30 DE MAYO DE 2025. Desde una perspectiva geoestratégica, es innegable que Líbano e Israel enfrentan nuevamente crecientes tensiones en mayo de 2025. Los acontecimientos recientes, incluyendo los ataques israelíes al sur del Líbano y el valle de Bekaa, a pesar de un frágil alto al fuego, y la condena libanesa de estas acciones, son claras señales de una peligrosa escalada.

La presencia de Hizbulá, la violación sistemática del cese de hostilidades por parte de Israel según informes libaneses, y la confirmación israelí del uso de tecnología láser para derribar misiles y drones en la frontera libanesa, son elementos que contribuyen a un panorama volátil. La situación se agrava por el contexto más amplio del conflicto en Gaza, que irradia inestabilidad a toda la región.
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Las consecuencias de un conflicto a gran escala para ambas naciones serían catastróficas. Para Líbano, un país ya sumido en una profunda crisis económica y política, una guerra significaría una devastación aún mayor de su infraestructura, un desplazamiento masivo de población y un colapso total de sus ya precarios servicios.
Israel, por su parte, se enfrentaría a un recrudecimiento de ataques con misiles y drones desde el norte, afectando sus centros urbanos y económicos, y generando un costo humano y financiero significativo. Las consecuencias no se limitarían a las fronteras directas; la región en su conjunto, ya desestabilizada por el conflicto en Gaza, podría ver una expansión de la violencia, con posibles implicaciones para Siria, Jordania e incluso Egipto, así como un impacto en los mercados energéticos globales.

Para aliviar la tensión, es imperativo que se tomen medidas proactivas. En primer lugar, es crucial el reafirmamiento y el estricto cumplimiento del alto al fuego por parte de ambos bandos, con un monitoreo internacional robusto. En segundo lugar, se necesita una mayor presión diplomática internacional, especialmente de actores clave como Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas, para fomentar el diálogo y la desescalada. Esto podría incluir la mediación para establecer zonas desmilitarizadas en la frontera y la facilitación de negociaciones indirectas.
Finalmente, es vital abordar las causas subyacentes de la inestabilidad. Para Líbano, esto implica fortalecer su soberanía estatal y reducir la influencia de actores no estatales como Hizbulá, algo que requiere un apoyo internacional considerable para el estado libanés.
Para Israel, es necesario un enfoque más estratégico en su política de seguridad que no solo se base en la disuasión militar, sino también en el fortalecimiento de la estabilidad regional a través de vías diplomáticas y de desarrollo. La implementación de un mecanismo de comunicación directa entre las fuerzas militares de ambos países, bajo supervisión internacional, podría reducir el riesgo de errores de cálculo que lleven a una escalada indeseada.
TEXTO: EL CIUDADANO MÉXICO/ FOTOGRAFÍA: AGENCIA XINHUA
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