Durante 16 años como diputado, José Antonio Kast recibió más de $5.200 millones en sueldo y recursos públicos para financiar su trabajo legislativo. Hoy acusa a un aparato estatal “lleno de parásitos que viven de él”. La pregunta es inevitable: ¿cómo calza ese discurso con su propia trayectoria profesional pagada por el Estado?.
1. ¿Cuánta plata puso el Estado en la carrera de Kast?
Entre 2002 y 2018, mientras fue diputado por la Región Metropolitana, el Estado destinó más de $5.200 millones —monto actualizado al IPC de septiembre de 2025— para sostener la actividad parlamentaria de José Antonio Kast, considerando tanto su sueldo (dieta) como las asignaciones que financiaron su trabajo legislativo.
En números gruesos, se calcula que recibió alrededor de $2.332 millones en remuneraciones directas y cerca de $2.870 millones en asignaciones para personal, oficinas, traslados, asesorías y difusión. Es decir, durante 16 años, una parte sustantiva de su vida profesional dependió de recursos públicos provenientes de los impuestos que paga toda la ciudadanía.
2. ¿Qué se podría financiar con esos $5.200 millones?
Para dimensionar la cifra, sirve compararla con cosas concretas que cualquier persona puede entender:
- Equivalen a más de 10.400 sueldos mínimos de $500.000, es decir, casi 867 años de salario mínimo para una sola persona.
- Corresponden aproximadamente a 4.000 sueldos de $1.300.000 de trabajadores de la salud u otros funcionarios públicos.
- Se acercan al costo de construir un CESFAM de tamaño medio, capaz de atender a miles de personas al año.
En simple: el Estado destinó a la carrera parlamentaria de Kast una suma que, en otros usos posibles, habría podido traducirse en más infraestructura, servicios o empleos públicos al servicio de la comunidad.
3. Asistencia y trabajo legislativo: el otro lado de la moneda
Los registros de la propia Cámara de Diputadas y Diputados muestran que, entre 2006 y 2018, José Antonio Kast acumuló 146 inasistencias a Sala y 896 ausencias a comisiones. Sala y comisiones son el corazón del trabajo legislativo: ahí se discuten, modifican y votan las leyes que definen pensiones, salud, educación, derechos sociales y seguridad. Es el mínimo esperable de quien recibe recursos públicos para representar a la ciudadanía en el Congreso.
“No es solo cuánto se le pagó, sino qué tan presente estuvo para hacer el trabajo para el cual se le pagó”.
4. El discurso contra el Estado versus su propia historia laboral
En paralelo, Kast ha instalado un discurso duro contra el Estado, al que asocia con un aparato “lleno de parásitos que viven de él” y un sistema “podrido” drenado por operadores e incompetencia. Ese relato se dirige con fuerza contra funcionarios públicos y servicios que, en muchos casos, trabajan en condiciones precarias para sostener políticas sociales y derechos básicos.
Ahí aparece el espejo incómodo: mientras acusa a otros de “vivir del Estado”, su propia trayectoria profesional estuvo financiada durante 16 años por recursos públicos millonarios, con un registro de ausencias que abre preguntas sobre la calidad de esa labor legislativa.
5. ¿Qué está realmente en juego?
Nadie discute que la dieta parlamentaria y las asignaciones son legales: están reguladas por la Constitución y se aprueban año a año en la Ley de Presupuestos. Lo que se discute es otra cosa: la coherencia entre el discurso y la práctica.
Cuando una figura pública critica con dureza a quienes trabajan en el Estado, pero ha construido buena parte de su carrera con recursos estatales y con un desempeño cuestionable en asistencia, la ciudadanía tiene derecho a preguntar si esa crítica es genuina o simplemente un recurso político.
En resumen, los más de $5.200 millones que el Estado destinó a la carrera parlamentaria de José Antonio Kast no solo permiten dimensionar el costo real de su paso por el Congreso en pesos concretos, sino que también interpelan el corazón de su discurso actual. Bajo la misma vara con que denuncia a quienes “viven del Estado”, su propia historia política queda expuesta a ese escrutinio y se convierte en un espejo incómodo que esta nota pone sobre la mesa.

