Deseo de reciprocidad, temor al rechazo, pérdida de la concentración, fuertes latidos del corazón, idealización, torpeza… son algunos de los síntomas que todos hemos presentado cuando estamos enamorados. El sentimiento es tan fuerte que a veces resulta imposible controlarlo, pues se escapa por cada poro de nuestro cuerpo.
Primero conocemos a alguien: nos gustan sus ojos, su cabello, la forma de su cara; después lo/la escuchamos hablar, pensar, moverse y esa atracción física se transforma en algo más fuerte. Por azares del destino o por simple buena suerte, sus palabras son dirigidas a nosotros y notamos que hay cierto interés de su parte; nos intercambiamos teléfonos, nos escribimos todos los días, nos reímos de las mismas cosas, nos conectamos, nos identificamos… nos enamoramos. Así es como la mayoría de las relaciones comienzan, suceden sin darnos cuenta y lo último que queremos es arruinarlo.
Cuando comenzamos a salir o a comunicarnos con esa persona que nos gusta, por temor al rechazo o a que nos rompan el corazón, adoptamos ciertas posturas que tal vez en el pasado nos funcionaron o al contrario, porque lo que hicimos antes para conquistar a alguien no nos funcionó y queremos probar algo distinto. Esto hace la indiferencia, ocultar nuestros sentimientos para no apresurar las cosas y echar todo abajo. Cuando estamos enamorados es tal la emoción que tratamos de disimularla; desde pequeños detalles que hagan parecer que no estamos tan interesados, hasta arriesgadas tácticas, todo ello con el fin de mantener cerca a esa persona y no hacer el ridículo.
Existen cosas que no puedes negar que has hecho alguna vez para disimular que estás enamorado, y aquí te mostramos 10 de ellas con las que seguro te identificarás:
Nos tardamos en contestar los mensajes
Cuando esa persona nos escribe, al instante que suena el celular corremos a ver el mensaje y nos morimos de la emoción con el “Hola” que nos envió. Pero para que no piense que es tan importante en nuestra vida y que nos morimos de amor por él o ella, lo que hacemos es dejar pasar unos minutos para contestarle. Creemos que de esta manera no será tan evidente nuestro loco interés y no lo puedes negar, todos lo hemos hecho alguna vez.
Inventamos planes
Cuando nos invita a salir la persona que tanto nos gusta, aunque por dentro nuestro cuerpo grite de emoción, tratamos de controlar nuestro lenguaje corporal y nos hacemos los indiferentes; incluso llegamos a inventar que justo es día tenemos “otras cosas que hacer”, pero que verás si los puedes “cancelar”. Aunque obviamente no tienes nada que hacer y si así fuera, cancelarías hasta los eventos más importantes de tu vida, hacerse la/el difícil siempre funciona.
No te arreglas demasiado
Esto es básico: cuando tienes una cita con la persona que te gusta tratas de disimular tu interés eligiendo cuidadosamente ropa que no se vea que tardaste horas en escoger para verte increíble. No te maquillas tanto, no te pones mucho perfume, intentas que todo en ti se vea casual; aunque te fijas que todo este en orden y que te veas bien, evitas proyectar que es uno de los días más felices de tu vida y que te hubieras puesto el vestido de noche más sensual de tu guardarropa.
Llegas unos minutos tarde a la cita
Esta estrategia la aplicamos siempre. Pasas todo el día pensando en la cita que tienes en la noche, sales de tu casa con tiempo innecesario de sobra pero te esperas en el estacionamiento hasta que lleves 15 minutos de retraso. Cuando llegas, dices que se te hizo “tarde” porque creemos que hacer esperar al otro es una forma de decirle que no es tu prioridad y que no estás tan interesado en quedar bien, aunque claro, sea todo lo contrario.
Reprimimos nuestro amor
Aunque quisiéramos decirle todo lo que sentimos, al principio reprimes un poco lo que grita tu corazón para no apresurar las cosas; evitas ser tan cariñoso cuando estás con él o ella, contestas un poco cortante los mensajes, cuando lo ves tratas de no ser tan efusivo, etc. Nos hacemos de corazón duro para no forzar eso que está comenzando por miedo a arruinarlo.
Te pones a “pensar bien” antes de dar el “sí”
Esto es más común en las mujeres: cuando ese chico con el que llevamos saliendo un tiempo nos pide por fin que formalicemos la relación, no te apresuras a dar el sí gritando de emoción, intentas mantener la calma y contestar (qué sí, obvio) con serenidad.
Te haces el/la difícil
Por más que sea evidente que la otra persona también se muere por ti, tratas de mantener la calma y provocar que le cueste un poquito conquistarte. Vas despacio si se trata de pasar a la segunda o tercera base. Te haces desear y lo dejas con ganas de más…
Le dices que estás saliendo con alguien más
Esto puede ser un poco extremo y no todos lo toman bien. Sin embargo, muchas personas lo hacen para que el crush le eche más ganas. A veces funciona, a veces no, pero te conviertes en alguien “inalcanzable” y sin duda la indiferencia es altamente atractiva.
Pasas unos días sin buscarlo (a)
Si eres el/la que siempre le escribe primero y de repente dejas de hacerlo, te darás cuenta si en realidad está interesado en ti. Es un buen experimento que hacemos cuando queremos saber si sienten lo mismo que nosotros.
Evitas que tu cuerpo te delate
Por más que la felicidad quiera dibujar una gran sonrisa en tu boca, o tus pómulos se pinten de rojo, tratas de hacerte el fuerte y forzar a tu cuerpo a no proyectar tu intenso enamoramiento.