Detrás del aura mesiánica de Elon Musk, ícono del capitalismo digital y empresario predilecto de los sectores más reaccionarios de Estados Unidos, se esconde una historia de excesos, negligencia emocional y poder sin control. Una investigación publicada por el New York Times destapa las sombras que rondan al magnate mientras sigue orbitando peligrosamente cerca del poder político: el de Donald Trump.
Un laboratorio ambulante de drogas y privilegio
Según múltiples fuentes consultadas por el diario estadounidense, Musk habría mantenido un consumo frecuente y descontrolado de sustancias psicotrópicas durante su participación en el gobierno paralelo impulsado por Trump: el “Departamento de Eficiencia Gubernamental” o DOGE, un organismo improvisado fuera del aparato institucional. La ketamina, una droga disociativa potente, era su favorita. Su uso era diario. Su combinación con éxtasis, hongos alucinógenos y Adderall (un potente estimulante para el TDAH) era habitual. Musk cargaba, según testigos, una caja diaria con más de 20 pastillas.
Las consecuencias no tardaron en notarse: episodios de salud relacionados con daño en la vejiga –efecto conocido del uso prolongado de ketamina–, y un patrón de conducta errática que varios de sus colaboradores describen como “impredecible” y “paranoico”.
Catorce hijos y el caos familiar como rutina
La imagen del padre visionario también se desdibuja. Elon Musk ha tenido, hasta la fecha, catorce hijos con al menos cuatro mujeres distintas. Uno de ellos, según la investigación, sería fruto de un procedimiento de inseminación artificial con una cantante pop japonesa, presuntamente la vocalista Ado, aunque este dato no ha sido confirmado oficialmente.
En paralelo, mantiene una amarga disputa legal con la artista canadiense Grimes por la custodia de su hijo de cinco años, X Æ A-12. La demanda, radicada en California, acusa a Musk de incumplir acuerdos parentales y de intentar imponer sus decisiones mediante amenazas.
El poder, la impunidad y Trump como escudo
A pesar de las revelaciones, la respuesta de Musk ha sido tan evasiva como arrogante. En una aparición ante medios en la Casa Blanca, el magnate descalificó al New York Times con su habitual tono burlón, tildando la publicación de “basura sensacionalista”.
Pero lo verdaderamente preocupante es la respuesta institucional: el expresidente Trump —quien ha reincorporado a Musk como asesor informal— no sólo lo respalda, sino que lo sigue considerando “un genio incomprendido”. Esta protección política, en un momento en que la democracia estadounidense sufre su mayor desgaste en décadas, muestra cómo el poder económico y el autoritarismo se entrelazan en figuras como Musk.
Un síntoma del capitalismo enfermo
La historia de Elon Musk no es solo la de un individuo. Es la de un sistema que permite que hombres ricos, blancos y desquiciados acumulen influencia sin límites, ni rendición de cuentas. La misma sociedad que exalta a los multimillonarios como salvadores tecnológicos, guarda silencio ante los abusos, las adicciones y los vínculos oscuros con el poder.
Véase también: EE. UU. intensifica la revocación de visas a estudiantes chinos, profundizando la tensión educativa y diplomática
Desde México, conviene observar con atención. Porque lo que ocurre en la cúpula del imperio también proyecta su sombra sobre nosotros.
Ilustración: Especial
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