Columna

De Platón a Bachelet

El sueño de tener una república dirigida por gobernantes inteligentes y sólo dedicados a esta actividad, un Estado dirigido por personas éticamente formadas para guiar los destinos del pueblo sigue siendo la utopía de los ciudadanos de cualquier democracia moderna

De Platón a Bachelet

Autor: Arturo Ledezma

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El sueño de tener una república dirigida por gobernantes inteligentes y sólo dedicados a esta actividad, un Estado dirigido por personas éticamente formadas para guiar los destinos del pueblo sigue siendo la utopía de los ciudadanos de cualquier democracia moderna.

Platón les dio el nombre de “guardianes” a este tipo ideal de gobernantes quienes debían cumplir con un principio básico de probidad: No tener propiedades para poder dedicarse de lleno a las labores de gobernar en pos del bien común, en contrapartida los acaudalados no podrían gobernar, en términos modernos a este principio lo llamamos no tener conflictos de interés.

Lamentablemente, de los principios de gobierno establecidos por Platón, nuestra “clase política” al parecer solamente practica aquellos en donde el filósofo estaba equivocado, como por ejemplo, establecer relaciones de parentesco exclusivamente entre los de la clase gobernante, o el uso del fuero para mentir.  Esta última regalía, Platón la pensaba como un medio para engañar a los enemigos y no para ser utilizada en contra de sus gobernados.

Platón creía que la educación temprana de los jóvenes en materias relacionadas con las leyes y temas de interés social ayudaría a tener gobiernos más sanos y una democracia cada vez más profunda. En el mito de la caverna nos propone que las mentes jóvenes  -y también algunos adultos, decimos nosotros- al igual que los prisioneros en una caverna se acostumbran y conforman con el conocimiento distorsionado de la realidad de aquello que les dejan percibir;  de esto se desprende que una tarea central de la República sea sacar a los prisioneros desde la caverna del mundo no real en donde se encuentran confinados.

Al parecer la República de Platón es más que una sátira de la realidad expresad en ideas exageradas de un gobierno basado en el imperio de la ley y del bien.

Pero, en la actualidad, ¿de qué hablamos cuando decimos: República, acto republicano, o calificamos a alguien de ser un republicano?

Para responder nos referiremos a Aristóteles  quien sentenció que “un montón de gente no es una República”;  para tener una república debemos contar con principios básicos de participación basados en el respeto a los derechos de las personas, con énfasis especial en los derechos de tercera generación o derechos colectivos que deberían considerarse para la toma de decisiones que afecten o puedan afectar al crisol de culturas que conforma nuestro país. Por tanto el Acto republicano es aquel que busca el bien común por sobre el individual, el acto que busca el equilibrio contra el abuso de poder.

No basta con la división de los poderes del Estado para tener una República sino que estos deben trabajar  mancomunadamente para crear y administrar medidas de gobierno que vayan en beneficio de la persona humana. El acto republicano debe ser aquel que vela por el ejercicio ético de la política y de la función pública con la finalidad de servir a la sociedad que lo eligió temporalmente para el ejercicio del poder político. Recordemos que en democracia el órgano más importante es el electorado quien en última instancia pone o depone a sus gobernantes, o al menos así debería ser.

A pesar de la ola de malas noticias que hemos recibido sobre la actividad de algunos de nuestros políticos que no califican para ser catalogados como Republicanos, también podemos rescatar las buenas prácticas políticas que conservan otros que no han caído en la vorágine de alejarse de la confianza depositada en ellos por sus electores.

Afortunadamente los políticos involucrados en temas de financiamiento irregular de sus actividades no son todos, así también hay otros que no han entregado su poder político al poder del capital.

Efectivamente, también, la presidenta Bachelet  ha realizado acciones que vienen a restituir la confianza en la república. Por ejemplo, consultar previamente -con asambleas incidentes- a los pueblos indígenas de Chile antes de  formular los proyectos de ley para la creación del Ministerio de Pueblos Indígenas y Ministerio de las culturas y las artes.

También, la presidenta anunció en su discurso del 21 de mayo que la disciplina de educación cívica sería restituida a las salas de clase, esta medida, sin duda formará ciudadanos conocedores de sus derechos republicanos.  A la vez, el anuncio de trabajar por una nueva carta fundamental para Chile, con participación incidente de los ciudadanos, pone en valor la opinión popular, dándole legitimidad a la nueva Constitución política que tendremos.

El derecho legal a la vida en pareja, sin importar la condición sexual de los contratantes, valora modos de vida transversales a la sociedad y que los sectores más reaccionarios se niegan tozudamente a reconocer.

A la vez, el término del sistema binominal de lección por uno proporcional permitirá que la acción política sea más representativa. Esto junto con un nuevo sistema de financiamiento de las elecciones permitirá que grupos más pequeños con una visión particular de la sociedad participen activamente en el camino para ocupar lugares de representación en el sistema de los órganos de poder político porque  será más fácil constituirse en partidos políticos de representación nacional o regional.

La reforma educacional ya está en marcha y aunque en opinión de algunos las medidas anunciadas por ahora son insuficientes estos son los primeros pasos para el acceso a la educación gratuita universal y alcanzar la calidad que merecen nuestros jóvenes. Sabemos que la educación es el único camino que asegura terminar con la desigualdad social y así también lo entienden las capas poderosas de nuestra sociedad -dueños de los medios de comunicación- que no escatiman esfuerzos para oponerse a los cambios propuestos por nuestra Presidenta.

Los cambios ya descritos, más la reforma tributaria realizada, la reforma laboral y la reforma previsional que se preparan le están devolviendo el sentido republicano a la actividad política en nuestro país.

Este conjunto de reformas de carácter estructural, más otras que se vendrán fueron promesas de campaña de Bachelet quien ha realizado, hace poco, cambios profundos en su entorno para asegurar que el camino a una República más justa es posible por ser una necesidad moral para el Estado y para el individuo.


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