Por Nicolás Moreno Cuevas

¿Qué tan apresurado debe ser un análisis político? En tiempos neoliberales, donde todo parece operar en velocidad aumentada, la reflexión compite permanentemente con la inmediatez digital. Muchas lecturas se construyen más desde la reacción que desde la comprensión. La calma aparece, a veces, solo cuando nos desconectamos. Pero la política no puede darse ese lujo sin pagar costos.
Desde esa premisa nace este análisis. Es asumidamente individual, pero crítico de aquellas lecturas que reducen la derrota política a experiencias personales fragmentadas. En particular, de miradas que, aun invocando la interseccionalidad, terminan siendo insuficientes para explicar comportamientos colectivos complejos.
Pedro Aguirre Cerda ofrece una contradicción relevante. Mientras a nivel nacional se impone José Antonio Kast, en nuestra comuna Jeannette Jara obtiene el 58,7 % de los votos. Es el porcentaje más alto entre las 33 comunas donde triunfa la candidata comunista, respaldada por una coalición amplia de más de doce partidos.
Este resultado no ocurre en un vacío. Según cifras oficiales del Ministerio del Interior, la comuna registra tasas de delitos violentos denunciados superiores al promedio regional y nacional, con una tendencia al alza sostenida en los últimos años. A eso se suma que la población extranjera residente aumentó en más de un 70 % entre 2017 y 2024, de acuerdo con el Servicio Nacional de Migraciones. Es decir, Pedro Aguirre Cerda no está al margen de los problemas estructurales que han sido el ancla discursiva del triunfo de la ultraderecha.
Y, sin embargo, el comportamiento electoral es distinto.
Esto puede explicarse, en primer lugar, desde una lectura histórica y territorial. Pedro Aguirre Cerda es una comuna de raigambre obrera. Sus primeros habitantes fueron los proletarios urbanos de las décadas de 1960 y 1970, trabajadores y trabajadoras de fábricas con capitales chilenos impulsadas por la CORFO y promovidas por los gobiernos radicales. Esa experiencia no solo configuró condiciones materiales. También forjó una cultura política profundamente colectiva.
En términos geográficos, la comuna formaba parte de San Miguel, que para la realidad de los años sesenta y setenta era periferia de Santiago. Con el crecimiento del Gran Santiago, Pedro Aguirre Cerda quedó dentro del anillo de Américo Vespucio y pasó a colindar directamente con el centro de la capital. Sin embargo, la división administrativa impuesta durante la dictadura de Pinochet cercenó a San Miguel y dejó a Pedro Aguirre Cerda empobrecida estructuralmente. Se la condenó a ser una comuna dormitorio, cercana al centro político y económico, pero marginada del desarrollo.
Esa historia de cercenamiento, producto de políticas públicas discriminadoras que no midieron sus efectos sobre la población, no es el único elemento a considerar. En la comuna existen poblaciones históricas cuya identidad se forjó desde la acción colectiva. La población La Victoria, primera toma de terrenos de América Latina, dirigida principalmente por el Partido Comunista, se constituyó desde su origen como un proceso colectivo. Allí, las familias se diluían en el todo, en la población como comunidad organizada.
El trabajo de levantar una verdadera ciudad desde la nada fue un germen que se expandió hacia poblaciones colindantes, que en menor escala replicaron esa lógica solidaria. A ello se suma que, cuando el territorio aún era parte de San Miguel, muchas familias de funcionarios públicos habitaron viviendas entregadas por el Estado y pagadas por descuento por planilla. Esa experiencia cotidiana reforzó el vínculo entre trabajo, comunidad y política pública.
Estas trayectorias históricas forjaron a nuestros bisabuelos y abuelos en una ética del trabajo colectivo. Puestas en contraste con el individualismo exacerbado del presente, no conviven de forma armónica. La contradicción sigue abierta. Mientras la dictadura promovía el individualismo en todos los ámbitos de la vida social, en nuestra comuna los problemas cotidianos siguieron resolviéndose de manera colectiva.
Esa práctica, muchas veces inconsciente, operó como una forma de resistencia frente a la tesis central del capitalismo contemporáneo: el individuo como unidad aislada. Por eso, en una comuna de raigambre obrera, donde la mayoría de los vecinos y vecinas trabajan en bienes y servicios, la tensión entre comunidad e individualismo sigue vigente. Las formas de nuestros viejos persisten en nosotros y configuran una interseccionalidad distinta a la que domina en otros territorios del país.
Por eso tiene sentido la alta votación en Pedro Aguirre Cerda. Y por eso también tiene sentido seguir hablando de esperanza y de organización. Esa fuerza comunitaria sigue viva. Pero no se mantiene sola. Hay que cuidarla, fortalecerla y darle un rumbo, si de verdad queremos cambiar las cosas de fondo. En lo económico, en lo cultural y en lo político.
Pedro Aguirre Cerda construirá su futuro solo si nos salvamos todos. De lo contrario, estamos condenados a vivir únicamente de nuestra historia.
Por Nicolás Moreno Cuevas
Administrador Público. Magíster en Gobierno y Asuntos Públicos
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