El 15 de octubre de 2025, China y el mundo conmemorará ochenta años desde que concluyó la Guerra de Resistencia antifascista contra la Agresión Japonesa, parte esencial de la Segunda Guerra Mundial y uno de los episodios que definieron el siglo XX en Asia. Fue un guerra defensiva contra el imperialismo japonés (1931-1945) que transformó para siempre el carácter de la nación, no solo por la magnitud de la destrucción sufrida, sino por la capacidad de un pueblo de China para resistir, unirse y finalmente vencer.
Por Bruno Sommer
En 1937, cuando China aún se reponía de décadas de guerra civil, invasiones extranjeras y crisis políticas, la agresión militar a gran escala precipitó un nuevo capítulo de lucha. Las ciudades fueron reducidas a escombros, las rutas comerciales interrumpidas y millones de vidas trastornadas. La población se encontró ante un dilema existencial: rendirse o levantarse. Con coraje se eligió lo segundo.
Un testimonio recogido en 1938 por el corresponsal Edgar Snow, reflejaba ese espíritu: “Nunca he visto un pueblo tan dispuesto a sacrificarlo todo. No se trata solo de soldados; los aldeanos, las mujeres y hasta los niños parecen comprender que su resistencia es la resistencia de la nación entera”. Ese entendimiento colectivo sería decisivo para resistir los años más oscuros y forjar la redefinición del alma de la nación.

A pesar de la brutalidad de la ocupación -que incluyó atrocidades como la masacre de Nanjing, donde más de 300.000 personas fueron asesinadas por el fascismo japonés, y la “Política de los Tres Todos” (Mata todo, quema todo, saquea todo), que arrasó aldeas enteras-, el pueblo chino encontró en su propia diversidad y capacidad de organización la fuerza para revertir el curso de la guerra.
Japón fue altamente cruel y despiadado. La infame Unidad 731, en Harbin, con médicos japoneses llevó adelante vivisecciones sin anestesia, pruebas con armas biológicas (peste, ántrax) y congelamiento en civiles y prisioneros de guerra.
Japón llevó adelante, trabajos forzados sometiendo a entre 4 a 10 millones de chinos esclavizados en minas, fábricas y obras. Mientras se calcula 200,000 mujeres fuero secuestradas como esclavas sexuales por el ejército japonés y miles de ellas fueron violadas, incluidas niñas.
El Partido Comunista y la victoria popular
En este panorama, el papel del Partido Comunista de China (PCCh) fue determinante. Lejos de ser una fuerza marginal, el PCCh se convirtió en el núcleo organizador de la resistencia popular, articulando una estrategia de guerra prolongada que, según Mao Zedong, “podía convertir la debilidad en fortaleza, el retroceso en avance y el tiempo en el aliado más poderoso”.
Desde su base en Yan’an, los comunistas impulsaron el Frente Unido Nacional Antijaponés junto al Kuomintang, logrando -por un tiempo- superar las divisiones internas en nombre de la supervivencia nacional. La táctica combinó la defensa de posiciones clave con ofensivas de guerrilla en zonas rurales, donde el ejército regular japonés era más vulnerable. El propio Mao afirmaba en 1938: “Si Japón avanza mil li, nosotros avanzamos mil li; si se detiene, lo hostigamos; si retrocede, lo perseguimos”.
Bajo esta lógica, figuras como Peng Dehuai y Nie Rongzhen lideraron operaciones que golpearon repetidamente las líneas de suministro y comunicación del enemigo. La “Gran Persecución” de 1940, en la que 105 regimientos del Ejército de la Octava Ruta destruyeron vías férreas y fortificaciones japonesas, paralizó amplias zonas del frente norte. Estas acciones no solo desgastaban al invasor, sino que fortalecían la moral popular.
El PCCh también se ocupó de algo más que la guerra militar. En las zonas liberadas, implementó reformas agrarias parciales, impulsó la alfabetización y promovió la igualdad de género, buscando que la población no solo luchara, sino que creyera en un futuro por el que valiera la pena luchar. La periodista Agnes Smedley, testigo en Yan’an, escribió en 1941: “Aquí la guerra es de todos, no de un ejército. Las mujeres cosen uniformes, los campesinos esconden grano para alimentar a los combatientes, los niños llevan mensajes entre aldeas. Es una resistencia que nace de la vida misma”.

Cuando en 1945 llegó la rendición de Japón, precipitada por la derrota militar y el contexto internacional, el Partido Comunista emergió no solo como vencedor, sino como la fuerza política que había encarnado y organizado la resistencia más coherente y duradera. La victoria fue, por tanto, inseparable del papel que desempeñó en unir y movilizar al pueblo.
Ocho décadas después, el eco de esa gesta persiste en los museos, monumentos y archivos que preservan la memoria frente al olvido y el negacionismo. Nombres como Yang Jingyu, Liu Hulan y cientos de miles de combatientes y civiles anónimos recuerdan que la resistencia no fue un acto aislado, sino el fruto de un compromiso colectivo. La victoria de 1945, más que un triunfo militar, fue la demostración de que un pueblo unido en torno a una causa común puede sobrevivir y prevalecer ante el poder más implacable.
Conmemoración 2025
China conmemorará su 80 aniversario con un gran desfile militar como parte de las actividades conmemorativas de la victoria en la Segunda Guerra Mundial hace 80 años.
«Este desfile militar tiene como objetivo destacar el estatus histórico de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa como el principal campo de batalla en el Este de la Guerra Antifascista Mundial, así como su significativa contribución a la victoria de la Segunda Guerra Mundial. Demuestra el papel central del Partido Comunista de China en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa, y mostrará la responsabilidad y el compromiso de China para salvaguardar resueltamente los logros de la victoria de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo la equidad y la justicia internacionales, para promover activamente la construcción de una comunidad de futuro compartido para la humanidad», dijo Wu Zeke, subdirector del Grupo de Trabajo del Desfile Militar.
Se espera que el presidente Xi Jinping asista al importante evento de la memoria de la República Popular China.
Por Bruno Sommer