No hay gran diferencia entre la oligarquía de 1810 y la coalición que hoy gobierna


Por Director

10/10/2006

Publicado en

Política

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Gabriel Salazar, premio nacional de historia nos habla sobre gobernabilidad, el orígen del Estado, de la ciudadanía y el movimiento estudiantil. Un historia para contarla.


Salazar
Cuando los políticos hablan de ciudadanos, lo hacen en relación a una votación, reduciendo este concepto a un ejercicio de participación delegada ¿podríamos ampliar el término?
– La ciudadanía está vinculada a una comunidad, no tiene sentido hablar de la soberanía individual. De hecho, en la tradición hispánica, la ciudadanía tenía relación con tener una casa, familia y ser reconocido como vecinos, es decir, tener intereses en orden a un espacio compartido con otros. Esta soberanía se ejerce en términos comunitarios y se empobrece cuando el individuo vota sólo una vez cada cuatro años.

Estamos entonces frente a una participación bastante reducida..
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– Hoy, el concepto ha sido empobrecido y se ha transformado en el derecho a voto individual. Esto es negación completa de la relación, la información y el debate que tú tienes con todos los demás miembros de la comunidad.

¿Podría contarnos un poco de las formas de participación que existieron en Chile antes de 1829?
– La representatividad original estaba sujeta al mandato que le daba la comunidad a quienes elegía como sus representantes. Éste, no podía salir de los límites de ese mandato y cuando ocurría aquello, la comunidad le quitaba el rango de representación. Además, al término de la representación se le sometía a un juicio público, el llamado juicio de residencia, en el que todos podían presentar cargos en su contra, así, nadie podía arrancarse con los tarros. La comunidad los estaba controlando constantemente desde abajo, pudiéndole quitar la representación en cualquier momento, la que duraba tanto como durase la confianza de sus vecinos. Hoy los representantes no están sometidos a estos mecanismos, no tienen mandato específico, no son revocables ni tienen juicio de residencia.

Se podría decir entonces, que en los albores del Chile republicano los mecanismos democráticos eran más representativos que los actuales.
– Sí, claro que considerándolos sólo entre quienes podían participar. En la historia de Chile, formas de gobierno de este tipo hubieron entre los años 1823 y 1829, cuando las cerca de cincuenta comunidades locales de esa época, llamados pueblos, luego de derrocar a O’higgins por dictador, establecen un sistema de este tipo para las asambleas constituyentes y legislativas. Creo que ese periodo han sido los años más democráticos de toda la historia de Chile. Los ciudadanos decidían todo en sus comunidades, cambiaban a los representantes cuando éstos no se portaban bien en Santiago, presionados por la oligarquía de la capital que intentaba controlar todo; incluso decidieron hacer asambleas provinciales y obligaron a Santiago a tener su propia asamblea.

GOBERNABILIDAD V/S GOBERNANZA
Como Alberto Edwards lo llamó, el «Estado en forma», generado por Portales, es inaugural en la lógica que aspira a mantener la estabilidad institucional como razón última de la práctica política; discurso muy en boga, aún hoy. ¿Cómo se ha sostenido esta estabilidad?
– Ese es el discurso mayoritario de toda la clase política en Chile, desde el siglo XIX. Tendiente a justificar la obra de Portales, privilegiando lo que es el orden institucional y la paz por sobre la justicia y las demandas de los movimientos sociales. Desde 1837 hay una estabilidad institucional que ha durado más de cien años, pero con un trasfondo de represiones sangrientas y masacres provocadas por el ejército nacional contra la movilización popular. Son 23 masacres que se contabilizan hasta el golpe militar del ’73. No vengan después con el cuento de que la calidad y eficiencia del sistema institucional es lo que ha permitido su sobrevivencia.

Entonces, hay una gran dosis de terror en la memoria del ciudadano chileno.

– El miedo físico se instala desde la primera generación que vivió la masacre, pero las generaciones siguientes transforman eso en un respeto institucional a todo el aparato respaldado por las fuerzas armadas. Detrás de los respetos institucionales hay una buena dosis de miedo, el que podemos encontrar en la historia de Chile hasta nuestros día.
¿Qué otro momento de la historia de Chile se podría comparar a los tiempos actuales?
-La fusión liberal conservadora, que gobernó desde 1861 a 1938, operó de forma muy similar a lo que hoy es la Concertación. Esta alianza es portaliana, porque se jugó por mantener el orden interior, llamada gobernabilidad; y sigue el mismo parámetro que hace un siglo con las políticas librecambistas. No hay grandes diferencias entre una época y otra, ya que como en aquellos años, toda la elite dirigente del país comulga con la misma hostia neoliberal.

Una palabra muy recurrida hoy por esta elite es que la actual institucionalidad permite la gobernabilidad ¿Qué puede oponer la ciudadanía a esta concepción?
– La gobernabilidad es una de las tareas del estado. Tendiente a disciplinar la sociedad civil bajo un mismo estado de derecho, establecido en la misma constitución política de la forma en que exige el imperio de la ley, como deber del estado. Lo que hay que rescatar es la gobernanza, que tiene que ver con como las bases sociales controlan a las autoridades hacia arriba. Si bajo el esquema de la gobernabilidad se considera que la sociedad debe introducirse en la cintura de la ley, la gobernanza hace que la clase política entre en cintura con la soberanía popular.

¿Algunas ideas para partir?

– Lo primero es exigir representantes con derecho a revocación y que éstos den cuenta hacia abajo de las tareas que han cumplido y no hacia sus jefes.

MOVIMIENTO ESTUDIANTIL
Una de las consecuencias del actual modelo de administración, es la desidia de la población por la política. ¿Cómo explica aquello?
– Creo que la pérdida de confianza por parte de la ciudadanía, hacia los políticos y el aparato político, se relaciona con que las bases sociales tienden a creer más en sí mismos, en su propia experiencia, su propia memoria, y comienzan a autodeterminarse; por esto no se encuentran tan disciplinados respecto de los partidos políticos y del Estado. Hoy los partidos políticos son oportunistas, pragmáticos y se dedican a la caza de votos. Los vemos en las elecciones nada más, ya no con un proyecto país ni con un programa nacional, sino más bien, preocupados de mejorar la imagen del candidato. En estas circunstancias la mayoría de la población le da lo mismo entonces a la hora de votar, lo que genera este gran porcentaje de voto mutante.

¿El marco político actual ofrece alguna salida a esto?
– No hay canales de manifestación política del descontento, ni hay un debate público. Hay mucha crítica sórdida, balbuceante, que no se ha politizado. Por ello, la alternativa no está en el parlamento, sino que en el desarrollo de la ciudadanía y del poder local, pasa porque se reconstituya al verdadero ciudadano.

Quizá, un indicador importante de esto es el actual movimiento de estudiantes secundarios.
– Es importante, porque usando la forma asociativa que tienen hoy los jóvenes, como el colectivo o la asamblea, le han agregado esto de la vocería, que está operando dentro de los mismos términos de 1823. Hemos visto que los voceros no hablan sin el mandato de la asamblea.

Asistimos entonces a una alteración importante del ejercicio político.
– Revela un renacimiento de la cultura ciudadana en su mejor forma: la asamblea manda y los representantes son sólo voceros de ella y constantemente tienen que retroalimentarse dentro de la misma. O sea, la asamblea conserva el poder.

Pero, ante esta práctica, el gobierno se la ha jugado por alargar la discusión, formando comisiones asesoras, lo que tiende a desgastar los movimientos sociales ¿Cómo salir de esta trampa?
– El parlamentarismo se caracteriza porque en él, todo se discute con todos, lo que exige mucho tiempo para la toma de resoluciones. Así, el debate de sala le asegura a las disidencias con el colectivo alargar la toma de decisión al infinito. Creo que lo que vale es seguir con la forma de asamblea de los movimientos sociales, que toman decisiones rápidas y más contundentes.

¿Qué aconseja a los estudiantes considerar en esta negociación?

– La táctica del gobierno de encerrar la discusión y luego recurrir al parlamento significa que a lo más quedará un 10 por ciento de las demandas de los estudiantes. Si los movimientos sociales quieren promover cambios, lo lógico es asegurar la instancia que permita que dicten ellos la ley, o sea, que el pueblo legisle. Eso es democracia participativa.

SOBRE EL GOBIERNO DE LA SEÑORA
¿Qué ocurrió con la Concertación y Bachelet, que terminaron apelando al voto ciudadano?
– Las bases, especialmente los jóvenes, están consiguiendo autonomía, en todo sentido. Las redes sociales como los hiphoperos, las barras bravas o los equipos de barrio se han emancipado, lo que implica que ya no es una masa social que sigue a las vanguardias; sino que es gente que busca formas propias de establecer su identidad, lo que ha puesto de nuevo en el tapete a la sociedad civil y al concepto de ciudadanía, debate que ocurre en todo el mundo. Así, el ciudadano vuelve a tomar la palabra luego de que el estado o el mercado se la quitara. Esto lo pescan los políticos, que no son tontos, y lo meten dentro de su lógica. Por ello Bachelet comenzó a hablar del gobierno con los ciudadanos, pero su forma de gestión es nombrando comisiones definidas a dedo, que no son representantes genuinos de la sociedad civil.

¿Hay alguna relación entre el poder militar y el ejercicio de los civiles en estos procesos?

– Desde que los ciudadanos perdieron su soberanía, el mando lo ocupó el poder militar, que da los golpes de Estado y que cincela la estructura gruesa del mismo; y los políticos, que administran lo que los militares le dejaron en herencia. Las clases políticas se han consolidado y han desarrollado la capacidad de autorregenerarse como clase dirigente. Piensa en la validez electoral de los apellidos, que termina siendo prácticamente una dinastía: los Errázuriz, los Frei y ahora los Lagos. También aparece una tecnocracia, ya que las decisiones se toman en los conciliábulos del poder, que no son necesariamente el parlamento, sino en los restoranes o en los balnearios. Llegado el caso, todos defienden la integridad del sistema.

También la actual administración arrastra una secuela de corrupciones ¿Dónde hallas el germen de esto?
– El Estado liberal tiende a reducirse a sí mismo y así, una determinada cantidad de funciones se las entrega a una miríada de consultoras que entre sí compiten para ejecutar las políticas públicas. Se les paga a ellos privadamente por servicios, por proyecto, por contratos privados. Así, el Estado podrá ser chico, pero tiene toda una órbita de ong’s pagadas con dineros fiscales, pero vía contrato privado. Este es el terreno de la corrupción hoy, porque aquí operan los contactos y el verdadero mercado de las oportunidades que circulan en torno a la coalición gobernante. Este es el lado oscuro de la Concertación.

Mauricio Becerra

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