Hay algo más allá de nuestras narices. Crítica a las teorías de la conspiración

A lo largo de toda nuestra historia como explotados y oprimidos hemos querido liberarnos, consciente o inconscientemente, de esas relaciones capitalistas que nos hacen ajenos a nosotros mismos, esas mismas relaciones que imponen las necesidades de la economía a nuestras necesidades humanas

Por Wari

05/07/2022

Publicado en

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A lo largo de toda nuestra historia como explotados y oprimidos hemos querido liberarnos, consciente o inconscientemente, de esas relaciones capitalistas que nos hacen ajenos a nosotros mismos, esas mismas relaciones que imponen las necesidades de la economía a nuestras necesidades humanas. En este proyecto siempre ha existido el reformismo, vestido con diferentes trajes pero intacto en su interior, fiel a su esencia.

Sus formas han variado, es verdad –partidos “oficiales” y “opositores”, sindicatos más o menos burocráticos, religiones conocidas o desconocidas, subculturas, ONGs- pero su contenido se mantiene ileso a lo largo del tiempo: ser la tendencia del capital para reciclarse y adaptarse a cada época, manteniendo en todo momento lo fundamental: el trabajo asalariado, la mercancía, el Estado, es decir toda dominación que nos convierte en esclavos. Su función específica es la de presentar alternativas a las formas ya obvias y clásicas de dominación, así como también a las “nuevas” e “innovadoras”, según su pobre análisis. El reformismo, en su metodología de atacar las consecuencias de un sistema -o aislar el problema para jamás encontrar una respuesta posible- ya no puede sorprendernos en sus ridículas respuestas. Así y todo, amparados en la ideología dominante, es un muerto que se sigue alimentando de sangre humana.

Ayer mismo, este partido de la reforma actuaba más o menos a cara descubierta, y de esta manera era más fácil identificar a un socialdemócrata o a un sindicalista con sus propuestas. En última instancia, si algún sector salía beneficiado económicamente con ciertas reformas era directamente éste, quedando rápidamente en evidencia.

Los reformistas de hoy, en cambio, tienen cierta tendencia a actuar más escondidos, ya sea ésta una expresión de su cinismo o de la dinámica dominante, y sus beneficios son difícilmente reconocibles a los ojos del ciudadano que no ve más allá de sus propias narices.

Para gran parte de la población, los políticos y opinólogos varios ya no son creíbles, porque se sabe que “se llenan los bolsillos” o “sólo actúan por el dinero y el poder”. El ciudadano no debe investigar demasiado, basta con que prenda su televisor o lea los diarios y revistas que se le ofrecen para ver imágenes de sus gobernantes y explotadores rodeados del lujo y el confort que a él se le niega. Así las cosas, aparecen estos nuevos altruistas que nos vienen a salvar sin pedir nada a cambio, otro nuevo movimiento que pretende la emancipación del ser humano: la cada vez más creciente formulación y aceptación de teorías conspirativas.

Según estas buenas gentes, las cosas no cambian para bien porque “quienes nos gobiernan son gente mala”, o porque “nosotros aún no somos lo suficientemente buenos para cambiarlas”. La modificación de la conciencia, totalmente separada de las condiciones materiales, bastaría para trasformar lo existente (2). Para ellos, este mismo sistema, con su explotación e injusticias varias, podría engendrar la felicidad de la humanidad orientado convenientemente, de la misma manera que provoca su suicidio.

Estas teorías llevan a desviar la atención de las causas reales de los problemas. Las causas y responsabilidades de las crisis, guerras, etc. son percibidas como fruto de actividades de «hombres tras la cortina», «sociedades secretas», «lobbies ocultos», entre otros “misteriosos” sujetos. El tipo de mensaje que se da frecuentemente roza aquel del nazismo y fascismo clásicos: la conspiración masónica, los judíos, los illuminati, etc. son los culpables de las crisis, guerras y problemas del mundo. No se analiza que el problema real está en las relaciones económicas y de poder de nuestras sociedades, y en los mecanismos surgidos de ellas.

Estos señores nos harán sentir estafados por el Banco Mundial, pero no por el patrón que se devora nuestras vidas, extrayéndonos la plusvalía a diario. Nos harán sentir mal por las extremas injusticias del capitalismo, pero no podrán reconocer que esos no son momentos extraordinarios de las relaciones mercantiles, sino su misma esencia. Se asustan del montaje del 11 de septiembre con las Torres Gemelas, mas no les asombra el asesinato diario de proletarios a manos de la policía o las cárceles atestadas de presos.

Una gran parte del origen de este problema podemos achacarlo a una crítica muy corta, simplista y cómoda al capitalismo y al poder. Es más fácil personalizar el funcionamiento del sistema en una serie de actores ocultos, que comprender cómo una economía tan compleja como la actual actúa, cómo son las estructuras económicas actuales y qué características tienen las estructuras de poder que se forman en el mundo. Algo que por un lado es más concreto, menos secreto, pero por otro lado es más complejo y sobre todo de una abstracción mayor. Esto obedece, claramente, a un aspecto fundamental de la sociedad “de la información”: se tiene la impresión de que hay tantas cosas por aprender y tan poco tiempo, que se aceptan y se buscan las maneras más sintéticas y básicas de obtener comprensión y conocimiento.

Existe una presión, algo difusa, que empuja al individuo a querer saber un poco sobre cada asunto, a tener una visión general sobre cada disciplina, ya sea ésta mecánica, política o espiritualidad. A cada una le corresponde una mercancía adaptada a la situación, ya sea en forma de bestsellers que parecen haber sido producidos por un software de combinación de frases trilladas, interminables colecciones de videos o reveladoras páginas web interesadas en cuestiones tan dispares como el fenómeno OVNI y las elecciones en Chipre: todo se consume vertiginosamente para poder pasar a la siguiente mercancía, como si de un parque de atracciones se tratara.

Pero la realidad es que vivimos en un sistema donde las personas que ocupan posiciones de decisión y gestión son perfectamente intercambiables en su mayoría, lo que hace que el real problema esté en el sistema en sí, y no en los «actores». El decir esto no es nada nuevo, como el decir que el capitalismo trae la guerra, el hambre y la crisis sin necesidad que nadie desde la sombra, desde grupos ocultos y ocultistas esté provocando estos hechos. Efectivamente, la crítica a las teorías conspirativas que hacemos corresponde al pensamiento clásico de cualquier tendencia revolucionaria que se precie como tal, que desde un principio se enfrentaban a la superstición y a la alienación que se esconden detrás de la conspiranoia/paranoia conspirativa.

Otro problema supone el que sectores reaccionarios diversos: nazis, islamistas, fundamentalistas protestantes, líderes populistas, etc. utilizan y difunden estas teorías de forma cada vez más convincente entre la población, haciendo de ellas un instrumento muy valioso para extender sus mensajes de odio: el antisemitismo, la islamofobia, nacionalismos radicales y excluyentes. En este momento, además, hay algo que juega a su favor: el desprestigio de la clase política, y sobre todo, el desprestigio de la prensa en muchos ámbitos.

Desde la reducción y personalización de la época del nazismo en Europa en “el loco” de Hitler a la justificación de la suba de precios en Argentina por la personalidad soberbia de la presidenta Cristina Fernández, o por el manejo desde las sombras de su marido y ex-presidente… Desde la personificación del imperialismo en el presidente yanqui de turno hasta la personalización de un período de dictadura cívico-militar en un represor o su cúpula más cercana: el aparato sigue intacto, la base de estas políticas económicas siguen intactas, incuestionables.

Este desprestigio se pronuncia en buscar nuevos canales para la protesta, cada vez más moderada: si antes nos desanimábamos con manifestaciones callejeras que parecían un rebaño de ovejas, hoy eso parece revolucionario en comparación con las protestas por Internet que se traducen en cadenas de e-mails, mensajes en foros, difusión de videos-documentales como “Zeigeist” (3), etc.

Así y todo, es sorprendente que a estos pseudomanifestantes aún les queden ganas de hacer esto, ya que la lejanía en la que sitúan al enemigo ya debería ser de por sí suficientemente desalentadora. Si la izquierda del sistema, aquí en América Latina, nos sitúa al enemigo en los distantes Estados Unidos, los conspiraniocos nos hablan de una o dos familias, grupos o sectas que se hallan escondidos en alguna parte del mundo, manejando desde allí las palancas de todos los países.

Nos presentan este sistema como inalterable, porque el problema parecen ser ciertas personas, mas no las relaciones miserables que engendra el capitalismo… Comprendemos que estas relaciones están personificadas por los burgueses (empresarios, políticos, directores de los mass media, etc), pero nuestra lucha no es esencialmente contra ciertas personas o grupos de personas, sino contra ciertas formas de relación social que ellos generan. Claramente, nos encontraremos con estas personas como obstáculos desde el momento en que queramos ponernos a actuar para ser verdaderamente libres, pero no comprender que se trata de personas y de relaciones sociales es no comprender la totalidad del asunto. Y, peor aún, ocultar las verdaderas causas de nuestras desgracias es seguir podando ramas sin atacar la raíz del problema.

No es la causa de la pobreza que estén conspirando para imponer una moneda única en Europa y Estados Unidos, las causas de la pobreza se encuentran en una sociedad de clases que, entre otras cosas, ha necesitado crear el dinero, el intercambio de valor, y busca sobrevivir a costa de lo que sea. No hace falta que como “ciudadanos libres” nos pongamos a luchar por combustibles alternativos al petróleo que genera guerras y degrada el medio ambiente. Primero porque no somos ni ciudadanos ni libres, somos explotados y oprimidos, y segundo porque los capitalistas ya estaban investigando de antes sobre combustibles alternativos para no detener la ruta de la mercancía.

La creencia en teorías conspirativas no sólo puede llevarnos a desarrollar puntos de vista reaccionarios y alejados de la realidad, sino incluso a servir de difusores para ideas de la extrema derecha. Por ejemplo, con respecto a las revueltas que comenzaron en diciembre de 2008 por la región griega, en uno de estos sitios web donde su autor ve conspiraciones masónicas o illuminati por todas partes nos profetizaba:

“Hace meses, os advertí del peligro de que las lógicas protestas ante las ayudas a los bancos derivaran en disturbios, que han comenzado en Grecia tras el asesinato de un joven (comprobado por testimonios oculares, no fue una “bala perdida”). El asesinato ha sido el detonante perfecto para los disturbios que los Illuminati-Bilderberg de la Comisión Europea necesitaban mientras deciden cómo imponer su Constitución y las ayudas a los bancos, además de criminalizar la natural ira ante la estafa que sufrimos a sus manos. Estos disturbios artificialmente diseñados son la excusa perfecta para que muchas personas no se unan a las protestas y, así, dividir a la población. […] Si estos chicos pensaran, y supieran lo que venimos avisando desde hace años, sabrían que todas esas noticias, el crack económico y del dólar y, por supuesto, sus propias algaradas, son el pretexto buscado -y diseñado- para la supresión de la moneda “contante”, la instauración ÚNICA del dinero electrónico y, cómo no, del chip en nuestros propios cuerpos […]”

Estas estúpidas paranoias y mediocres reflexiones nos llevarían no sólo a la inacción, sino a perder de vista la potencia de nuestra clase en tanto que fuerza autónoma, destructiva y transformadora. ¿Cómo piensan estos señores que vamos a revertir las cosas? ¿Pacíficamente en nuestros computadores? ¿Votando al Partido Verde?

Resumiendo, las teorías conspirativas son un problema dentro de los movimientos sociales, y particularmente del movimiento libertario. Pero no son estas pseudo-teorías las que contaminan y desvían la praxis pretendidamente revolucionaria, sino que éstas encuentran terreno fértil en un conjunto de grupos e individuos sin una crítica autónoma (de esto se trata también la autonomía, de no utilizar las posiciones de la clase dominante, por más camufladas que estén).

Claramente, esto es algo que debería ser discutido: el por qué reproducir estas quejas sin sentido, y cómo nuestras carencias en el análisis de la realidad social y económica nos impulsan a malgastar nuestras energías, nuestras luchas y nuestras vidas. Si queremos vencer al capitalismo y la dominación, debemos comprender la total complejidad de la sociedad. No podemos caer en creer que existen «los que detentan el poder» (los visibles y aquellos supuestos invisibles titiriteros) y «los engañados» (que vendríamos a ser el resto de la población mundial).

Caer en el error de dar por supuesto que hay unos titiriteros que mueven toda la realidad, aparte de ser ingenuo y una simplificación, no hace más que distraer cualquier acto de resistencia y ataque real.

Invierno de 2009 en la región argentina.

Anexo:

NO SE NECESITA UNA CONSPIRACIÓN

Fragmento del texto:

Ya es hora de que esto termine (4)

[…] Es verdad que la actual pandemia tiene efectos beneficiosos para el gobierno de Calderón en México, que sirve a los planes imperialistas norteamericanos, que abre perspectivas de enormes ganancias para la industria farmacológica, la de suministros médicos y la de investigación científica, y que, por si fuera poco, ayudará a dinamizar otros sectores económicos como el de los medios de desinformación masiva y el de la seguridad pública.

También es verdad que el estado de emergencia derivado de la pandemia servirá para reforzar el control despótico de los Estados sobre las poblaciones explotadas, como ya se ha visto en México, donde la Cámara de Representantes aprovechó los días de pánico para decretar casi en secreto medidas que intensifican el control policial e ideológico sobre la gente: utilización de agentes encubiertos, intervención de llamadas telefónicas y de correos electrónicos, uso irrestricto de información personal proporcionada por las empresas, vigilancia policial intensiva de Internet, legalización del allanamiento de morada, fin de la enseñanza de la filosofía en las escuelas, etc.

No es menos cierto que la Cumbre del G7 celebrada el 2 de abril anunció la necesidad de impulsar potentes incentivos económicos para paliar la crisis mundial. Dos semanas después Obama se reunió en México con el presidente Calderón, quien al cabo de siete días convocó a sus ministros a una reunión de emergencia, tras lo cual el secretario de salud José Córdoba anunció la aparición del virus de influenza. Al día siguiente el G7 declaró que la economía mundial debía ponerse en marcha este año y que para ello se lanzarían todas las acciones necesarias; anuncio que fue secundado por la empresa farmacéutica Sanofi Aventis, que prometió invertir 100 millones de euros en una nueva planta de vacunas y “donar” 236,000 dosis a México como apoyo al control de la enfermedad. También se sabe que en marzo el presidente mexicano había comprometido la compra a empresas francesas de vacunas anti-influenza por 100 millones de euros…

Las piezas encajan lo bastante bien como para que descartemos una mera casualidad.

Sin embargo, no tiene sentido hablar de una conspiración, si por ello entendemos un plan diseñado conminuciosidad y ejecutado con precisión en cada detalle, por unos monstruos enceguecidos por la sed de poder. En todo caso, si tal conspiración existiera: ¿qué podríamos hacer nosotros, simples proletarios, sin poder elevarnos a esas alturas para poner las cosas en orden allá donde se decide todo? ¿Manifestarnos en las calles para obligar a nuestros amos a explotarnos y manipularnos con un poco más de conmiseración? ¿Elegir a otros representantes, más benignos y menos codiciosos, que nos dominen con más respeto?

La única conspiración que debe importarnos es la conspiración de la que casi todo el mundo se ha hecho cómplice, y que pretende que el modo de producción capitalista, este modo de producir nuestra vida por intermedio de empresas y del Estado, es insuperable y eterno.

El modo de producción capitalista es el sacrificio de miles de millones de vidas, en favor del crecimiento imparable de cifras abstractas almacenadas en sistemas informáticos, cifras que a fin de cuentas expresan el poder de un puñado de sicópatas sobre el mundo entero.

Ese poder se derrumbaría en un abrir y cerrar de ojos si dejáramos de sustentarlo con nuestra pasividad y conformismo de cada día.

Puede que en verdad la pandemia de gripe sea una operación mediática para atemorizarnos.

Puede ser también que secretamente hayan inoculado un virus para enriquecerse una vez más a costa de nuestro sufrimiento, nuestro miedo y nuestra muerte.

Puede que todo haya sido un accidente imprevisto y que ahora los poderosos estén tratando de lucrar de él de la mejor forma posible, como hacen siempre.

Sea lo que sea, ir por ahí aventurando hipótesis conspirativas es quedar reducido a una simple antena repetidora de la confusión generalizada. Asimismo, es inútil decirle a la gente que todo este tiempo ha estado dormida y que al fin “ha llegado la hora de despertar», de «abrir los ojos». No tiene sentido llamar a la gente a organizarse, a denunciar y «moverse» si uno no está dispuesto a decirle en pos de qué han de moverse, ni contra qué exactamente. La gente vive paralizada en el fuego cruzado de órdenes contradictorias provenientes de ese mundo fantasmagórico que son los medios electrónicos y la propaganda: «muévete», «quédate quieto», «duerme», «despierta», “libérate”, “obedece”, «piensa», “habla”, “ríe”, «diviértete», «cree», «no les creas»…

¿Por qué iban a darle más crédito a uno que a cualquier otro?

Si de lo que se trata es de mostrar un enemigo contra quién luchar, hay que mostrar uno al que tenga sentido denunciar y atacar al bajarse del bus el lunes por la mañana, o al ir de camino al supermercado, o mientras se trabaja por un salario, o durante una asamblea del barrio, o en una sala de clases.

El capitalismo no es una conspiración orquestada por Donald Rumsfeld (5) y sus amigotes, es un tipo de relación social que rige en el mundo entero, y en la que todos y cada uno de nosotros toma parte. Es esa relación social en que tratamos nuestra propia actividad humana, nuestra capacidad de crear y producir, nuestra sociabilidad, nuestra fuerza de trabajo, como si fuera una mercancía más que se compra y se vende en el mercado. Si millones de personas se negaran a seguir reproduciendo esa relación social, si se negaran a vender su fuerza de trabajo por dinero, ese sería el principio del fin del sistema tecno-industrial, militar y político que nos oprime.

NOTAS:

(1) Inspirado en el texto Crítica a las teorías de la conspiración, aparecido en noviembre de 2008 en el sitio web A las barricadas, firmado por Akelarre. Recomendamos dirigirse al artículo original para ampliar estas posiciones. Link: www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/9142

(2) Aquí se nos aparece la “Ley de la atracción”, esa farsa que mueve millones (mediante best-sellers, videos, conferencias, etc.) nutriendo al mismo tiempo al conformismo y la pasividad que mueven más millones aún. Este “secreto” -según lo publicitan sus beneficiarios directos y los estúpidos embaucados- se trata de algo así como: “lo semejante atrae a lo semejante»: «tú obtienes las cosas que piensas” porque “tus pensamientos determinan tu realidad». Bastaría con pensar “positivamente” para salir de la crisis según estos idiotas, argumentando que el pensamiento “negativo” de una sola persona puede arruinar su vida, y el pensamiento “negativo” de gran parte de los habitantes del globo arruinaría la realidad del mismo.

(3) Este video es verdaderamente el padre de la criatura conspiranoica con su método de análisis idealista donde no hay condiciones materiales y reales, todo se trata de “ciudadanos buenos” y “hombres-monstruo malos” que sólo tienen codicia y no son funcionales ni a la burguesía ni al sistema capitalista. Este video se distribuye gratuitamente, lo que usualmente es usado como argumento para justificar su veracidad, como si el hecho de no pagar por un producto lo absolviera inmediatamente de toda función ideologizante.

En el foro de de la web de Zeitgeist se mencionó el apoyo para las elecciones de las última presidencia de USA a Ron Paul, antes miembro del Partido Libertario y ahora miembro del Partido Republicano. Casualmente este político vino a formular respuestas a todas las inquietudes políticas que se plantean en la primer parte del documental: abolir la Reserva Federal, oponerse a la Unión de Estados del Norte y poner fin al Impuesto a los Ingresos. Si entramos en su lógica conspirativa, este candidato podría haber primero lanzado el video como una forma no convencional de publicidad para luego salir “casualmente” a hablar de lo mismo, o quizás brindó respuestas a preguntas emergentes de parte de la sociedad. Nos da lo mismo: el video sigue siendo una falsificación de las cuestiones sociales, y los políticos siguen representando y defendiendo los intereses de la clase dominante.

(4) A cargo de los compañeros de Comunización con motivo la paranoia mundial causada por la Gripe A, los gobiernos y medios de comunicación.

(5) Secretario de Defensa del gobierno de Gerald Ford de 1975 a 1977, y de George W. Bush entre 2001 y 2006.

Comité de herejías varias

Mariposas del Caos

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