La marcha por el medio ambiente, Greta Thunberg y las reflexiones a propósito

El Ciudadano estuvo en la masiva movilización contra la crisis climática

Por Daniel Labbé Yáñez

30/09/2019

Publicado en

Chile / Medio Ambiente / Portada

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Catalina Hernández Segura

El día está bonito. Hace calor. Harto calor. Y de eso mismo se trataba la marcha que a eso de las seis de la tarde del viernes ya reunía a miles de manifestantes, de todas las edades, en Plaza Italia.

El verde es el color que más se lleva en esta marcha. Los que empiezan los gritos son pocos, me imagino porque es primera vez que la gente se junta para hacer algo por el cambio climático. Comienza la caminata y seguido a ella el primer canto:

¿Y cómo, y cómo, y cómo es la huea? ¡Hay agua pal’ “guanaco” y no para plantar!

Este canto en general sirve para todo. Es como una sandía calada entre tanta gente, que por supuesto empezó a corear en masa mientras levantaban sus carteles, que en esta ocasión eran todos de cartón. Pienso en la genialidad de hacer todos los carteles de cartón y por qué no se ha popularizado como la cara de Greta Thunberg, que apareció en forma de máscara en más de cuatro manifestantes.

Y sobre los carteles de cartón, que a medida en que me iba mezclando por la marcha iba viendo, pienso en la creatividad de las manualidades, muchos planetas Tierra dibujados con corazones arriba, con ojos de cruz como muertos, con cara de estar enfermos o simplemente bien pintados al lado de alguna frase que llame a cuidarlo. También habían Lisas Simpsons, generando la comparación entre la activista de 16 años y ella, lo cual me parece inmediatamente lógico, considerando, además de los memes, la similitud en su vehemencia y convicción frente a una idea que necesita apoyo masivo.

Piñera, entiende, el agua no se vende

La gente anda diciendo

Llegando al GAM las personas se dispersan y el solcito de la tarde empieza a bajar. Ahí está toda la fuerza policial, carros lanzaaguas y muchos escudos para resguardar una marcha que en su mayoría reúne a mamás con sus hijos e hijas, adultos, extranjeros y jóvenes batuqueando. A diferencia de otras movilizaciones, esta se caracterizó claramente por los mensajes lindos y sentidos a propósito del cuidado desde la casa y yo, como fumadora, me sentí absolutamente privada de encender algún cigarro. Nadie fumaba, nadie vendía latas de cerveza.

Pasando por Santa Lucía la masa se detuvo para gritar al rededor de los tambores, generando una especie de ritual al medio de la calle. En un comienzo unos pocos, pero a los minutos un círculo gigante de personas saltando se empezó a formar. Era una marcha feliz, al menos desde la vereda sur se veía así. Una marcha llena de comentarios tipo: Qué le pones a tu detergente de naranjas conservadas o Esta tierra es la única que tiene a Chayanne, cuidémosla, por la chucha.

Más entrada la noche, comencé a avanzar entre un grupo de mujeres que discutía la labor de Greta Thunberg en todo el avance por esta lucha. Una de ellas, la que tenía en la cara un planeta tierra pintado, señalaba vehemente: “No creo posible que ella piense todo eso sola, es una adolescente y siento que le están robando su juventud”. Otra de las mujeres la miraba y asentía con la cabeza, mientras que la última le respondía: “A mí me hubiese gustado que me quitaran la juventud de esa forma. Creo que la Greta tiene súper claro lo que está provocando. Imagínate, la pendeja no se quiso sentar con Piñera ni con los líderes mundiales; yo a los 16 con cueva le recogía los mojones a mi perro, solo cuando alguien estaba mirando, sino los dejaba ahí en el parque”. “Es otra generación -decía la que aún no opinaba-, es una generación consciente de todas las cagás que nos mandamos con el planeta”.

Caminé un poco más rápido y perdí el hilo de lo que conversaban, además porque tanto rato escuchando me hizo sentir imprudente, pero no me quitó las ganas de silenciosamente participar de otra discusión y siento que eso era lo más interesante de estas reflexiones, particularmente intensas y profundas. Por ejemplo, una niña de unos 17 años le preguntaba a otra de la misma edad si es que ella tendría hijos en este “tiempo de mierda”. Ella, muy rápidamente le contestó que no, que sería hacerle un daño a ese pequeño o pequeña y agregaba que “para qué, si el mundo igual se va acabar”. Se empezaron a reír con cierta incomodidad de saber que con lo que bromeaban estaban en algún punto acertando a una realidad que pocos están entendiendo. O así lo vi en sus caras.

Al lado mío, un señor vestido de blanco lleva a su hija en los hombros, ella porta un cartel que dice “quiero vivir en un planeta sano, no enfermo”, y mientras camina le dice a un amigo: “Oye huevón, ¿por qué dicen que los defensores de esta causa son izquierdistas?…” y entre broma remata: “Yo sé que la gente de derecha son unos disociados sociales, pero cómo tanto? El amigo se ríe y pone un poco de seriedad, diciéndole que las grandes empresas se empeñan en discutir con el progreso del movimiento porque afecta a la economía. Ambos se quedan en silencio porque un golpe en el paradero nos hace a todos mirar hacia la izquierda.

Variable encapuchados

Nos estamos acercando al final de la movilización, el cielo ya oscurecido empieza a dispersar a las personas y el ruido del paradero se traduce en unos 20 encapuchados corriendo entremedio de todos y todas luego de tirar una especie de bengala y activar las alarmas de Carabineros, que hasta ese minuto no se habían pronunciado.

Mentiría si dijese que vi disturbios, aunque claramente los hubo. Mentiría también si dijese que fue una marcha que se llevó a cabo en absoluta paz, porque en evidencia posterior, sabemos que no fue así.

El factor encapuchado, que a mi parecer, se explica desde la ira y la poca comprensión por el abandono del Estado en tantos factores, estuvo presente en la “parte fea” de la marcha, pero creo que solo el hecho de haber tenido que esperar a salir para encender mi primer cigarro, me hace entender que fue positivo, que escuchar a personas discutiendo a propósito de lo que deberían hacer para aportar un poco a la acción, es un avance.

Creemos que lo sabemos todo. Creemos que es imposible engañarnos e incluso creemos tener la verdad absoluta con el Internet de nuestro lado, pero no es así. No solamente compartiendo los videos se hacen cosas, no solamente defendiendo la postura de Greta Thunberg o comparándola con Lisa estamos haciendo efectivo nuestro parecer. Si hubo personas que se restaron de esta manifestación también es porque no entienden que es algo que nos concierne a todos y todas. Es diferente decir que una marcha por las AFP “no nos representa a todos”, porque esto es por el planeta y eso, creo, fue lo que más escuché en mi tránsito por la marcha, el conocimiento de que si no se hace nada, literalmente, morimos todos.

¿Cuándo se está exagerando?

Pensé varias veces en si poner la frase morimos todos, pero la creo necesaria. Siento que no es una exageración. De mis amigos, solo uno me dijo que no iría porque no encontraba sentido a ir a una marcha que generaría probablemente más basura en la Alameda que cualquier otra convocatoria -al final de la marcha estaban los recogedores casi escoltándonos con sus carritos recolectores-, pero ese amigo, que no quiso acercarse a la muchedumbre por ansiedad o porque realmente creía en su discurso, es de esas personas que se mete una naranja en el bolsillo y en el otro el queso con tal de no tomar una bolsa plástica, es alguien que prefiere romper una polera regalona en vez de comprar los pañitos de cloro que facilitan tanto una limpieza hogareña. Y así, el desafío está en hacer algo. En hacerse cargo.

“La idea de reducir nuestras emisiones a la mitad en 10 años solo nos da un 50% de posibilidades de mantenernos por debajo de los 1,5 grados y el riesgo de desencadenar reacciones irreversibles en cadena más allá del control humano.

Para tener un 67% de posibilidades de mantenernos por debajo de un aumento de la temperatura global de 1,5 grados, las mejores probabilidades dadas por el IPCC (el Panel Intergubernamental de Cambio Climático), el mundo tenía 420 gigatoneladas de CO2 para emitir el 1º de enero de 2018.

Con los niveles de emisiones actuales, ese presupuesto restante de CO2 desaparecerá por completo en menos de 8 años y medio. El mundo se está despertando. Y se viene el cambio, les guste o no”.

Esto es parte del discurso que la lúcida activista hizo frente a la ONU, que según yo, tiene más sentido que poner en la lista de izquierda a quienes defienden este tipo de causas. Se defienden tantas cosas, ¿por qué no esta?

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