Reconversión productiva y control popular del proceso productivo

El Partido Igualdad y las organizaciones que me encomendaron la vocería del movimiento popular en las elecciones del 17 de noviembre, además de la vocería misma, me entregaron el mandato de defender y difundir el proyecto anticapitalista de este nuevo protagonista -el pueblo organizado y en lucha- que está entrando en la historia y que […]

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El Partido Igualdad y las organizaciones que me encomendaron la vocería del movimiento popular en las elecciones del 17 de noviembre, además de la vocería misma, me entregaron el mandato de defender y difundir el proyecto anticapitalista de este nuevo protagonista -el pueblo organizado y en lucha- que está entrando en la historia y que llegó para quedarse. Por mi parte, he tomado este mandato con especial convicción porque la nuestra es la primera y única propuesta estricta y explícitamente anticapitalista que llega a la papeleta desde 1970. Sabemos, por lo tanto, que estamos haciendo historia no sólo por haber logrado que el movimiento popular presente por primera vez una candidatura propia, surgida desde el propio movimiento. Sabemos que hacemos historia también porque estamos dotando nuevamente de expresión política a la lucha contra el capitalismo en Chile, expresión política que 40 años consecutivos de gobiernos de derecha habían logrado acallar.

En la edición impresa anterior de El Ciudadano presenté uno de los pilares de nuestro proyecto anticapitalista: la autogestión solidaria. Agradezco nuevamente a este medio por el espacio para presentar los otros dos pilares: la reconversión productiva y el control popular de la producción.

1. La reconversión productiva

El capitalismo a la chilean way que han construido los 40 largos años de gobiernos neoliberales no sólo tiene el triste récord de haber creado una de las sociedades más desiguales del mundo. También está terminando de generar una radical desindustrialización de la economía de Chile. En 1973, a pesar del boicot y todo, el 26,04% del PIB era generado por la industria manufacturera. Sólo 12 años después, en 1985, su aporte al PIB había caído al 15,68%. Y en 2012 apenas alcanzó al 10,21%.

Pero ésa no es la peor noticia. La desindustrialización de la economía chilena ha ido de la mano del crecimiento de dos de las formas de capital más nocivas y contrarias a los intereses de las mayorías: el capital extractivo y el capital financiero-rentista-de-servicios. La minería, que en 1973 representaba el 8,46 del PIB, en 2012 generó el 12,98 del producto. Y los servicios financieros y empresariales, que en 1985 aportaban el 12,93 del PIB, hoy son responsables del 18,42%. Ése es el legado de 40 años de políticas neoliberales: mientras el capital extractivo se devora nuestros recursos mineros no renovables sin siquiera pagar royalty, el capital financiero-rentista-de-servicios es responsable de que paguemos precios hiperinflados por artículos de primera necesidad y por nuestros derechos como consecuencia de la especulación. La fórmula del capitalismo a la chilean way es simple: a dejar de producir en la industria y a comenzar a saquear la tierra y a especular.

La desindustrialización chilena es tan grave que personas ideológicamente contrarios entre sí, como Gastón Lewin, presidente de Asociación Chilena de Industrias Metalúrgicas y Metalmecánicas (Asimet), o Pedro Páez, presidente de la comisión responsable de la implementación del Banco del Sur, coinciden en que se acerca a niveles preocupantes. Ellos y muchas otros y otras profesionales de la economía han señalado que constituye uno de los obstáculos más importante para que nuestro país alcance el desarrollo.

Porque apostamos por un Chile desarrollado capaz de garantizar las condiciones mínimas para el buen vivir, la principal prioridad económica de mi gobierno será, junto a la conversión de la economía del lucro en una economía solidaria de la autogestión, revertir la grave y sostenida tendencia a la desindustrialización. Para ello, implementaremos medidas de corto, mediano y largo plazo.

En el corto plazo, sustituiremos el impuesto de timbres y estampillas por un impuesto específico del 1% a las transacciones financieras mayores a $ 2.500.000 pesos. La recaudación de este impuesto se destinará íntegramente al financiamiento de proyectos industriales autogestionados.

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Para el mediano plazo, crearemos entidades económicas bajo control popular (EEBCP) que se harán cargo de la industrialización racional de productos derivados de nuestros principales recursos naturales, que eviten que el valor agregado se genere en los países centrales del capitalismo. Las EEBCP también administrrán y se encargarán de la producción de bienes de primera necesidad.

En el largo plazo haremos que el principal factor de la economía chilena sea la industria tecnológica, que genera alto valor agregado y es intensiva en lo que el neoliberalismo llama “capital humano de alta calificación”. Después de tres gobiernos del movimiento popular, Chile se habrá transformado en un polo de desarrollo tecnológico. Para financiar el recambio productivo hacia la tecnología usaremos $us 10 mil millones anuales de la renacionalización de nuestros recursos naturales para la creación de EEBCPs tecnológicas y una profunda reforma al curriculum de la enseñanza básica y media para hacerlo intensivo en capacidades de desarrollo de tecnología. Todas estas políticas, además, serán administradas por un viceministerio de Desarrollo Tecnológico, dependiente de un completamente reformado Ministerio de Economía, Fomento de la Autogestión y el Desarrollo Tecnológico.

Cuando he comentado sobre esta profunda reconversión productiva que vamos a llevar a cabo en el gobierno del movimiento popular me han contestado que la re-industrialización no supera al capitalismo, que es lo que proponemos como base de nuestro proyecto histórico. Y tienen razón. La industria, tal como la conocemos, es una creación del capitalismo. Hasta hace algunas décadas, las principales economías capitalistas eran altamente industrializadas. Por lo tanto, industrializar una economía no es ni equivale a superar el capitalismo. O, más bien, no es suficiente para superarlo. Pero la re-industrialización es una condición previa y necesaria para avanzar hacia una economía no capitalista. Sobre la base de una economía que vive esencialmente de los servicios, la especulación y el saqueo de minerales, todas actividades económicas esencialmente orientadas al lucro, no es posible crear una nueva que no se organice para la producción de ganancia privada. Sólo re-industrializando la economía no superamos el capitalismo. Pero sin re-industrializarla tampoco podemos hacerlo. Sobre la base de una economía industrial podemos desarrollar el control popular de la producción, que sí es una forma de superación del capitalismo.

2. El control popular del proceso productivo

El tercer pilar de la economía no capitalista que construiremos es el control popular del proceso de producción. “Control popular del proceso productivo” significa que todas las unidades económico-productivas instaladas en un territorio dado son administradas por sus trabajadores y trabajadoras y dirigidas por un directorio o consejo compuesto los mismos trabajadores y trabajadoras y por las vocerías de las organizaciones sociales del territorio en que funcionan. Esto permite romper la relación de subordinación capitalista del trabajador y de la trabajadora al patrón.

Entre las gestiones 2014 y 2016, el gobierno del movimiento popular que encabezaré iniciará una transición hacia el control popular a través de dos medidas:

a) La creación de asambleas directivas populares en cada entidad productiva del país, que estarán conformadas por voceros y voceras de las organizaciones de los/as trabajadores/as y de las organizaciones sociales del territorio donde funciones la unidad económico-productiva. Esta asamblea desempeñará las funciones propias de un directorio, pero estará compuesta por integrantes de la sociedad organizada para velar por los intereses públicos y populares.

b) El traspaso de la administración de la entidad a los trabajadores y las trabajadoras, que designarán a los y las responsables de la gestión a través de mecanismos democráticos.

Este traspaso se realizará gradualmente. Durante el primer año de gobierno daremos inicio al control popular de la producción en los sectores de interés estratégico de la economía nacional, fundamentalmente en la explotación de recursos naturales no renovables. Luego se ampliará al agro y será uno de los pilares fundamentales de una nueva reforma agraria. Y así sucesivamente: año a año se extenderá el control popular a otras áreas de la economía.

Sabemos que al concluir la primera gestión de gobierno del movimiento popular no habremos terminado el camino hacia una sociedad que supere al capitalismo. Pero al menos habremos dado los primeros pasos esenciales para ello. Sólo de nosotros depende darle la vuelta a esta historia. Y a eso los y las invitamos: a que el pueblo finalmente mande…

Por Roxana Miranda Meneses

Vocera del Partido Igualdad

El Ciudadano Nº148, noviembre 2013

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