Un cierre discreto, casi clandestino, con guitarra del saxofonista de la Raval’s Band, con la electrónica de su hermano Álvaro y las melodías digitales de Carlos Silva… la intimidad del trazo fue prolongada entre los murmullos de los asistentes (pseudo-digitales). Imaginemos que fue así. Para algunas/os Bruno pertenece a esa tradición invisible alejada de lo espectacular, precisamente porque habita en aquel gesto errabundo de la vida poética.
“En su reciente visita a Chile, el poeta volvió a pisar Viña del Mar, su ciudad natal, después de 40 años”, registraba The Clinic en 2015*, y ahora en la exposición Dibujos (1984-1987) pasan otros 40 años hasta el día de la exposición. Diríamos que cada cuatro décadas crea una acera por medio del tránsito, esta vez desde la que podemos contemplar sus diálogos visuales, por primera vez. Una acera como una pared expositiva sobre una estantería llena de libros. La idea de la reanimación sobre una suerte de archivo: un eco-gráfico sostenido de imágenes que entienden el arte como ejercicio de supervivencia.

Hay en estos dibujos ochenteros restos de arqueología y pintura —la que quizás le viene por herencia, por los nombres de Julio Montané Martí y Helga Krebs, sus padres— o si pensáramos en Valparaíso, 1957 (año de su nacimiento) y Barcelona, 2025 (año de la exposición) que elevan una línea no sólo temporal sino que más bien un horizonte sobre un bosquejo significativo. En esta exposición parecieran unirse el presente mediterráneo -donde reside- con el nacimiento lejano a unas costas, impalpable. Quizás sea un puro chisme mío. No así el encuentro entre estos dibujos y la gente, que de alguna manera exponen y remiten a los quehaceres de su paso: y eso que le cantan / al poeta que no siendo dibujante / escribe con instrumentos…

Luego, a Bruno Montané se lo puede pensar como poeta y dibujante, como corrector de textos que se pide un zumo de manzana en el Buenas Migas del Raval; figura modesta pero esencial en el engranaje editorial: desde los márgenes ha contribuido a dar visibilidad a nombres clave de la poesía latinoamericana contemporánea. Fue editor de Elvira Hernández (Chile) y Jorge Pimentel (Perú), entre varias/os otros. Desde 2012, junto a Ana María Chagra, dirige Ediciones Sin Fin, un proyecto poético que nació en Barcelona y que resiste gracias a quienes aún vemos en los libros un territorio en el que operar. Su trabajo literario da cuenta de una trayectoria diversa: El Futuro. Poesía reunida (1979–2016) (Candaya), Perros habitados por las voces del desierto (Ultramarina C&D), Efímera (Contrabando, 2ª ed. 2022), y la versión catalana Setanta-set poemes, traducida por Lluís Mata Pallarés (Llop Ferotge, Girona, 2013), por nombrar algunas, no todas. Sin embargo, más allá de los títulos, lo que persiste es una manera de estar en el mundo. Una voz y un trazo que deambulan en la fragilidad, que exponen con ternura los repliegues de la experiencia. John Berger se preguntaría si acaso estos dibujos vienen de algún recuerdo, o sin son representaciones diferenciadas de sus imaginaciones. Juan Morales pensó a Bruno de esta manera, otro día:
“Todas sus vivencias, indagaciones, experiencias, tristezas, esperanzas y alegrías, forman parte, en su lírica, de un proceso colectivo y abierto, de una épica compartida, de una aventura incesante en la cual se hace partícipe a un lector que, muchas veces, se verá reflejado en el espejo de estos versos y se sentirá representado por la simpleza, la fragilidad y la ternura, profundamente humana, de una voz poética que no esconde sus flaquezas y temores detrás de ninguna pirotecnia verbal y que tampoco se guarda la exposición fría y contundente de sus certezas y hallazgos, por muy duros o perturbadores que éstos sean” (www.canibaal.es).

En breves cuentas: sus dibujos, como sus poemas, serían algo así como mapas afectivos. Recortes de una vida que no se oculta ni se embellece, sino que entrega a quien se detenga a mirar:
como sí instrumentos / como si alienígenas una vez el trazo / haya desbordado / las vasijas
a ratos ave / a ratos semilla / la repetición esconde los ritmos / de un pavo real
se vuelve Selknam / se vuelve fungí / se vuelve cromo digital
y eso que le cantan / al poeta que no siendo dibujante
escribe con instrumentos / caídos de una nave espacial / como sí el trazo / una rima
como sí el ave / cualquier cosa fractal
cualquier mensaje en cualquier lugar
a estas horas / en que las canteras las gaitas las escafandras / aviones con patas de rana
que casi paraguas / y casi enchufe / se encaraman por la estantería
aleshores…
en que estos dibujos se suelen descolgar de las paredes.
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* Bruno Montané Krebs nació en Valparaíso, no en Viña del Mar.
Por Pía Sommer
Mataró, Mayo de 2025