ESPECIAL 50 AÑOS:

Fútbol chileno en Dictadura: Cuando la turbiedad tomó forma

La turbiedad en el fútbol chileno llegó para quedarse. Venta de fichajes a bajo costo, y un pésimo rendimiento, marcaron el fútbol durante la dictadura.

Por El Ciudadano

05/09/2023

Publicado en

1973ChileMemoria / Columnas / Portada

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Por Carlos Barraza, Historiador del Fútbol

26 de septiembre de 1973, pocos días después del Golpe de Estado, Chile de la mano de Elías Figueroa, Alberto Quintano y Carlos Caszely, logró arrancar un heroico empate sin goles ante la Unión Soviética en Moscú. Fue un partido extraño, sin corresponsales y la mayoría de los pormenores los conocemos por los protagonistas del encuentro y por el libro “El Partido de los Valientes” de Axel Pickett. Las autoridades entrantes no enviaron a la prensa y los jugadores tuvieron que llegar de forma desordenada y por cuenta propia al país euroasiático.

La gran campaña internacional del legendario Colo-Colo 73, que cayó en una polémica final ante Independiente de Avellaneda, había quedado muy atrás. Se venían años con partidos grises, resultados extraños y traspasos impensados. Fue una época en donde los denominados “tres grandes” caminaron por la cornisa por bastante tiempo, con Universidad de Chile terminando en mitad de tabla, Universidad Católica descendiendo y Colo-Colo con magras campañas, muy por debajo de lo esperado, pero además el trono fue reclamado por otras escuadras que, inesperadamente, se vieron con un importante capital económico: Unión Española, Palestino y Everton de Viña del Mar.

El partido que clasificaría a Chile a Alemania 1974, simplemente no se jugó. La Unión Soviética en protesta por la situación vivida en Chile posterior al Golpe de Estado, no se presentó a jugar y la selección nacional terminaría ganando un “partido fantasma” y que, para no perder el viaje al Estadio Nacional, pactó de forma relámpago un amistoso ante el Santos de Brasil, escuadra que viajó con suplentes y que venció a los chilenos por 5-0. El descalabro ya era completo pero al menos la primera tarea estaba realizada: clasificar al mundial, luego de la amarga experiencia clasificatoria rumbo a México 1970 (en donde Chile quedó fuera ante el Uruguay de Espárrago, Forlán, Cubilla y compañía).

Mientras el Estadio Nacional se configuraba como un siniestro anfiteatro del horror orquestado por las múltiples violaciones a los derechos humanos ahí perpetradas; Universidad de Chile, por el decreto de la Junta Militar, se vio particularmente afectada dado que se estableció que ningún funcionario podía recibir un sueldo mayor a un decano, eso incluía a los jugadores, las gestiones de dirigentes como Rolando Molina y Ambrosio Rodríguez, alineados con las autoridades de turno, buscaban una mayor intervención gubernamental, la cual le costaría el sueño del estadio propio una vez más, perdiendo los terrenos del Parque Araucano. 

Chile vivió un clima de agobio de Alemania, temiendo que se repitiese un evento similar al atentado palestino en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, los jugadores concentraron en un recinto similar a un castillo medieval, con estrictas medidas de seguridad y con exiliados políticos en las calles germanas, lo que generó un clima gris y agobiante para un plantel que en cancha no pudo responder, cayendo ante Alemania Federal por 1-0 con gol de Paul Breitner (y Carlos Caszely siendo el primer jugador en recibir una tarjeta roja en la historia de los mundiales); empatando 1-1 ante Alemania Democrática y 0-0 ante Australia, contando con el ingrediente extra de que en la ceremonia inaugural, las autoridades enviaron como embajadores culturales a “Los Huasos Quincheros”, siendo abucheados por el público presente en el partido inaugural entre chilenos y el futuro campeón mundial. Luego Caszely sería fustigado por la prensa y quedaría fuera, en extrañas circunstancias, de la convocatoria en las eliminatorias rumbo a Argentina 78.

Por otra parte, se produjeron extraños fichajes que condimentan aún más el clima imperante en aquel entonces. La llegada de Elías Figueroa a Palestino por una módica suma aún genera dudas, considerando que en Internacional de Porto Alegre era ídolo y figura, además que Real Madrid y América de México habían realizado ofertas millonarias por su fichaje, del mismo modo el regreso de Alberto Quintano, referente en Cruz Azul a la alicaída Universidad de Chile, tampoco dejó indiferente a nadie y mientras Unión Española poseía el grueso del Colo Colo 73 en sus filas, luego era Everton de Viña del Mar que se hacía con gran parte de esas figuras, y decidía ir por todo por un nuevo título.

Luego vendría el fracaso eliminatorio rumbo a Argentina 78 (cayendo ante el fantástico Perú de Sotil, Cubillas, Chumpitaz y Quiroga), con Caszely fuera de la convocatoria (según se cree, por presiones del presidente de la federación de fútbol, Gordon Cañas), el caso de los pasaportes fraudulentos de Paysandú en 1979 (en donde el entrenador Pedro García llevó a un plantel plagado de jugadores mayores para un campeonato Sub-20, con Roberto “Cóndor” Rojas a la cabeza) y el subcampeonato en la Copa América de 1979 (con la famosa artimaña de las fotografías ante Colombia en la definición del grupo). Todo esto generó un clima caótico y oscuro, en donde primaba mayormente un fútbol “de pasillo”, con dirigentes y entrenadores urdiendo planes inevitablemente condenados al fracaso pero que en primera instancia asomaban como “auspiciosos”, sin reparar en que los “Gigantes del Atlántico” (Brasil, Argentina y Uruguay) llevaban años manejándolas a la perfección.

La brillante clasificación a España 82, de forma invicta y con Luis Santibáñez como director de orquesta, parecía disipar estas sombras y darle un sustento hasta justificado este clima, pero el fiasco en tierras hispanas ante Argelia, Alemania Federal y Austria, derrumbaban todas las esperanzas del modelo desarrollado. El subcampeonato en la Copa América de Argentina 1987, se vería rápidamente soslayado por el famoso “Maracanazo” de Roberto Rojas. La turbiedad había llegado para quedarse, y el legado de un quiebre histórico-democrático dejó su huella marcada a fuego en el “Deporte Rey”, cerrando el ciclo de la misma forma en la que empezó: vergüenza.

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