Presidenciales 2017

Hipótesis para un nuevo parlamento: El escenario legislativo que enfrentarían Guillier o Piñera

La conformación política en el Congreso no deja demasiado rango de acción para ninguno de los dos candidatos a la presidencial. Ambos tendrán que recurrir a pactos y negociaciones para sacar adelante proyectos de ley.

Por paulwalder

12/12/2017

Publicado en

Chile / Política / Portada

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El sistema proporcional, basado en las cifras repartidoras bajo el método del matemático belga Víctor D´Hont, no constituye ninguna novedad en nuestra historia electoral: se aplicó para las elecciones parlamentarias en el Chile republicano, hasta 1973, y en la  transición democrática en la elección de concejales, hasta hoy.

El sistema binominal pertenece a la familia de los sistemas proporcionales: su efecto degenerado es que favorecía al duopolio, exigiendo pactos y limitándose a la elección de las dos primeras mayorías.

El sistema D´Hont, en cambio, tiende a favorecer la representación de diversas fuerzas políticas en el parlamento. Todo sistema electoral, sea mayoritario, a una o dos vueltas, mixto o proporcional, siempre y en distinta medida distorsiona la relación entre votos obtenidos y escaños asignados; es el caso de la familia de los proporcionales en que el sistema D´Hont da más escaños a las listas mayoritarias en detrimento de las listas minoritarias, en tanto el sistema Saint Legue es proclive a las listas minoritarias. El segundo da más perfecta proporcionalidad entre sufragios y parlamentarios electos.

Si recurrimos a la historia comparativa, tanto en España como en Chile el método proporcional D´Hont  nos da un sistema de partidos políticos con características de tripartidismo o de cuatro partidos: en España, el PP, el PSOE, Ciudadanos y Podemos, sumados a una serie de partidos pequeños; en Chile, a partir del nuevo Congreso formado el 17 de noviembre recién pasado, podría conformarse un tripartidismo: por la derecha el Chile Vamos; copando el centro político, la Nueva Mayoría, y el ala izquierda, el Frente Amplio. Habrá también pactos decisivos, como sería el caso de los Ecologistas Verdes, con cuatro diputados: en el caso de inclinarse por tal o cual candidato que resulte ganador en el balotaje del 17 de diciembre próximo, este bloque será fundamental para contar con la mayoría en la Cámara de Diputados.

Diputadas del Frente Amplio

Duverger sostiene que los sistemas mayoritarios a una vuelta favorecen sistemas de partidos de dos y media combinaciones (Laboristas, Conservadores y Liberales), en tanto los mayoritarios a dos vueltas favorecen a un sistema de seis partidos. Giovanni Sartori, uno de los principales estudiosos de los sistemas de partidos, desarrolló -basándose en la experiencia chilena de las elecciones parlamentarias de 1973– el concepto de “multipartidismo polarizado”, es decir, que desaparece el centro y se polariza el sistema de partidos entre izquierda y derecha (Confederación Democrática -CODE- y Partido Federado de la Unidad Popular, PFUP).

La relación entre sistemas electorales y de partidos no es mecánica: para entenderla, en el caso chileno, por ejemplo, habría que recurrir al largo período histórico. Más allá de los sistemas electorales, se ha mantenido un sistema de partidos que fluctúa entre 8 y 15, salvo la excepción de 1952 en que hubo 26 partidos con representación parlamentaria. El sistema de tres tercios sólo existió en una corta etapa del Chile electoral parlamentario, y se polarizó en 1973.

Otro aspecto importante para entender las hipótesis propuestas en los cuadros adjuntos es la relación entre régimen político y sistema de partidos con representación parlamentaria. En Chile, sabemos, tenemos una monarquía presidencial con tanto o más poder que el absolutismo borbónico: el Presidente de la República es colegislador, por lo tanto, determina el calendario legislativo y las materias a tratar por medio de las urgencias; a su vez, los parlamentarios no pueden proponer ningún proyecto que implique gastos fiscales, por consiguiente, sólo pueden limitarse a rendir homenajes y distribuir galvanos.

El parlamento sólo tiene dos poderes claros: las acusaciones constitucionales que pueden paralizar, e incluso derrocar a un gobierno, y el efecto negativo del rechazo de determinadas partidas del presupuesto nacional, como también una fuerte oposición decidida a “negarle la sal y el agua” al gobierno de turno. El parlamento puede utilizar legítimamente la acusación constitucional para un jaque al rey. Para lograrlo, deberá contar con mayoría en ambas Cámaras,  instrumento utilizado -a troche y moche- por la Democracia Cristiana y la derecha en contra del gobierno de Salvador Allende.

En los sistemas parlamentarios y semipresidenciales la mayoría, en caso del parlamentarismo, tiene dos instrumentos: disolver la Cámara y llamar a nuevas elecciones, o bien, buscar alianzas que le permiten hacer gobierno -en el caso actual de España, Rajoy gobierna con minoría en las Cortes-. En el semipresidencial, el Presidente de la República puede disolver la Asamblea Nacional y, además, como no se aplica el sistema proporcional, la segunda vuelta garantiza que los diputados sean elegidos con la mitad más uno de los votos.

Para entender cómo podrían funcionar los gobiernos minoritarios en el parlamento de Sebastián Piñera o de Alejandro Guillier, tendríamos que recurrir a la experiencia de la relación de los gobiernos republicanos chilenos cuando tenían una doble minoría (en la elección presidencial, el primer mandatario podía ser elegido con un tercio de los votos, pero en la actualidad no ocurre en virtud de la segunda vuelta, que exige la mitad más uno, y en la Cámara, sobre la base de los vetos, sólo bastaba tener un tercio en ambas Cámaras).

¿MAYORÍA PARA GUILLIER?

En  el nuevo parlamento, elegido por sistema proporcional según el método D´Hont, tanto Guillier como Piñera no contarán con la mayoría simple que le permita al jefe de Estado lograr la aprobación de los proyectos de ley. En consecuencia, deberá pactar las mayorías en cada uno de los proyectos de ley. En el caso de Piñera, debería sumar los 72 votos de Chile Vamos, más cuatro de Ecologistas Verdes y un independiente, y aun así le faltaría un diputado para obtener la mayoría simple de 78. En cuanto a Guillier, sólo con la suma del número de diputados del pacto Fuerza de la Mayoría, más el de la Democracia Cristiana, más el del Frente Amplio y del PRO, lograría una mayoría holgada, que le permitiría gobernar.

En la  monarquía presidencial “el rey” tiene tanto poder que perfectamente podría, mediante un buen trabajo y “ofertones” de los ministros, lograr una mayoría en ambas Cámaras que le permitirían aprobar sus proyectos. Aun así hay que considerar, además, que muchos de ellos exigen quórum especial, lo que dificultaría aún más la tarea del Presidente de la República. (Verbi gracia, proyectos y dinero para las regiones que  permitirían tener los votos de los regionalistas).

En Historia sólo se puede recurrir para entender los procesos políticos. Los profetas, tarotistas, además de los encuestadores, siempre se van a equivocar. Las hipótesis que propongo en este artículo son sólo un juego de probabilidades que deben ser tomadas, como dicen los abogados, “con beneficio de inventario”.

Es sabido que el sistema de doble minoría, propio del presidencialismo chileno, se derrumbó en 1973, y como lo anotábamos anteriormente, en el nuevo Parlamento no operará, a  mi modo de ver, el multipartidismo polarizado (CODE UP de 1973).

Desde 1938 con la elección de Pedro Aguirre Cerda, y hasta 1964, el llamado “centro político” hegemonizó la política chilena, que tenía como representante al Partido Radical y, según la clasificación de Weber, sería un partido de patronazgo y muy abierto a los pactos políticos, ora con la derecha, ora con la izquierda; considérese que Gabriel González Videla tuvo en sus distintos gabinetes a todo el espectro político de la época. Este fenómeno también le sucedió la Democracia Cristiana, un partido ideológico que se había negado a establecer alianzas por sus pretensiones de vanguardismo y mesianismo, y logró convertirse en partido pivote -según la clasificación de Duverger- con 82 diputados, cifra que nunca había sido alcanzada en la historia electoral de Chile.

En el nuevo parlamento, que operará a partir de marzo de 2018, el llamado “centro político” tiene muy poco peso relativo si consideramos que el número de diputados aumentó de 120 a 155 en la elección parlamentaria reciente.

Los líderes del Frente Amplio han repetido, hasta la saciedad, su decisión de no formar parte del próximo gobierno, sea de Piñera o de Guillier, y que harán una oposición constructiva con la fuerza de 20 diputados y un senador.

La hipótesis de que se repongan los tres tercios es posible, a  mi modo de ver, si se desplazara la ex Nueva Mayoría, con comunistas incluidos, hacia un nuevo centro político con giro más a la izquierda; es decir, como le gusta llamarse a la centro-izquierda, fagocitando a la mayoría de los 14 diputados democratacristianos, quedando así a la derecha el Chile Vamos y, a la izquierda, el Frente Amplio.

Por Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

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