásica de la guerra. La primera puso fin a la supremacía de Europa y de la era colonial. La segunda puso fin al nazismo. La tercera, que ha tenido efectivamente lugar, en la forma de guerra fría y de disuasión, puso fin al comunismo. De una a otra, cada vez hemos ido más lejos en dirección a un orden mundial único. Hoy, éste, llegado virtualmente a su cumplimiento, se encuentra en conflicto con fuerzas antagónicas difundidas por doquier en el corazón mismo de lo mundial, en todas las convulsiones actuales. Guerra fractal de todas las células, de todas las singularidades que se rebelan en forma de anticuerpos. Enfrentamiento tan inaprensible que de vez en cuando es preciso salvar la idea de la guerra con escenificaciones espectaculares, como las del Golfo y la de Afganistán. Pero la cuarta guerra mundial está en otra parte. Ella es eso que ronda todo orden mundial, toda dominación hegemónica —si el Islam dominara el mundo el terrorismo se levantaría contra el Islam. Porque es el mundo mismo el que se resiste a la mundialización.
[…]
Por otra parte, todas las estrategias de seguridad son sólo la prolongación del terror. Y la verdadera victoria del terrorismo es haber sumergido a todo Occidente en la obsesión de la seguridad, es decir, en una forma velada de terror perpetuo.
El espectro del terrorismo fuerza a Occidente a aterrorizarse a sí mismo —la red policial planetaria que equivale a la tensión de una guerra fría universal, de una cuarta guerra mundial que se inscribe en los cuerpos y en las costumbres.
De tal modo, los poderosos de este mundo se han reunido recientemente en Roma para firmar un tratado que, proclaman a coro, pone punto final a la guerra fría. Pero no han salido aún del aeropuerto y ya están acorralados en el asfalto, rodeados de blindados, de alambradas de espino, de helicópteros, es decir, de todos los símbolos de la nueva guerra fría, la de la seguridad armada, la de la disuasión perpetua de un enemigo invisible.»
Jean BaudrillardL’esprit du terrorisme (2001) / Power Inferno (2002)

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