La victoria de Zohran Mamdani:

¿Grieta en el blindaje sionista o reciclaje del imperialismo liberal?

Que Mamdani haya ganado dice mucho del mundo que se cae. Lo que pase con su gobierno municipal dirá cuánto estamos dispuestos a construir en el mundo que nace. La grieta existe. Que no se convierta en vitrina depende de nosotros.

¿Grieta en el blindaje sionista o reciclaje del imperialismo liberal?

Autor: El Ciudadano
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Por Tania Melnick

Una victoria puede ser histórica y, al mismo tiempo, convertirse en la operación de maquillaje de un sistema en crisis. La elección de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York desencadenó celebraciones globales y titulares que lo mostraron como joven, musulmán, socialista democrático, derrotando a Andrew Cuomo, emblema del establishment demócrata. Es, sin duda, un hito simbólico en una de las ciudades más expuestas del mundo. Pero las preguntas no se resuelven con símbolos: ¿qué se gana realmente y para quién? ¿Estamos ante una fisura en el blindaje del sionismo en la política estadounidense o ante la actualización estética de un aparato imperial que asimila incluso la disidencia interna para sobrevivir?

Como antecedente: Mamdani ganó con poco más de la mitad de los votos en una elección de máxima tensión política, enfrentando a Andrew Cuomo, quien rompió con el Partido Demócrata, y a Curtis Sliwa por el Partido Republicano. Se convertirá en el primer alcalde musulmán de la ciudad y el más joven en más de un siglo. Su campaña prometió congelar el valor de los arriendos, transporte gratuito, cuidado de niños universal, y un giro de prioridades hacia los barrios trabajadores. La victoria descolocó a los guardianes de Israel 1 que por décadas dominaron el tablero político local. No es casual que políticos israelíes y sectores afines reaccionaran con alarma: la “invencibilidad simbólica” comenzó a resquebrajarse.

Ese resquebrajamiento tiene una clave de época: el genocidio en Gaza ha sacudido la política estadounidense y, en particular, a las bases demócratas jóvenes y racializadas de Nueva York. Lo que hasta hace poco era tema intocable en la política estadounidense, comenzó a percibirse como lastre electoral. La campaña de Cuomo intentando “israelizar” la elección se volvió contra él; consultores demócratas anticiparon que esa apuesta podía fortalecer a Mamdani, y así fue. No es que “la Gran Manzana haya caído”, como caricaturizaron algunos; es que el mito de que apoyar ciegamente a Israel era requisito de supervivencia política, sufrió su primera derrota en Estados Unidos.

Ahora bien, otra cara de la misma moneda existe y debemos ser conscientes de ello. El Partido Demócrata —históricamente comprometido con la arquitectura imperial de EE.UU.— ha perfeccionado la contrainsurgencia2 “progresista”: cooptar lenguajes, rostros y demandas de las luchas, canalizarlas a la vía institucional, prometer reformas, y neutralizar la capacidad de subversión. Esa contrainsurgencia no es teórica: la vimos desplegada en 2020 frente a un levantamiento antirracista que puso a la policía y a la Guardia Nacional contra las cuerdas; terminó decapitado, desplazado hacia ONGs bien financiadas y con marcos “abolicionistas” inofensivos, mientras la vida cotidiana volvía a la «normalidad». El nombre de esta ingeniería —como advirtió Dhoruba Bin Wahad— es “fascismo democrático”3: supremacía rearticulada bajo la máscara de la reforma. George Jackson lo dijo sin ambages: si tuviéramos que reducir el fascismo a una palabra, sería “reforma”4. La pregunta, entonces, no es si Mamdani “traicionará” algo, sino si su ascenso ya es el síntoma de esa reformulación del orden.

Los hechos recientes en la biografía pública de Mamdani son útiles para pensar la tensión. Durante 2020, su crítica a la Policía de Nueva York (NYPD) fue frontal; en su campaña en 2025, ofreció una disculpa pública5, moderó su lenguaje y enfatizó su “voluntad de trabajar con la policía”6. Algo que suena demasiado familiar a nuestra propia discusión sobre la ‘refundación’ de Carabineros.

¿Es mera táctica frente a un aparato que, por su propia naturaleza, exige señales de disciplina? ¿O expresa los límites materiales de un alcalde dentro del Estado municipal más vigilado del mundo? Si la NYPD —uno de los cuerpos policiales más grandes del planeta— es el núcleo duro del poder urbano, el terreno donde de verdad se decide la frontera entre reforma y ruptura estará precisamente ahí, y ahí es donde las reculadas pesan más que los discursos.

Lo mismo con Israel/Palestina. El eje no es si Mamdani “menciona” a Gaza o si se distancia de crímenes evidentes. El eje es si su administración liberará a la ciudad de las redes político-económicas que alimentan la complicidad con el colonialismo israelí: contratos, formación policial, hermanamientos institucionales, compras, lobby, infraestructura académica y tecnológica. Si la promesa queda en el discurso —“honrar órdenes internacionales”, “exigir rendición de cuentas”, “condenar excesos”— sin afectar los instrumentos reales de poder, estaremos ante la forma más pulida de la contrainsurgencia: la que tranquiliza nuestras conciencias mientras la maquinaria sigue funcionando.

Quienes celebran su triunfo subrayan algo verdadero: la derrota política del “consenso sionista” en Nueva York implica un daño mayor a la capacidad de Israel de presentarse como intocable en el corazón del imperio. Por primera vez, un candidato no solo “sobrevive” a su apoyo a Palestina, sino que lo convierte en activo electoral. En términos estrictamente políticos, esto desplaza una frontera política que parecía inamovible. Esa grieta es real y lo es en las fauces de la bestia, exposición mundial incluida. Negarlo sería ingenuo o dogmático.

Quienes miran con desconfianza —y aquí me incluyo— señalan otra verdad: el aparato demócrata y su ecosistema de ONGs progresistas son, hace décadas, la forma más insidiosa de neutralización. La cooptación es su estrategia permanente, inevitable por diseño. “Movimiento” sin instrumentos de poder propios es combustible electoral. “Radicalidad” sin organización popular autónoma es performance. “Victorias” sin cambios estructurales son vitrinas. La celebración de “el primero, el más joven, el diverso” puede convertirse en la pedagogía perfecta para educarnos a amar las reformas que mantienen intacta la matriz imperial.

Nada de esto exime de reconocer que el cerco se movió. La operación “Diluvio de Al-Aqsa” desnudó a escala mundial la violencia colonial israelí y conmovió la opinión pública del núcleo imperial, sobre todo entre jóvenes y migrantes. La victoria de Mamdani es impensable sin esa conmoción. Pero precisamente por eso, el sistema acelerará su reciclaje: designará fronteras de lo “aceptable”, pondrá el foco en gestos simbólicos, exigirá disculpas al poder policial, y devolverá la discusión a “seguridad”, “orden”, “gobernabilidad” —palabras que en Nueva York tienen dueño. El riesgo es confundir la grieta con la salida.

¿Qué hacer, entonces?

Primero, no abandonar el criterio internacionalista. La prueba no está en el discurso: está en la desarticulación de los circuitos concretos de complicidad (contratos, entrenamiento, compras, cooperación tecnológica, financiamiento). Si un gobierno local no puede (o no quiere) tocar esas fibras, la militancia debe organizarlas desde fuera: campañas de desinversión municipales, presión presupuestaria, auditorías ciudadanas sobre vínculos con el complejo militar-policial, sanción social a la captura de la política urbana por los intereses empresariales.

Segundo, poner el cuerpo donde el sistema no quiere que estemos: con los presos políticos, en la defensa legal de militantes perseguidos, en la protección de comunidades árabes y musulmanas hostigadas, en el cuidado mutuo de barrios negros y latinos golpeados por “operativos de seguridad”. La contrainsurgencia reposa sobre el aislamiento; la respuesta es construir tejido que no pueda ser reemplazado por un programa municipal.

Tercero, elevar el estándar de lo que llamamos ‘victoria’. Si el objetivo es descolonizar y desimperializar, una victoria es tal cuando erosiona capacidades materiales del sistema (presupuesto, contratos, legitimidad operacional), no cuando maquilla su rostro. Celebrar la grieta tiene sentido si la usamos para abrir más grietas —no para pintar el muro.

Esta reflexión nos lleva a un mismo diagnóstico desde ángulos distintos. Por una parte, evidenciamos que el sionismo está perdiendo su impunidad política en la plaza pública más visible del mundo; y por otra, que el imperialismo liberal usa esa misma visibilidad para asimilar, neutralizar y volver a la «normalidad».

Ninguna administración municipal nos redimirá si renunciamos a construir poder popular que no dependa de la institucionalidad, de sus ciclos electorales, de las ONGs ni de la diplomacia del partido que ha administrado —y seguirá administrando— el imperio.

Que Mamdani haya ganado dice mucho del mundo que se cae. Lo que pase con su gobierno municipal dirá cuánto estamos dispuestos a construir en el mundo que nace. La grieta existe. Que no se convierta en vitrina depende de nosotros.

Por Tania Melnick

Notas

  1. Reacciones políticas israelíes y debate en comunidades judías.
    https://www.jpost.com/diaspora/article-872778 y https://www.theyeshivaworld.com/news/israel-news/2468177/the-big-apple-has-fallen-israeli-politicians-bemoan-hamas-supporters-win-call-on-jews-to-move-to-israel.html ↩︎
  2. Anatomy of a counter-insurgency: Efforts to undermine the George Floyd uprising – Martin Shoots-McAlpine.
    https://mronline.org/2020/07/03/anatomy-of-a-counter-insurgency/ ↩︎
  3. Toward Rethinking Self-Defense in a Racist Culture – Dhoruba Bin Wahad.
    https://thereader.mitpress.mit.edu/toward-rethinking-self-defense-in-a-racist-culture ↩︎
  4. «Nunca tendremos una definición completa del fascismo, porque está en constante movimiento, mostrando un nuevo rostro para adaptarse a cualquier conjunto particular de problemas que surjan y amenacen la supremacía de la clase gobernante tradicionalista y capitalista. Pero si uno se viera obligado, en aras de la claridad, a definirlo con una palabra lo bastante simple para que todos la comprendan, esa palabra sería ‘reforma’. La reforma económica se aproxima mucho a una definición funcional de los motivos económicos del fascismo.» – Blood in my eye (págs 118-119), George Jackson.
    https://files.libcom.org/files/2022-08/BloodInMyEye_text_0.pdf ↩︎
  5. Disculpa pública a la NYPD y giro de discurso en seguridad.
    https://apnews.com/article/mamdani-mayor-nyc-cuomo-trump-b58f8d312f8ed67b01bfb7a3a078387c ↩︎
  6. Compromiso público de mantener a Jessica Tisch como Comisionada de la NYPD. Tisch pertenece a una familia sionista de Nueva York con largo historial de apoyo al Estado de Israel y al lobby israelí en EE.UU.
    https://forward.com/news/778831/jessica-tisch-nypd-commissioner-jewish-mamdani-cuomo ↩︎

Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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