Por Luis Mora Obregón

En Chile todo se fiscaliza, menos el poder.
Sabemos cuánto gana el trabajador, cuánto gasta el Estado y hasta cuánto debe una familia para sobrevivir. Pero cuando se trata de mirar el dinero de los poderosos —políticos, jueces, empresarios— aparece un muro invisible llamado secreto bancario.
Durante años, ese muro ha sido defendido con el argumento de la privacidad.
Pero la privacidad se transforma en complicidad cuando se utiliza para esconder fortunas mal habidas, financiamientos irregulares o dineros sucios. Y ahí el silencio deja de ser un derecho: se convierte en un refugio para la corrupción.
Chile vive una crisis de confianza profunda.
El Poder Judicial es cuestionado, los partidos se hunden entre escándalos y la ciudadanía mira con rabia cómo el poder económico y político parece moverse bajo reglas distintas. La pregunta entonces es inevitable: ¿a quién protege realmente el secreto bancario?
Algunos dicen que eliminarlo pondría en riesgo la libertad individual.
Pero la verdadera libertad no consiste en esconder, sino en rendir cuentas. Un país que se respeta no teme la luz.
El que nada hace, nada teme.
Abrir el secreto bancario no es un capricho ideológico, es una urgencia moral.
No se trata de invadir la vida de nadie, sino de exigir que quienes manejan poder —desde un ministro hasta un gran empresario— lo hagan de cara al país. Porque cada peso mal habido es un aula que no se construye, un hospital que no se termina, una pensión que no mejora.
Chile necesita un nuevo pacto de confianza.
Y esa confianza solo puede nacer cuando la transparencia deja de ser un discurso y se convierte en ley. Cuando ningún político pueda esconder sus cuentas, cuando ningún juez pueda recibir favores, cuando ningún cartel de drogas pueda lavar dinero al amparo de un “secreto”.
Abrir el secreto bancario no es destruir el sistema: es limpiarlo.
Es permitir que la justicia vea, que el Estado controle, y que el ciudadano crea otra vez.
Es construir un país para nuestros hijos y nietos, uno donde la verdad no dependa del saldo en la cuenta.
Por ellos —por los que vienen— ha llegado la hora de abrir el secreto.
Por Luis Mora Obregón
Escritor y autor de los libros “Memorias de una herida abierta”, “Caminos de barro, palabras de fuego”, “Memorias de un club de barrio” y “Marcelo Bielsa: el día que todo cambió”.
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