La relatora especial de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos Ocupados, Francesca Albanese, aplaudió la oleada de retiros de delegaciones de países europeos a la edición del Festival de Eurovisión 2026 en protesta por la participación de Israel, calificándola como el inicio de una rendición de cuentas por su genocidio en Gaza.
«Israel no ha sido suspendido de la ONU, otros foros internacionales, la UEFA, la FIFA, la FIBA ni eventos culturales. El genocidio continúa porque está normalizado», indicó la abogada italiana en un mensaje publicado en su cuenta en la red social X.
«Y entonces, sin más, comienza la rendición de cuentas en forma de boicot europeo. ¡Se acabó la euroviciosa! (“Eurovicious no more” en inglés).
Estas declaraciones llegan en medio de la mayor crisis de la historia del concurso musical, tras la decisión de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) de permitir la participación israelí en la edición de 2026. Según un análisis del periodista Ahmed Eldin, titulado «Eurovisión es un arma de propaganda israelí», — compartido por Albanese—lo que comenzó como una protesta se ha convertido en una «huelga coordinada de radiodifusores» sin precedentes.
El boicot histórico y la doble vara de medir en Eurovisión
Tras el anuncio de la UER, España e Irlanda anunciaron su retirada inmediata. Les siguieron, casi al unísono, los Países Bajos, Eslovenia y la cadena flamenca belga VRT. Se espera que Islandia decida su posición este miércoles, presionada por un llamado público de la icónica artista Björk a boicotear. Incluso Turquía, que ya no participaba, reafirmó que la inclusión de Israel justifica su ausencia.
«No es un espectáculo secundario sobre un concurso de canto kitsch; es la mayor huelga coordinada de radiodifusores en la historia de Eurovisión. Y está ocurriendo porque millones en toda Europa se niegan a bailar, cantar o aplaudir el genocidio», planteó Eldin al contextualizar la magnitud de esta rebelión.
La relatora Albanese y el análisis de Eldin apuntan a una hipocresía y doble rasero por parte de los organizadores de Eurovisión ya que se prohibió la participación de Rusia tras el conflicto con Ucrania, alegando que la decisión era necesaria para evitar que el certamen musical se viera ‘desacreditado'», recordó el periodista estadounidense-kuwaití de ascendencia palestina
«Sin embargo, de alguna manera, el asesinato de más de 70.000 palestinos —incluidos más de 25.000 niños— no desprestigia a Eurovisión», contrastó.
Señaló que de alguna manera, «el hambre, las fosas comunes, los hospitales bombardeados, las decenas de periodistas asesinados, los barrios arrasados, el horror transmitido en directo de un pueblo hecho desaparecer», no son motivos suficientes para retirar a Israel.
A su juicio, esta «arquitectura de indignación selectiva», se evidencia en la falta de sanciones europeas a Israel y en la continuidad del comercio de armas. Eldin se refirió a las declaraciones de la vicepresidenta de la UE, Kaja Kallas, quien en el Foro de Doha insistió en que el derecho internacional «debe importar», para contrastarlo con la realidad.
«Europa aún permite que Israel — un país que ni siquiera está geográficamente en el continente — utilice Eurovisión como una valla publicitaria de poder blando mientras comete genocidio en Gaza», señaló
La propaganda y el patrocinio israelí
La crisis de legitimidad se profundiza tras una investigación de Eurovision News Spotlight descubrió que la Agencia de Publicidad del Gobierno de Israel —no la emisora pública KAN— desplegó una campaña encubierta multiplataforma durante Eurovisión 2025, instando a europeos a votar masivamente por el concursante israelí, violando así las normas de neutralidad de la UER.
«Los anuncios nunca mencionaban a KAN, la Corporación Israelí de Radiodifusión Pública, porque la emisora no estaba involucrada. El Eestado lo era», señaló Eldin.
«Esa omisión violó las propias normas de Eurovisión, que exigen explícitamente a las cadenas que eviten la interferencia del gobierno», apuntó el periodista.
Detrás de la resistencia de la UER a actuar contra Israel, el artículo señala un poderoso interés económico: uno de los mayores patrocinadores del festival es Moroccanoil, una empresa israelí acusada de ser un instrumento de «hasbara» (propaganda) y de apropiación cultural. La marca, que se construyó tomando el aceite de argán marroquí y rebrandándolo como producto de lujo, organiza viajes de incentivo para distribuidores a asentamientos ilegales, mostrando «la belleza de Israel» mientras se borra la realidad palestina.
«Moroccanoil no solo vende productos para el cabello; vende una imagen de Israel como glamuroso, moderno, despreocupado (…), todo ello mientras aplica una gruesa capa cosmética sobre la limpieza étnica», describió Eldin.

El colapso del mito y la resistencia cultural
Para la relatora Albanese y para el movimiento de boicot, la cuestión de fondo es la deshumanización. «La cuestión ya no es si Eurovisión entiende su propio papel político; es si Europa alguna vez ha considerado humanos a los palestinos», planteó el artículo.
La emisora pública española RTVE, antes de retirarse, emitió una yuxtaposición de imágenes en pantalla dividida, en la que por un lado se mostraba la actuación de Israel en Eurovisión y en la otra aparecían imágenes de bombas cayendo sobre Gaza, niños hambrientos, fosas comunes y familias enteras perdidas bajo los escombros.
Estos registros hicieron referencia a un hecho que es denunciado por emisoras, artistas y espectadores de toda Europa: Eurovisión se ha convertido en una plataforma para blanquear delitos estatales como los de Israel.
El mensaje de Francesca Albanese, «¡Se acabó la euroviciosa!», encapsula esta coyuntura. No es solo una crítica a un festival, sino un alegato contra la normalización.
Tal como concluye el análisis de Ahmed Eldin: «Eurovisión no puede sobrevivir como un escenario donde el genocidio se pausa para un cambio de vestuario. No puede reclamar inocencia apolítica mientras concede a Israel una plataforma global para cantar sobre las tumbas de los niños».
La rendición de cuentas por parte de Israel, aplaudida por la relatora de la ONU, ya tiene sus primeras consecuencias en Eurovisión, ya que el boicot desafía no solo a un concurso musical, sino a la conciencia política de todo un continente.

