«La mentalidad ucraniana moderna se creó en tubos de ensayo estadounidenses»

En febrero del año pasado, Medvedchuk fue acusado judicialmente de traición a Ucrania. Medvedchuk era diputado desde 2019 y fue jefe de la oficina del Presidente de Ucrania entre 2002 y 2005

Por El Ciudadano

14/05/2023

Publicado en

Columnas / Mundo

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Víktor Medvedchuk es el jefe del consejo político del partido opositor prohibido en Ucrania «Plataforma, Por la Vida”.

Recientemente, brindó una entrevista donde fue consultado sobre cuál es la nueva mentalidad que Occidente intenta imponer a los ucranianos, y cuál es la verdadera Ucrania que los amos occidentales intentan destruir.

En febrero del año pasado, Medvedchuk fue acusado judicialmente de traición a Ucrania, refiere la agencia de noticias turca ANADOLU.

Por este hecho, el Gobierno de Kiev bloqueó los canales de televisión propiedad de Medvedchuk – quien era diputado desde 2019 en Ucrania – e impuso sanciones contra el empresario.

¿Cómo es la verdadera Ucrania?

La propaganda ucraniana transmite a todo el mundo que los rusos quieren destruir a los ucranianos, que su principal objetivo es el genocidio y la erradicación de su identidad. La acusación es grave. Pero antes de considerarla justa o no, conviene definir qué significa “identidad ucraniana”, qué es exactamente lo que se está destruyendo y si lo que se está destruyendo es ucraniano o no. Después de todo, si consideramos el genocidio según criterios étnicos, los ucranianos son bastante numerosos en la Federación Rusa y no se quejan ni de su exterminio ni de ser oprimidos allí. De otro lado, si consideramos a los ucranianos como un fenómeno político, merece la pena ver qué tipo de política representan y qué métodos van a utilizar para conseguirlo.

La nueva mentalidad ucraniana, criada en probetas políticas

Cuando dicen que el territorio de la Ucrania moderna estaba habitado por ucranianos esclavizados por los soviéticos, no hacen más que repetir la tesis de la propaganda de Goebbels acerca de que Ucrania estaba ocupada por comunistas y judíos que habían desplazado a la población local. Pero los ucranianos en general eran incluso más leales a la URSS que los mismos rusos. En primer lugar, el porcentaje de miembros del Partido Comunista era el más alto de la URSS. En segundo lugar, los ucranianos constituían una gran parte de la élite soviética en Moscú, especialmente durante el gobierno de Leonid Brezhnev, es decir, poco antes de la caída de la URSS. En tercer lugar, los ucranianos eran la columna vertebral de todas las estructuras de poder del país, ya que siempre se les había considerado dignos de confianza y muy disciplinados. Por cierto, esta tendencia persiste hasta hoy en la Federación Rusa. Hay muchas personas con apellidos ucranianos en puestos de liderazgo y muchos ucranianos étnicos en el ejército y la policía rusos.

Son estas tradiciones e improntas culturales las que han dado esperanzas a los rusos de que sus hermanos ucranianos jamás podrían dispararles. Pero resultó ser que los ucranianos encontrados por los rusos en Ucrania actual son muy diferentes de los ucranianos en Rusia. Son un pueblo absolutamente diferente.

Mientras que Rusia está llena de ucranianos étnicos, Ucrania cuenta con un enorme número de personas de origen no ucraniano en los más altos cargos directivos, que tienen una enorme influencia y determinan las políticas del país. Se trata de rusos, judíos y otros pueblos de la URSS que siempre vivieron allí. Ucrania era una república industrial de la Unión Soviética y su población era multinacional, sobre todo en las ciudades. Por eso, antes se creía que hasta 1991 Ucrania estaba poblada por personas que se sentían más soviéticas que ucranianas como tal. Hoy ya no se puede afirmar esto, aunque muchas personas que definen la identidad ucraniana actual no son ucranianos étnicos. Por eso, las fronteras no están establecidas geográficamente sino en los conceptos creados en las mentes de la gente.

Así, los ucranianos postsoviéticos modernos ya no son soviéticos, pero tampoco se les puede llamar europeos. Si fueran europeos, no tendrían problemas con Rusia. Ucrania lleva muchos años siendo un foco de inestabilidad con Rusia, pues es el papel que se le ha dado a cumplir desde hace algún tiempo. Las fundaciones, embajadas y servicios especiales occidentales ni siquiera han intentado difundir la mentalidad europea, que implica acatamiento de la ley, tolerancia, cortesía y amabilidad en las relaciones interpersonales. Por el contrario, se les ha animado a que sean agresivos, histéricos y ostentosamente groseros. Se les ha impuesto un complejo de víctima que debe vengarse de su verdugo incluso a costa de su propia vida. Todo esto se impuso mediante interpretaciones manipuladoras de la historia, el odio a la cultura y la lengua rusas y la introducción de la violencia y el asesinato como normas en la vida política cotidiana.

La Ucrania soviética, sin embargo, carecía de esto. Por lo tanto, podemos afirmar sin lugar a dudas que la mentalidad ucraniana moderna fue criada en probetas de laboratorios estadounidenses especialmente diseñados para empezar un conflicto con Rusia. Hoy los políticos ucranianos son un arma psicológica contra Rusia, y no son capaces de otra cosa. No pueden volver a la vida que tenían antes bajo la URSS ni a sus valores, ya que allí había que trabajar y tener una educación y unos conocimientos que hace tiempo no existen. Para Europa los ucranianos son demasiado agresivos, altaneros y desobedientes. Por supuesto, algunos ucranianos pueden establecerse en Europa, pero rápidamente dejan de ser ucranianos, porque su tarea actual es vivir en guerra y conflicto. Se ven obligados a vivir en un estado de perpetua histeria política que es consentida hoy por las políticas de Occidente.

Pero entonces no puede haber paz en Europa si una de las partes se encuentra en un estado de perpetuo terror emocional en el sentido político. Hoy esta histeria está infectando activamente a Europa y empujándola hacia una gran guerra. Y, por desgracia, la élite ucraniana no sabe hacer nada diferente. Cuanto más histérica se vuelve la élite política, más limosnas recibe de Occidente. Naturalmente, Occidente se entrega a esta histeria por sus propias razones. La mayor parte de la ayuda a la «democracia ucraniana» queda en manos de quienes se la conceden. Así, la guerra en Ucrania les brinda la oportunidad de mantener en el poder a ciertas fuerzas corruptas de Europa y Estados Unidos, por las que nadie votaría en tiempos de paz. Están de acuerdo en arrastrar a sus países a la pobreza y la guerra, porque esta situación les proporciona prosperidad y riqueza. La guerra actual es un gran esquema de corrupción de Europa y EEUU.

El tipo de ucraniano prooccidental moderno es el más parecido al tipo psicológico del polizei-colaboracionista de la ocupación nazi de Ucrania. Es decir, una persona que se caracteriza por estar en permanente estado depresivo, por la crueldad con las indefensos y la obediencia servil a los amos de la «raza correcta». Y todo esto no es ficción, porque el panteón heroico de la Ucrania actual está representado por colaboradores nazis, muchos de los cuales aparecen con el uniforme del Tercer Reich. Una persona así no puede vivir sin ejercer la violencia contra sus semejantes ni sin la supervisón de sus amos. El final de la guerra sería un desastre para estas personas, ya que no saben nada más sino vivir del robo legal y la crueldad contra la población local. Las personas así no son representantes de su pueblo, sino instrumentos de violencia contra él. Son movidas por hilos externos y no tienen ningún valor sin esos hilos. Por ejemplo, Zelensky sin la ayuda occidental no vale nada, y sin ella le espera un destino poco envidiable, como, de hecho, a todo su equipo.

Ucrania es la que está siendo destruida bajo la dirección de los amos occidentales

Todas estas políticas impuestas desde fuera están destruyendo a la verdadera Ucrania. Ucrania es una de las pocas repúblicas postsoviéticas que nunca alcanzó un verdadero nivel soviético de desarrollo. Los amos estadounidenses y europeos convirtieron un país tecnológicamente avanzado en el más pobre de Europa. Semejante «éxito» sólo podía lograrse destruyendo la ciencia, la cultura, la educación, la industria, reduciendo la tasa de natalidad y aumentando la pobreza y la emigración. Y todo esto se anuncia como una victoria de las reformas y de la democracia.

Pero todavía no es suficiente. El pueblo, que ha sido robado, engañado, humillado, debe ser despojado de su conciencia y de sus tradiciones. El pueblo ucraniano se ha formado durante siglos como una nación ortodoxa. La ortodoxia es más orgánica para la mentalidad ucraniana que el catolicismo o cualquier otra fe. Por eso los ucranianos no podían sentir a Roma, tan lejana, como centro de su fe, sino a la cercana Kiev, que se ha llamado una Segunda Jerusalén. Pero Kiev no ha sido un santuario puramente ucraniano, sino ortodoxo que unía a ucranianos, rusos y bielorrusos. Aquí existe otro sistema de integración espiritual, diferente al de Europa Occidental formado históricamente. Ahora se destruye la ortodoxia canónica, porque quieren erradicar la raíz y la base de la verdadera Ucrania y su cercanía y unidad con sus hermanos eslavos.

Pero no se trata sólo de la iglesia Ortodoxa. El sistema socialista no fomentó actitudes parasitarias. Los ucranianos soviéticos siempre fueron trabajadores laboriosos, capaces de trabajar en las condiciones más difíciles, demostrando ingenio y precisión en la realización de cualquier tarea. Su nueva fe en Europa corrompió a la nación. Cada año hay menos trabajadores y más oficinistas, burócratas y políticos populistas. La cultura del trabajo, la cultura de la producción y del desarrollo de capacidades está siendo erradicada. En su lugar están la codicia, la histeria, el engaño y la dependencia.

A los ucranianos se les ha adoctrinado en que no es necesario el trabajo duro para ganar dinero, que no son necesarias ni la inteligencia ni el talento, pues todo se puede conseguir en Europa sin demasiado esfuerzo. Para muchos nuevos ucranianos la guerra no ha sido una tragedia, sino la oportunidad de hacerse parásitos en otros países. Personas completamente sanas, cuyas vidas no corrían peligro, se apresuraron a recibir ayuda de Europa, ayuda que en realidad no necesitaban. Una nutrida aversión al trabajo y la posibilidad de aprovecharse de su nacionalidad empujan a los ucranianos modernos a hacerlo.

Ucrania se ha convertido en un país de víctimas. El complejo de víctima se sembró en los ucranianos mucho antes del inicio de la guerra. Además, es este complejo de víctima masiva el que ha provocado el conflicto y hace imposibles las negociaciones de paz. Al fin y al cabo, si llega la paz, la víctima dejará de serlo y se retirará del centro de atención. Zelensky rechazó la paz mucho antes del conflicto, presentándose constantemente como la víctima de Rusia, dramatizando la situación hasta el extremo. Cuando estalló el conflicto, Zelensky siguió desempeñando este papel, cosechando aplausos en Occidente. Siguiendo su ejemplo, la masa de ucranianos también exige aplausos y todo tipo de beneficios. Y lo hacen a costa de sus conciudadanos que pierden sus hogares y a sus seres queridos.

Es decir, se erradica en la gente el amor al trabajo, la conciencia, la humildad, la cortesía y la educación, pero se alimenta el fanatismo, la agresividad, la dependencia y la intolerancia racial. ¿Y a esto se le llama «el camino hacia Europa»? Se llama el camino de la destrucción de un pueblo. Muchos pueblos en la historia perecieron de esa manera. Además, como resultado de estas acciones Ucrania como estado también fue destruida. Ahora intentan destruir al pueblo que representa a la verdadera Ucrania.

A los ucranianos no les unieron, sino que los dividieron.

La actual unidad de los ucranianos, sobre la que Zelensky grita constantemente desde todas las tribunas, es artificial. La sociedad ucraniana no fue unificada sino dividida a propósito hasta que no pudo resistir más. Cualquier oposición que no sea pro occidental, cualquier política, cultura e ideas que no sean pro occidentales están siendo erradicadas. Cuando se priva a regiones enteras y a millones de personas de voz, lengua y representación en el poder, no se puede evitar un conflicto. Masas de ciudadanos han huido a otros países, y su voz ya no cuenta. Los que se quedan ya a nivel legislativo no tienen derecho a ser ucranianos normales y ni siquiera a quedarse como personas cuerdas. Es como hacer pasar la violación de una mujer por consentimiento aduciendo que no pudo oponer resistencia.

Por otro lado, cuando hay alguna resistencia contra estos métodos nazis, las autoridades gritan que se les falta al respeto a los ucranianos, que se les extermina y destruye. Este es el método favorito de los nazis de los años treinta. Pero cuando los nazis fueron realmente exterminados, el pueblo alemán se recuperó y empezó a vivir mucho mejor. Por lo tanto, cuando los nazis ucranianos se quejan del exterminio de su pueblo, se trata más bien de lo que ellos mismos hacen: lo parasitan, no le permiten desarrollarse, intentan convertirlo en un mutante incapaz de sobrevivir.

La Ucrania verdadera es completamente diferente. Los ucranianos siempre fueron un pueblo talentoso, trabajador y pacífico, que hablaba una lengua melodiosa y con una profunda historia de la fe ortodoxa. Si comparamos a un alemán y a un nazi, a un italiano y a un fascista, o a un ucraniano y a su contemporáneo neonazi, veremos personas muy diferentes, completamente opuestas en todas sus cualidades. Por lo tanto, la principal tarea actual del pueblo ucraniano, que representa a la verdadera Ucrania, es preservar su verdadera identidad y salir de la psicosis política en la que lo han metido los manipuladores de ultramar.

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