El Senador Navarro despejó el escenario político

¡Bravo Alejandro Navarro! Dejando toda actitud pusilánime de lado el Senador de la Octava Región rompió con un Partido que había claudicado en la lucha por la Igualdad social, esencia misma de los movimientos de estirpe socialista

Por Director

16/11/2008

Publicado en

Columnas / Política

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¡Bravo Alejandro Navarro! Dejando toda actitud pusilánime de lado el Senador de la Octava Región rompió con un Partido que había claudicado en la lucha por la Igualdad social, esencia misma de los movimientos de estirpe socialista.  ¡Qué lección!

La sabia decisión del popular Senador, adoptada junto con un importante grupo de militantes del MAS, de irse del Partido Socialista de Chile, contribuye a la visibilidad del panorama, ya que en Chile hay cabida solamente para tres proyectos.

Dejémosles la sicodramatología política —aquella que subjetiviza la dinámica fenomenológica del conflicto en función de la espectacularización mediática— a los columnistas que abundan en el periodismo del duopolio impreso de la derecha.

Para los ciudadanos, ya es hora de que se ordenen los referentes y que se decanten los proyectos políticos, para poder ubicarse frente a las diversas tesis programáticas o plataformas electorales y para que los debates sean más claros y abiertos.

Es la única manera de darle realce al ideal democrático y lograr que se despeje el escenario político chileno de aquí a la liza del 2009.

Así se promueve esta idea faro del filósofo demócrata alemán Jürgen Habermas: la de un espacio público constituido día a día por el debate argumentado entre iguales para impedir que el territorio ciudadano sea colonizado por los medios y los intereses subterráneos de los grupos de poder que éstos defienden. En esta esfera, para vencer y poder, hay que convencer.

“Sean claros carajo, y reagrúpense los que sean afines de una vez por todas en vez de jugar a las escondidas”, será el clamor de una buena franja ciudadana, la más lúcida, la cansada de tanto discurso vacuo y que sabe evaluar correctamente las urgencias de los tiempos presentes.

Por eso mismo, hay que empezar a comprimir el tiempo y a exigir proyectos argumentados y espacios de debate e intercambio.

La Alianza no tiene otro proyecto que no sea el forjado por sus promotores en los tiempos de la Dictadura militar del capital. Remozarlo constantemente es su programa. Aunque el personal político de la Concertación lo ha aceitado y vela inteligentemente por la salud de su núcleo duro: el Orden, la concentración del poder económico en un polo y la desigual distribución de la riqueza social para el resto.

Pero los hombres de la derecha quieren probar con Piñera su capacidad de conducción. Es la voluntad de poder característica de la competición política. Querrán reactivar el neoliberalismo cada vez que sea posible en nombre del “crecimiento”. Por lo pronto, en períodos de crisis, buscan aplicar el credo empresarial:  “flexibilizar” el mercado laboral  abaratando la mano de obra. Además de salvaguardar las dinámicas depredadoras de la globalización; reforzar las propuestas de los centros imperiales de poder e impedir el fortalecimiento institucional de la unidad latinoamericana. Hasta el momento tal dispositivo funciona sin ellos a la perfección, pero quien sabe …

Desde la misma perspectiva es hora de que se forme un Partido Concertacionista de centro-derecha.  Serán presentables ante los dueños de Chile como portavoces de un proyecto permanente de alternancia con la derecha filo-pinochetista. El espacio común en que se mueven estos actores es el consenso y la Constitución del ideólogo Jaime Guzmán.

Los concertacionistas ya tienen un equipo de tecnócratas y cuadros políticos capacitados para darle gobernabilidad al sistema de dominación. Es el proyecto teorizado por Ignacio Walker y José Antonio Viera Gallo en las páginas de El Mercurio (1). Explicitado en entrevistas a La Tercera por el lobbysta profesional Enrique Correa.  Escrito en negro sobre blanco en el libro de E. Ottone y de Sergio Muñoz Riveros, Después de la quimera (2). Es el que se desprende de las declaraciones de Schilling y que opera el hábil diputado socialista Escalona. Pepedés como el diputado Antonio Leal estarían a gusto en él.

En ese proyecto progresista-conservador hay cabida incluso para un sector del Partido Comunista, los del añejo compromiso histórico con la DC, los defensores del “pactismo”. Podrían ser el ala izquierda del concertacionismo, y se sentirían realizados en la política de los pequeños pasos. En lo económico su lema sería: que chorree un poco más. Blair, Brown, Merkel y Strauss Kahn, Veltroni, Schröder, serían los íconos de tal agrupamiento. Los dos candidatos socialistas, Lagos e Insulza se inscriben en esta postura.

La gran tarea le corresponde a la izquierda auténtica. Demasiado atrasada en su cronograma. Sin un espacio visible que ayude al encuentro de voluntades. Sin embargo, se la espera.  Ella debe levantar el proyecto de futuro: un proyecto de ruptura democrática con una propuesta de Asamblea Constituyente que codifique los derechos sociales y económicos de los movimientos sociales y de todos los trabajadores.

Es este horizonte el que se ha visto fortalecido con la opción del MAS y del Senador Navarro de constituirse en fuerza política de izquierda. La matriz teórico-práctica del proyecto de izquierda es el reconocimiento del conflicto social como eje estructurante de la política en las sociedades de clases. Su idea fuerza afirma que es en la dinámica misma de las próximas luchas sociales y económicas que un proyecto de cambio social se construye, como contrapoder democrático.

Pero el primer paso, el momento clave, la urgencia del momento, es convocarse para primarias de izquierdas, abiertas y democráticas. Para levantar un programa que unifique (junto con el hombre o la mujer que lo encarne) y movilice a tanto pueblo desencantado. Más fácil imposible.

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(1) Ver “El nuevo progresismo” por José Antonio Viera Gallo e Ignacio Walker en El Mercurio del domingo 7 de enero del 2007. Presentado como “un documento exclusivo” por el que miente.

(2) El libro fue lanzado con gran pompa el domingo 10 de agosto pasado. En la rúbrica de la farándula política mercurial podía verse a todo el establishment político concertacionista además de las cabezas de las tres ramas de las FF.AA.  reunidos para elogiar el opúsculo del asesor de Ricardo Lagos, Ernesto Ottone y del periodista Sergio Muñoz Riveros. Allí se puede ver la fuente de la confusión de tanto “progresista”. Los dos excomunistas desencantados confundieron siempre estalinismo con socialismo y dictadura de partido único con poder democrático y autogestión. En el opúsculo se leen joyitas como ésta: “En Chile el aprendizaje [de la economía] fue especialmente difícil porque implicaba reconocer aunque fuera de manera indirecta aquella parte de la política de la dictadura que contribuyó a generar una dinámica de reactivación económica después de la crisis del 73” (pag.149). Nótese la elección de los términos para evitar decir las cosas por su nombre; el que sólo el Orden dictatorial y la paz de los cementerios podía cimentar la construcción de un régimen de explotación que relanzara el proceso de acumulación y las altas tasas de ganancia de la burguesía chilena y multinacional. Hoy vemos las consecuencias. Mutis por el foro de los dos ideólogos concertacionistas. Los estalinistas reescribían la historia. Los “nuevos progresistas” pareciera que repiten las mismas prácticas.

Por Leopoldo Lavín Mujica, Profesor de filosofía, Collège de Limoilou, M.A. en Communication publique, Université Laval, Québec, Canadá.

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