En plena campaña presidencial de Hernán Büchi de 1989, cuando la derecha chilena veía sombríamente que perdería el poder, el candidato que gustaba subir a las montañas planteó a algunos ex-ministros de Pinochet la necesidad de generar una instancia para defender y, en lo posible, proyectar las radicales transformaciones a la economía chilena efectuadas en los últimos 17 años. “Tenemos que dar la batalla de las ideas”, espetó Büchi a sus correligionarios.
La idea comenzó a ser concretada a fines de marzo de 1990, apenas tres semanas de asumir el gobierno del demócratacristiano Patricio Aylwin, cuando el propio Büchi contó con el apoyo entusiasta de Carlos Cáceres, el último ministro del Interior del dictador, un opaco personaje que ha permanecido en las penumbras de la política chilena, pese a sus grandes cualidades como organizador.
Carlos Cáceres Contreras fue convocado a ser el último ministro del Interior de Pinochet, luego de que el dictador asolado tras perder el Plebiscito de 1988, exigió la renuncia a todo su gabinete. Tras la rabieta inicial, Pinochet debió escoger a la persona más idónea para que en poco más de un año organizara la salida del pode y, dejara amarrado todo lo que hubiese que dejar bien atado para los que llegaran a sentarse al sillón presidencial.
Cáceres tenía las credenciales de sobra para eso. Miembro de número de la conservadora Sociedad Mont Pèlerin, ya había desempeñado otras funciones en la dictadura. Su carrera partió titulándose de Ingeniero comercial en la Universidad Católica de Valparaíso, posteriormente hizo un MBA en la Universidad de Cornell, al tiempo que ejerció la docencia y llegó a ser decano de la Escuela de Negocios de Valparaíso, en 1981, propiedad de su mentor, el empresario y político conservador Pedro Ibáñez.
El porteño llegó a ser funcionario de la dictadura tras ser recomendado por el almirante José T. Merino, siendo nombrado en 1976 miembro del Consejo de Estado, encargado de redactar un proyecto constitucional, espacio en donde planteó que la igualdad es una “concepción utópica” y defendió su rechazo al voto universal diciendo que si “¿cabe considerar el sufragio universal como una fuente sana para generar el poder político? ¿O debe prescindirse definitivamente de él?”.
Con los Chicago Boys en el gobierno, Cáceres se desempeñó brevemente como presidente del Banco Central (1982-1983) y ministro de Hacienda (1983-1984) de la dictadura, estando a cargo de funciones claves, como la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), al mismo tiempo que comenzó a hacer negocios como accionista en las empresas privatizadas por la dictadura. Para el Plebiscito de 1988, dados sus contactos estuvo a cargo de reunir fondos para el candidato único. Tras la derrota, asumió como su último ministro del Interior.
En LyD, Cáceres pasó a desempeñarse como presidente del directorio. Según el mismo contó en un documento promocional de la institución, publicado dos años después que “nos propusimos formar un organismo independiente de todo grupo político, económico, religioso y gubernamental, que promoviera las ideas de libertad en todos los ámbitos y fuera capaz de influir en las decisiones que determinan día a día el curso de la sociedad, para orientarla hacia esos valores”.
Los valores eran la mantención y promoción entusiasta del modelo neoliberal heredado de la dictadura. La constitución de LyD significó un obligado viraje estratégico de un sector importante de la derecha chilena, quienes asumieron la misión de defender y profundizar el modelo. En las recientes presidenciales, las primeras en 20 años, el respaldo al candidato del sector, Hernán Büchi, fue de un 29,4% de la votación, por lo que la derecha chilena asumió que se venía una larga travesía por fuera del Ejecutivo.
ALBERGUE DE FUNCIONARIOS DE LA DICTADURA
El sistema electoral binominal, imperante al comienzo de la post-dictadura, le permitió a la derecha que alcanzando apenas el 30 por ciento de los votos, accedieron a la mitad del parlamento. Sin embargo, el apoyo electoral a la recién llegada coalición de centroizquierda al gobierno también anunciaba días aciagos para la derecha chilena, que ya no podía sustentarse en el uso de la fuerza, como en los años precedentes, sino que estaba obligada a dar “la batalla de las ideas” en el campo político. Así LyD surgió como una entidad más allá de lo meramente electoral, tampoco centrada en la participación política partidaria ni con ansias de masividad, sino que la instancia se pensó como un espacio de producción discursiva y cuyo objetivo era incidir en los espacios de poder y decisión, es decir, sin estar en la Moneda, meter la mano en las políticas públicas.
Además de Cáceres y Büchi, LyD sirvió de albergue otros ex funcionarios de la dictadura. Según la Memoria institucional de 1992, de los siete integrantes del consejo directivo, tres habían sido ministros de Pinochet y una estuvo a punto de serlo. Entre los ministros figuró Hernán Felipe Errázuriz, ministro de Minería de Pinochet (1981-82), secretario General de Gobierno (1982-1983), presidente del Banco Central (1983-1984), embajador en Estados Unidos (1984-88) y, tras la derrota en el Plebiscito, ministro de Relaciones Exteriores (1988-1990). Es decir, un hombre del régimen.
También integró el Consejo Directivo la socióloga Patricia Matte, miembro de una de las familias más acaudaladas de Chile (su padre fue el empresario Eliodoro Matte Ossa) y quien desde comienzos de la dictadura participó activamente, desempeñándose en el Departamento de Evaluación de la Secretaría General de Gobierno (1974-1975), pasando después a la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan), cabeza de playa de los Chicago Boys en el régimen militar, llegando a estar a cargo de la Secretaría de Desarrollo y Asistencia Social (1985), cuando fue llamada por Pinochet a ser ministra de Odeplan, aunque no asumió finalmente el cargo.
El consejo directivo de LyD también fue ocupado por alguien que conectaba tanto el mundo intelectual de la derecha como al empresariado. Era Lucía Santa Cruz, máster en Filosofía de la Universidad de Oxford y en Historia en London University, directora de empresas, como el Banco Santander, profesora universitaria y, a fines de la dictadura, en 1988, conductora del programa de debate en Canal 13 De Cara al País, junto a los periodistas Raquel Correa y Roberto Pulido.
Si bien LyD se orientó principalmente a asesorar a la UDI, también se establecieron vínculos con Renovación Nacional (RN). Así se invitó a formar parte al abogado Miguel Luís Amunátegui, docente de Derecho en la Universidad de Chile y asesor constitucional del partido de derecha tradicional. Se reservó además un cupo a un científico, el doctor en Biología Molecular, Rafael Vicuña Errázuriz, profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC).
En las primeras memorias de LyD, que datan de 1992, el Consejo Directivo en pleno aparece sonriendo en la primera sede de la institución, ubicada en San Crescente 551, Las Condes. En dicho documento se puede apreciar ya el foco de los trabajos del think tank creado para dar la ‘batalla de las ideas’. Así se establecieron seis programas claves para la institución: Programa Económico, Programa Social, Programa Político Institucional, Programa Legislativo, Programa Asesoría Internacional y Programa de Comunicaciones.
Dicho engranaje se convirtió en un poderoso dispositivo de influencia pública en las décadas siguientes.
LA BATALLA DE LAS IDEAS
El proyecto fundacional, que es defender la institucionalidad heredada de la dictadura, fue reforzado en los años venideros. El concepto dar la batalla de las ideas se tornó así en un emblema que se repetiría en adelante en cada discurso de Carlos Cáceres en la celebración anual de LyD. Así en las Memorias de 2007, su perorata lleva como título “La fuerza de las ideas, ideas que pueden cambiar el mundo”.
“A comienzos de 2010, con ocasión de los veinte años de LyD, Cáceres realizó un balance de lo realizado, considerando que se trataba de una “tarea de afianzar la institucionalidad de nuestro país” acompañada de una “preocupación por el recto orden de las instituciones””- se comenta en la introducción del texto.
En el discurso Cáceres sostuvo que la permanencia de LyD era incuestionable en el campo político chileno, repitiendo el viejo mantra de que “la batalla de las ideas tiene un carácter permanente y en ella debemos estar presentes. Debemos colaborar con la mayor profesionalización y objetividad en las tareas de formulación e implementación de políticas públicas”.
Un año después, Icare entregó un premio en Categoría Especial a LyD. Y quien sino Carlos Cáceres como el encargado de recibirlo. Al momento de discursear sostuvo que el centro de pensamiento conservador debe permanecer en el tiempo, ya que “la batalla de las ideas es algo que debe estar permanentemente presente en una sociedad libre”.
También llamó a los profesionales jóvenes que integran LyD a “mantener esa consecuencia de principio y acción y esa voluntad de realización; la perseverancia, estar dispuestos a defender auténticamente posiciones propias, en un ambiente de tolerancia, lo que no implica ceder sino defender posiciones propias. Creo que ahí está una de las riquezas de LyD que también le corresponde sostener como tradición a las nuevas generaciones”.
Cuando Sebastián Piñera llegó a la Moneda gran parte de los funcionarios de LyD se fueron a trabajar en su gobierno. En marzo de 2010, un exultante Carlos Cáceres celebró 20 años de la institución, destacando la importancia en la tarea de formar cuadros. Comentó así que “se han perfilado así vocaciones de servicio público sin las cuales no es posible llevar adelante y de manera sostenida una misión de proyección de ideas.
“Han pasado veinte años, y recuerdo claramente cómo a fines de 1989, cuando el debate público se centraba en la elección presidencial con la cual culminaba el proceso de transición del Gobierno Militar a un régimen de plena democracia, Hernán Büchi, entonces candidato presidencial, compartió con un grupo diverso de personas sus preocupaciones respecto de la importancia de estar presente en la batalla de las ideas que con toda seguridad se presentaría con motivo del cambio de régimen y que, por lo demás, está siempre presente en la vida de una sociedad. Asimismo estaba muy vigente en su pensamiento la inquietud acerca de cómo se debía proyectar en el futuro la profunda transformación modernizadora que había realizado el Gobierno Militar en los ámbitos de la vida política, económica, social y cultural del país”.
Luego agregó que “al cabo de 20 años de existencia, LyD muestra la clara relación entre las tareas realizadas y los propósitos establecidos. Nuestra institución ha estado presente de manera permanente en el debate de ideas, ha elaborado políticas públicas y ha articulado con los Poderes del Estado las posibilidades de llevar a la práctica distintas iniciativas”.
Finalizó su intervención diciendo que “la batalla de las ideas tiene un carácter permanente y en ella debemos estar presentes. Debemos colaborar con la mayor profesionalización y objetividad en las tareas de formulación e implementación de políticas públicas”.
El Ciudadano