La posibilidad de una acción militar de Estados Unidos (EE.UU.) contra Venezuela se topa con un muro de rechazo y escepticismo entre la propia ciudadanía de la nación norteamericana. Una reciente encuesta de CBS News/YouGov revela profundas fracturas en la opinión pública sobre las políticas de la administración del magnate republicano Donald Trump hacia el país caribeño.
Los resultados del estudio de opinión fueron contundentes y sacaron a la luz que el 70% de los estadounidenses se opone a cualquier intervención en Venezuela.
Este rechazo masivo está acompañado de una crítica abrumadora a la falta de claridad de la Casa Blanca acerca de la posición de EE.UU. sobre el desarrollo de una acción militar en el país sudamericano.
Una 76% afirmó que la administración Trump no ha ofrecido claridad sobre sus intenciones, dejando en evidencia un déficit comunicacional que atraviesa todas las líneas partidistas mientras que apenas un 24% de los consultados considera que el gobierno ha explicado claramente su posición.

Falta de transparencia y legitimidad
Esta opacidad no solo alimenta la desconfianza, sino que también cuestiona los fundamentos legales de una posible escalada. Tres de cada cuatro estadounidenses sostienen que Trump necesitaría aprobación del Congreso antes de emprender cualquier acción militar en Venezuela. La exigencia de someter la decisión al Legislativo es un mensaje directo sobre la ilegitimidad percibida de una acción unilateral, un requisito que comparte más de la mitad de los propios republicanos.

Fracturas en el seno de los republicanos
El sondeo, realizado entre el 19 y 21 de noviembre con un margen de error de ±2.4 puntos porcentuales, deja al descubierto grietas importantes dentro del partido del propio mandatario de extrema derecha.
El apoyo a una intervención está lejos de ser unánime entre sus bases. Mientras el 66% de los republicanos afines al movimiento MAGA «Make America Great Again» («Hagamos a América grande de nuevo», en español), respalda una posible intervención, solo el 47% de los republicanos no-MAGA la apoya. Más revelador aún es que entre estos últimos, el 53% se opone directamente a cualquier aventura militar.
Esta división interna expone los límites del discurso belicista incluso en las filas del partido gobernante.
«Esta división interna expone los límites del discurso belicista incluso en las filas del partido gobernante. La base MAGA, históricamente complaciente con el presidente en temas de política exterior —como demostró con el bombardeo en Irán meses atrás—, mantiene su lealtad. Pero el resto del espectro republicano muestra señales de fatiga ante una retórica que no conecta con sus prioridades reales», consignó TeleSUR.
Venezuela: una «amenaza» fabricada
La encuesta desmonta el discurso oficial que podría justificar una intervención. Solo una minoría mínima, el 13% de los encuestados, considera a Venezuela una «amenaza mayor» para la seguridad estadounidense. Frente a esto, el 48% la califica como «amenaza menor» y un significativo 39% sostiene que no representa amenaza alguna.

Este escepticismo se traslada a la efectividad de una acción militar para combatir el narcotráfico, uno de los argumentos esgrimidos por el gobierno de Donald Trump, para justificar una invasión al país caribeño.
El 56% de los consultados cree que una acción bélica no cambiaría la cantidad de drogas que ingresan a Estados Unidos. Solo un 37% piensa que las reduciría, y un marginal 7% considera que aumentaría el flujo.
Incluso las operaciones ordenadas por el inquilino de la Casa Blanca, como los ataques a embarcaciones a las que acusa-sin presentar pruebas- de transportar drogas, dividen la opinión (53% aprueba y 47% desaprueba).
Sin embargo, el estudio de opinión constató que existe un consenso claro que refleja la demanda general de transparencia: el 75% exige que el gobierno muestre evidencia de que los barcos atacados realmente transportan drogas. La ciudadanía, en resumen, reclama pruebas antes que bombardeos.
Desconexión de Trump sobre las verdaderas prioridades en EE.UU.
Detrás del amplio rechazo a la intervención late una cuestión más profunda: el cuestionamiento de las prioridades gubernamentales. La encuesta evidencia una desconexión entre el discurso de la administración Trump sobre inflación y la experiencia real de las familias estadounidenses: el aumento de precios, el deterioro de las perspectivas económicas, la sensación de que mientras la Casa Blanca habla de victorias, sus bolsillos se vacían.
Muchos opositores a la acción militar —incluidos republicanos— son más propensos a juzgar a la administración por su gestión económica, y consideran que no dedica suficiente tiempo a los problemas que realmente afectan sus vidas cotidianas. La invasión a Venezuela, por tanto, es vista por una amplia mayoría como una distracción costosa, no como una solución a sus preocupaciones reales.
La mayor presencia militar de EE.UU en América Latina y el Caribe en décadas
La publicación de los resultados de la encuesta se produce en medio de tensiones entre Estados Unidos y Venezuela ocasionada por la decisión de la administración de Donald Trump de desplegar desde agosto pasado buques de guerra, un submarino, aviones de combate y tropas, en el Mar Caribe frente a las costas venezolanas.
De este modo, EE.UU. mantiene la mayor presencia militar en décadas en la región. Una medida que el inquilino de la Casa Blanca, ha justificado bajo el argumento de la lucha contra el narcotráfico.
Desde entonces, Washington ha perpetrado varios bombardeos con misiles en aguas internacionales del Caribe y el Pacífico oriental contra lanchas a las que Trump ha acusado de supuestamente transportar drogas, sin presentar pruebas, una ofensiva que ha dejado al menos 80 personas fallecidas.
La Casa Blanca ha descrito el despliegue de militares estadounidenses en la zona como parte de su estrategia “para detener las drogas que buscan inundar Estados Unidos y para llevar a los responsables ante la justicia”.
Sin embargo, la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), así como la propia Administración de Control de Drogas de EE.UU., han señalado que Venezuela no es un centro de narcotráfico primario, ya que aproximadamente el 87% de la cocaína llega a Estados Unidos a través de la ruta del Pacífico . Esta evaluación pone en entredicho el fundamento mismo de la campaña militar ordenada por Trump.
En paralelo, el magnate republicano ha acusado al presidente venezolano Nicolás Maduro, sin pruebas ni sustento, de liderar un supuesto cártel del narcotráfico, lo que motivó a que la fiscal general de EE.UU., Pam Bondi, duplicara la recompensa por información que condujera a su arresto.
A mediados de octubre, Trump admitió haber autorizado a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), a realizar operaciones encubiertas en territorio venezolano y en respuesta, Maduro preguntó: «¿Alguien se puede creer que la CIA no está operando en Venezuela desde hace 60 años? ¿Alguien se puede creer que la CIA no ha conspirado desde hace 26 años contra el comandante [Hugo] Chávez y contra mí?».
Por su parte, el presidente venezolano ha denunciado una “guerra multiforme” orquestada desde Estados Unidos, que incluye agresiones armadas, campañas de desinformación y operaciones encubiertas.
Asimismo, acusó a Washington de liderar una ofensiva para imponer un “gobierno títere” y perpetrar una invasión cuyo objetivo final es el control de los vastos recursos naturales venezolanos, que incluyen petróleo, gas y oro.

