Absolutamente nadie muestra interés en quitarte la ropa. Ha pasado bastante tiempo desde que alguien te tocó en esas partes que te hacen enloquecer para llegar al punto más álgido del clímax y poco a poco empiezas a creer que esos días de caricias y orgasmos se han ido definitivamente. Puede que no hayas encontrado a un ser humano con quién hacerlo, quizá no te estés esforzando lo suficiente por atraer a otros con tu apariencia o una ruptura amorosa (reciente o distante) haya comenzado una terrible racha de suerte sexual; de cualquier manera, has caído en las garras de la represión.
Y cuando nos referimos a represión sexual, cabe señalar que no estamos haciendo mención de esos estados psicológicos en los que alguien contiene su expresión sexual ni del seguimiento de una práctica de abstención, sino a los impedimentos externos para la realización de la sexualidad. Es decir, cuando por más que se intente tener sexo con otra persona, ese momento tan anhelado nunca llega a tu cama. Cuando todo análisis foucaultiano alrededor de los actos sexuales parece no funcionar: nadie ejerce poder sobre tu cuerpo ni te sientes presa u objeto de la libertad contemporánea, por más falsa que sea ésta, según el filósofo.
Si así fuera, no te importaría ser el gobierno de otra persona; sin embargo, tu soltería y la tranquilidad de tu ropa interior parecen no depender de ti, no ha sido tu elección quedarte así, con las ganas. Es más, olvidemos por un momento tu estado anímico en cuanto a relaciones sentimentales, ahora lo que más importa es aquel incurable hormigueo entre tus piernas.
Lo único que podemos anunciar respecto a este estado (lamentable) es que se necesita paciencia y dedicación, finalmente el sexo y sus encuentros son algo que llega tarde o temprano siempre y cuando no se espere con el estoicismo de un oso panda. Hasta ellos logran emparejarse de vez en cuando.
Eso sí, seguramente no puedes dejar de pensarlo como un gran problema, y lo es, pero no significa otra cosa más que una desesperación que posiblemente no te deje avanzar en tus intentos. Entonces nubla cualquier idea que a continuación se presente y sigue buscándolo. No es tan complicado como parece.
–
Todo te excita
Literalmente todo. Cualquier cosa te recuerda tu soledad.
–
Tienes irritabilidad
Todo te hace enojar. Aunque sea la cosa más burda
–
Cancelas planes
Ya sean amigos, familiares o compañeros de la oficina, si hay potencial en una cita para terminar en la cama, lo cancelas todo.
–
Consideras a cualquiera
Y por cualquiera nos referimos incluso a una de tus exparejas. La selección se ha escapado de tus dedos.
–
No soportas las experiencias ajenas
Cada que alguien menciona su vida en pareja o una anécdota de sexo, no quieres más que arrojarle un martillo sobre la cabeza.
–
O sus conquistas
Cuando ves que uno de tus amigos se fue a casa con alguien más, deseas con todas tus fuerzas que algo salga mal.
–
Te refugias en la comida
Porque una hamburguesa con queso entiende todos tus problemas a la perfección.
–
O tomas demasiado en serio a Netflix
Incluso el servicio cree imposible que sigas ahí enfrente y ahora más que nunca te pregunta si en verdad quieres continuar viendo esa serie.
–
No te importa tu apariencia
Entonces no ves problema alguno en seguir usando tus sudaderas viejas y esos calcetines agujerados.
–
Dejan de importante los otros
Sólo ves un órgano sexual en potencia para servir a tus cometidos y te conviertes en un monstruo utilitarista.
¿En serio quieres seguir de esta manera? Es decir, a nadie debería importarle y de hecho a nadie le interesa más que a ti, pero no es justo. Ni siquiera es sano que continúes pensando en tus catástrofes de vida sexual; considera que seguramente esa enajenación que ahora padeces en cuanto al tema es una pieza más de toda la insatisfacción que experimentas. Relájate, aclara tu mente y trabaja seriamente, no con ideas insulsas, para encamarte con alguien más.