Por Gonzalo Morales
“Ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación. ¿Y para qué? Para terminar bailando y pateando piedras.”
—Los Prisioneros

En los años 80, la canción “El baile de los que sobran” se convirtió en un grito generacional. Denunciaba un sistema educativo que prometía movilidad social, pero termina excluyendo a miles de jóvenes. Hoy, esa misma coreografía de frustración se repite, solo que en universidades e institutos: titulados que no acceden a empleos dignos, técnicos cuyos conocimientos son ignorados, profesionales precarizados. En Chile, incluso después de estudiar, puedes terminar sobrando.
Algunos critican la gratuidad, arguyendo que “sobran profesionales” o que “invertir en educación fue un error”. Pero esa mirada reduce la educación a una función meramente utilitaria: producir mano de obra para un modelo económico que no cambia. Lo que falta en Chile no son profesionales, sino un proyecto nacional capaz de integrar su talento y formación en un horizonte común de desarrollo.
Un capital humano abandonado
Según datos recientes, carreras como Enfermería, Psicología, Ingeniería Comercial o Técnico Jurídico presentan decenas de miles de egresados compitiendo por pocas vacantes laborales [1]. Esto no es un fracaso individual, sino el síntoma estructural de un país que forma personas sin ofrecerles un lugar donde poner en práctica lo aprendido.
Mientras tanto, Chile enfrenta déficits críticos en sectores clave. En salud pública, el Colegio Médico ha alertado sobre la falta de personal en atención primaria, salud mental y programas comunitarios [2]. Psicólogos, trabajadores sociales y enfermeros que hoy están subutilizados podrían reforzar el sistema si existiera inversión suficiente y visión política.
En seguridad pública, otro ámbito ignorado, existe una oportunidad concreta: integrar profesionales civiles —psicólogos, trabajadores sociales, analistas— a las labores policiales preventivas. Esto permitiría abordar crisis, conflictos y delitos desde una perspectiva más humana, basada en la evidencia y la confianza comunitaria. Donde hoy se ve “sobrantes”, podría haber una policía democrática, moderna y multidisciplinaria.
Del modelo extractivista al desarrollo sostenible
La desconexión también se evidencia en sectores emergentes como las energías limpias, la agroecología y la economía circular. Según Fundación Chile, hay un enorme potencial de empleo verde en reciclaje industrial, eficiencia energética o tecnologías limpias [3]. Sin embargo, el Estado no articula políticas de reconversión profesional ni fomenta la transición ecológica con la urgencia que el planeta exige.
A diferencia de países como Alemania o Finlandia, donde la formación técnico-profesional se vincula estrechamente con los sectores productivos a través de formación dual, innovación regional y reconversión laboral [4],[5], Chile aumentó de un 0,36 % de su PIB a un 0,41% en ciencia y tecnología, concentrado además en la Región Metropolitana [6],[7].
Algunos programas públicos como Transforma Alimentos o Transforma Turismo muestran que sí es posible conectar conocimiento, trabajo e innovación. Pero siguen siendo excepciones sin escala ni continuidad.
No es un problema técnico: es político
Se nos repitió que estudiar era el camino, pero nunca se construyó el país que necesitara lo aprendido. El desencanto no nace del fracaso personal, sino de una promesa rota por un modelo que privatizó el sentido de la educación y desconectó la formación del destino común.
En lugar de abandonar a quienes “sobran”, Chile debe apostar por una estrategia que transforme su capital humano en la base de un nuevo proyecto civilizatorio.
¿Qué hacer?
- Construir una red nacional de formación técnico-profesional articulada con sectores productivos y territorios.
- Invertir en centros de innovación regional conectados con universidades e institutos públicos.
- Asegurar empleos estables y de calidad en áreas públicas esenciales: salud, educación, servicios comunitarios. Impulsar una reconversión profesional estratégica en sectores como energía limpia, digitalización, agroindustria y cuidados.
- Reformar la educación superior como infraestructura para el futuro: pública, descentralizada y con vocación de país.
- Incorporar profesionales civiles en roles preventivos y comunitarios dentro de las policías, para una seguridad más integral.
Por cada titulada sin empleo, hay una escuela que podría mejorar. Por cada técnico subutilizado, hay un sistema público que podría avanzar. Por cada investigador frustrado, hay una innovación que no nació.
Negar la educación como derecho no es solo un error económico: es una traición ética. Porque en Chile no sobran profesionales. Sobra desigualdad. Sobra indiferencia. Sobra falta de proyecto.
Y aún estamos a tiempo de cambiar el ritmo.
Por Gonzalo Morales
Referencias
- Trabajando.com (2025). Ranking de especialidades saturadas. ↩︎
- Colegio Médico de Chile (2023). Informe sobre condiciones laborales en salud pública. ↩︎
- Fundación Chile (2023). Empleo verde en Chile: Potencial, desafíos y oportunidades. ↩︎
- Cedefop (2020). Vocational education and training in Europe – Germany. ↩︎
- Ministerio de Educación de Finlandia (2021). Strategy for Research and Innovation. ↩︎
- OCDE (2023). Main Science and Technology Indicators. ↩︎
- Rivera, A. (2025, 11 de julio). Ministra de Ciencia adelantó que gasto en I+D de Chile aumentó a 0,41% del PIB, pero lejos de la meta del 1% de este Gobierno. DF Lab (Diario Financiero). ↩︎
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