Por Sergio Salinas Cañas

Un 24 de mayo de 1903, nació en Santiago de Chile, Jaime Galté Carré, quien es considerado en la actualidad como uno de los médium y maestro espiritual más grandes de la historia de Chile.
Las actividades de conmemoración del natalicio de Jaime Galté Carré se realizarán de forma reservada, tal como fue la vida de este destacado profesional y hombre público. Así lo han señalado los distintos grupos a los que perteneció el médium y maestro espiritual, en especial el Grupo Martinista que lleva su nombre y que se mantiene activo entregando un humilde camino de introspección y crecimiento espiritual tal como lo hizo en su vida encarnada, uno del médium más grande de Chile. Lo anterior, se explica por la cantidad de programas de televisión, libros y columnas que se han escrito en los últimos meses sobre este abogado que sólo buscó ayudar al prójimo sin ser reconocido públicamente.
Jaime Galté cursó sus estudios primarios en Tacna y en Iquique, a donde se trasladó junto su familia. Posteriormente, el año 1921 migró a Santiago a estudiar Ingeniería en la Universidad Católica, desde donde es expulsado, en 1924, por realizar conductas contrarias al dogma imperante. Eran sus primeros pasos en el espiritismo, práctica realizada en esos años de forma reservada en la alta sociedad chilena y en un sector del movimiento anarquista.
Recién al año siguiente, en 1925, con la aprobación de la nueva Constitución, en Chile se separó oficialmente la Iglesia del Estado. El artículo 10, numeral segundo sostenía que se establecía “La manifestación de todas las creencias, la libertad de conciencia y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden público, pudiendo, por lo tanto, las respectivas confesiones religiosas erigir y conservar templos y sus dependencias con las condiciones de seguridad e higiene fijadas por las leyes y ordenanzas”.
Ese mismo año, 1925, ingresa a la Universidad de Chile a estudiar Derecho. Cinco años después recibió el título de abogado un 11 de noviembre de 1930. Para la obtención de su título, su memoria versó sobre la formación de un nuevo proyecto de ley sobre sociedades de responsabilidad limitada, que posteriormente llegó a ser Ley de la República.
El 19 de diciembre de 1930, contrajo matrimonio con Erna Luisa Müller Baluarte, en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán en la comuna de Ñuñoa. El 9 de diciembre de 1931, nació su hija mayor, María Inés, y, el 16 de mayo de 1933, su segunda hija, Sonia Carlota.
En el mes de agosto de 1932, “fue nombrado profesor de la Cátedra de Derecho Procesal de la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de Valparaíso, dependiente de la Universidad de Chile y el 20 de octubre del año 1933 fue nombrado director de la citada escuela universitaria. En Valparaíso conoció a Tomás Ríos González, notario de Valparaíso (1893-1922), muy versado en lo que entonces se llamaba Metapsíquica y dueño de la Librería Orientalista. Ríos habría sido una de las personas que estuvo durante la canalización del marinero (cocinero) del barco Itata.
El abogado Galté Carré ingresó a la Gran Logia de Chile el 25 de noviembre de 1937 siguiendo el camino de su padre Jaime Galté Sabaj, a la respetable logia Deber y Constancia N°7. El 18 de agosto de 1939 recibió el Grado de Maestro Masón. Mantuvo una constante y abnegada actividad en su logia, desempeñando distintos cargos: Maestro de ceremonias, Orador, Segundo y Primer Vigilante y Venerable Maestro por tres períodos consecutivos, entre los años 1942 y 1945, constituyendo notables etapas en la vida de ese taller.
Publicó numerosos trabajos en la Revista Masónica. Jaime Galté contribuyó, además, a la creación de la RL Prometeo N°101 de la que fue miembro integrante hasta el día de su muerte. Colaboró también con la Gran Logia de Chile, desempeñándose como miembro del Tribunal de Honor, por seis años consecutivos y, en el momento de su deceso, desempeñaba el cargo de Gran Orador de la Gran Logia de Chile por un segundo período. Asimismo, la Gran Logia de Virginia, de los Estados Unidos, lo había designado garante de paz y amistad ante la Gran Logia de Chile, contribuyendo con su destacada participación al desarrollo de fraternales relaciones entre dos poderes masónicos.
La Masonería Capitular también lo contó entre sus miembros más esclarecidos. Recibió el Grado IV el 29 de septiembre de 1945, en el Santuario Esperanza N°2 de Santiago, del cual fue posteriormente su presidente. La Logia de Perfección de Grado IX Educación y Justicia N°1, lo contó entre sus miembros y contribuyó a fundar la Logia de Perfección Grado IX “José de San Martín” N°3. Gracias a su activa participación en las actividades de la Masonería Escocesa, obtuvo los siguientes Grados 18°, 22°, 30°, 31°, 32°, para posteriormente ser exaltado el 8 de diciembre de 1963, al Grado 33° y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Jaime Galté, al momento de su fallecimiento, ejercía la presidencia del Soberano Tribunal de Grado 31°, con acierto y sabiduría a pesar de sus abrumadoras responsabilidades profanas y actividades masónicas.

Como una demostración de su profunda convicción masónica y de su acendrado amor a la Orden, se reproduce a continuación las líneas iniciales de “Fundamentos Masónicos”, uno de sus numerosos trabajos, aparecido en la Revista Masónica N° 9-10: “Para algunos, la institución masónica es la guardadora de los principios morales que han dignificado a la especie humana, elevándola por encima de la baja animalidad; para otros es una filosofía que ha organizado a los pueblos sobre la base de la política positiva, y, para el resto, es la conservadora de la tradición iniciática de hace miles de años, que transmite a través del tiempo, la formidable sabiduría del pasado…”.
El 10 de noviembre de 2015, el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, Luis Riveros, reiteró, durante el lanzamiento del libro con la biografía de Jaime Galté que escribí, que, de no fallecer el académico y abogado, lo más probable es que hubiese llegado a ser Gran Maestro.
Antes de ingresar a la Gran Logia de Chile, Jaime Galté había ingresado a la Orden Martinista, escuela de caballería cristiana, iniciática, cuya finalidad esencial es ser una escuela espiritual, de introspección, que busca la reintegración del hombre con sus potencialidades, basadas en el amor, la humildad, la tolerancia, la fraternidad y la caridad como valores fundamentales. Este camino fue entregado por varios maestros ascendidos, entre ellos el faraón Akenatón, Joaquin Martinez de Pasqually, Louis Claude de San Martin y Gerard Encausse conocido como Papus. Siendo el principal maestro: Jesús y sus enseñanzas entregadas al cristianismo primitivo y seguidas posteriormente por los esenios, gnósticos, templarios y cátaros.
El martinismo es una forma espiritual de vida que se basa en que todos los seres humanos pueden conectar individualmente con la divinidad, construyendo su templo interior, sin necesidad de intermediarios como los representantes de las religiones oficiales.
Dentro del Martinismo, Louis Claude de Saint-Martin señaló: “La única Iniciación que predico y que busco con todo al ardor de mi alma es aquella por la cual podemos entrar en el corazón de Dios y hacer entrar el corazón de Dios en nosotros…”.
El abogado y secretario del Senado durante muchos años, Horacio Hevia Mujica, quien sucedió a Jaime Galté como conductor del Martinismo en Chile, sostuvo que Martinez de Pasqually y Louis Claude de San Martin fueron iluminados. Ellos no necesitaron estudiar textos, ya que se comunicaban directamente con los planos superiores y ahí obtenían los conocimientos necesarios.
De la misma manera, podemos aseverar que en la vida de Galté se encarnaron dos espíritus. ambos maestros iluminados, que sintetizaron lo mejor de la ciencia (Dr. Halfanne) y lo mejor de la espiritualidad (Mr. Lowe). Pero la propia vida de Galté es una síntesis de lo mejor de ambos mundos, concordando en un principio básico de vida: el humanismo.

El grupo martinista tomó el nombre de Jaime Galté luego de su partida de este plano material, como un homenaje a este gran y humilde hombre. En el libro En el Umbral (1962) se lee: “Durante muchos años, hemos golpeado la puerta cerrada que nos impedía traspasar, con plena conciencia, el Umbral, el terrible Umbral que constituye el tormento de muchas escuelas filosóficas. Nuestros esfuerzos redoblan nuestra tenacidad y nuestras ansias espiritualistas, porque intuíamos que detrás de esa puerta empezaríamos a vislumbrar la Verdad. Un día oímos una débil voz que nos amonestaba con dulzura: ‘Cuando encontréis a vuestros respectivos Maestros y busquéis la Verdad sin apasionamiento por una idea o creencia, se abrirá la puerta y traspasaréis el Umbral con plena conciencia’”.
Por Sergio Salinas Cañas
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