La ética en el pensamiento de Eco

Julio César era respetuoso con los galos, aunque le parecían unos quejicas, y Tácito admiraba a los germanos, aunque los consideraba repugnantes...

La ética en el pensamiento de Eco

Autor: Francisco Baeza

Cae la tarde en lo profundo de la Mixteca, pero el calor no da tregua. Al romper el mercurio la barrera de los 30°, los seres humanos, razonaba Umberto Eco, tendemos a ser más irritables, más irascibles, más impulsivos; saliendo del aire caliente para hundirnos en el puro calor sin aire, nuestra sangre comienza a hervir a punto de ebullición.

Acalorados, observaría Eco, los hombres somos más propensos a construir enemigos, no según nuestra conveniencia histórica, política o electoral, o a cualquier otro interés racional, sino en función de nuestras pasiones; en tales condiciones cualquiera podría volverse nuestro adversario más odiado, lo mismo el maldito neoliberal que empeñó el país al capital extranjero que el vecino pendejo que estacionó su coche en la entrada de la casa o el pinche perro que ladra a la distancia.

Un aspecto, a menudo, ignorado del pensamiento de Eco es el de la importancia de la ética en la construcción del enemigo. Esta, según el autor de Construir al enemigo (2012), no tendría que ver con el hecho mismo de construirlo, puesto que su construcción es una necesidad vital, sino con desprendernos de los odios irracionales, comunes en las tardes calurosas, que nos dificultan tratar con él; ejemplos, abundan: Julio César era respetuoso con los galos aunque le parecían unos quejicas, Tácito admiraba a los germanos aunque los consideraba repugnantes, Esquilo invitaba a los griegos a ponerse en los zapatos de los persas a pesar de todas las desgracias que les habían causado.

La idea de simpatizar con el enemigo que proponía el dramaturgo cuya trágica muerte me recuerda siempre la importancia de usar sombrero evolucionará enseguida a la de amarle, un concepto chocante en una época en la que magnanimidad era considerada más un defecto que una virtud e imperaba, aún, la Ley del talión—“Ojo por ojo y diente por diente”—pero que arraigará cuando Jesús, en su afán por exportar su causa a los gentiles, promueva entre los judíos el amor a sus enemigos arguyendo que su benevolente padre, quien era padre de todos, hacía “salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 43-47).

El antiguo consejo de los profetas—“Si encuentras el buey extraviado de tu enemigo, llévaselo”, “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber”—elevado a mandato por aquel judío radical, pienso, no es propio solamente de santos o de poetas, ni característico de los traidores, como alguno podría argumentar, sino de verdaderos demócratas:

En las sociedades diversas, donde forzosamente coexisten formas de ser y de pensar tan contradictorias que nos colocan a cada momento al borde de la ruptura, la amabilidad debe erigirse en el pilar fundamental para la convivencia pacífica. (¡Amén!).

Recuerda suscribirte a nuestro boletín

📲 https://t.me/ciudadanomx
📰 elciudadano.com


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano