El escándalo se extiende de Argentina a Ucrania, de Islandia a China y de Arabia Saudita a Reino Unido. Como en una novela de suspenso las revelaciones recién comienzan y las consecuencias ya se hacen sentir.
El primer ministro de Islandia, Sigmundur David Gunnlaugsson, presentó su renuncia este martes luego de las manifestaciones de los últimos días en la capital de la que es una sociedad muy politizada desde el estallido financiero de 2008.
Según el director regional para América Latina de la Unidad de Inteligencia del semanario The Economist, Benat Bilbao, el impacto político global de este escándalo dependerá de la investigación y la solidez institucional de los países.
«Va a variar. Es posible que no haya muchas renuncias, pero socavará los partidos políticos tradicionales y su impacto puede ser no solo directo sino también indirecto, influyendo, por ejemplo, en el referendo en Reino Unido en junio sobre si sigue o no en la Unión Europea», indicó a BBC Mundo.
En China los documentos salpican a un cuñado del presidente Xi Jinping y a la hija del ex primer ministro Li Peng.
Desde que asumió la presidencia en 2013, el mandatario lanzó una fuerte campaña contra la corrupción, pero la primera reacción oficial a las revelaciones ha sido negar «acusaciones sin fundamento» y borrar toda mención del tema de las redes sociales.
En Rusia, el chelista Sergei Roldugin, amigo del presidente Vladimir Putin, que había declarado hace dos años que era un humilde músico que tenía «un departamento, un coche y una dacha (casa de campo)», añadió con los papeles de Panamá cuatro compañíasoffshore (extraterritoriales) por las que, siempre según la filtración, circulan millones de rublos de la clase dirigente rusa.
El gobierno indicó que nada de eso toca al presidente Vladimir Putin y que se trata de una conspiración internacional.
Por su parte el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, negó haber cometido un delito con la creación de una compañía en un paraíso fiscal por intermedio de la firma panameña Mossack Fonseca, pero la oposición ha pedido abrir un juicio político para su destitución.
En la picota están también el rey de Arabia Saudita, Salman bin Abdulaziz al Saud, y el presidente de Emiratos Arabes Unidos, Jalifa bin Zayed al Nahayan, por sus cuentas en las Islas Vírgenes Británicas.
En el caso del presidente, se trataba de unas 30 compañías que manejaban US$1.700 millones de activos inmobiliarios en Reino Unido, mientras que el rey tenía una inclinación similar por este paraíso fiscal y las propiedades londinenses, pero por un monto mucho más modesto: unos US$55 millones.
«No pasará mucho en Arabia Saudita o Rusia, y habrá que ver con Ucrania donde la presunta involucración del presidente Poroshenko podría minar su capacidad de acción en un momento de transición política y económica», señala Bilbao.
«En China, el panorama es más complejo. Las redes sociales representan hoy una voz de la opinión pública y la campaña contra la corrupción es muy importante para el gobierno de Xi Jinping en términos de legitimidad. De modo que es muy probable que haya un impacto político«.