Columna de opinión

“El tren estará detenido por más tiempo de lo habitual; agradecemos su comprensión” ….

Los datos oficiales, como los entregados por la Defensoría de la Niñez y el Ministerio de Justicia, evidencian que más del 60% de niños, niñas y adolescentes en Chile presentan síntomas de depresión y ansiedad. Estas cifras han aumentado tras la pandemia de COVID-19.

“El tren estará detenido por más tiempo de lo habitual; agradecemos su comprensión” ….

Autor: El Ciudadano

Por Nury V. Gajardo D.

El Metro de Santiago trae consigo un dolor profundo. El anuncio que dice «El tren estará detenido por más tiempo de lo habitual, agradecemos su comprensión» suena rutinario, pero detrás de esas palabras hay una realidad urgente. En los últimos días, varias personas se han quitado la vida lanzándose a las líneas del Metro. La primavera, que debería ser tiempo de renovación y esperanza, ha traído consigo una profunda sensación de desánimo y ganas de no seguir.

Al observar los rostros llenos de dolor, frustración y angustia en los vagones, se siente que el Metro se ha convertido en una comunidad invisible que comparte un sufrimiento silencioso. Cada estación parece cargarse con la intención o el presagio de que algo grave puede ocurrir. Sin embargo, aún se comprende poco la magnitud de la crisis de salud mental que atraviesa hoy nuestro país.

Esta crisis no solo afecta al mundo adulto, sino que también impacta profundamente a los niños, niñas y adolescentes (NNA). Es una realidad transversal que afecta a todas las edades. En el mundo adulto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que uno de cada ocho adultos vive con algún trastorno mental, siendo la ansiedad y la depresión los más comunes. El estrés, la precariedad laboral y la incertidumbre económica aumentan estas cifras, mostrando que el problema está presente en todos los estratos de la sociedad y se multiplica en contextos de desigualdad.

Los datos oficiales, como los entregados por la Defensoría de la Niñez y el Ministerio de Justicia, evidencian que más del 60% de niños, niñas y adolescentes en Chile presentan síntomas de depresión y ansiedad. Estas cifras han aumentado tras la pandemia de COVID-19, que también afectó el acceso a atenciones presenciales de salud mental, profundizando aún más la brecha entre la demanda y la oferta de servicios. Los grupos más vulnerados, especialmente niñas y adolescentes en situaciones de riesgo social, son quienes más sufren las consecuencias.

La salud mental no es solo un problema individual, sino un derecho humano fundamental, tal como lo define la OMS. La salud mental implica un bienestar que permite a las personas enfrentar el estrés diario, trabajar de manera productiva y contribuir a su comunidad. Por eso, es urgente que las políticas públicas reconozcan y aborden esta realidad de manera integral, con recursos adecuados y programas efectivos, especialmente dirigidos a las infancia y adolescencias.

El biólogo y académico chileno Humberto Maturana nos invita nos invita a reflexionar sobre el proyecto país que queremos: si optamos por un modelo que enfatice la competencia y la desigualdad, obtendremos una educación y una sociedad que reproduzcan esas divisiones, dejando de lado el cuidado de la salud mental. En cambio, un proyecto basado en la colaboración, el respeto y la inclusión puede construir un futuro mejor para nuestras niñas, niños y jóvenes.

Actualmente, el sistema de salud mental infanto-juvenil de Chile requiere mayor cobertura y financiamiento. Es vital fortalecer programas como el PASMI (Programa de Apoyo a la Salud Mental Infantil) y potenciar la intervención en el ámbito escolar, un espacio fundamental para la promoción del bienestar emocional. También es necesario desnaturalizar el sufrimiento, hablar con más honestidad sobre la salud mental y generar ambientes escolares y comunitarios saludables que la fomenten.

El suicidio no es una tragedia aislada, sino la consecuencia de un modelo social desigual y precario. La precariedad económica, los bajos salarios y las pensiones insuficientes generan incertidumbre y desesperanza. Demandar políticas públicas que aborden estas causas estructurales es indispensable para evitar que más personas, especialmente jóvenes, se sientan sin salida.

En este contexto de elecciones, no hemos visto que se hable con la profundidad necesaria de un proyecto país que incluya la salud mental como prioridad. Es fundamental que los proyectos políticos y candidatos contemplen la salud mental de los niños, niñas y adolescentes como una prioridad ineludible. No podemos seguir relegando este tema clave en debates donde se define el futuro de nuestro país. Es hora de hablar, escuchar y actuar con humanidad y compromiso para exigir condiciones dignas de vida, cuidado y protección para todos y todos.

No permitamos que el silencio siga siendo la única respuesta. El dolor que se expresa en las estaciones del Metro es un llamado urgente a construir un Chile más justo, empático y solidario. Un país donde la salud mental de las nuevas generaciones sea una prioridad y un derecho respetado. Que no perdamos la capacidad de asombro y humanidad.

Señores y señoras pasajeros: nos duele escuchar que hay alguien en las vías del Metro; que sea la empatía y no la rabia la que nos movilice.

Por Nury V. Gajardo D.

Educadora Popular. Orientadora Familiar. Magister en educación y Liderazgo.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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