El consumo de mezcalina en dosis moderadas, podría hacer percibir el mundo más allá del tiempo y el espacio.

Huicholes: Los últimos guardianes del Peyote

El  jueves se exhibió por tercera y última vez el documental “Huicholes: Los últimos guardianes del peyote” en el Cine Arte Alameda, como parte de una gira que pretende difundir la lucha de este pueblo indígena mexicano por la preservación de su cultura.

Por Arturo Ledezma

30/08/2014

Publicado en

Artes / Cine / Portada / Pueblos

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Antes de que comenzara el documental, dos representantes del pueblo wirrárika o huicholes, saludaron a los asistentes y  con una reverencia en dirección a los cuatro puntos cardinales dieron comienzo a la proyección que en casi dos horas narra los ritos ancestrales de un pueblo indígena sobreviviente de la modernidad. Es inevitable pensar en el Wallmapu y el costo que miles de indígenas en todo el mundo han tenido que pagar en aras del progreso de naciones que no les han conferido el lugar que merecen, como imposible no conmoverse ante la majestuosidad de la fotografía y los violines sencillos de estos guardianes del peyote.

A pesar de la conquista española y el avance de la sociedad mestiza mexicana, el pueblo Huichol se mantiene firme y se erige como uno de los pocos pueblos indígenas que mantienen su cultura intacta, a pesar de todo. Sus ritos y tradiciones se remontan a épocas prehispánicas y son conservadas con pureza. La gente de Wirrárika (en español huicholes) habita el corazón de México, las montañas de la Sierra Madre occidental, en los departamentos de Nayarit y Jalisco. El film narra el peregrinaje de este grupo con el objetivo de regenerar las alianzas con sus dioses. Dicen rehacer los pasos del creador en un rito que comienza con el sacrificio de un venado. Los huicholes, como tantos otros pueblos indígenas, atraviesan por difíciles caminos impuestos por el desprecio de las autoridades de  gobierno y el constante fracaso en la relación estado-pueblos originarios, pan de cada día en esta Latinoamérica que ha visto desaparecer a cientos de pueblos y cosmovisiones bajo el yugo de la modernidad y la globalización.

Así, se entreteje, la historia mística de sus rituales y la situación actual de un pueblo que simboliza la resistencia de la América virgen saqueada por los españoles hace cientos de años. Mientras wirrárikas avanzan en ese camino santo, aparecen las amenazas a la tierra…

LAS ENTRAÑAS DE DIOShuincholes

Las concesiones de tierra sagrada a mineras canadienses son el punto de conflicto entre huicholes y el estado de México. Desde que se firmó el Tratado de libre comercio de América del norte en 1992, está permitido concesionar la extracción de minerales a entidades extranjeras, las cuales, según las fuentes del film, dejarían el margen mínimo en territorio mexicano. Sin embargo, hay quienes ven con otros ojos la instalación de empresas mineras en la zona de Real de Catorce, pues allí los pueblos sufren de una profunda pobreza y abandono por parte de las autoridades. De manera que, la oferta de trabajo maquilla el posible daño al ecosistema de las tierras sagradas de los huicholes. Es por eso, que ellos han permitido el rodaje del documental, como una forma de denunciar y difundir sus petitorios de respeto a esas tierras ancestrales. “¿Hasta dónde llegan tus acciones?”, “¿Cómo vas a quitarle las entrañas a tu Dios?” son las preguntas planteadas por uno de los protagonistas, quien concibe a la minería como una amenaza real al corazón de su cultura. Al mismo tiempo, se plantea que los sitios sagrados de los huicholes, son zonas de alta frecuencia y por lo tanto atentar contra ellos, es atentar contra el equilibro del mundo. Si bien, el documental muestra a quienes están a favor y en contra de la minería, subraya el hecho de que, como en cualquier población pobre, la necesidad no es de una minería que arrase con la biodiversidad, sino más bien de una oferta de trabajo digna, sustentable y respetuosa.

LA CARNE DE LOS DIOSES

En la reserva natural y cultural de Wirikuta, es donde los huicholes recolectan el peyote. Para ello, recorren cientos de kilómetros hasta llegar a la tierra sagrada del cactus. Este es parte fundamental de su cultura debido a las propiedades curativas y visionarias que se le otorgan. Su uso es medicinal y las visiones que produce son la base para la comprensión del universo y la cosmovisión huichola. Su consumo esta supervisado por el hombre más sabio, el chamán o curandero que guía la ceremonia.

El peyote tiene muchos nombres, entre ellos: peyotl, challote, cactus puddig, raíz del diablo mescal, botón de mescal, peote, tuna de tierra y whisky cactus…Para los huicholes: Híkuri o Jiculí.

El principal agente psicoactivo del peyote, se llama mezcalina y actúa de manera directa en el sistema nervioso central. Provoca coloridas alucinaciones visuales, aunque está documentado que también puede alterar otros sentidos. Como señala Aldous Huxley, en “Las puertas de la percepción”, el consumo de mezcalina en dosis moderadas, podría hacer percibir el mundo más allá del tiempo y el espacio. Señala que, en la experiencia con mezcalina, las preguntas a las que el ojo responde corresponden a otro orden: “Las impresiones visuales se intensifican (…)La mezcalina procura a todos los colores un mayor poder y hace que el perceptor advierta innumerables finos matices para los que en tiempo ordinario es simplemente ciego”.

Para los huicholes, el origen del mundo está inscrito en los alcaloides de la cactácea sagrada, es la carne de los antepasados. Es como un libro o el camino a la verdad. El peyote es el amanecer, la luz del sol, porque se abren las pupilas, propicia claridad y entendimiento total de la vida en una proporción inentendible en la cotidianeidad. Los huicholes son los guardianes del peyote, de esa carne celestial y las tierras que por derecho les pertenece.

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