Heridas urbanas del 73, crónica actualizada

11 de Septiembre: Una herida abierta (+fotos)

He querido nuevamente cerciorarme si persisten las “heridas” provocadas en este edificio por las balas disparadas hace 50 años atrás.


*Fotografía de portada registrada en el año 2021



“La patria se desangra
su corazón no late
los colores de primavera
son matices mortecinos
que enlutan nuestro territorio “
( martes 11 de septiembre ’73)
“¡Levántese compadre, hay Golpe de Estado!”.

Eran exactamente las 6,30 horas de la mañana del día martes 11 de septiembre de 1973 cuando mi hermano pronunció dicha frase a los pies de mi cama. Había regresado a nuestra casa ubicada en el centro de Quilpué después de haber sido interceptado a la altura del puente de Paso Hondo- cuando se dirigía hacia el Pedagógico en Playa Ancha donde era Profesor- y conminado a regresar por una patrulla de Infantes de Marina en tenida de guerra y con la cara pintada que estaban apostados en dicho lugar impidiendo el paso de vehículos y personas hacia Viña y Valparaíso. Una vez más Valparaíso fue “pionero” y el Golpe de Estado se inició acá, impulsado por la Armada.

En el libro “Bitácora de un Almirante-Memorias”, de José Toribio Merino, se describe detalladamente cómo el Estado Mayor de la Primera Zona Naval de Valparaíso, cuyo Comandante en Jefe era José Toribio Merino, fraguó, planificó y llevó a la práctica el denominado “Plan Cochayuyo”, que comenzó a implementarse a mediados del año 73, realizando allanamientos con la excusa de buscar armamento, en base a las facultades entregadas a las Fuerzas Armadas por la Ley de Control de armas aprobada en el Congreso en octubre del año 72. Merino relata en este libro como todo eso sirvió para foguear a los uniformados en esas tareas, ya que se utilizaba siempre el mismo personal uniformado para realizar reiterados allanamientos en un mismo lugar, de manera que fueran interiorizándose de todos los detalles.

Explica que una de las preocupaciones fundamentales era el estar preparados para silenciar los medios de comunicación, por eso en los allanamientos efectuados en distintas radioemisoras regionales se utilizó siempre al mismo contingente especializado en telecomunicaciones y , por lo mismo, a las 6 de la mañana
estuvieron muy bien preparados y se hicieron cargo sin problemas de las emisiones radiales regionales el día 11 de septiembre, las cuales empezaron a trasmitir bandos y marchas militares inmediatamente.

Mientras en otros lugares del país la situación no era tan clara en las primeras horas de la mañana del martes 11, pudiéndose todavía escuchar algunas emisoras de Santiago que se mantenían al aire -lo que permitió enterarse de la llegada del Presidente Salvador Allende a la Moneda y escuchar a través de Radio Magallanes su último discurso- acá en la provincia de Valparaíso, en cambio, el control era total por parte de la Armada de Chile.

Fotografía tomada a una foto publicada en el diario El Mercurio el día jueves 13 de septiembre
de 1973

En abril del año 2021, después de compartir un café con amigos en el local “República” de Playa Ancha, decidí dar un paseo por antiguos espacios, recordando la época de los años setenta como estudiante de la Universidad de Chile. Al llegar a la parte posterior del “Departamento de Ciencias” de aquel entonces, hoy Sede de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valparaíso, lugar en donde teníamos clases de los ramos básicos del área de la Salud, pude observar que todavía seguían presente sobre las paredes de este hermoso edificio las “heridas urbanas del 73”.

Orificios de bala disparados desenfrenadamente por los uniformados los días posteriores al golpe de Estado en contra de supuestos francotiradores fantasmas, presentes solo en las enfermizas mentes golpistas, con el simple y siniestro objetivo de provocar miedo, propio de las acciones del terrorismo de Estado que se desencadenó brutalmente en contra de los chilenos y chilenas a partir del 11 de septiembre de 1973.

Fotografía de la parte posterior del edificio registrada el año 2021



Fotografía registrada el año 2021

De “golpe”, ahora en el año 2021, poco más de 47 años después, volvieron a la memoria una serie de situaciones vividas como estudiante en esa época.

Recordé, por ejemplo, cuando tuve que ir a revisar las listas en calle Hontaneda, por el costado del Hospital Van Buren en el cerro El Litre, donde funcionaban oficinas administrativas para ver si era uno de los “afortunados” que podía seguir estudiando en la universidad. Precisamente al mismo lugar que había concurrido a materializar la matrícula en la carrera de Odontología el año 71, después de haber rendido con éxito la PAA y quedar seleccionado en ella.

En septiembre del 73 las listas colocadas allí correspondían a una “nueva selección”, esta vez para ver si tenías “derecho” a continuar estudiando según lo habían decidido los uniformados que a sangre y fuego se habían tomado el poder.

Si mal no recuerdo existían tres tipos de listas con las letras A-B y C respectivamente. En la primera aparecían los nombres de los alumnos y alumnas que podían continuar sin problemas estudiando la carrera. Obviamente que aquí se incluían a todos y todas las alumnas que apoyaban el golpe de Estado.

En la Lista B aparecían los nombres de todos aquellos alumnos y alumnas que “olieran a Unidad Popular”, pero que, según no sé qué criterio, o más bien des-criterio, se les permitía seguir estudiando como “alumnos condicionales”, siempre y cuando se “comprometieran a no participara en actividades políticas”, ya que a la más mínima sospecha serían expulsados. En la Lista C estaban los nombres de alumnos y alumnas suspendidos por un semestre, un año o más, y los expulsados definitivamente de la Universidad.

En la confección de estas “Listas” participaron obviamente compañeros(as) de curso, de la Facultad o de la Carrera a la que se pertenecía, todas y todos partidarios del golpe de Estado, simpatizantes o militantes del Partido Nacional, Patria y Libertad o la Democracia Cristiana.

Desgraciadamente no existen los documentos o registros que respalden los nombres de los y las responsables de tan deleznable comportamiento, identificaciones que corrieron silenciosa y cuidadosamente de boca en boca, pero sería irresponsable entregar sus nombres sin el respaldo necesario.

Fui uno de los alumnos “afortunados” y esta vez fui “seleccionado” en la Lista B, por lo tanto pude continuar estudiando como alumno “condicional”.

Después de alrededor de algunos días, una semana o más, no recuerdo precisamente la fecha, tuvimos que acudir a la Escuela Dental, ubicada en la Subida Carvallo, pocos metros más abajo del Estadio Playa Ancha, lugar que fue utilizado como centro de prisión por algunos días, para ir a reconocer y retirar nuestras pertenencias que habían quedado guardadas en los casilleros.

Al llegar allí nos encontramos con la Escuela Dental “tomada” por Infantes de Marina, con sus puertas de reja exterior cerradas, cosa esperada en esos días, pero fue una desagradable sorpresa ver que había compañeros de los distintos cursos junto a los marinos, quienes te reconocían como alumno de la Escuela para que los uniformados te permitieran entrar a retirar tus cosas, y ellos mismos te acompañaran hasta los casilleros.

Todavía recuerdo las lastimeras palabras llenas de disculpas de quien me acompañó, quien no solo había sido un compañero de curso, sino que pertenecía al grupo de los “desarrapados”, aquellos y aquellas que gracias a las becas y “préstamos de instrumental” implementados durante el gobierno de Salvador Allende pudimos sacar adelante esta Carrera que se caracterizaba por los elevados gastos en que se debía incurrir para comprar el instrumental que solicitaban en la parte clínica.

Nuestros casilleros estaban ubicados en la parte posterior de la Escuela Dental y como esta había sido allanada violentamente, al igual que todos los demás recintos universitarios, los casilleros habían sido descerrajados y sus contenidos vaciados al suelo sin ningún miramiento, en busca de “material subversivo y armas imaginarias”.

Nuestros libros, apuntes, cuadernos y trabajos dentales desparramados, destruidos y apilados desordenadamente, eran el mudo testigo de la brutalidad militar, en este caso sobre objetos materiales, pero que se desató con mayor bestialidad en contra de los cuerpos indefensos de millones de chilenos y chilenas allanados, vejados, con un saldo de miles y miles de prisioneros y prisioneras, torturados y torturadas, asesinados y asesinadas, desaparecidas y desaparecidos, la mayoría de ellos hasta el día de hoy no se sabe dónde están.

Ante la mirada avergonzada de mi compañero fui recogiendo y ordenando mis pertenencias. Las únicas palabras que pronuncié fueron mi nombre y curso al marino que custodiaba la puerta de entrada a la Escuela Dental junto a las y los compañeros “de confianza” que estaban junto a ellos.

Durante el trayecto hacia los casilleros y hasta que salí de allí no pronuncie palabra alguna. Solo miré con desprecio un par de veces a mi compañero de curso, mientras él intentaba explicar lo inexplicable.

El primer día que se nos permitió retomar las clases parecía estar en algún recinto militar y no en un plantel universitario, ya que muchos de los profesores de la carrera, e incluso un alumno, aparecieron “engalanados” en sus uniformes, ya que muchos de ellos trabajaban en la Armada.

Los sueños multicolores que impulsaban nuestro quehacer en el Gobierno Popular del compañero Allende se transformaron de la noche a la mañana en una pesadilla grisácea, o más bien dicho azul marina en el caso nuestro.

Dentro de las delaciones y acusaciones entregadas a las autoridades militares por nuestros propios compañeros(as) estudiantes, cinco compañeros de tercer año de la Escuela Dental fuimos sindicados y acusados de “realizar actividades subversivas” Debido a estos fuimos conminados, mediante una orden trasmitida por emisoras locales, a presentarnos de forma inmediata en la Vicerrectoría. De esta manera se nos “invitó” a acudir hasta la Escuela de Derecho, donde se encontraba la oficina del Vicerrector, que en esos momentos era el doctor Andrés Barros, profesor de la asignatura de prótesis de la carrera de Odontología y dentista funcionario de la Armada, con grado de oficial, razón, esta última, por la que había sido designado como Vicerrector militar. No sabíamos cuál era el motivo de nuestra citación. El Dr. Barros nos hizo ingresar a su oficina y fue solo en esos momentos que se nos comunicó en forma oficial el motivo y la acusación que pesaba sobre nosotros: “realizar actividades vinculadas al Plan Z en una clínica clandestina de la ciudad de La Calera”. Bastó escuchar esa descabellada acusación para asumir que nuestra suerte estaba echada y, aunque se trataba de algo absolutamente falso, no solo seríamos expulsados de la universidad, sino, además, nos enviarían a los recintos de detención y tortura de la Armada.

Intentamos balbucear alguna respuesta, pero fuimos interrumpidos de inmediato por el Dr. Barros quien nos manifestó que no sabía quiénes habían hecho tal acusación, pero estaba consciente de que era totalmente falsa, puesto que él mismo era uno de los impulsores de dicha clínica a cargo del Club de Leones de Calera, destinada a brindar atención odontológica de urgencia a las personas sin recursos. Los alumnos que comenzábamos con nuestra práctica clínica acudíamos a realizar extracciones en dicha clínica, para “soltar la mano”, para adquirir experiencia, y, al mismo tiempo, entregar un apoyo solidario.

Dicho esto, agregó que sabía perfectamente que éramos partidarios de la “depuesta” Unidad Popular, gente de izquierda, nos dio una larga perorata sobre “el rol de los estudiantes en la universidad”, y nos “invitó” a comprometernos a no participar en ninguna actividad política dentro o fuera de la universidad, obligándonos a firmar una tarjeta donde estaba escrito dicho compromiso, de lo contrario dejaríamos de ser alumnos de la carrera de Odontología. En dicho compromiso se estipulaba, además, nuestra calidad “alumnos condicionales”.

Conversando después entre los cinco compañeros y amigos citados a Vicerrectoría, concluimos que había sido una situación fortuita, y en nuestro caso afortunada, que el Dr. Barros conociera perfectamente el funcionamiento de la clínica dental del Club de Leones, motivo por el cual pudo descartar tajantemente dicha acusación. De haber sido otro personaje el Vicerrector en esos momentos, otra habría sido nuestra situación. De igual forma nos preguntamos cuántas acusaciones similares afectaron a alumnos de otras carreras, en cuyos casos fueron lisa y llanamente expulsados sin mayor explicación, y en muchos casos encarcelados y torturados.

Fotografía del frontis del Departamento de Ciencias registrada el año 2021

Este “fogonazo” de recuerdos que estalló en mi memoria el mes de abril del año 2021 y que he relatado en esta crónica, fue gatillado por esos impactos de bala que después de 47 años seguían diciéndonos que la exigencia de verdad, de justicia y la lucha contra la impunidad son tan reales como esos orificios sin “cicatrizar”.

Permanecen como una herida abierta en las paredes de este hermoso edificio, que forma parte del patrimonio de la arquitectura moderna chilena y se terminó de construir el año 1961 para que funcionara allí la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile de Valparaíso, diseñado por el destacado arquitecto Héctor Mardones Restat, quien también es el autor, entre otras obras, del edificio matriz del Banco del Estado en Santiago.

Al acercarnos este mes de junio del 2023 a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, revisando algún material que pudiera servir como un aporte a la memoria histórica, he recuperado esta crónica del 2021 y considerado pertinente agregarle otros pequeños trozos de recuerdo para difundirla una vez más.

Pero, al mismo tiempo, he querido nuevamente cerciorarme si persisten las “heridas” provocadas en este edificio por las balas disparadas hace 50 años atrás.

Fotografía de la parte posterior del edificio registrada el 07 junio 2023.



Fotografía registrada el 07 de junio 2023

Anexo: Dos fotografías más registradas el 07 de junio de 2023

En el frontis del edifico solo pude constatar la presencia de estos testimonios materiales de memoria histórica en los bordes de una de sus ventanas.

Hoy, miércoles 07 de junio del 2023, premunido de una máquina fotográfica concurrí nuevamente a Playa Ancha, pudiendo constatar que, como un mudo pero potente “testimonio material de memoria” del golpe de Estado del año 73, todavía se pueden observar dichas cicatrices, las que, como un metafórico grito de resistencia al olvido, siguen clamando:

¡justicia, verdad, no a la impunidad!

Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 07 junio 2023

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