Ya partió una de las reuniones internacionales más importantes celebradas en Chile en mucho tiempo al reunir tres eventos en unos pocos días. La reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe. Celac, con la Unión Europea; la reunión de la Celac como tal; y la Cumbre de los Pueblos en este contexto multilateral, y cada uno de estos relevantes encuentros tiene sus propias particularidades y desafíos.
En el contexto general, un hito central va a ser la presencia de Cuba y el trapaso que Chile debe hacerle de la secretaría rotativa de Celac. Sin dudas, y ya lo hemos podido constatar, un tema central será el esfuerzo de singularizar a Cuba e intentar desprestigiar su liderazgo. Varios serán los contribuyentes a este empeño y es lamentable si consideramos que no se ocupará la misma vara en relación a otros países. Pero así son las cosas en política internacional; cuando se trata de Cuba, los Derechos Humanos tiene estándares distintos y únicos.
Sin embargo, intentando ampliar la mirada, podríamos aventurar la siguiente afirmación: los desafíos de la Celac son los desafíos de América Latina y el Caribe. Esto es harto decir porque si se evalúa por ejemplo la OEA, ahí el problema es y será la posición predominante que posee la opinión del Departamento de Estado estadounidense sobre los desafíos de América Latina, los cuales serán funcionales a intereses económicos y políticos de ese país, que por lo demás, sigue teniendo sede en Washington. De hecho, esto se expresó cuando el futuro Secretario de Estado y ex candidato demócrata a la presidencia, John Kerry dijo de la OEA de José Miguel Insulza que hay una “carencia de una visión estratégica para guiar las actividades de la organización, desgano para tomar complejas decisiones financieras y políticas caprichosas de selección de personal”.
Por otra parte, si evaluamos un esquema como Mercosur, veremos que representa los intereses de los sectores hegemónicos al interior de las economías de Brasil y Argentina pese a la membresía plena que detenta Paraguay y Uruguay. Por años, tal como lo expresara Carlos Menem, ex Presidente de Argentina, las relaciones con Estados Unidos fueron “carnales”. Luego que tanto Argentina como Brasil abandonaran las ideas matrices del Consenso de Washington y adoptaran políticas de corte nacionalista, los énfasis de Mercosur han cambiado, pero siguen estando lejos de representar los desafíos de todos sus integrantes. Tal vez la ampliación que incluye a Venezuela pudiera ser un aporte en este sentido, no obstante, eso está por verse.
En ese contexto, lo que se ha propuesto Celac, es de una trascendencia singular toda vez que expresa una voluntad de carácter latinoamericanista y constituye, en la realidad, un esfuerzo original y único. Hay analistas que insisten en visiones apocalípticas y adoptan posturas extremas y en muchas ocasiones carentes de rigor histórico. Afirman con ligereza que América Latina está plagada de iniciativas como ésta cuando en realidad, es primera vez que existe un modelo de integración suramericano con el Caribe. Es también un esquema de integración de carácter político, similar a Unasur pero con una perspectiva de mayor aliento y más amplio. Las dificultades existen y siempre existirán, pero ello no es exclusivo de América Latina. De hecho, en estos mismos momentos se anuncia un referendo un el Reino Unido para determinar su continuidad en la Unión Europea. Por eso para contribuir a un propósito común, lo que corresponde es darle una oportunidad a la integración y no sepultarla sin siquiera hacer el intento.
Y es aquí donde cabe una reflexión determinante. Es hora que Chile abandone el ‘Regionalismo Abierto’ como paradigma de su política exterior. En nuestro país somos los campeones del “no latinoamericanismo”, prácticamente como si fuera una infección, con un alto desconocimiento de lo que sucede en nuestro propio continente, su cultura, su política y su historia. Muchos veces sabemos más de la cultura francesa y sus corrientes incluso, que de la cultura y cosmovisión mapuche y para qué decir de los incas, mayas, etc. Y más que una crítica, porque toda cultura y interrelación es loable, es una observación sobre el modo de conducirnos.
Este modo de conducirnos ha sido determinado por una política funcional al Consenso de Washington y sus contenidos neoliberales, modelo ampliamente rechazado en varios países tras crisis sociales y políticas de envergadura, como es el caso de Bolivia, Ecuador, Argentina, Venezuela, Nicaragua y, en su momento, Paraguay y Honduras. Las desigualdades socio económicas y la desprotección a la soberanía fueron reemplazadas por proyectos políticos con inclusión y con mayor énfasis en el desarrollo nacional, y estos cambios están en la base de una política latinoamericanista, las que sin dudas han tenido un impacto importante en los niveles de vida en nuestro continente que distan de los años de las dictaduras militares y gobiernos neoliberales conocidos como décadas perdidas. Es decir, existe una relación entre democracia, desarrollo, soberanía nacional y mejoramiento en la calidad de vida y en ello, el ‘Regionalismo Abierto’ parece ser lo que es. Un paradigma ajeno a los intereses de desarrollo y democracia de los pueblos del continente.
Es así como la Cumbre y el conjunto de eventos asociados, incluyendo la Cumbre de los Pueblos, nos sorprende a los chilenos nuevamente mirándonos al ombligo. Finalmente el ‘Regionalismo Abierto’ y su consiguiente planteamiento de ver el mundo como un lugar incierto en el cual hay que aprovechar cualquier oportunidad dondequiera que se presente y luego, “si te he visto no me acuerdo”, que es en definitiva, un regionalismo sin región, nos deja con la mirada extraviada hablando en un español que no siempre es comprensible para otros hispanoparlantes, y con el desafío de hacernos un lugar en América Latina desde nuestra identidad porque no hay política de integración sin identidad propia.
Carlos Arrué
Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (Ical)