Columna de Opinión

Invitación a testimoniar en la Comisión Verdad y Niñez

Toda persona que haya sido víctima de violaciones a sus derechos humanos mientras estuvo bajo la custodia del Estado, ya sea en centros de cuidado residencial o de justicia juvenil, públicos o privados, entre los años 1979 y 2024, puede agendar desde ya la entrega de su testimonio de forma presencial, virtual o por escrito, según sus posibilidades y necesidades.

Invitación a testimoniar en la Comisión Verdad y Niñez

Autor: El Ciudadano

Por Matías Marchant

La Comisión Presidencial para el Esclarecimiento de la Verdad sobre Violaciones a los Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes bajo la custodia del Sename o en sistemas de cuidados alternativos privados, más conocida como Comisión Verdad y Niñez, es una instancia creada para investigar y esclarecer los hechos de violaciones a los derechos de niños, niñas y adolescentes bajo la protección del Estado, ya sea en el Servicio Nacional de Menores (Sename) o en centros de cuidado alternativo privados durante los años 1979-2024.

Su objetivo principal es reconocer a las víctimas de estas instituciones para describir y analizar las violaciones sufridas. En este camino, la Comisión busca generar espacios de participación para las víctimas y proponer medidas de reparación y no repetición. En este contexto, se ha planificado la conformación de un equipo de profesionales dedicados a la escucha testimonial. Sin embargo, las personas esenciales para el logro del objetivo de la Comisión son aquellas que entregarán su testimonio.

Dar testimonio para esta Comisión no consiste en hacer una declaración, denuncia, ni un escrito para presentar a un oficial del Estado o agente policial ni judicial. La persona que entrega el testimonio es alguien que demanda ser creído por el hecho de haber tenido una experiencia particular: “fue a mí que me pasó”, y por lo mismo puede señalar con preocupación “esto puede haberle pasado a otro” o incluso podría decir “puede que les ocurra a otros como yo si no lo cuento, o nadie se entere de lo sucedido”.

Dar un testimonio es un acto de valentía y subjetivación. Una manera de volver a ser lo que por años se anuló, lo que se borró, y quizás librarse de lo que se llevaba con el peso del secreto o el silencio. Es volver a tener un nombre propio con su historia que le pertenece. Ese nombre pasa a tener una autoridad sobre cualquier otra etiqueta o saber, incluso de los que se llamen “expertos” en estas materias.

Al brindar testimonio por parte de las personas víctimas sobrevivientes de este sistema se produce un acto en donde quien narra se convierte a sí mismo en un sujeto ético y responsable ante sí y los demás. Además, al testimoniar, se puede decir lo que los otros y otras no han querido conocer y, al mismo tiempo, es una voz que se levanta e invita a los demás a hablar de lo sucedido.

Nora Strejilevich dice “quien sobrevive no deviene testigo de una vez para siempre, sino que se va construyendo a medida que se dan las condiciones para nombrar lo vivido. […] Entonces surge la posibilidad de despertar memorias, reinterpretar conductas, recapacitar sobre regiones silenciadas hasta ese momento. La constante rememoración da con nuevas lecturas”. Así, un testimonio vivencial ayuda a levantar la voz de los que sobrevivieron y de los que no pudieron hacerlo.

Para brindar un testimonio es preciso que exista alguien que se haya levantado ante la catástrofe vivida y, aunque no pueda ni deba recordarlo todo con precisión ni con todos los detalles, puede decir lo ocurrido en nombre propio, puede narrar qué le ocurrió y qué significó para su vida.

Solo será posible construir verdad y avanzar hacia la justicia si hay personas que recuerdan y ayudan a levantar las voces de aquellos que no lo han podido hacer. Esa memoria tendrá como oyente, en un inicio, el conjunto de profesionales dedicados a la escucha, quienes podrán contribuir a elaborar estas memorias para que sean el sustento de la verdad que se quiere construir de manera conjunta, sin volverlo una sola narración homogénea, sino que se pueda construir un relato con la diversidad y heterogeneidad de las experiencias relatadas.

Un testigo vivencial conserva un acontecimiento que lleva en su cuerpo y en su mirada. Todo su ser es el registro de su historia de vida, ahí radica su fuerza para decir y promover, con su ejemplo, a que las violencias sufridas no se repitan. Por eso, testimoniar es un acto insustituible. De ahí nuestra invitación a testimoniar, a decir “aquí estoy”, “a mí me pasó” y “esta es mi historia.”

Sabemos que no todas las personas víctimas podrán entregar su testimonio por las más diversas razones. Respetamos también esa prudente distancia y tal vez, espera. Sin embargo, haremos todo lo que esté al alcance de esta Comisión para llegar con esta invitación y los alentaremos para que lo consideren. Tenemos la certeza de que testimoniar es una instancia llena de sentido luego de haber vivido lo indecible, ya que es una forma de levantarse contra la adversidad y vencer a las fuerzas que los silencian.

Sabemos que contar la historia pasada no es un proceso fácil, es complejo y hasta doloroso. Conscientes de lo anterior, entendemos que es preciso contar con la mayor delicadeza y profesionalismo para que exista un marco de contención y sostén a cada persona que brinda su testimonio. Como equipo estamos preparados para brindar una escucha activa, respetuosa y delicada.

Las y los estamos esperando para escuchar delicadamente sus testimonios para construir una memoria compartida.

Por Matías Marchant

Comisión Verdad y Niñez y docente Universidad de Chile.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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