Chancaca Deliciosa cumple 90 años y reafirma su rol en la mesa y la memoria de Chile

La histórica marca ha celebrado su aniversario con múltiples acciones este invierno, recordando que las tradiciones son mucho más que costumbres: son identidad, cultura y conexión intergeneracional.

Este invierno ha sido especial. No solo por las bajas temperaturas o las lluvias que vuelven esta semana, sino porque Chancaca Deliciosa, un clásico de la cocina chilena, cumple 90 años y lo ha celebrado con acciones cargadas de historia, sabor y tradición.

A lo largo de este invierno, la marca ha desarrollado distintas acciones para homenajear sus nueve décadas de historia. Desde activaciones urbanas hasta talleres con adultos mayores y contenidos digitales en redes sociales, todo ha tenido un eje común: reconectar con las tradiciones, con ese Chile profundo que se cocina a fuego lento, entre sopaipillas pasadas, braseros y sobremesas largas.

“Las tradiciones no solo nos unen con nuestro pasado, también nos ayudan a construir comunidad. En cada receta compartida, en cada historia transmitida, hay una oportunidad de conectar generaciones. Celebrar 90 años hoy tiene sentido solo si lo haces en comunidad, reconociendo a quienes estuvieron antes y entendiendo cómo queremos seguir caminando con las nuevas generaciones. Esto no es solo una campaña de aniversario: es una declaración de principios”, señala Miguel Lagos, subgerente de Chancaca Deliciosa.

Un invierno que sigue, y tradiciones que no se apagan

Aunque el mes de julio llega a su fin, aún queda más de un mes y medio de invierno. Las lluvias volverán a marcar el ritmo de la ciudad, y con ellas regresan también esos rituales que todos conocemos: una olla burbujeante, una mesa compartida, una receta que ha pasado de generación en generación. Es ahí donde Chancaca Deliciosa ha querido estar.

Desde la sopaipilla pasada en Chile hasta los postres de chancaca en distintos rincones de Latinoamérica, esta celebración no solo recuerda los 90 años de historia de la marca, sino también el valor cultural de lo cotidiano, de lo que compartimos sin darnos cuenta. Porque las tradiciones son una forma de resistir, de abrazarnos incluso en los inviernos más largos.