Señal poderosa contra el trumpismo y hacia un nuevo rumbo en EE.UU.

La victoria de Zohran Mamdani

En una época de estancamiento, desigualdad y polarización, la señal de Nueva York nos dice que el otro mundo que necesitamos no es utopía lejana, puede empezar ahora, en la alcaldía más poderosa de EE.UU.

La victoria de Zohran Mamdani

Autor: El Ciudadano
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Por Daniel Jadue

La victoria de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York es un símbolo potente de la época en que vivimos, una ruptura y una proposición política renovada para el conjunto de los EE.UU., pero, por extensión, para las izquierdas en el mundo. Mamdani es musulmán y se declara socialista, por lo que en el actual contexto marca algo más que un hecho histórico en una sola ciudad.

Esta elección evidencia la bancarrota ideológica del trumpismo, es decir, del neoliberalismo en su etapa de fascismo social y, al mismo tiempo, abre una ventana de esperanza para la superación del capitalismo y el surgimiento de una política centrada en la justicia social real.

El trumpismo se ha sustentado en tres pilares: el nacionalismo excluyente, el culto a la masculinidad fuerte y el abrazo del mercado como ruta única para la prosperidad. Pero el triunfo de Mamdani demuestra que ese esquema ya no moviliza suficientemente, incluso en centros del poder tradicional como Nueva York. Todo lo contrario, un candidato que propone transporte público gratuito, congelamiento de rentas [alquileres], impuestos a los más ricos y grandes transformaciones sociales vence sin apelar al miedo, oprimido por el viejo relato del “orden y la patria” y con un perfil que el trumpismo históricamente ha marginado.

En la campaña, fue evidente el contraste: mientras el candidato del poder seguía apelando al resentimiento identitario y a la defensa del statu quo, Mamdani lo enfrentó con propuestas que los medios hegemónicos podrían haber tildado como del siglo pasado: la defensa de los trabajadores, la vivienda como derecho y la ciudad como comunidad. El hecho de que el candidato con ese programa haya sido elegido con más del 50 % de los votos en una ciudad profundamente “azul” no le quita importancia, es una señal de que las clases populares y las comunidades tradicionalmente excluidas están dispuestas a respaldar un programa de transformación, no sólo de resistencia.

¿Pero qué propone Mamdani y por qué importa? Congelamiento de los arriendos en unidades con protección; transporte público gratuito en los buses de la ciudad; construcción masiva de vivienda asequible; impuestos progresivos sobre los ricos y corporaciones para financiar estos derechos básicos, y reconocimiento de las desigualdades étnicas y de raza para la articulación de una política que habla los idiomas de las comunidades inmigrantes y minoritarias. Estas propuestas importan porque rompen con la lógica neoliberal dominante: que “menos Estado” es siempre mejor; que la vivienda es mercancía, que el transporte es costo y no derecho. Mamdani propone lo contrario: más Estado inteligente para que los derechos fundamentales sean el punto de partida, no la excepción. Y al hacerlo en Nueva York, epicentro del capitalismo global, da una señal: la transformación es posible incluso donde el capital se siente más cómodo.

Lo acontecido en Nueva York significa, sin duda, una modificación del balance político-ideológico, ya que la elección no es sólo local porque impacta la narrativa nacional. Si Nueva York, con su peso económico y simbólico, escoge a un socialista, otras ciudades pueden seguir su ejemplo. Esto abre una fisura en el monopolio de la centro-derecha neoliberal y del populismo autoritario. En segundo término, significa un reequilibrio de las prioridades políticas, pues en vez de “seguridad primero, inversión después”, la agenda será “derecho a la vivienda, movilidad y bienestar primero” y de ahí, la seguridad como resultado del bienestar y la cohesión social. Esto puede inspirar políticas similares en otras metrópolis y presionar al Congreso federal.

Por otro lado, su triunfo marca el arranque de una nueva estética de poder. Que el alcalde sea musulmán, joven y de extracción migrante, es culturalmente subversivo. Rompe la idea de que el poder sólo pertenece a “hombres blancos de cierta edad”. Esa apertura simbólica cuenta casi tanto como las políticas.

Todo lo anterior, sin embargo, implica un reto para la implementación, ya que no todo está ganado, porque gobernar Nueva York con su burocracia, sus intereses inmobiliarios colosales y su aparato estatal será difícil, y Mamdani tendrá que traducir su propuesta en resultados tangibles, o de lo contrario será blanco de críticas. Lo malo de la democracia liberal burguesa es que, si le va bien y consigue implementar sus propuestas, será víctima del lawfare si es que, como en otros tiempos, fuerzas oscuras no deciden eliminarlo antes de arriesgarse a enfrentar su éxito.

Por último, el triunfo de Mamdani es un mensaje potente para América Latina y el Sur Global. Aunque el contexto es estadounidense, la lección es universal: el neoliberalismo y el populismo autoritario no son inevitables. Una mayoría social puede optar por proyectos de transformación realmente populares. Y esa opción no está confinada a pequeñas regiones: puede surgir también en los centros. Lo que falta es audacia y voluntad política. Por lo mismo es que es importante leer este triunfo como una puerta que se abre, porque significa que los excluidos, los trabajadores, migrantes, pobres urbanos, las mujeres doblemente explotadas, las minorías invisibilizadas, pueden moverse del margen al centro del poder, no solo como objetos de políticas sino como protagonistas de sus propias vidas.

Por eso representa un golpe simbólico contra el trumpismo y sus derivadas como Milei en Argentina; Kast, Kaiser o Matthei en Chile, Noboa en Ecuador, entre otros que representan la política del miedo, la exclusión y el lucro por sobre el derecho. Y plantea una pregunta esencial para las izquierdas ¿estamos preparadas para gobernar desde esa promesa? Porque prometer lo justo es un paso; lograrlo, otro.

En una época de estancamiento, desigualdad y polarización, la señal de Nueva York nos dice que el otro mundo que necesitamos no es utopía lejana, puede empezar ahora, en la alcaldía más poderosa de EE.UU. Y con eso, quizá algo del “mundo reformado” que soñaron Rosa Luxemburgo y Frantz Fanon, entre otros, deja de ser irrelevante para reaparecer como opción real.

Por Daniel Jadue


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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