Por Rafael Alvear

A prácticamente 13.000 kilómetros de Berlín, en uno de los países sudamericanos de mayor estabilidad política en lo que va del siglo XXI, se constata una de las contiendas electorales más llamativas del último tiempo. Chile, tradicionalmente gobernado por coaliciones de centroizquierda desde el fin de la dictadura de Pinochet en 1990, enfrenta hoy un giro cargado de elementos tan insólitos como reveladores: tres de los principales aspirantes a la presidencia comparten no solo una visión política alineada con la derecha más radical —con particular nostalgia por el régimen militar—, sino también una misma raíz alemana. La ascendencia de estos candidatos se remonta a las tres principales olas migratorias desde Alemania a Chile: los colonos del siglo XIX, llegados para afianzar la soberanía del entonces joven Estado chileno; los exiliados que escaparon del ascenso del nazismo en los años treinta; y los propios nazis que huyeron tras la Segunda Guerra Mundial, intentando eludir la justicia. En un contexto de creciente polarización e incertidumbre global, estos candidatos aspiran a convertirse en una especie de Milei con acento alemán: entre kuchen, café y discursos encendidos, vuelven a sacar a la palestra un historial de sombras de color marrón —esas que no se quitan ni con azúcar glas.
Evelyn Matthei: La sobrina política del régimen militar
La candidata que hasta hace poco lideraba las encuestas, Evelyn Matthei, es descendiente de los alemanes que llegaron a Chile en el siglo XIX —en el caso de su familia, desde la ciudad de Kassel—, asentándose principalmente en el sur del país. Matthei se postula por segunda vez a la presidencia, buscando canalizar la fuerza de una centroderecha que, si bien ha intentado tomar distancia del legado de la dictadura militar —de la cual fue parte activa—, por lo general termina reivindicándola de una u otra forma. La más reciente de esas reivindicaciones provino de la propia Matthei, quien sostuvo hace algunas semanas que tanto el Golpe de Estado de 1973 como las muertes ocurridas durante los primeros dos años de instaurada la dictadura —con más de 1.500 personas asesinadas— habrían sido “inevitables”. En su caso, esta defensa adquiere además un tinte personal: Matthei no solo participó activamente en la campaña del plebiscito de 1988, que consultaba por la continuidad de Pinochet en el poder, sino que además su padre, Fernando Matthei, fue comandante en jefe de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta Militar desde 1978 —aquella Junta que hizo y deshizo en plena impunidad.
El partido político de Matthei, la Unión Demócrata Independiente (UDI), fue fundado por el principal ideólogo político-jurídico de la dictadura, Jaime Guzmán. Además de sostener posturas ultraconservadoras y militaristas, la UDI mantuvo durante años una inquietante cercanía con uno de los enclaves alemanes más siniestros en Chile: la tristemente célebre “Colonia Dignidad”. Fundada por otro deutscher Auswanderer, el exmilitar nazi Paul Schäfer —quien huyó a Chile a comienzos de los años sesenta tras ser acusado de abuso sexual infantil—, Colonia Dignidad funcionó como centro de detención, tortura y abuso, tanto contra colonos alemanes como contra opositores a la dictadura, en colaboración directa con la DINA –la policía secreta del régimen. La UDI sostuvo vínculos activos con la colonia, organizando allí actividades de formación política, reuniones y encuentros culturales, a los que asistieron figuras insignes de la derecha chilena, entre ellas la propia Evelyn Matthei. El mismo Pinochet eligió también a la UDI como su plataforma política una vez que dejó la “presidencia” para asumir como senador vitalicio. Y fiel a esa línea, Matthei fue una de sus más férreas defensoras cuando Pinochet fue arrestado en Londres en 1998, acusado de violaciones a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y otros delitos cometidos durante su régimen.
José Antonio Kast: El hijo de un nacionalsocialista
El candidato que estuvo a punto de llegar a la presidencia en la última elección presidencial, y que ahora se debate entre el primer y segundo lugar en las encuestas, José Antonio Kast, también es descendiente de alemanes, aunque de primera generación. Él es hijo de Michael Kast Schindele —originario de Baviera—, quien fue soldado de la Wehrmacht, desde 1942 miembro del Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP), y, usando una identidad falsa durante el proceso de desnazificación, logró escapar de Alemania para instalarse en Chile en 1950. Descolgado del partido UDI luego de dos décadas de militancia –debido, entre otras cosas, a su excesiva “moderación”–, y defendiendo el legado de su padre, pero también de su hermano, Miguel, quien fuera ex ministro de la dictadura y asesor económico de la mencionada DINA, José Antonio se muestra incólume ante la crítica por los vínculos familiares con el régimen. Sin ir más lejos, su familia ha sido parte de una gran controversia, toda vez que sus hermanos Christian y Miguel, así como su mismo padre Michael, han sido asociados a una presunta colaboración con el asesinato y/o la desaparición de 70 personas en la zona de Paine –lugar en el que se asentara la familia Kast– en plena dictadura.
El actual partido político de Kast, el Partido Republicano, fue fundado en 2019 por el mismo José Antonio, con el objetivo de reunir a los defraudados de la conducción de la UDI. Desde sus inicios, el Partido Republicano se ha opuesto al aborto en tres causales (salud de la madre, inviabilidad del feto y violación), al matrimonio homosexual y a lo que consideran una “persecución de la justicia” por los crímenes de derechos humanos cometidos durante la dictadura militar –reclamando libertad para los exmilitares condenados. De hecho, Kast ha declarado que, si Pinochet estuviera vivo, “votaría por mí”, además de calificar al exmilitar Miguel Krassnoff, condenado a más de mil años de prisión por crímenes de lesa humanidad, como una “buena persona” y expresar que no cree en “lo que se dice de él”. Kast es probablemente el único candidato que ha establecido algún tipo de vínculo con el partido de ultraderecha alemán, “Alternativa para Alemania” (AfD), gracias a una figura clave: Sven von Storch, otro chileno de origen alemán, cuya familia se asentó en el sur de Chile después de la Segunda Guerra Mundial. Von Storch, además de ser el esposo de Beatrix von Storch, diputada alemana de la AfD y nieta del ministro de finanzas de Hitler, Lutz Graf Schwerin von Krosigk, colaboró activamente en la última campaña presidencial de Kast, así como en la de Jair Bolsonaro en Brasil.

Johannes Kaiser: el muchacho de las esvásticas y los soldaditos nazis
El candidato que está en boca de todos por su arremetida en las encuestas, Johannes Kaiser, es tercera generación en Chile, nieto de Friedrich Kaiser —oriundo de Württemberg—, quien escapó de la Alemania nazi en 1936 y se estableció en el sur de Chile. A pesar de que su abuelo se consideraba una especie de socialdemócrata, Johannes adoptó y radicalizó rápidamente la línea política de su padre, Hans Christian Kaiser, quien fue miembro del partido UDI y candidato a diputado, aunque sin mayor éxito. Después de deambular durante más de una década de estudio en estudio en Alemania y Austria —sin lograr terminar ninguna carrera—, Johannes se dedicó al activismo digital como Youtuber, destacándose desde sus inicios como un férreo defensor de la dictadura militar. Además de haber dirigido y publicado un documental en favor del ya mencionado Miguel Krassnoff (Los cosacos y Miguel Krassnoff. La historia no contada), Kaiser fue incluso condenado por discurso de odio, ya que, siendo ya diputado de la República, afirmó, entre otras cosas, que la gente fusilada en el campo de concentración de Pisagua, en el norte de Chile, “estaba bien fusilada”.
El partido político de Kaiser, el Partido Nacional Libertario, es un partido fundado recién en 2024 por el mismo Kaiser, y que apunta irónicamente a reunir a un grupo de defraudados, ya no de la UDI, sino que del Partido Republicano de Kast. Con un estilo aún más confrontacional, y buscando replicar el éxito del partido ‘libertario’ [La Libertad Avanza] de Milei en Argentina, el partido de Kaiser se ha caracterizado por un uso agresivo de redes sociales —incluyendo la difusión de fake news—, proclamando la necesidad de reducir el Estado a cero, achicar el plan de vacunación, oponerse a los movimientos progresistas, y así sucesivamente con la receta ultraderechista. Quien de niño y luego adolescente jugara —según él mismo ha declarado— con “soldaditos” nazis y repartiera adhesivos con esvásticas entre sus compañeros de colegio, ha desarrollado su carrera política fundamentalmente en torno a la desidia contra inmigrantes –como lo fuera su propio abuelo Friedrich– y mujeres. En este último ámbito, Kaiser ha llegado a cuestionar incluso el voto femenino, aseverando a su vez que los violadores de mujeres “feas” “deberían recibir una medalla de honor” y que, en cualquier caso, sería urgente eliminar el Ministerio de la Mujer.
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Ciertamente, no toda la inmigración y/o ascendencia alemana en Chile muestra un color marrón. Figuras como Karl Anwandter, Rodolfo y Federico Philippi, Manfred Max-Neef o Norbert Lechner muestran que ha habido aportes relevantes y positivos al país. Sin embargo, en el ámbito político, la tendencia revela una línea preocupante: los tres candidatos de derecha y ultraderecha —Matthei, Kast y Kaiser—, aunque integrados al marco institucional y maquillados al ritmo de los tiempos, se alzan en continuidad con la ascendencia ideológico-cultural de figuras como la de sus propios padres, pero también, aunque con matices, de Paul Schäfer, Rodolfo Stange (otro general de la Junta Militar), así como Ingrid Olderock, Sergio Barra von Kutschmann o Christoph Willeke Flöel, entre otros agentes de la DINA. Además de su origen alemán, todos ellos comparten un hilo común de radicalismo y de afrenta no solo contra las libertades políticas, sino —más grave aún— contra los derechos humanos. Por eso, a pesar de la cómoda amnesia histórica que aqueja a nuestros países, vale la pena recordar que la diáspora alemana en Chile tiene una historia que sigue teniendo efectos hasta hoy. Y esa historia, como muestra paradigmáticamente la actual elección presidencial, no está exenta de sombras: aquellas que están atadas a un historial de conservadurismo, autoritarismo, militarismo y, en su lado más oscuro, de persecución, desaparición y crímenes de lesa humanidad.
Por Rafael Alvear
Doctor en sociología e investigador postdoctoral en el Centro Interdisciplinario de Estudios Europeos (ICES) de la Universidad Europea de Flensburg. Su libro «¿Sociología sin personas? Esbozos de una antropología sociológica» fue publicado por Transcript Verlag en 2020.
Esta columna fue publicada recientemente en idioma alemán, en el diario Berliner Zeitung bajo el título «Braune Schatten: Die drei ‚Deutschen‘ auf dem Weg zur Präsidentschaft in Chile«.
Fuente fotografía
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